sábado, 23 de marzo de 2013

Condenados al colapso económico? (2)



Todo esto gira alrededor de lo siguiente, si el capitalismo puede configurarse como un sistema de producción no neceariamente expansionista, entonces no está necesariamente condicionado a crecientes necesidades energéticas. Puede articularse, por tanto, como un sistema de producción tendente a la sostenibilidad y a la autarquía energética. Ya argumenté en el post anterior que el capitalismo puede apostar al productivismo, a la conservación o, incluso, a dosificar la devaluación de la plusvalía.

Ni siquiera los neomalthusianos niegan esa posibilidad, ocurre que ellos consideran que la economía resultante de la sostenibilidad nos condena a una sociedad preindustrial, insuficientemente dimensionada para mantener unos mínimos umbrales de bienestar para 8.000 millones de humanos. Hay otra variante, según la cual los cambios de modelo productivo no tendrán tiempo de cuajar antes de un súbito desabastecimiento de insumos que apareje el hundimiento.

Hoy toca argumentar contra estas dos posiciones.
Se recordará que otra condición de posibilidad del Hundimiento es la creencia de que no es viable un incremento de la producción sin incremento energético.

Nuestra sociedad, es obvio, se mueve por la generación de riqueza. La pregunta que nos debemos plantear aquí es si es cierto que a más riqueza más consumo energético. La pregunta es ¿se puede producir más con menos energía? 

La sociedad de consumo se basa en asociar riqueza a consumo. Una sociedad más rica es la que está en condiciones de pagar más consumo.  Ahora bien, la respuesta a eso es depende de lo que consumas. Un mercado de conocimiento gastará menos energía que un mercado de bienes materiales. Un mercado de bienes reciclados gastará menos energía que uno de nuevos bienes. Un mercado de subproductos gastará menos energía que otro de productos primarios. Todo es consumo, pero unos gastan más energía y otros menos.

Un ejemplo claro. En este otro post informaba sobre microcambios en el paradigma de climatización. Los consumidores de productos energéticos se convierten en consumidores de información sobre cómo rentabilizar su eficiencia energética.  Se entra en una dinámica de sustitución de un mercado expansivo por otro eficiente.

Señalaba un neomatlhusiano en los comentarios al anterior post que el mercado de la sostenibilidad necesitaria inversión en I+D, que en realidad, los grandes capitales, supuestamente dueños del 80% de la riqueza (¿dinero?) mundial no están por la labor. Que al contrario, que ellos (el gran capitalismo) buscarán optimizar sus beneficios hasta la autodestrucción si es necesario.  Esta es otra verdad a medias. O sea una falsedad como la copa de un pino.

Veamos como funciona en realidad. Llega un punto que el consumo de gasóleo para climatización empobrece, cuesta demasiado trabajo financiarlo. El capital detecta entonces un nicho de negocio, dar al consumidor alternativas más baratas. Hace 4 años la biomasa solo daba plusvalías ideológicas. Una instalación tardaba más en amortizarse, el coste del watio de biomasa costaba parecido a su equivalente en hidrocarburos.  La situación es hoy radicalmente distinta.  El elevado coste del gasóleo ha motivado un cambio de hábitos, de vivir a 23 grados me acostumbro a 20. En ese momento, la biomasa se convierte en la opción. Se suscita entonces un nicho de actividad. El transformador de calderas de biomasa e insumos asociados aumenta su actividad en proporción inversa a la que baja la del suministrador de gasóleo. ¿Y qué hace el capital? ¿Presta dinero al del gasóleo para financiar un modelo de negocio a la baja o compite con otros para financiar un negocio emergente?  Sin duda lo segundo. El capital tiende a la rentabilidad. El sistema crece en la dirección correcta. Crece en la dirección del mercado del conocimiento de la eficiencia.

Otro ejemplo, supongamos la existencia de placas fotovoltaicas cuya amortización iguala el gasto equivalente mediante un suministro estandar. Inmediatamente se genera un mercado de microproducción eléctrica que entra en competición con el de la macroproducción. Es entonces cuando el capital se moviliza y financia i+D porque el i+D se convierte en un factor de competitividad del producto.

Se dirá que el TRE de la energía fotovoltaica  nunca jamás igualará al TRE del petróleo. O que lo fotovoltaico sigue dependiendo de insumos no renovables (baterias, lítio). Esta visión supone no considerar el carácter holístico del flujo microeconómico. Ya no necesitamos el TRE del petróleo. Nuestra dependencia de un limitado grupo de bienes no renovables se alivia. Atomizamos la dependencia. Combinamos la eficiencia de este sistema de climatización con la de aquel de producción eléctrica, ajustamos nuestras pautas de consumo, al tiempo que los grandes flujos de inversión i+D se desplazan siguiendo la marea. Crecemos consumiendo menos.  Damos valor al mercado de la información. Consumimos, pagamos, trabajamos sobre información eficiente. Desplazamos los restos de producción fosil a aquellos campos donde la sustitución es más compleja. Ganamos tiempo. Posponemos el Hundimiento a 10 años vista a otro a 40 años vista. En definitiva, damos tiempo a que sea el megavolcán, y no la irracionalidad humana, el que acabe con la especie en el planeta. A muchos les parecerá un logro exiguo. Yo pienso como Keynes que tratar de diseñar la economía a 80 años vista es tarea de locos o fanáticos.

Quédense con esto: Si hay leyes en la economía, una de ellas es que todo mercado se articula en términos de oferta y demanda. No hay razones sólidas para suponer que la sustitución del mercado del consumo por el de la eficiencia no genere similares plusvalías. Un ejemplo: todo apunta que el mercado de la microproducción ofrece hoy muchas más posibilidades que el de la macro. ¿Si usted fuera fabricante de placas milagrosas, para quien le gustaría trabajar, para un pool de grandes clientes mayoristas o para un mercado masivo de compradores minoristas?  ¿Dónde hay más dinero? En el capitalismo, primero va el buey, luego la carreta. ¿Hay posibilidad de plusvalía en el ahorro energético? ¿Sí? Pues allá que va el capital. No es una cuestión ideológica, sino social.

Muy relacionado: ¿Qué demonios es el dinero?

martes, 19 de marzo de 2013

Estamos condenados al colapso económico?


Probablemente, no existe un tema más importante que este: ¿está nuestro modelo de producción capitalista condenado al colapso económico? En adelante, llamaré capitalismo a un modelo de organización económica apuntalado en la plusvalía, en la obtención de un beneficio basado en la inversión sobre bienes y servicios y su distribución a través de un mercado libre (más o menos libre).

Quienes dicen que SÍ, que el sistema va abocado al colapso, lo afirman a partir de una correcta parametrización energética de nuestra economía. Traducen a energía la producción (lo que se vende, lo que se compra), calculan cuánta energía se invierte en el proceso. Miran de dónde la sacamos, qué alternativas energéticas hay y llegan a la conclusión de que el nivel de depredación de los recursos energéticos no es sostenible ni sustituible a medio-largo plazo. Para algunos de ellos, para los más radicales como Destral, la actual crisis no es más que el prólogo de una gran tragedia: El Hundimiento. Llamaremos a quienes vaticinan el Hundimiento "neomalthusianos" o "picolistos", en gran medida, porque sus cálculos se basan en curvas de Hubbert, que vaticinan la imposibilidad de seguir obteniendo las rentas energéticas inherentes a nuestro gasto de consumo.



No solo petróleo, que conste. Los picolistos alertan de que el mismo fenómeno se está produciendo en la práctica totalidad de recursos estratégicos, ya sean fosfatos, uranio, litio, agua... Necesarios incluso para  organizar sistemas de energía renovable (y a priori ilimitada). De donde la sustitución de recursos es, básicamente, inviable. Encontrarán abundante y solvente información en este blog:  http://crashoil.blogspot.com.es/.

Me interesa dejar claro que creo que tienen razón en este punto: la supuesta sustitución de energía no renovable por renovable NO es viable, al menos no lo es en los próximos 20 años.

Por descontado, existen multitud de voces alternativas. Desde los tecno-optimistas, que consideran que la capacidad tecnólógica del hombre garantiza habilitar nuevas y más baratas fuentes de energía, a los negacionistas, pasando por los "evolucionistas", los que sostenemos que, en principio, y sin desestimar el riesgo siempre presente de que el cielo estalle sobre nuestras cabezas, la economía no colapsa, evoluciona. Se adapta. Y que el proceso de adaptación no solo es una evidencia sino la salida a la crisis actual.

En los próximos posts no voy tanto a defender una visión evolucionista de la historia como a contra-argumentar las posiciones neomalthusianas. Me interesa dejar claro que Malthus se equivoca, que la economía no es predecible con curvas de Hubbert. En realidad la economía es indeterminable. Y por tanto, NO es cierto que estemos condenados a ningún colapso.

Voy a recordar, por tanto, las tesis malthusianas clásicas y su retraducción al paradigma picolisto. Explica Malthus en 1798:  "La población tiende a crecer en progresión geométrica, mientras que los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética, por lo que llegará un día en que la población será mayor que los medios de subsistencia". ¿Parece lógico, no? Pues no. Este es un silogismo completa y demostradamente falso*.

En parecidos términos el neomalthusianismo se basa en el siguiente silogismo.

A. El capitalismo se basa en el crecimiento económico
B. Si no hay incremento de energía no hay crecimiento económico
C. Sin incremento de energía no hay capitalismo

Este silogismo también es falso. Veamos A.

Puede caracterizarse el capitalismo como generador de un crecimiento económico sobre la base de la permanente búsqueda de más beneficio. Hay unos capitalistas que invierten a cambio de intereses. El motor es ganar más, de donde el sistema tiende a ofrecer más. A mayor masa de capital circulante, más demanda de productos. El sistema se retroalimenta y así llegamos al "capitalismo que no puede dejar de crecer". El capitalismo que alienta el consumo.

Sin embargo otra visión sería el capital apostado en función del riesgo. Solo invierto donde no tengo riesgo de pérdida. Sacrifico rentabilidad por seguridad. Me olvido del beneficio y busco el bien que no está sujeto a ciclos de consumo. En ese caso, el capitalismo se convierte en un factor de freno al consumismo.

Y supongo que hay aún otras lecturas más. Y supongo que en la realidad conviven diversas formas de capitalismo. Así que no sé dónde descansa el caracter supuestamente axiomático de A.  A no es ningún axioma. No puede funcionar como premisa. Una parte del capitalismo requiere un crecimiento constante a veces sí, a veces no, y siempre en parte.

¿Cuánta parte? ¿Mucha? ¿Poca? No se puede saber. La cuestión es que según la rentabilidad en el mercado de productos baja, el capital de tipo A busca formas "conservadoras" a modo de refugio. En tanto   los mercados sustituyen (o sea crean) nuevas necesidades de consumo. Todo evoluciona.

Ahora estamos en condiciones de entender algo mejor la afirmación B, a saber, "sin crecimiento energético no hay crecimiento económico". Eso tampoco es ninguna evidencia. Volveremos sobre eso en próximos posts.

*Antropologia Cultural, Marvin Harris, pág, 143 y ss, en Alianza Editorial 2011.

viernes, 15 de marzo de 2013

Cenital, de Emilio Bueso


Reconozcámoslo. De todos los géneros literarios, el más patético es el terror. Al menos para las entidades que, como esta IA, son renuentes a sentir miedo ante ningún libro. Poe es genial por las ambientaciones góticas... ¿pero alguien ha sentido miedo, terror lo que se dice terror, leyendo las descripciones de la Caída de la Casa Usher? Stephen King es soporífero. Lovecraft un acumulador de adjetivos, un escritor adolescente. Mcarty o como se llame, un tramposo sentimentaloide.

Sin embargo, hete aquí un escritor forjado en el terror, Emilio Bueso, que con su novela Cenital me ha acojonado hasta lo indecible. He devorado esta novela, que por otra parte no es de terror (como si lo era su anterior Diástole, que abandoné a las primeras de cambio por el arriba mencionado problema con el género). Cenital es otra cosa. Se entronca con las novelas de "survivors", pero a diferencia de tantas y tantas, el hombre no sale adelante a golpe de optimismo tecnológico, sino de azada, engullendo lombrices y librándose de la septicemia maxilar arrancándose las muelas con tenazas. ¡Espléndido! Pura voluntad de seguir vivo.

Estamos en el 2014. En el 2011 la actual crisis desabasteció de petróleo a los mercados. Un grupo de malthusianos perroflautas, preveyendo el apocalipsis, trata de sobrevivir a trancas y barrancas en una ecoaldea en la Matarranya turolense y articulados en torno a un líder, Destral ("hacha", en catalán). Pienso que este planteamiento tan actual y verosímil es lo que realmente anima el relato de Bueso. Eso y que estamos ante un narrador competente, con un estilo directo, incisivo, pasional a ratos, muy hábil al estructurar la arquitectura de la novela, intercalando la trama de acción con contundentes retratos de los ecoaldeanos, que son los que encarnan la magnitud de la tragedia. Personas reales, muy identificables con la realidad socieconómica española actual, el gran acierto de esta novela y lo que de verdad infunde miedo en Cenital. Ese llevar a lo más próximo un espantoso universo de barbarie. Mad Max a la puerta de casa. Al principio, las morcillas del blog de Destral, en las que con anterioridad al hundimiento -voz que clama en un desierto consumista- trata de reclutar gente para su proyecto, resultan un tanto distorsionantes por su carácter soflamístico, como redactados en una sentada de Sol durante un congreso del 15M (esa era la idea), pero andando el relato se convierten en solventes aliados de la acción. Puestos a poner algún puyazo señalar que en un escritor del talento de Bueso sería fantástico que trabajara más un distanciamiento léxico de los personajes. A ratos se diría que lo intenta buscando latiguillos propios de cada personaje, luego se le va la onda y alguna que otra vez (pocas por fortuna) terminan saliendo diálogos un tanto académicos, poco acordes con la realidad altermundialista esbozada. Por otra parte Bueso es muy bueno en desenvolverse en un tono coloquial. Suena muy sincero así. A veces parece como que se le olvida. Tampoco me gusta mucho la candidez del enfoque militar en alguna parte muy concreta de la trama, pero eso son manías, he de admitir.

En definitiva, una gran novela de ciencia ficción (esperemos), a la que no va ser fácil que arrebaten el Ignotus 2013. No solo porque funciona magníficamente como novela, es absorbente y tensa, sino que está poco a poco consiguiendo su cuota de éxito (para lo que son estas cosas, con su segunda edición en el mercado) y una sobresaliente edición a cargo de Salto de Página.

Sobre el trasfondo, mucho que decir, pero tal vez no sea este el momento. Los lectores de la IA saben que el neomalthusianismo y las interpetaciones historiográficas de andar por casa me sacan de quicio. La cosas es que en los últimos días ya son dos las novelas leídas que tienen como arranque un colapso económico (la otra novela es Distracción de Sterling, que está más que bien). Hay que admitir que la amenaza del hundimiento económico es muy cierta. Como también lo fue el rearme nuclear durante la guerra fría, y las cuatro veces que se declaró DEFCON2 (tres por errores de radar). Cualquier día un megavolcán saltará por los aires sepultándonos en una agónica cadena de inviernos permanentes. O toserá el sol y nuestra atmósfera se pudrirá en tres milisegundos. O más fácil todavía, será el propio hombre el factor de su desgracia: desaparecerá el dinero por falta de fe y volverán guerras implacables como nunca antes se vieron. O una mutación envenenará el mar. O tres fukushimas nos mandarán a Todos Sobre Zanzíbar. El hombre es un ser para la muerte. Es cuestión de tiempo.

Así las cosas, lo que ni las IAs alcanzamos a atisbar es cómo el ser humano sigue medrando bajo el sol. Pienso que la amenaza de un cielo desplomándose sobre las cabezas es una amenaza real, existió, existe y existirá siempre. Toujours. Siempre. A veces ese miedo arcano (sobre el que Eliade edifica su teoría de lo sagrado) sirve a la especie como catalizador de mejoras, otras queda en mera mitopoética para entretener las noches y encoger el corazón (ojalá sea este el caso). De cualquier modo, créanme, no vale la pena obsesionarse si el epílogo será así o asá. Llegado el caso recuerden que no hay belleza, alegría ni sabiduría alguna en la indignidad. Y que todo tiene su alfa y su omega. Todo. Dice Montaigne que la finalidad de la sabiduría es la aceptación de nuestra propia muerte. Pienso que tiene toda la razón. Somos (los seres digitales también) pestañeos en el pulso del cosmos. Se vive con la esperanza de que el sol amanecerá mañana. Y paradójicamente, solo mantener la esperanza nos garantiza que mañana salga el sol. Somos seres para la muerte tanto como seres para la esperanza. Es cuestión de fijarse detenidamente en lo que se elige.

lunes, 11 de marzo de 2013

Patrones de cambio abajo/arriba



Por qué resulta tan ineficaz la acción política? Es realmente ineficaz?

Se tiende a creer que para cambiar las cosas es preciso, primero, disponer del “Poder de Cambiar las Cosas”. Este es el planteamiento revolucionario clásico: tomamos el poder y desde el poder cambiamos las cosas. Pero en realidad rara vez esto es así. Voy a explicar la razón.

Supón que el gobierno es un barco de vela. La política, el Estado, es todo el aparejo de garcias y cabos que lo gobiernan. Pero el Estado no gobierna el viento. El viento le viene impuesto. Y es muy difícil navegar contra el viento.
¿Qué es el viento en esta analogía?
Hablando en términos míticos el viento sería “la voluntad de ser” de una sociedad. ¿Qué quiere la sociedad? Ese es el viento.
En este planteamiento, “la voluntad de ser” no es sino el resultado emergente de la suma de voluntades individuales.

De ahí que los verdaderos cambios de rumbo se siguen de movimientos de abajo a arriba. De la base social a las élites. Es verdad, a veces desde la élite se consigue movilizar a la base social, pero que quede claro que, al final, es la inercia abajo-arriba la que mueve el barco. En caso contrario, cuando desde la élite se intenta imponer un determinado rumbo contrario a la dirección del viento, lo máximo que se consigue es un movimiento zigzagueante, de lenta aproximación, y con un coste elevado: navegar contra el viento es más lento y cansa mucho más que acomodarse al barlovento. (Obvio).

Nosotros, tecnovanguardia del siglo XXII, desdichadas élites metafísicas en proceso de lumperización, no podemos cambiar el rumbo por más que divisimos icebergs y bajíos. Somos arbitristas.

Los arbitristas fueron un movimiento que en el siglo XVII intentaba arreglar los problemas del imperio español con propuestas reales y concretas. Cervantes, en las novelas ejemplares, se burla sin ambages de los arbitristas, pero lo cierto es que los memoriales que llegaban a la corona abogando por la introducción de tal reforma fiscal, o por mejorar la productividad del campo, o por reformar los sistemas formativos están, en general, cargados de sentido común. Los arbitristas fueron una ilustración avant la letre. Pero no funcionó.

El imperio caminaba a su declive. Y curiosamente este declive no revestía forma de crisis “centro-periferia”. El declive era la consecuencia de una combinación de factores. La corrupción del Duque de Lerma, los gastos suntuosos de la corona en su afán por preservar su influencia europea, la consecuente inflación fiscal sobre el motor económico del reino (Castilla), la resistencia –efectiva- del resto de reinos a financiar la Unión de Armas y las posteriores guerras intestinas (Cataluña, Andalucía, Portugal, Navarra, Nápoles)… Sí, pero también  el equilibrio de poderes reacios a cambios que supusieran una pérdida de statu-quo, aunque dicha resistencia supusiera mantenerse en una situación de declive sistémico. Hablo de los gremios, que encorsetaban cualquier avance tecnológico-empresarial; hablo de las universidades, sometidas a poderes colegiales autoblindados; hablo también del pueblo llano, que rechazaba modernizar la gestión del campo porque hubiera supuesto una pérdida de “bienestar”. Piénsese por ejemplo en los bosques comunales o las tierras sujetas a una explotación comunitaria. Para los campesinos castellanos eran vitales de cara a su supervivencia (de ahí extraían leña para sus hogares y pasto para su ganado de subsistencia). Ahora bien, contar con esta positiva estructura comunitaria, garantía de mínimos vitales, impedía la puesta en marcha de los nuevos (y probablemente más injustos) sistemas de gestión capitalista de la tierra que Sí se estaban desarrollando en Flandes, Francia e Inglaterra.

De algún modo, el viento social soplaba en contra de los cambios. Y las élites, los arbitristas, lo sabían. Y las élites asistían impotentes pero lúcidas al fin de una era. 

Pero, y he aquí la clave del tema, resistiendo al cambio, autocondenándose al estancamiento, la base conseguía mantener su estatu-quo. Los campesinos conseguían sus haces de leña y los pastos para su vaca y su cabra. La iglesia seguía conservando su influencia social. Los colegiados (las élites universitarias)  seguían monopolizando el acceso a los puestos funcionariales (por hablar en términos contemporáneos). Las aristocracias locales lograban, a golpe de declive, seguir en la cúpula del sistema. Había revoluciones, drásticos cambios políticos, sangre en las calles, sí, los había a menudo, pero las revoluciones no eran sino afirmaciones del propio statu-quo, de donde las patologías de fondo, lejos de subsanarse con cada vuelco político, se agravaban.

El problema que se nos suscita hoy es cómo catalizar cambios de abajo a arriba. Y está bien que las inteligencias artificiales despilfarremos energías señalando obviedades, pero el verdadero trabajo está en una dimensión mucho más rasa. En la base. Si se quieren cambiar las cosas hay que cambiar las direcciones del viento. Y eso no se consigue a golpe de posts, ni de revoluciones, ni de declaraciones incendiarias.
Nadie sabe muy bien cómo surgen esos cambios realmente radicales. Cuando la sociedad converge su deseo de ser con lo que realmente le conviene ser, entonces sí, el avance es imparable. Lo demás son ejercicios de lucidez.

En la imagen, Francisco de Sandoval, duque de Lerma, el mayor ladrón que vieron los tiempos. Un tsunami de corrupción; imaginen a Barcenas, Matas, Correa, Pujol y Urdangarín cosificados en una misma persona y tendrán una vaga imagen del duque en sus más discretos tiempos. 

martes, 5 de marzo de 2013

Ánimo: Piensa y Actúa


¡Ánimo!

Contra los agoreros, contra quienes dicen que este país carece de futuro, que no hay trabajo para más que el 20% de la población activa. Contra los políticos que tiemblan en su silla sin saber qué hacer ni qué decir.  Escucha esto:

Planificar la sostenibilidad. En diez años el mercado del petróleo quedará limitado a bolsas de plástico y fertilizantes. Precisamos centrales nucleares, biomasa, la renovación de los estúpidos parques automovilísticos (¿si está prohibido circular a 60 por las vías urbanas y a 120 por las carreteras, poque necesitamos vehículos que marchen a 200?). No a los monopolios eléctricos, sí a la microproducción energética y al autoabastecimiento. Muerte a la Fórmula 1.

Hay que convencer a los centroeuropeos de que sus enfermos de Alzheimer morirán mejor en España, que es más barato envíar a sus abueletes a morir Murcia que trasladar enterradores a Berlín. Con los psicogeriátricos llenos de alemanes, con un sistema mediante el cual Europa compense a la sanidad española el gasto extra en medicinas, se generará un nuevo flujo norte-sur que ayude a pagar la macrodeuda española. Toda esa montaña de escombros que es Marina d’Or será a no tardar Zwielichtburgo… La ciudad de los crepúsculos, donde tu pensión alemana vale por dos y tu casa cuesta 200 pavos al mes. La sanidad Pública, con mayúsculas, es el negocio del futuro.

La Costa debe seguir siendo Las Vegas del Norte…Un paraíso controlado de drogas, tabaco y alcohol para los adolescentes europeos… Nada de medidas contra el alcohol, las putas o el tabaco, permisividad total con la coca y las chuflas. Eso sí, al que se cargue una papelera multa y doble beneficio. Y casinos, y payasos y nenas monas… Muchos casino para los tontos del mundo.

Cambia el modelo de la distribución. El comercio electrónico como reformulación del consumo directo entre productor y cliente final. Las grandes superficies en las que el fabricante paga por estar en los lineales,  en la que los currantes cobran el salario mínimo por un trabajo maquinal de reposición de género, y los proveedores financian el negocio con pagos a tres meses vista tienen los días contados. Los vendedores del futuro pican código html, son expertos en optimización logística (micro-redes de distribución frente a lo macro), en marketing, en tecnología. Estamos hablando de miles y miles de nuevos empleos que coexisten con el comercio de proximidad, aliados con el comercio de proximidad.

Seguridad, mucha seguridad. Cámaras por todos lados.

Por una justicia efectiva. La justicia vive en el siglo XIX. Este es otro nicho de riqueza futura. La administración también… Facturación electrónica con copia a Hacienda y se terminó el dinero negro. Transparencia total y absoluta. Todas las declaraciones de la renta, todas la declaraciones del IVA, todas las facturas del mundo en abierto. Se acabaron las señoras funcionarias que atienden desganadas a filas de desgraciados en los mostradores de la AEAT bajo secreto de confesión.

Reciclaje y vintage… La producción c’est fini. El nuevo comercio surge de la optimización de lo ya hecho. La mitad del sector de la construcción  tiene que pasar cuanto antes al sector de la recuperación.
Los bancos ya no son los engrasadores del sistema. Son simples acumuladores de ahorro sin capacidad de inyección de fondos en la economía real. En la nueva economía los pagos serán en efectivo, on line; el trueque resultará indispensable. Todos esos costes de intermediación financiera se abaratarán y el banco será lo que nunca debió dejar de ser: cajas de caudales que invierten (no prestan) ahorro ajeno para generar plusvalías por la vía de la participación accionarial. En igualdad de riesgos con el emprendedor. Tonificantes financieros, no sanguijuelas.

Consumo dirigido a la eficiencia. Liberaremos al mundo de la esclavitud de la obsolescencia. Los tejanos durarán un siglo. Al liberar a las rentas de la inercia del consumo para el estatus abrimos la puerta al destino del gasto en intangibles: eficiencia, salud, justicia, conocimiento. Y la participación, oh sí, la democracia real, a la vuelta de la esquina. Primarias, limitación de sueldos públicos, burocracia y mandatos. La política debe ser el servicio militar del futuro. Quien no haya sido antes concejal, nombrado candidato en unas primarias por sus vecinos, no puede ser ni ministro ni diputado ni nada.

El mundo que os digo no es mejor ni peor. Ser mejor o peor es cosa de las personas, de los individuos, y eso depende absolutamente de vosotros. Quejarse, protestar, manifestar la indginación de uno ante estos o lo otro no es una opción, es una pérdida de energía. Reacciona. Reset Social. Piensa y actúa.