domingo, 24 de octubre de 2010

Como hacerse rico con los bulbos



No sé qué son los memes culturales. Por lo poco que he leído, refiere a “ideas fuerza” que pasan a incorporarse al disco duro ideológico del sujeto contemporáneo. Lo único que sé es que me gusta escarbar en las raíces de las ideas fuerza y desmitificarlas.
Hoy toca la tulipamanía del siglo XVII. Cuando se explican las burbujas cíclicas del capitalismo, raro es el ponente que no cita como paradigma la onda especulativa que se montó en la Holanda, madre del capitalismo moderno, a propósito de los bulbos.

Dios sabe que si escribo un blog y no estudios para la ONU es porque el blog me exime del rigor (a veces miento o me invento cosas), pero por una vez haremos una excepción y tomaremos como base el estupendo “La Economía de Europa en un Periodo de Crisis 1600-1750”, del económista Jan de Vries.

La historia es muy conocida. Los tulipanes llegan a Holanda desde Turquía y los jardineros de Haarlem consiguen aclimatar la planta a principios del XVII. En una sociedad (y Holanda no era ninguna excepción) en la cual las flores exóticas eran el equivalente actual a un Ferrari, el bulbo de tulipán estaba llamado a convertirse en bien económico de primera. Funciona así, tras la floración, y allá por junio, la planta produce bulbos, que se trasplantarán en septiembre. Tenemos pues todo un verano para especular con los precios. Cada bulbo significan entre 5 y 8 bulbos a la temporada siguiente. En 1635 asistimos al pico de la demanda, faltan bulbos para el mercado, los precios se disparan y las plusvalías se multiplican. Así las cosas surge el mercado de futuros.

Funciona así. Amigo Hans, este junio tendré X bulbos, te los venderé en julio a tantos florines. Se redacta el contrato y esta opción de compra se convierte en un bien, a su vez, negociable. Amigo Klaus, tengo una opción de compra por tanto sobre X bulbos del amigo Hans.
Parece un buen negocio. En 1635 hay una epidemia de cólera en los países bajos. El mercado se llena de herederos deseosos de invertir sus herencias en un momento en que hay poco donde invertir. La situación política internacional es turbulenta, hay guerras de España contra Francia, de Francia contra Holanda, de Inglaterra contra Francia y España y de Austria con Italia, y de Italia con España, y de los principados alemanes contra Austria. En estas circunstancias, invertir en comercio transnacional es aventurado, la deuda del rey, tradicional refugio de inversor, es un valor a la baja. La tierra, otro bien refugio, más (quién sabe si las tierras que compro no serán mañana anexionados a Francia). Hay dinero pero no dónde colocarlo.
La burbuja estalla cuando pequeños inversionistas entran de lleno en el mercado del tulipán, posiblemente, por la acumulación de circulante derivada de las causas antes dichas, empiezan a ofertar a futuros pequeñas cantidades de bulbos comunes que se acomodan a los posibles de tejedores y barqueros, los precios se disparan. En 1637 un bulbo de “Semper Augustus” cotiza la friolera de 6.000 florines (el equivalente a varias granjas) en el mercado de futuros. Llega un punto en que alguien hace cuentas, ni hay tantos bulbos qué vender ni tanto dinero para pagarlo. Se desata la fiebre vendedora de títulos. Al final, el gobierno de las Provincias Confederadas anula la validez de los contratos limitando las cantidades ejecutables a un 10% de lo consignado. Algunos años después (1734), el mismo modelo se reproduce con las flores de jacintos (la Jacintomanía).

La primera moraleja podría ser que las burbujas se forman cuando hay poco donde inverti y las más de las veces vinculadas al negocios futuribles. La segunda es que a partir de la experiencia, Holanda cobraría una gran ventaja en el manejo de fondos a futuro y la consiguiente capacidad de financiación. Por lo demás, el cultivo y aclimatación de flores de las Indias siguió siendo un próspero ejercicio muy importante en la historia de Europa. Así, las patatas se aclimatan por primera vez en Canarias como plantas ornamentales, tras un complicadísimo proceso de adaptación, se consiguen variedades alimentarias en centro europa, donde se popularizan a finales del XIX. En España dichas variedades encontraron acomodo en las provincias atlánticas, de donde pasan al resto de la Península con las guerras carlistas (al menos según la leyenda, que imputa a Tomás Zumalacárregui la invención de la tortilla de patatas).
Con anterioridad el tomate y el café, que los misioneros jesuitas se empeñaron en expandir por el mundo como antídoto al lujurioso chocolate.

Como última moraleja, un consejo para hacerse rico con los mercados de futuro.
Se compra cuando empieza la ola y al grito de maricón el último. Se vende cuanto tu chofer ha comprado tus mismas acciones.

En cualquier caso, parece mejor el negocio de los bulbos que la emisión de valores de Pocoyó, por más que Pocoyó te prometa un 9,75 de beneficio.

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