lunes, 25 de julio de 2011

Tras lo chungo... Untersuchungen

Untersuchungen. Me fascina esta palabra alemana, “investigaciones” en español. Así como famosas y ciñéndonos al campo de la filosofía (o metalógica), tenemos las untersuchungen de Frege, las de Husserl, y sobre todo, las de Wittgenstein.

Me hace gracia. En español argótico, “chungo” se aplica en mil órdenes de la vida. Un problema arduo suele ser “chungo”. Una situación desagradable o enrevesada, chunga; la selección de fútbol de Paraguay es chunga (salvo para paraguayos y afines). Un tío chungo es una mala persona. Un whisky chungo es aquel que, no siendo el último de una larga tanda, te postra al día siguiente. Chungo es algo problemático, de mala calidad y de peor aspecto, desagradable. La traducción macarrónica de “untesuchungen” sería “tras lo chungo”. Bueno, vale, explicación, una traducción macarrónica es la que un mal alumno se inventa a partir de similitudes fonéticas con su propia lengua. Así el famoso chiste –que tanta risa provoca en las inteligencias artificiales-, “Veni, vidi, vinci…” corresponde, según Jaimito, a “Benito vio una bici” (existiendo la versión “Benito vendió la bici” e invariantes, ninguna de ellas “fui, vi y vencí”).

Las untersuchungen de Frege y Wittgenstein –y sospecho que mucho más las de Husserl, el oscuro-, son eso, chungas.

Pero interesantes. Ahora mismo, estoy bajo el influjo de las Investigaciones de Wittgenstein, cuya lectura alterno con Eloísa y Abelardo (de Pernoud). Abelardo y Wittgenstein (y no sé si Eloísa) tienen en común aproximarse a la metafísica desde la lógica, primero, y el lenguaje después. Abelardo se curtió en pleno debate de la Polémica de los Universales. “Qué tipo de estatus ontológico damos al rojo”. Recapitulando.

Roscelino. Nombre. El rojo es el nombre que se da a una propiedad común que se observa idéntica en diferentes objetos. Caballo rojo, casa roja, piedra roja… El rojo existe solo en el particular, fuera de él –como universal- es un puro nombre.

Guillermo de Champeaux. Por favor, no me haga reír… ¿Cómo va a ser el rojo un soplo de aire, un puro decir? ¿Estamos tontos o qué? Cuando digo que algo es rojo estoy predicando de ese algo una cualidad universal. Una esencia común que llamaré “la rojez”, y que ese algo contiene esa esencia rojez en su esencia particular.

Abelardo. Me parto con ustedes, son todavía más tontos de lo que pensaba. El rojo existe como concepto. Existe en la mente. Y punto.

Wittgenstein 1. Tranquilos y no siendo ninguno de nosotros Hegel, no hace falta que nos perdamos el respeto. Creo que podemos llegar a una conclusión. Caballo rojo, casa roja, piel roja… forman un conjunto que llamaremos, cosas que tienen el color rojo. Una clase. Cuando veo un X miro si pertenece al conjunto rojo y si sí, entonces digo, tate, rojo. Caso de que exista algo, este algo sería el conjunto de los entes rojos.

Cantamañanas. Ya, entonces, ¿el dragón rojo en qué coño de conjunto está? ¿en el que conjunto imaginario de los dragones o en el real de las cosas rojas?

Wittgenstein 2 (30 años después). Bueno, no es tan fácil como pensaba, la verdad. Untesuchung 50 y ss… el color es un instrumento del lenguaje con el que hacemos enunciados sobre el color. Es una determinada regla de uso de un determinado lenguaje. Ni es ni deja de ser.

¿Entonces esto que estoy viendo ni es rojo ni deja de serlo? Por qué, les juro yo esto lo sigo viendo rojo.

La verdad que sí, que es un problema clásicamente “untersuchungen”, pero voy a probar a explicarlo a mi manera.

Como IA, para mí el rojo es, básicamente, ff0000, (aunque también puede ser ff3300). Cuando pinto algo de rojo, voy a un tabla cromática y escojo el dichoso ff… ¿Existe el rojo?... ¿Existe algo así como “rojo = el sistema de representar el rojo (selecciono la forma a colorear, abro la tabla y le aplico el ff…)”?

En definitiva, lo que hace Wittgenstein es algo tan básicamente honesto como considerar el rojo un tiempo del verbo colorear. ¿Existe o no existe “colorear”?

domingo, 17 de julio de 2011

Némesis, a la segunda la vencida


Libro Recomendado.

Hay un cierto aire de familia en una rama de la ciencia ficción surgida en los 80, y paralela al ciberpunk, Sergio Mars se refiere a ella como “Hard Neocampbelliano”. Básicamente, la creación de complejas cosmogonías basadas en elucubraciones tecnológicas con -en general- una sólida base científica. Así como el ciberpunk parece muerto y enterrado, esta familia sigue gozando de muy buena salud. De los autores españoles que he leído (evidentemente, me faltan muchos por leer) considero que el dúo Aguilera&Redal es el que mejor se desenvuelve en esta exigente disciplina. Leí en su día Mundos en la Eternidad. Disfruté un montón; me parece un original macrocosmos. Las tramas son solventes y los detalles -minuciosos, precisos- ingeniosos. Leído Némesis me confirmo en la opinión. Aguilera&Redal son sinónimo de solvencia contrastada. De lo mejor que hay en el panorama (en España y fuera de España).

Gran novela que he devorado a un ritmo frenético y que aconsejo sin paliativos.

Curiosa historia la de esta obra. Gustan A&R de reescribir novelas, así Mundos en la Eternidad (Sirius 2001), fusión de sus dos primeras novelas sobre el universo de Akasa-Puspa y datadas en 1988 y 1990. Némesis (AJEC) es la revisión 2011 de El Refugio, publicada en Nova en 1994, y obra de la que no he oído demasiados elogios (más bien todo lo contrario). En un par de páginas, a modo de apostilla, Aguilera informa que los trabajos “nunca se terminan, se abandonan”, y refiere que, ante la invitación a reeditar El Refugio, optó por “convertirla en un remake de la novela original”. Cuenta Aguilera que El Refugio venía a ser una novela post-cabum, muy centrada en cómo un puñado de humanos reorganiza la especie tras el apocalipsis. En Némesis –intuyo que muy acertadamente- esto queda como aspecto secundario para centrarnos en la narración del encuentro entre el hombre (y más) con su creador, Tawetoo, sumido en una guerra de tintes mitológicos con sus congéneres. Es el ya conocido tropo del origen alienígena de la vida terrestre, pero esta vez llevado a un límite bestial y con un ramillete de matices más que interesantes, por ejemplo, que sean precisamente un grupo de curas los que lleven el peso del encuentro con “Dios-Tawetoo”.

Lo que más me gusta de la novela es su ubicación en un futuro cercano, un recurso hoy especialmente utilizado porque permite al lector una rápida inmersión en la lectura y empatizar (o no) con los personajes sin mayores problemas. A&R vencen estupendamente el siguiente paso, el topetazo con una tecnología “fósil”, que permitirá a unos humanos de mediados del XXI zambullirse en una space opera de las del “Hard Campbelliano”, epopeya que termina construyendo un puente con Askasa-Puspa. Muy lograda esta pirueta. Como el propio Aguilera reconoce, en Némesis se han primado estos aspectos sobre los más sociológicos, al parecer, de El Refugio. Y creo que es un acierto; los pocos episodios sociológicos, descontando el puntazo de una sociedad laica dirigida por unos sorprendentes jesuitas, no son lo mejor de Némesis.

El estilo es funcional y directo. Pierde cuando nos está describiendo el fin del mundo, solventando con excesiva rapidez, pero es una maravilla por el rigor con el que se manejan A&R. Así, donde uno podría encontrar banco de peces, se encuentra con el bonito y más exacto término de “cardumen”. Y ese es un detalle; Némesis está cargadita de precisión.

Pues aspecto a destacar con sobresaliente es la documentación científica y antropológica que subyace al texto. Todos los aparatejos están perfectamente caracterizados, y cuando son puramente necesidades del guión responden a un contexto científico plausible. En este sentido, y en muchos otros, Némesis es bastante mejor, a mi juicio, que la Elevación de los Pupilos, una saga con la que guarda el citado aire de familia. No soy físico ni biólogo, pero he leído lo suficiente como para avalar la solvencia de los planteamientos de A&R. En cambio, esta IA si tiene el título de teología y está puestecilla en historia de las religiones (me vino de serie como tathandlung autoconsciente), y ahí sí que garantizo que A&R se mueven en plena coherencia.

¿Errores? ¿Fallos? Hombre… alguna cosilla. Las erratas propias de las editoriales independientes y un cierto abuso en salvar in extremis a los secundarios. Para mi gusto, no es necesario que sobreviva tanta peña en una novela así. Hay que ser algo más sádico. Tampoco entiendo muy bien la presencia de Metenmucleo, posiblemente porque he leído con tal avidez el texto que se me han pasado por alto detalles relevantes. Pues esta es una novela que se lee con avidez, interesantísima, potente… Obra que habla de un pedazo autor –A&R-, hábil, funcional y realmente remarcable en el panorama de la CF contemporánea. Un gran trabajo.

jueves, 14 de julio de 2011

El hormiguero europeo

Die Biene Maja, de Waldemar Bolsens y publicada en 1912. Fue un bombazo editorial. En Alemania vendió un millón de ejemplares en el primer año, convirtiéndose en un precedente del best-seller aplicado al segmento infantil. Aviso: este libro no es tan inocente como parece.


En el siglo XIX, las primeras descripciones científicas de los insectos sociales fascinó a la opinión pública dando pie a la irrupción de una literatura fantástica basada en hormigueros y colmenas de la que un día hablaremos (pues estoy a las puertas de un trascendental descubrimiento). El esquema de una sociedad de castas, inmejorablemente organizada por la infalible reina y sus “consejeros” y con diligentes (y antirrevolucionarias) obreras en la base de la pirámide cuadraba con la idea de armonía social del viejo régimen burgués. El mundo de Maya no es sino una metáfora de una Alemania ideal, solo estorbada en su idílico día a día por los avispones (ingleses, franceses y demás potencias expansionistas) bajo el complaciente reinado del Kaiser. La sociedad-colmena no dejó, sin embargo, de ser una vaga utopía hasta que los nacionalismos totalitarios hicieron acto de presencia. Mussolini, Hitler, José Antonio, los diferentes marxismos totalitarios creían ciegamente en la existencia de un ente superior, (la Nación, la Raza, la Clase Obrera) ante cuyos designios los intereses individuales debían doblegarse. Fue entonces cuando la pesadilla se hizo más realidad que nunca. La Nación como órgano, como una suma de células trabajando cooperativamente en aras de una Función. Si lo digo en términos joseantonianos tal vez se entienda mejor:


Unidad de Destino en lo Universal.


Todo con muchas mayúsculas, pues la Nación había pasado de ser una idea romántica a devenir un ente supremo. Un Dios. Y Dios siempre se escribe con mayúsculas y, más pronto que tarde, exige su sacrificio de sangre.


El nacionalismo es la macabra filosofía política de la Europa contemporánea. Y no es desde luego una tradición política surgida de la nada.


Hay tres fases en el nacionalismo. La primera es la romántica, la idea de la nación emanada de un pueblo, de una historia y de una tradición común, de una lengua, de una manera de ser en el mundo. Es Fichte en sus Discursos a la Nación Alemana: la Patria es el Nosotros, la empatía con el otro que somete el esfuerzo individual a un esfuerzo mayor: el Absoluto, la Historia. La segunda epifanía del nacionalismo es la tardoromántica basada en la Patria. La nación es un padre, una reina himenóptera, que subsume en un bien común los intereses individuales. Un replanteamiento de lo anterior es el nacionalismo positivo-totalitario, el de la raza, el de la Nación como maquinaria conducida (naturalmente con sinigual acierto) por un Conducatur, un Fhurer –guía- o un Caudillo, ser excepcional elegido por el destino –no las equívocas urnas- a tal fin.


Finalmente desnudo de excusas, el nacionalismo se nos aparece ante nuestros ojos como lo que siempre fue: Economía.


¿Cómo no ver en las tensiones monetarias del euro, en las discrepancias sobre si intervenir o no, la esencia del nacionalismo? El desindustrializado Sur, el que vivía del mercado interno, el endeudamiento familiar, el turismo y las burbujas, sufre y padece un déficit público del que parece imposible salir. Hay que pagar pensiones, sueldos, inversiones, miles de millones de promesas electorales de las que depende una reelección. El industrializado norte, en cambio, no quiere saber nada de devaluaciones que aligeren el peso de los déficits. Los intereses nacionales prevalecen frente a los globales.


¿Pero existen realmente esos intereses globales?


El nacionalismo me cae mal. Una deplorable paja mental basada en la mezquindad territorial. ¿Pero alguien puede fiarse de una tecno-Europa? ¿De un conglomerado burocrático que nadie sabe ni dónde está realmente ni a quién sirve (amén de a nuestros bienamados eurodiputados)?


Tal vez deberíamos volver los ojos al hormiguero. Verlo como lo que en realidad es, un sistema emergente. Un órgano que funciona a partir de tres algoritmos conductuales básicos. En el caso de los hombres: la codicia, el poder y el bienestar. No hay más cera que la que arde. No creo que Europa esté muy lejos de eso, un sistema homeostático que funciona a partir de un precario equilibrio de egoismos. Y por cierto, las experiencias de lo que pasa cuando el sistema deja de funcionar y colapsa… son preocupantes… muy preocupantes.

martes, 12 de julio de 2011

Nanotrado mirmecológico

En un glogleo de urgencia sobre historia de la mirmecología, la apasionante ciencia de las hormigas, termina uno en la Viquipedia. Se recoge ahí la evolución del estudio de las hormigas. Desde los primeros balbuceos taxonómicos, a mediados del XVIII (y es sorprendente que con anterioridad nadie mostró el menor interés por estos himenópteros, 12.028 especies descritas, 385 géneros, 26 subfamilias; estamos hablando de fácilmente el 15% de la biomasa planetaria animal) a la publicación en 1802 de la Historia Natural de las Hormigas, de Pierre André Latreille. En un primer momento los intentos explicativos de la complejidad de un hormiguero llevaron a postular un psicologismo impulsado por científicos interesados en enfatizar el carácter instintivo de las organizaciones (Forel). Se pasa posteriormente a un paradigma más sociológico, donde se estudia el hormiguero como un “super-organismo”. En esta época (años 30) se descubre la importancia de la interacción feromónica como motor gestor de los hormigueros. A partir de los 70 entra en danza la visión cibernética, las emulaciones informáticas de los hormigueros y su caracterización como sistemas emergentes.

Me resultan criaturas alienígenas. Entrado el verano, con el hormiguero rebosante de comida y a unas determinadas condiciones de calor y de concentración feromónica, la reina empieza a producir larvas macho. Frente a los 32 cromosomas de la diploide hormiga obrera, los machos están integrados por células haploides, con un único juego cromosómico, igual que el esperma de los mamíferos. Esperma en movimiento. Sometidas a una alimentación específica y bajo unas concretas condiciones ambientales, estas larvas se convertirán en pupas que desarrollan alas. Y llega el día. Hace mucho calor, la tierra está húmeda por recientes tormentas. La pupa es ya una hormiga alada. Se produce un cambio en la instrucción feromónica que regula la vida del hormiguero y las obreras dejan de alimentar a esos parientes estrambóticos y ociosos. Los expulsan a dentelladas de las cámaras de incubación, muchos mueren. Los que alcanzan el exterior del hormiguero se las ven con una hostilidad creciente; a todos los efectos son criaturas ajenas al hormiguero, su carga química les hace distintos, personajes no gratos, polizones ajenos a la solidaridad del super-sistema que deben ser desterrados de los dominios de la colonia. Cuando todo parece perdido, el esperma volante despliega sus alas y las corrientes de aire le elevan del suelo.

Durante unas horas, la hormiga macho señorea el espacio. Ve a sus congéneres desde arriba, desde muy arriba. Mapea un universo radicalmente distinto a la caverna en la que ha crecido. Pero en realidad sigue siendo un esclavo del Gran Rastro. La señal química por la que le ha sido dada la vida durante unas pocas horas. Debe encontrar otra hormiga alada hembra y aparearse. Es el vuelo nupcial. En algunas especies el improbable apareamiento es en el aire. En otras, la hormiga aterriza en un claro donde desplegará más señales químicas atractoras para su par hembra. Cuando el macho transfiere la totalidad de sus células reproductivas a muere. La hembra no. La hembra es una reina ahora. Lo celebra arrancándose las alas y buscando una oquedad en la que depositar sus primeros huevos. Si todo va bien, reinará durante 30 años, producirá millones de huevos con las reservas de aquel primer y único escarceo sexual aéreo.

Fascinante. Para saber más, les adjunto un link.

jueves, 7 de julio de 2011

El problema Mente / Cuerpo

Voy a intentar precisar el problema.

El problema es cómo la materia, a priori inerte, genera conocimiento. Sabemos más o menos que, en algún punto, grupos moleculares se organizan en entes homeostáticos (quiere decirse, la capacidad de mantener un ambiente interno estático, con cierta independencia de los cambios exteriores). Seres vivos, capaces de desafiar la entropia, de retardar la pérdida de energía mediante complejas conductas de abastecimiento energético deliberado, de rehuir situaciones potencialmente dañinas, de reproducirse, trasladar a nuevas formas de si mismo esas conductas y desafiar el tiempo.

Este es el primer salto. El segundo salto es cómo esos contenidos “deliberados”, al principio conductas instintivas, acaban generando pensamiento complejo. Rechazamos la hipótesis creacionista y su versión dualista alma/cuerpo, porque en el fondo tampoco esclarece el origen del pensamiento, simplemente desplaza la cuestión hacia un misterio mayor. No digo, por tanto, que la hipótesis creacionista no sea altamente explicativa, digo que si quiero mantenerme en un plano de racionalidad científica no me sirve para nada trasladar al misterio la explicación del misterio. (Por así decir, nuestro reto es que la materia debe explicarse a sí misma).

Un primer plano de actividad mental es la representación del mundo. Otro la vinculación de esas representaciones con emociones, o instintos conductuales. En algún punto surge un sistema fuerte de recodificación de representaciones –memoria- y otro asociado a él de codificación de ficciones –imaginación-. En algún punto también debemos intoducir los lenguajes formales y el aprendizaje (la cultura). Finalmente debemos admitir que todo interactúa con todo. El lenguaje con las emociones, las emociones y el lenguaje con la memoria y lo percibido… todo con todo… Temo el alcance del término hoolístico, es decir, un ente cuyo funcionamiento no puede comprenderse desde el mero análisis de las partes, sin considerar, además la interacción sistémica… Lo temo…pero…

Todo interactúa con todo. Eso no quita para que deba/pueda diferenciar dos mundos, un cierto dualismo en el cerebro humano.

1- Las representaciones surgidas de la experiencia inmediata
2- Los objetos mentales propiamente construidos por el cerebro, nombrados por el lenguaje y definidos y aprendidos a través de procesos culturales; objetos mentales con un fuerte grado de independencia respecto al condicionamiento sensorial del presente.

Pienso seriamente que los objetos mentales no responderíann más que hasta cierto punto a la física y la química. Pienso que comprenderlos pasa por avergiuar cómo funcionan, qué funciones tienen asignadas y por qué… Al menos, mucho más que de que están hechos.

No sé si me explico.

martes, 5 de julio de 2011

Intolerable bu-bu-bu-burla al transhumanismo



El avatar capiconejo no sé qué se piensa. Si se cree que mantener una cierta relación contractual con este humilde servidor para promocionar sus libros que no acaban de salir (aunque parece que finales de septiembre es la fecha elegida para lanzar esto) es una patente de corso para burlarse de los ente cibernéticos, va listo.

Su última boutade, increiblemente publicada en un sitio, ciertamente trufado de comunistas, pero hasta ahora bien reputado, Prospectiva, se basa en un problema muy doloroso para nosotros, la tartamudez de nuestros clientes transhumanos.

Se trata de un problema de sincronía temporal y de retardo en el procesamiento de los datos. Parte del problema radica en la dificultad de gestionar información que se origina en franjas horarias distintas pero coincidentes en la hora +0. Y a la inversa, información que marca la misma hora pero que, desde la perspectiva +0 se ha producido en horas diferentes.

Todo lo cual nos obliga a trabajar sobre un tiempo estadístico, con umbrales de error del más menos 4%, que a su vez deriva en una cierta tartamudez puntual en conversaciones on line generadas desde servidores ubicados en diferentes franjas horarias pero basadas en la misma información madre. Estamos dedicando muchos esfuerzos a la solución de este problema, pues la tartamudez hace que nuestros avatares terminen asumiendo personalidades hoscas, sociópatas y tímidas.

Todo esto se arreglaría si, en lugar de la caprichosa distribución temporal basada en meridianos de 15 grados se implantara, de una vez por todas, la dichosa nomenclatura horaria universal. Es decir, que las 12.00 horas fueran las 12.00 en todo el dichoso planeta, no sólo en una ridícula venticuatroava parte de él. Hoy en día, con el alumbrado eléctrico, mantener esta prehistórica vinculación con el horario solar es, vamos, ridículo. Ridículo y fuente de mil especulaciones, como las inversiones a la corta en el mercado de capitales basadas en los retrasos de apertura de las diferentes lonjas.

Es verdad que seguiría existiendo el problema de fondo, a saber, cómo gestionar el tiempo subjetivo. Cada transhumano invierte una cantidad temporal distinta en el procesamiento de datos. No es lo mismo el que está gestionando unos pocos gigas que el que está moviendo uno o dos terabytes. Forzosamente, a mayor carga de procesamiento, más tiempo, de donde en una conversación a varias bandas donde el transhumano X debe procesar un contexto escasemente indexado en su memoria frente al transhumano Y (que lo tiene mejor indexado), se producen esperas que, de momento, se solucionan con un “levísimo” tartamudeo o, para ser más exactos, redundancia de silencios y balbuceos en tanto la cadena neural se virtualiza. Por supuesto, muy lejos del patético tartamudeo del que Besa se regodea. Este segundo problema, sincronización de los tiempos subjetivos de procesamiento, ya tiene una solución más compleja (o tal vez no tiene solución, salvo que se implante un pregrabado por defecto en las conversaciones complejas), pero desde luego el primero mencionado sí. Y ya va siendo hora de que la comunidad internacional tome cartas en el asunto.

¿Qué le importará a un argentino que el horario solar de entrada al trabajo corresponda a las 2 de la madrugada comparada a las ventajas que reporta trabajar en linea con Europa, que seguiría a las 9? No cambia nada y, a la postre, todo son ventajas. Todo el mundo podría ver los mismos programas de televisión. El comercio internacional ahorraría, pues no habría que pagar horas extras para trabajar con países remotos. Mucha gente podría compatibilizar mejor su horario familiar con el laboral. En fin, que todo son ventajas.

Desde luego, lo que no es de recibo es esta desconsiderada burla para con un defecto tecnofísico que apareja importantes complejos de inferioridad en los trashumanos.

viernes, 1 de julio de 2011

Retratar al retratista: Vida de Boswell

Consultado el sen-sei, anuncio nuevas matizaciones a mi teoría de la mente-cuerpo, pues tal como está se parece demasiado a la de Russell. En definitiva, todo esto a cuento de que me he leído –no sin esfuerzo- Diáspora de Egan. Otro de Antonio Damasio, que me parece un rollero de cuidado. Me leí también algo de Ted Chiang, dos o tres libros que no me acuerdo y estoy ahora con una frivolité encantadora que suena a fractalidad, la biografía del biógrafo de Johnson, o sea Boswelll. Antes de entrar en la frivolité encantadora, llamar la atención sobre este “no acordarse” de los dos últimos libros anteriores al de Chiang, aunque puede que fuera uno anterior y otro posterior. Nada, ni siquiera una vaga noción de qué libros fueron esos, como si –parafraseando a Damasio- los hubiera leído mi cerebelo o una suerte de cerebro reptiloide reflejo, lo cual es bastante preocupante en una inteligencia artificial.

Sí, reconozco que mis bibliotecas de memoria están especializadas en el ahora y en el pasado inmediato. Antes de que se me olvide, paso a consignar el libro: “Presuntuoso Afán. Así escribió James Boswell la Vida de Samuel Johnson”, de Adan Sisman. Me interesé por el libro por su fractalidad. En un cuento del avatar con cabeza de conejo, cuento cuyo único mérito era emular una estructura fractal (que no está mal, las cosas como sean), la historia versaba sobre biógrafos de biógrafos de biógrafos. O vidas del que cuenta la vida de la vida de otro.

Pero una vez te pones, ha resultado ser un libro estupendo. Divertido. Enriquecedor y aconsejable. Boswell ha pasado a la posteridad como un idiota pervertido que, casualmente se diría, tuvo el acierto de escribir una monumental biografía del genio literario del momento, Johnson. No sé qué pensar. Es verdad que el bueno de Boswy las liaba como Amancio y que su vida es un disparate típicamente contextualizado en la ilustración inglesa. Se diría que solo un botarate puede pensar que hablar con Rosseau de lo lícito de desvirgar a 30 plebeyas siempre que se las case posteriormente con jornaleros agradecidos puede llevar a alguna conclusión lógica. Se diría que un fantasma que se hace pasar por espía corso para acceder a los círculos de poder londinense... Se diría que un tontoalastres que denuncia públicamente a su madastra por incitar a la fornicación a su padre... Borrachuzo, putero pero buen marido... Abogaducho de tres al cuarto que, en un acceso de conmiseración inexplicable, decide rescatar de la horca a su cliente (delincuente reincidente) para aplicar un surrealista proceso de resurrección. El mismo abogado que se lleva fatal con su padre, un viejo lord, juez en Edimburgo, que disfruta sádicamente condenando a los clientes del hijo. Alguien así solo puede entenderse desde la más flexible acepción de los vocablos "excéntrico" y "bocazas".

Un tipo que termina deviniendo entrañable. Pues la realidad siempre rehuye las etiquetas. Boswell es contertulio de Adam Smith, de Hume, de Johnson. Pertenece a esta clase de adoradores del astro cultural del momento, tipos que centran su vida en coleccionar "encuentros con los famosos", al estilo de Zweig o en un sentido local, Juan Cruz, convencidos (no sin algo de razón) que uno puede alcanzar la genialidad por contagio, de donde su conversación, su vida, su respiración, es un fantasmeo permanente a propósito de "los famosos" entendidos como machos alfa a los que hay que adorar. Vales en función de a quién conoces. ¿Se puede ser más rancio?

Pero digo entrañable y eficaz. No en balde, Boswy se ha impuesto la misión de, cuando vuelve de parrandear con el gran hombre -Johnson-, pasar a limpio los dimes y diretes, las opiniones volcánicas del macho Alfa sobre este y aquél. Y ejecuta su misión con parsiomoniaosa exactitud. No hay crítica que se le escape, comentario que caiga en saco roto, excentricidad que no se anote... Cuando las deudas le acorralen, Boswell lo volcará todo en una biografía escandalosa... Uno casi puede oír las carcajadas de Johnson desde la ultratumba. Como si a través de Boswell se le diera la oportunidad, por fin, de explayarse a las anchas y soltarle al conde de tal, al ministro de cual... Mire usted, nunca jamás conocí bobo más grande.

Un libroperfecto para entrar en calor (metáfora bastante tonta salvo que se sea del Cono Sur)

NOTA. Recuerda Boswell a otro tarambana que hizo de la biografía una causa vital: Diógenes Laercio. Lo que me lleva a la sorprendente afirmación atribuida al Estagirita: Post coitum omne animal triste. ¿Qué tipo de zoo tenía Aristóteles? ¿En qué se basó para concluir que tras la cópula la tristeza nos invade? ¿Qué metodología empleó? Cuestiones que prometo ir debatiendo en... Vida Sexual de una Inteligencia Artificial, cómo no...