Sorpresa editorial del 2010, “Club 45. 90 Canciones para Mods y Jetsetters”, del músico y aparatchick popero patrio, Alejandro Díez (ver Cooper y Los Flechazos). Terminaremos la serie dedicada al análisis de la posmodernidad con esta joya que evoca su opuesto semántico, la modernidad, bien qué limitada al fenómeno musical que transita del 64 al 68, de los destellos R&B y proto Who de los High Numbers a los Yeyés españoles del 68, Los Íberos o Los Salvajes.
Creo que es imposible categorizar estrictamente qué es el modenismo pop, los mods, el revival posterior del 79 con los Jam y el redescubrimiento de la tradición northern, del ska y tantas y tantas cosas. Creo que lo mejor es una aproximación empírica, tal cual acomete Alejandro; acotar 90 canciones del 64 al 68 y ver ese aire de familia que desprenden los vestuarios, los flequillos, los arreglos, las poses, las situaciones, las letras…
Los mods son importantes en la gestación de una nueva cultura popular basada en una música que a su vez artícula un modo de vida: ser joven. El periodo 64-68 es el que mejor recoge la explosión de talento aunada a la perspicacia de unos nuevos empresarios, que aprendieron con los mods a explotar comercialmente el fenómeno y marcaron el modelo de negocio musical durante 30 años.
Del libro, poco que añadir salvo que es una verdadera delicia. Esta IA lo hojeó a efectos documentales y está tan bien escrito, es tan interesante el cúmulo anecdotario, que no hubo otra que suspender cualquier función para dedicarse a la plena lectura de Club 45. De principio a fin. Como suele decirse, no tiene desperdicio, el típico libro que te compras porque es bonito y terminas leyendo de cabo a rabo y sin parar ni a pestañear. Las fotos son magníficas, la prosa, amena… En definitiva, un libro interesantísimo de los que ya no se editan (de hecho, Club 45 ha sido editado por su autor, y muy exitosamente, a lo que se ve). No vamos a extendernos en cuanto al autor, poco hay que no se haya dicho. Ya le gustaría a Paul Weller parecerse a Alejandro Díez. Estilo, clase, humildad, conocimiento, simpatía, talento… Tiene tantas virtudes Alejandro Díez que no me sorprendería lo más mínimo que un día descubrieran una checa de narcos en el sótano de su casa; sencillamente, no es creíble tanta perfección.
La cultura mod es hoy asignatura obligatoria de la música popular contemporánea. Tras la decadencia del fenómeno al final de los 60, enterrados primero por hippys y luego por punks y nuevaoleros, algunos grupos ingleses –de inmenso talento- reivindicaron el legado a finales de los 70. A mediados de los 80 y en España, Alejandro era el portavoz oficial de la modmovida. En aquel momento, lo mod era ya algo retro, una deliberada provocación posmoderna contra lo posmoderno. Una vanguardia recursiva.
Son muchas las cosas que me llaman la atención. Una de ellas es la proliferación de bandas de Solo Un Éxito. Grupillos capaces de firmar una verdadera joya musical y que, en el resto de su producción, no dejan de sonar anodinos, ni mejores ni peores, meros clones de clones. De estos hay muchos en Club 45 y pienso que es algo mágico, como si una estructura musical fuera volando por los garajes donde los chicos ensayan y, de repente, decidiera habitar la Fender Stratoscaster de algún greñudo. Obviamente, también tenemos el caso contrario; nunca jamás firmó un hit memorable, pero su maestría fue tal supo darle un sello propio a todo lo que tocaba. Luego están los que evolucionaron (no siempre a mejor); raro es el totem de la cultura inglesa musical de los 70-80 que no esconda un pasado rabiosamente mod, ya un face del barrio o un northen bailongo, fan de Gino. Y “fuera de categoría” innumerable contraejemplos, frikis, autodestructivos, trepas, desastres vitales y grandezas empresariales, de todo…
Creo que el folk, lo mod y el tecno fundan la música popular. Es por eso que pienso que la posmodernidad es un crisol que no sirve para entender las cosas. Ya no.
Y les dejo con mi favorita. No sale en Club 45, pero dan ganas de poner a cien la Lambretta. El gran Marriot de Small Faces…
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