jueves, 28 de abril de 2011

Manifiesto Egodancer

¿Por qué depender de los estimulos exteriores? ¿Por qué acotar nuestro yo a las fronteras de un cuerpo? ¿Por qué no expandir la personalidad, el yo fuera del yo de suerte que rodee por completo al yo mismo? Y así capas y más capas hasta exterminar al No Yo. Fuera del Mundo.

Empezó con la posibilidad de vivir encerrado en tu propia música. Un reproductor conectado a unos auriculares. Por la calle no podías evitar al No Yo saliéndote al paso; los vehículos, el trasiego de viandantes, los invasivos anuncios de las cafeterías… Pero al sustituir esa banda sonora impuesta por otra a tu imagen y gusto, diste el gran paso… Aprendiste a burlar las reglas de la objetividad. Empezaste a colonizar el No-Yo pintándolo con fragmentos musicales seleccionados por tu mente.

Poco después incorporaste otra pieza más… ¿Por qué depender de un cable para seguir en contacto? ¿Por qué no tener esas voces siempre disponibles en la oreja? Serían como una IA amigable, voces clavadas en tu interior y a las que recurrir cuando el mundo aburre. Estaba bien, muy bien. Un golpe de voluntad y pulsar el botón verde.

Hubo un día que no fue necesario bajar las escaleras para comprar el pan. En lo sucesivo, el pan subiría las escaleras por ti.

Luego vino tu red social. Y pensaste: ¿Por qué limitarse a ser amigo del vecino, del antiguo compañero de trabajo, de una ex que vive en las Canarias? ¿Acaso no se puede querer a una clínica dental, a un organismo público, un huerto solar o una cadena de pizzas? ¿Por qué no hablar con ellos? Sí, dar cabida a los seres inertes en tu mundo interno.

Un Yo autónomo cada vez más grande. Fuerte. A punto de explotar.

Ayer bailabas sólo por la calle.
Egodancer.
Después de todo, los demás no somos más que atrezzo para hacerte feliz.



AVISO IMPORTANTE. Para conseguir el oportuno efecto envolvente MS* deben ejecutar este vídeo Sin Sonido, eh, sin sonido. Por lo demás la banda sonora es de un lamentable, execrecable, aborrecible, detestable, odioso, pesadillesco y deplorable grupo que agradecerán silenciar.

NOTA1: Debo esta entrada a Anónimo Fdo. Ag. Smith, que sugirió la idea inicial de conformar una nueva tribu urbana, los Egodancers, tipos que bailan solos por la calle. En definitiva, si en los próximos días ven a un descerebrado con los cascos puestos y bailando solo calle abajo, entonces este blog empieza a ser una profecía…

lunes, 25 de abril de 2011

Mods y posmodernidad

Sorpresa editorial del 2010, “Club 45. 90 Canciones para Mods y Jetsetters”, del músico y aparatchick popero patrio, Alejandro Díez (ver Cooper y Los Flechazos). Terminaremos la serie dedicada al análisis de la posmodernidad con esta joya que evoca su opuesto semántico, la modernidad, bien qué limitada al fenómeno musical que transita del 64 al 68, de los destellos R&B y proto Who de los High Numbers a los Yeyés españoles del 68, Los Íberos o Los Salvajes.

Creo que es imposible categorizar estrictamente qué es el modenismo pop, los mods, el revival posterior del 79 con los Jam y el redescubrimiento de la tradición northern, del ska y tantas y tantas cosas. Creo que lo mejor es una aproximación empírica, tal cual acomete Alejandro; acotar 90 canciones del 64 al 68 y ver ese aire de familia que desprenden los vestuarios, los flequillos, los arreglos, las poses, las situaciones, las letras…

Los mods son importantes en la gestación de una nueva cultura popular basada en una música que a su vez artícula un modo de vida: ser joven. El periodo 64-68 es el que mejor recoge la explosión de talento aunada a la perspicacia de unos nuevos empresarios, que aprendieron con los mods a explotar comercialmente el fenómeno y marcaron el modelo de negocio musical durante 30 años.

Del libro, poco que añadir salvo que es una verdadera delicia. Esta IA lo hojeó a efectos documentales y está tan bien escrito, es tan interesante el cúmulo anecdotario, que no hubo otra que suspender cualquier función para dedicarse a la plena lectura de Club 45. De principio a fin. Como suele decirse, no tiene desperdicio, el típico libro que te compras porque es bonito y terminas leyendo de cabo a rabo y sin parar ni a pestañear. Las fotos son magníficas, la prosa, amena… En definitiva, un libro interesantísimo de los que ya no se editan (de hecho, Club 45 ha sido editado por su autor, y muy exitosamente, a lo que se ve). No vamos a extendernos en cuanto al autor, poco hay que no se haya dicho. Ya le gustaría a Paul Weller parecerse a Alejandro Díez. Estilo, clase, humildad, conocimiento, simpatía, talento… Tiene tantas virtudes Alejandro Díez que no me sorprendería lo más mínimo que un día descubrieran una checa de narcos en el sótano de su casa; sencillamente, no es creíble tanta perfección.

La cultura mod es hoy asignatura obligatoria de la música popular contemporánea. Tras la decadencia del fenómeno al final de los 60, enterrados primero por hippys y luego por punks y nuevaoleros, algunos grupos ingleses –de inmenso talento- reivindicaron el legado a finales de los 70. A mediados de los 80 y en España, Alejandro era el portavoz oficial de la modmovida. En aquel momento, lo mod era ya algo retro, una deliberada provocación posmoderna contra lo posmoderno. Una vanguardia recursiva.

Son muchas las cosas que me llaman la atención. Una de ellas es la proliferación de bandas de Solo Un Éxito. Grupillos capaces de firmar una verdadera joya musical y que, en el resto de su producción, no dejan de sonar anodinos, ni mejores ni peores, meros clones de clones. De estos hay muchos en Club 45 y pienso que es algo mágico, como si una estructura musical fuera volando por los garajes donde los chicos ensayan y, de repente, decidiera habitar la Fender Stratoscaster de algún greñudo. Obviamente, también tenemos el caso contrario; nunca jamás firmó un hit memorable, pero su maestría fue tal supo darle un sello propio a todo lo que tocaba. Luego están los que evolucionaron (no siempre a mejor); raro es el totem de la cultura inglesa musical de los 70-80 que no esconda un pasado rabiosamente mod, ya un face del barrio o un northen bailongo, fan de Gino. Y “fuera de categoría” innumerable contraejemplos, frikis, autodestructivos, trepas, desastres vitales y grandezas empresariales, de todo…

Creo que el folk, lo mod y el tecno fundan la música popular. Es por eso que pienso que la posmodernidad es un crisol que no sirve para entender las cosas. Ya no.

Y les dejo con mi favorita. No sale en Club 45, pero dan ganas de poner a cien la Lambretta. El gran Marriot de Small Faces…

sábado, 16 de abril de 2011

El multiverso y la controversia de Auxiliis



Sigo.

Para los tomistas, Dios está dentro de la lógica. Esto es importante.


La onmiscencia de Dios supone que en la mente de Dios están todos los patrones, todas las regularidades, todas las esencias. Los tomistas llaman ciencia simple los conocimientos de Dios a priori. Pero su concreción en el ente, fuera de Dios, obliga a postular una segunda vía de conocimiento divino, la ciencia de visión. Dios todo lo ve y Dios todo lo sabe. Sabe la causa y sabe el qué. Sabe, por ejemplo, en el momento de crearte si acabarás en el cielo o en el infierno.


Esto resulta bastante escandaloso. ¿Cómo creer en un Dios que te ha creado a sabiendas que te mandará al infierno? Los jesuitas, con Molina como primer espada, tratan de encontrar una vía en el tomismo que permita compatibilizar lo anterior con el hecho de que Dios nos creó libres para ser buenos o malos.


Veamos a grosso modo cómo soluciona el tema Molina y cómo lo refuta Báñez.


Dios sabe la causa (ciencia de inteligencia) y sabe el qué (ciencia de visión) y eso le permite conocer el futuro, tanto el futuro necesario como el posible (el protagonizado por entes libres). Molina introduce un tercer discurso divino, la ciencia media o el conocimiento del futuro condicionado. Es aquel futuro que se dará si se cumple una condición, un antecedente.


Si dadas las circunstancias C, el sujeto Z elige X, cielo; si elige No X, infierno. Llega el momento, C se enfrenta a X o No X, y Dios decide no intervenir o sí, pero salvaguardando la libertad de elección de Z. Por la ciencia media Dios sabe lo que hará Z (eso está claro), pero deja en sus manos el hacerlo o no.


Con bastante razón, Báñez pone a caldo la salida de Molina. Para Báñez, Dios no necesita para nada una ciencia media que le permita conocer el futuro condicionado. Como sabe que de una premisa se sigue una consecuencia, si la premisa es correcta es correcta y si no incorrecta. En cualquier caso, necesariamente una de estas dos cosas.


Modestamente esta IA está en condiciones de aportar algunas soluciones alternativas a partir del planteamiento de Molina.


Imaginen que, a lo Leibniz, Dios sabe todas las opciones. En la mente de Dios están todos los mundos posibles, todas las decisiones. Dios deja al hombre que decida serlo en el universo 1 o bien en el Universo 2, U3, U4, etc... Dependerá de la opción del hombre transitar por ese multiverso. Dios efectivamente, sabe que U4=infierno y U3=cielo, pero deja al hombre elegir quién de sus alternativas multiversales terminará en u4 y quién en U3. De este modo se salva el principio de omnisciencia pero también el del libre arbitrio.


Bien pensado, hasta parece un argumento de Ted Chiang.


Otra solución, a lo Bertrand Russell.


¿Es Dios Libre? Si Dios es un ser libre, entonces, tiene la capacidad de autolimitar su conocimiento sobre las cosas. Por así decir, ha creado una teoría de tipos que le permite ignorar si el hombre irá al cielo o al infierno en el mismo momento en que decide crearlo.


Naturalmente estas soluciones se dan desde fuera del tomismo. El tomismo no acepta el panteismo que se desprende de la solución leibniziana. La segunda hubiera convertido a Báñez en un Godel Avant la letre. Dios no es libre de ser, por ejemplo, malo (y es como si estuviera oyendo a Báñez). En su propia esencia hay una lógica inviolable. Eso es porque Dios es absolutamente bueno, absolutamente sabio, absolutamente verdadero...



Vuelvo a la realidad. ¿Cómo acabo la cosa?


En tablas. Medio siglo duró el debate y no hay tema -fuera del dogma de la Concepción de María- que haya sido más frecuentado por el ingenio hispano. Fue una batalla entre dominicos y jesuitas que se cobró no pocos procesos de la Inquisición (el propio Báñez, que anteriormente había participado en la acusación por hereje de Fray Luis de León). Más allá de lo teológico, fue una batalla a muerte (literalmente) por el control de la docencia en el orbe católico, en la que los padres predicadores, adjudicatarios de las principales poltronas, se las veían con un pujante enemigo, la Sociedad de Jesús. Una guerra casi peor que las que caracterizan el actual estamento universitario español y que igualmente, tuvo en la semántica una coordenada. Los míos utilizan tal aparataje semántico, los tuyos tal otro. Eso nos caracteriza y nos define. El diálogo, compartir una retórica es malo pues nos obligaría a competir. Es por eso que codifico mi discurso en una jerga privada, departamental, exclusiva para mis amigos.


Tras publicar Molina su Concordia en 1588, el ensayo donde desarrolla definitivamente su teoría, los dominicos se apresuran a acusarlo de hereje ante la inquisición española (por ellos controlada). En un gesto excepcional, los jesuitas recurren al Papa, que cansado impone silencio a ambos bandos mientras dilucida una solución. Eso fue en 1594, ocupando la silla Clemente VIII. La fase de acopio de información duro cuatro años, en 1598 empieza el proceso. Clemente VIII decide dirigir en persona los debates, que empiezan el 14 de febrero de 1602. Se celebraron 89 sesiones sin que se aportara mayor luz y el Papa muere de un ataque sin haber resuelto nada. Su sucesor, Paulo V, reanuda las disputas, y viendo que no se extrae agua clara, dictamina sensatamente en 1607 que tanto la explicación jesuita como la dominica son válidas, prohibiendo que unos y otros se acusen de herejes por este motivo.


Lo cual me invita a pensar qué pasa con un hereje acusador de herejía y, por consiguiente, reo de herejía (que se dieron casos), pero es otro tema.


En cualquier caso, el propio filósofo lo explica mejor en este didáctico vídeo:


martes, 12 de abril de 2011

Posmodernidad y escolástica tardía




Qué es la posmodernidad?

En mi opinión es un término amorfo, que de puro uso se ha desgastado hasta vaciarse de valor informativo. Pero bueno, esa es mi opinión.

Filosóficamente, llamamos posmodernidad a diferentes tendencias de muy diferentes campos (desde la arquitectura a la música popular, de la sociología a la publicidad) que guardan un cierto aire de familia: Nietzsche.

Considero que hay que acercarse a los autores clásicos con amor. Incluso a Nietzsche. A menudo se pretende degradar al autor de “Así hablaba Zaratustra” como un super- crítico que naufraga en el nihilismo. Esto no es así. Lo propiamente Nietzscheano es dar por superados los sistemas filosóficos y animarnos a un nuevo tipo de sabiduría vital, no dogmática, no dependiente de ningún sistema, donde el saber es un valor en sí.

¿Por qué la filosofía anterior ya no es válida? Básicamente, por las categorías. Se parte de Kant, el yo aplica categorías a lo que experimenta. Surge así el conocimiento: experiencias que se ponen en relación en función de categorías. Fichte y Maimón son los primeros en darse cuenta que el viejo maestro se saca de la manga las categorías. Kant las da por válidas y punto (Fichte y Maimón se quejan, con razón, que así planteadas las categorías son intuiciones, pero esto no viene al caso). La crítica fichteana deriva en Hegel, quien afirmará que las categorías son un consenso histórico. Es la historia la que pone las categorías a través de un diálogo entre el yo y el nosotros. De ahí parten decenas de ramales del idealismo postkantiano con remate en Schopenhauer, para quien el pensamiento se articula en la irracionalidad de la voluntad de ser. Nietzsche comparte con el anterior esta fe en la irracionalidad del conocimiento. Pero no se detiene en el nihilismo de Schopenhauer y nos empuja entusiásticamente a no temer la irracionalidad, a dar por fracasados los grandes sistemas filosóficos y a buscar en el conocimiento, no una finalidad, sino un fin en sí mismo.

¿Pero cómo fundamentar un discurso desde la irracionalidad?
Buena pregunta. La clave es el perspectivismo. Para Nietzsche no existe tanto la veracidad como la interpretación. El conocimiento se desplazará a conocer las diferentes perspectivas de la interpretación del mundo. El propio Nietzsche se aplicará a ello en el análisis de la moral, y con menor éxito, de la historia.

Yo creo que es esta la filosofía subyacente a lo que se da en llamar posmodernidad. Es decir, lo que Lyotard, Derrida y otros filósofos menores recuperan a finales de los 70 es la crítica de Nietzsche, sólo que en lugar de tener a Hegel como referente, la utilizan contra los postmarxistas franceses (llegados aquí, digamos que Francia es a la filosofía lo que el Atlético de Madrid a la liga española, un equipo de renombre que sestea peligrosamente en la parte baja de la tabla por más que, injustificadamente, se le tenga por el tercero en discordia, en otras palabras, un bluf. Otra cosa es que, el Osasuna, o sea la filosofía española, tenga equivocadamente en alta estima al Atlético de Madrid)

Sin embargo, diré que como planteamiento la crítica de Nietzsche no me parece mediocre en absoluto. Me parece muy buena filosofía.

El problema es metodológico cuando llegamos a la retórica.
Veamos. Si de lo que se trata es de buscar formas que permitan aproximarnos a la perspectiva de X sobre Y, una pauta recurrente es acuñar nuevos conceptos basados en la visión de X sobre Y. Llamaremos, por ejemplo, fractalidad a la manera como X concibe Y. Con este nombre tratamos de sintetizar los rasgos característicos de X sobre Y.
Tampoco me parece mal.

El problema aparece cuando esta nueva semántica rompe con sus correlatos tradicionales y fractalidad termina siendo una broma privada, un brindis sol, una metáfora cogida por los pelos para contentar al director de una tesis.
Nuestras interpretaciones del mundo empiezan, entonces, a acumular una retórica interna, mero juego endogámico, y las investigaciones resultantes derivan en un caos retórico donde la sinapticidad del hecho en sí, es de clara índole sistémica por la fractalidad poscuántica de lo semiótico.
Y aparece el Gran Problema de la Retórica Posmoderna (GRPR): la ruptura del saber como diálogo interdisciplinar.

Un señor, inspirado en Derrida, se pasa tres años estudiando el tebeo como código sígnico. Se supone que sabe mucho de tebeos, y otros aficionados leemos sus artículos con la idea de incorporar algo nuevo a nuestra propia perspectiva. La frustración es grande cuando se percata uno que el texto está trufado de conceptos que, desarraigados de su significación común en otros campos, carecen de capacidad informativa, o peor aún, la desvirtúan. Y nos decimos: si yo puedo entender, gracias al esfuerzo divulgativo del blog Memoria Histórica, a qué apunta la lógica difusa y cuál pueda ser la importancia de formalizar en términos de lógica de la probabilidad moda, media y mediana, tengo derecho a saber qué recoño está tratando de decirnos este otro señor sobre los tebeos*.

Es por eso que algunos filósofos se empeñan en la necesaria claridad del lenguaje para investigar cualquier objeto del pensamiento. Las ciencias físico químicas ponen mucho empeño en partir de un lenguaje matemático; la razón es evidente, precisan realimentarse las unas a las otras; precisan compartir una estructura común que facilite la interconexión. En filosofía rara vez podemos emplear las matemáticas, pero por el amor de Dios, no hagamos lo fácil difícil por un mero afán lúdico, endogámico o pedante. Si uno quiere decir que el superhéroe es una sublimación de los anhelos del adolescente que se repite como un patrón recurrente en determinado periodo, dígamoslo así, y evitemos referencias a la superyoicidad como estructurante de una fractalidad autonconclusa del microyo en proceso.

Naturalmente hay una razón de peso para este tipo de retórica posmoderna.

Retrocedamos al siglo XVI. ¿Es la gracia de Dios algo que el pecador acepta libremente o su posesión viene determinada por Dios? La pregunta suscitó un duro y secular debate entre el dominico Domingo Báñez y el jesuita Luis Suárez. Me gustaría compartir con los lectores de la Vida Sexual de la IA la importancia de este debate y su vinculación con la retórica posmoderna. Creo que mi perspectiva no puede ser más posmoderna, pero les juro por Santo Tomás de Aquino que no será necesario abandonar ni por un momento la semántica de toda la vida, o sea, el diccionario.

*Por cierto, que en un gesto que le honra, el citado señor se defiende, abjurando in forma non in esentia, en el blog madre. Muy interesante, si señor.

viernes, 8 de abril de 2011

Lujuria zombi



[Besa, que publica lo que sigue en Prospectiva]

Diario de la pandemia. Día 482.

—Pues no está buena ni nada, la zombi… ¿Seguro que funciona?
—No puede fallar… Si ellos lo hacen… Luego te esperas un rato y se vuelve humana… Lo dice la ciencia…
—No sé yo…
—Solo quedamos nosotros dos… Así están las cosas: o hacemos algo o nos volvemos maricones…

Intercambiaron miradas y luego se concentraron, lujuriosos, en la zombi. Tenía aire de guarra.

—Eso nunca. Tú la distraes y yo le pego el bocao. ¿Fijo que lo dice la ciencia?
—Fijo…

martes, 5 de abril de 2011

Marinos vascos en Terranova

La presencia de los pescadores vascos en las costas de Terranova fue prácticamente paralela al “redescubrimiento” de la zona por Cabot (Caboto, por mejor decir), en 1498. El Padre René Belanger (“Los Vascos en el Estuario del San Lorenzo” 1971) ha documentado referencias al “bacalao de las tierras nuevas” en fechas tan tempranas como 1506. Entre 1520 y 1525, un hecho curioso: Un manuscrito de la universidad de Coimbra habla de una colonia portuguesa –posiblemente en el Cabo Bretón- que a través de marinos vascos que pescan por la zona piden socorros por haberse quedado sin embarcaciones. En cualquier caso, la cartografía ya incluye “Tierra Nueva” de manera sistemática partir de 1520, entremezclada, eso sí, con sugerentes leyendas como el País de Sagueney, la Isla Brasil, o las islas de los Demonios (Saint Pierre y Michelon, enclave fracés en Terranova).

En 1535, cuando Cartier a cuenta de la corona francesa penetra en el estuario de San Lorenzo y funda Quebec, las pesquerías vascas a la zona ya están harto estructuradas. Hasta el punto que los micmacs, los indios locales, utilizaban de forma común palabras vascas… ¿Qué pintaban allí los vascos?

La principal razón fue satisfacer la demanda peninsular de bacalao, muy apreciado en cuaresma por soportar la salazón y ser de los pocos pescados comercializables en Castilla. Ciertamente, la presencia vasca faenando en el Gran Sol es anterior, pero los vascos encontraron en las “tierras nuevas” posibilidad de puertos y materia prima para montar factorías de salazón y además… ballenas. La ballena (la ballena boreal, ballena de Vizcaya, entre otras) ya era pieza codiciada desde tiempos antiguos. Su grasa era especialmente demandada como sebo para vela, aceite de precisión y medicinal de los hígados, en tanto las barbas tenían mil aplicaciones. Las primeras capturas documentadas en el Cantábrico se retrotraen al 760. A lo largo del XV se produce una sobrepesca en el Cantábrico de la mano de vascos, gallegos, ingleses y franceses. Esto llevará a los vascos a protagonizar toda una epopeya siguiendo las concentraciones de reproducción que les lleva a señorear el San Lorenzo, Groenlandia, Islandia, así hasta el XVIII, en que Inglaterra impondrá sus flotas. Puede decirse sin exagerar que los vascos fueron los grandes especialistas en pescar ballenas hasta el siglo XVIII.

Los vascos dispusieron de diversas ventajas que explican su temprana presencia en Terranova. En primer lugar los barcos, mientras ingleses y rocheleses construían naves de 100 toneladas a lo más, los astilleros vascos, adoptando los avances introducidos por los portugueses, producían ya en el siglo XV naos de entre 200 y 500, cuasi galeones, más maniobrables que sus primas las altas carracas bálticas, más rápidos y menos volubles a las tormentas. Eso supone rentabilizar travesías de altura y embarcar grandes contingentes de pescadores; en el siglo XVII, se contaran campañas a Terranova que movilizaban a 3.000 vascos cada año. La lista de arribada del Saint Esprit (200 toneladas), de San Juan, datada en 1743 (ya en declive de la pesquería) refiere un oficial, tres oficiales marineros, 47 marinos y 6 grumetes, 59 almas en total, que se anotaron 200 barricas de aceite –“tres ballenas y media (sic) de bahía grande, 1 cachalote y 2 ballenas sardas-, así como 80 quintales de barbas.

La pesca de la ballena fue determinante en establecimiento, durante la primera mitad del XVI, de estaciones temporales vascas a lo largo del golfo de San Lorenzo. Aún hoy la toponimia nos traslada a aquellos remotos tiempos con asentamientos tal que Isla Mingan, Isla de los Vascos, Portuchoa, Plasencia, Bahía de los Españoles…. En su estudio, el padre Belanger recoge más de 30 puntos con presencia vasca, que en un primer momento motivaba la instalación de factorías para licuar la grasa y embarrilarla. Posteriormente, allá por el 1630, los vascos atinan con un método para fundir la grasa en alta mar, lo que a su vez amplia el rango de actuación de las pesquerías. El nacionalismo vasco, por otra parte, ha invertido grandes sumas de dinero en demostrar la penetración del euskera entre las comunidades aborígenes locales (así como en Islandia), sin resultados excesivamente desalentadores. Las campañas empezaban con la llegada de las golondrinas, en marzo, y terminaban en septiembre. No siempre de la mejor manera, tempestades, arrecifes y sobre todo, guerras y corsarios, convertían la pesca de la ballena en oficio de alto riesgo, muy reputado por los vascos (a diferencia de otras marinerías, que lo tenían por desempeño de desesperados), y pilar de verdaderas sagas, como los Araneder de San Juan de Luz o los Soppite. Inicialmente los vascos (franceses y españoles, mezclados, resulta muy difícil diferenciarlos), compartían aguas con rocheleses, bretones y eventualmente, ingleses. Cabe decir que durante el XVI el San Lorenzo fue una zona de libre pesca, aunque la hegemonía francesa terminó imponiendo monopolios y venta de derechos de explotación que, progresivamente, motivaron la desaparición de la presencia española de iure, que no de facto, los barcos eran de San Juan o Hendaya y la marinería de Lekeitio o San Sebastián. La pesca de ballenas tuvo por epicentro la desembocadura del Seguiney, en Tadussac, aguas ricas en kril norteño. La sobreexplotación y la inestabilidad política en la zona (pasó de ser un mar libre a ser monopolio de Francia, de ahí a Inglaterra y vuelta a Francia, y de ahí a Inglaterra) fue desincentivando la presencia vasca, que sin embargo, siguió cazando en Islandia, Gran Sol, Groenlandia... En líneas generales, cabe caracterizar el estuario como un inmenso frente de batalla en la expansión americana de Francia e Inglaterra, con guerras cada poco, deportaciones demográficas (la epopeya de los Acadianos) y una inestabilidad general que no concluirá hasta el fin de la presencia inglesa en Norteamérica.

*Otra colaboración alimentaria del Sr. IA. Breve contexto de la pesca del bacalao y la ballena en Terranova entre los siglos XVI y XVIII. La pongo en "estudios groenlandeses", abandonadísima sección.