viernes, 25 de febrero de 2011

Nanotratado sobre Gaiman

Bien lejos de los países de silicio, espiritualmente pertenezco a la Camarga. Blanco, europeo, católico devoto de Saintes Maries de la Mer los domingos, por supuesto, pero gitano los sábados. Al Andalus Mimouche. Me cago en París y azuzo toros mecidos al ritmo del viejo Reyes, o al menos hablo de ello mientras me empapo de Cinzano frente a Saint Trophime (Arlés, pronúnciese Aaagle). Hasta cierto punto; hijo de andaluces, pariente de los cajún, bailo candomblé con negras del delta. Esto es en Mardi Grass, cuando me vuelvo loco.

De ahí mi más rendida admiración por Neil Gaiman y los dioses tricksters como Hermes, la araña Anansi o Loki el loco.

Hijos de Anansi y American Gods son dos de las más potentes novelas de estos insípidos días de bricoteratura. Soy consciente que Gaiman es limitado. No es el escritor perfecto. Pero da la casualidad de que su ciclo dedicado a la presencia de los dioses entre nosotros es uno de mis temas favoritos. Cosmogonías aplicadas al siglo XX (finales, el XXI, principios, es una mierda sin tabaco en los bares, un parque temático de psicópatas cardiosaludables capaces de serrarse los huevos porque la testosterona da halitosis).


Lo de Anansi es una maravilla del humor contemporáneo. De acuerdo, la trama es algo infantil, pero tan bien llevada… La escena del cementerio, con el Gordo Charly rindiendo un último tributo a su padre la araña ante la tumba equivocada es… Dios… Glorioso… El viejo Anansi lo ha vuelto a hacer. Hasta dentro de la tumba disfruta mortificando al soso de su hijo. ¿Que por qué se llama Gordo Charly cuando ni se llama Charly ni es gordo? Fue Compé Anansi, su padre el trickster, empezó a llamarle así para hacerle rabiar. ¿Sabes qué apodo le ha puesto Anansi a su hijo humano?, se preguntan los vecinos (santeros refugiados de Haiti en su gran mayoría) mientras mastican cerveza Horus con ron… Gordo Charly (estallidos de carcajadas), ¡qué cabrón, el viejo! Así las cosas, Charly intenta eludir su destino en una poliomielítica oficina de representación de actores de Londres. Con su católica novia que no le deja catar el producto. Una vida cutre y arrastrada de la que le redimirá su hermano el dios. Un tipo peligroso, el hermano. ¿Así que dices que tu novia es virgen, Gordo Charly?... Te digo yo que no: ya no.



American Gods es el tronco de esta demencial cosmogonía. Un tronco que crece en las carreteras de Wisconsin, entre ferias de atracciones desvencijadas y espacios delirantes como la House on the Rock de Spring Green (el mayor carrusel del universo), casinos podridos de Las Vegas o los moteles del Monte Rushmore. Habla de la guerra del Señor de los Miércoles (Woden, o sea Odín) y su troupe de dioses olvidados contra las neo-deidades de los centros comerciales. Señorita Comunicación, Señor Mundo, el Ciberchico... El gran protagonista es Sombra, que en la tradición ashanti es lo que queda del cuerpo cuando mueres. Un ser inane perseguido por el espectro de Laura y guía a sueldo del Señor de los Miércoles en esta epopeya de moteles por las tripas de América.

Mitología de la buena. Los dioses se humanizan y los hombres se divinizan. La fantasía pasada por el matiz del pop, sí, pero también de la fenomenología de la religión a ráfagas.

Señores y señoras, para mí, la fantasía contemporánea solo me cuadra en algo así. Quién quiero elfos y tontorrones teniendo a mano este percal. Así pues, no les aconsejo ni Anansi ni American Gods. En absoluto. Sigan instalados en la zona de confort, ahora que vienen malos tiempos.

Les dijo con una larga cita y para amenizarla, nada mejor que las Negras Verdes. Vaya que sí.



De American Gods

"- Te infravaloraron, amor. Yo no voy a cometer ningún error. Te quiero a mi lado –se puso de pie y camino hacia la cámara-. Míralo así Sombra: somos el futuro. Nosotros somos centros comerciales, tus amigos son ferias cutres de carretera. ¡Joder! nosotros somos centros comerciales en línea, mientras que tus amigos están sentados al borde de la autopista vendiendo productos caseros en una carreta. No, son peor. Fruteros vendedores de látigos para calesas, reparadores de corsés de hueso de ballena. Nosotros somos el hoy y el mañana. Tus amigos no son ya ni el ayer. […] Mierda –dijo-. Mira lo que te pagan esos viejos. Yo puedo pagarte el doble, el triple, cien veces más. Da igual lo que te den, yo puedo darte mucho más –sonrió con la sonrisa perfecta, traviesa de Lucy y Ricardo-. Dime, cariño, ¿qué necesitas? –Empezó a desabrocharse los botones de la blusa-. ¡Eh! –dijo-, ¿nunca le has querido ver las tetas a Lucy?
Se produjo un fundido en negro. La función de autoapagado se había accionado y la tele se apagó sola. Sombra miró el reloj: eran las doce y media.
Se volvió y cerró los ojos. Se le ocurrió que el motivo por el que le gustaba Wednesday y el señor Nancy y el resto más que sus oponentes estaba bastante claro: puede que fueran baratos, sucios y que su comida supiera a mierda, pero al menos no soltaban clichés al hablar. Y supuso que se quedaría antes con cualquier feria de carretera por muy cutre, cochambrosa o triste que fuera, que con un centro comercial."

1 comentario:

José Antonio del Pozo dijo...

Le has puesto que muy suculenta pinta a esos American Gods y a esos Anansi Boys a quienes no tenía el gusto. Gracias por ello. Hay que leerlos.
Invito a magdalenas
Saludos blogueros, amigo