domingo, 28 de marzo de 2010

Desencanto de los seres minerales con los habitantes de la Tierra



¡Gloria al Crisol!
La primera prospección detectó núcleos de ferroníquel en Solar 3 potencialmente catalizadores de función lambda en plata, platino, oro, cobre y hierro. Tras este esperanzador inicio nos topamos con los problemas locales ya vistos con anterioridad en Sirio, Tauro y sistemas monarios periféricos; las funcionalidades lambda de los seres minerales autóctónos resultan inhibidas por factores magnético-gravitacionales regionales. Dicha limitación puede sublimarse recurriendo a agentes móviles que impelen movimiento local a los seres metálicos, con lo que se obtiene función lambda de óptima calidad.

Fue emocionante para nosotros alcanzar el éxtasis de la lambda y unirnos todos en uno en el mismo cántico.

El siguiente paso era estructurar una relación dinámica con el portante. Analizamos varias especies (la vida móvil prospera con facilidad en Solar 3), decantándonos por una suerte de primate no muy veloz pero abundante e increíblemente propenso a toda suerte de idolatrías. Entre otras supercherías, rendían culto a la posesión (concepto abstruso y relativo a una mineralización débil), de modo que resolvimos aprovecharlo para inducir un proceso simbiótico mútuamente beneficioso.


Fue fácil. Por alteración de las bases en la secuencia genética se hiperdesarrolló el sentido territorial de los primates, de lo que resultó una idolatría furibunda que llamaremos propiedad. El afán acumulativo de los especímenes seleccionados motivó la articulación de un sistema de canje en el que el primate asigna un valor a una propiedad y simboliza dicho valor en un pequeño fragmento de metal, habitualmente esférico. El proceso es sumamente complejo, cargado de ritos y refractario a la racionalidad, pero redunda en una alta movilidad de los fragmentos por considerarse que la jerarquía de cada individuo está asociada a la cantidad mineral que es capaz de trasladar consigo. Cómo se ve, un modelo de parasitación teóricamente perfecto, y de hecho, en la fase de apogeo un fragmento de oro podía recorrer el planeta varias veces en una misma función lambda, propiciando arrobamientos y éxtasis de singular calidad a los seres minerales.

Satisfechos con estos brillantes resultados no concedimos importancia a la mutación de la herejía. Resultó que los portantes dieron en decorar los fragmentos metálicos, y no sólo eso, en su imnensa credulidad distorsionaron la variable “valor” con un guarismo presuntamente mágico que al estamparse en la superficie de cada esfera multiplicaba la sacralidad del fragmento. Es decir, en lugar de correlacionar el culto a una cantidad mayor o menor de mineral, valoraban la conjunción metal-guarismo. ¡Hasta tal punto son propensos a la superchería estos portantes de Solar 3!

Curiosamente, tales conducta no sólo no declinaron sino que aceleraron la velocidad local de desplazamiento de los metales, de donde supusimos que la simbiosis se realimentaba positivamente. Por esta razón no sospechamos nada anómalo al detectar una variante de la idolatría madre basada en el papel. Como sea que el tránsito de fragmentos siguió creciendo a velocidad vertiginosa concluimos que el papel, ricamente ornamentado, tenía un rol cultural místico durante la fase de canje. Nada de qué preocuparse.

Craso error. Paulatinamente, los primates fueron adoptando canjes cada vez más ritualizados en los que a menudo intervenían meros factores culturales sin apoyo ya ni de papel ni de moneda ni de materia alguna, pues por alguna extraña razón, los primates terminaron divinizando lo metálico en reposo. Así, organizaban complejas edificaciones para acumular el metal en oscuros sótanos o santuarios fuertemente custodiados. Carente de movimiento local, la función lambda allí acumulada menguaba hasta niveles insuficientes para alcanzar el cántico.

A la desesperada, hemos intentando la quiebra de estos santuarios infectando cíclicamente los flujos informativos en busca de un desplazamiento del metal. En vano. Cuando tal pasa, los primates se dedican a cambiar los distintivos externos de los santuarios manteniendo al mínimo el flujo metálico. La portabilidad metálica es ya recesiva y se espera una paulatina paralización del flujo en pocos ciclos. La funcionalidad lambda ha entrado en mínimos y ya pronto careceremos de capacidad para el umbral fusión.

¡Por el Gran Crisol!... Mucho me duele aconsejar la inmediata evacuación del cuadrante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuento rocoso donde los haya