martes, 19 de octubre de 2010

Marketing Directo para el Autor Umbral

La popularidad de este blog es imparable y tras varios años… ¡ya son decenas! los seguidores de La Vida Sexual de la IA. Circunstancia que no ha pasado desapercibida por las editoriales de mayor prestigio, que empiezan a considerar este espacio como trampolín promocional de sus lanzamientos.

Buena prueba de ello es la recepción del libro “Marketing Editorial para el Autor Umbral, Trucos para Vender tus Novelas”, de Agustí Follatrons y editado en la colección Autoayuda XXI de la prestigiosa editora Abadía de Montserrat.

Como el título indica, estamos ante un manual destinado a que el autor bisoño venda sus creaciones y se abra paso en el competitivo mundo de la edición. Es un libro muy completo, de unas 80 páginas, al objeto de facilitar un correcto diseño promocional y que se acompaña con ingeniosos trucos de fácil implementación.

Mención especial merece la sección dedicada a “El Autor Umbral y las presentaciones”. El objetivo es trascender la presentación como una excusa para colocar libros a tía-abuelas, amigos de los padres y cuñados incautos, y convertirla en un aldabonazo mediático que capte la atención de la opinión pública. Para ello se proponen inocentes imposturas como presentar al autor como un paralítico cerebral -ejemplo de superación personal capaz de sobreponerse a la fatalidad- o de hemipléjico (a tal fin, no resulta improcedente sopesar presentarse como damnificado del 11-S, ya que no igual el titular “Paralítico escribe un libro…”, que “Paralítico lesionado en el 11-S escribe un libro sobre…”). En cualquier caso, sostiene el autor, la silla de ruedas es un elemento insustituible en toda presentación. No se acaban aquí los consejos. Para autores noveles con escrúpulos éticos (por ejemplo, por tener parientes discapacitados o anormales) se recomiendan una serie de adjetivos que llamarán la atención de los medios. Así, se puede probar fortuna con notas de prensa encabezadas: “Maltratador publica libro”, “Antiguo nazi debuta con una novela sobre” o “Ex novio de Belén Esteban escribe de”.

En el apartado “El Autor Umbral y la feria del libro”, Follatrons hace gala de su dilatada experiencia (1.030 libros vendidos a lo largo 18 años de carrera literaria) y nos informa que “pocas cosas más tristes que estar en la caseta durante varias horas y más solo que un cirio, con la mirada del editor permanentemente clavada en la nuca y sin lograr vender ni la Biblia”.
Un primer consejo es pactar con un tercero una falsa venta de libros. Tan sencillo como entrar en los corrillos de las estaciones de autobús próximas a las ferias, donde tradicionalmente se apostan bandas de gitanillos ya especializados en estas lides. Suelen ser gente profesional y, contra todo pronóstico, no se van con el dinero sino que muy al contrario y por una módica comisión, desempeñan su papel con admirable gracejo. No es conveniente abusar de esta técnica, se puede limitar a cuatro o cinco “testaferros”, más que suficiente para contentar al editor.

Luego es muy fácil recuperar la inversión en un despiste del editor –suelen ser seres dipsomaníacos y a poco que venden tienden a largarse al bar a por cerveza-, momento que puede aprovecharse para quedar con el gitano, reponer los libros y echar mano al cajón detrayendo del mismo la cantidad supuestamente vendida. La cuestión es que las cuentas cuadren; a la vuelta, el editor tal vez se extrañe de ver el montículo de novelas más crecido, pero es fácil convencerle de “que trajo otra caja”, especialmente si en vez de cervezas, el editor es dado a la bebida dura. Follatrons es muy estricto en insistir que si se emplea esta técnica el autor debe evitar detraer la totalidad del dinero que hubiera en el cajón. “El editor también tiene derecho a ganar dinero”, insiste el manual.

Hay más estrategias exitosas en este capítulo. Por ejemplo, si el autor es de pueblo es recomendable plantarse en la feria con un par de sartas de chorizo, embutido, queso o especialidad gastronómica local de cierto prestigio. Con una buena hoja de afeitar y algo de tiempo se puede lonchear el producto de manera que alcance para varios platos. Son detalles que el editor valora positivamente y que sirven para fomentar aglomeraciones en la caseta, incluso si el famélico observador no es un jubilado (ya muy bregados en estas áreas del marketing), hay alguna posibilidad de vender un libro al gorrón con mala conciencia. Es por eso que Follatrons aconseja aportar embutidos de cierta calidad, evitando en lo posible recurrir a productos rancios conseguidos en el banco de alimentos.

En el caso de autores de ciudad, en cambio, es preferible que el bisoño aporte otra variante de valores añadidos por la compra de su libro. Ejemplos: ofrecerse al comprador para lavarle el coche, añadir al libro un pack de tres billetes de metro, o incluso prestarse a guardar cola en el urinario público al objeto de que el comprador pueda aliviarse rápidamente tras su deambular por la feria.

En cualquier caso, Follatrons gusta advertir que “los lectores son todos una panda de cabrones, hay que andarse con mucho cuidado con estos hijos de la gran puta” pues rara vez compran al Autor Umbral, prefiriendo títulos más comerciales de nulo valor literario por más embutidos o favores que se les preste.

En “El Autor Umbral y el Autor Bandera” se acumulan buenos consejos sobre cómo abordar a autores de prestigio al objeto de que apadrinen al bisoño. Es de destacar que estampar en la portada muletillas del tipo “JJ Benitez: sin duda, un libro con pocas faltas de ortografía” o “Juan Manuel Prada: esta lectura asombrará a los fans de Crepúsculo” multiplica las ventas por bastante.

Tal vez por estar editado desde un estamento de la ortodoxia católica, el manual desaconseja el sometimiento sexual del Autor Umbral al Autor Bandera con vistas a contrapartidas promocionales. Contra el extendido tópico de que el Autor Bandera gusta de violar analmente disfrazado de oficial de la SS, Follatrons explica que los autores profesionales suelen ser todos onanistas o reprimidos sexuales y rara vez entran al trapo. “Es mucho mejor –explica el manual- ganarse el favor del Autor Bandera con pequeñas cantidades económicas. Ofreciéndose a anticipar dinero para la compra de un libro que interese al Autor Bandera o pequeños dispendios similares”. Llegado el momento, el Autor Umbral se personará ante el Autor Bandera para, amablemente, requerirle al pago de las cantidades anticipadas. Todos los Autores Bandera son unos roñosos y les duele el alma la sola perspectiva de desprenderse de 30 euros. El Autor Umbral debe aprovechar esa circunstancia para pactar una colaboración del Autor Bandera, la participación en una presentación o, incluso, alguna dedicatoria que trasladar a la portada.

Follatrons cierra este capítulo aconsejando, como último recurso, estampar en los libros del bisoño elogios atribuidos a nombres con resonancias literarias o cacofonías semánticas. Ejemplos “Julián Verne: Un libro prodigioso”, “Jardín Poncela: sin duda un valor literario homogéneo” o “Kent Follen: no lo he pasado mal con este libro”.

Como se ve, buenos y necesarios consejos.

6 comentarios:

Rebel dijo...

:) :D :DDD

Pedro Terán dijo...

“Juan Manuel Prada: esta lectura asombrará a los fans de Crepúsculo”

“Jardín Poncela: sin duda un valor literario homogéneo”


Qué bueno.

Claudio Cerdán dijo...

Estás fatal, tío.

Añadiría el consejo de ir armado a presentaciones para cohibir a los indecisos.

Abrazo!

C.

Sim dijo...

Desde luego, pocos elogios están a la altura de "ser un valor literario homogéneo".

Claudio. Si vas por este camino, yo no dudo en recomendarte la última HK (incluso por encima de la Sig Sauer). No pesa, el retroceso es correcto y su cadencia de disparo admirable, al menos al decir del gran Wallanstein.
http://dimensionfantastica.blogspot.com/2010/10/bienvenidos-zombieland-ruben-fleischer.html

francissco dijo...

En cualquier caso, Follatrons gusta advertir que “los lectores son todos una panda de cabrones, hay que andarse con mucho cuidado con estos hijos de la gran puta” pues rara vez compran

Ja, ja, ja, que hartada de reír, joder y que acumulación de mala leche en toda la entrada. Dicen que escribir en España es llorar y es porque no lo contemplan con este espíritu de chanza.

Los únicos que no tienen problemas tengo entendido que son, por un lado, el Kim sung, el coreano este. Que tiene cojones tener que comprar y saberse sus libros.
Este y Mao antaño y ahora creo que Chávez, que también tiene sus veleidades literarias, pobres súbditos.

Sr. IA dijo...

Cierto, y Sadam Hussein, autor de novelitas galantes, según dice la CIA.