lunes, 15 de marzo de 2010
Peligro: ultraliberales sueltos
Seducido por las cosas de los hombres, la IA pasa cada vez más tiempo sintonizando las cámaras de videovigilancia. La 2034/C de la policía local de Madrid, distrito centro, resulta especialmente fascinante. Enfoca Preciados en imágenes de alta resolución. Me siento un Proust de silicio cuando espío la salida de las jóvenes dependientas. Pero la 2034 no sólo responde a fines libidiscentes; a diario turistas, visitantes desplazados de las provincias y las barriadas, mendigos y buscavidas convierten Preciados en un estallido de información. Es así como el sábado al mediodía presencié una insólita manifestación de juventud neocom, que entremezclados con inmigrantes reivindicaban el derecho al libre comercio y a la desregulación fiscal de la venta.
El término neocom es engañoso. Inicialmente refería a neoconservadores, pero a principios de siglo, cuando la economía marchaba viento en popa designaba también a neoliberales partidarios de la reducción del estado a un mero papel regulador de la masa monetaria.
Lo extraño de la manifestación sabatina era el aspecto de estos jóvenes neocoms. En lugar de BlackBerrys y blazer de tonos pastel, lucían rastas, pelambreras extravagantes, ropa de batalla con símbolos de ultraizquierda como el Che o eslogans cirílicos. Incluso algún neocom ondeaba banderas comunistas.
No se dejen engañar por el aspecto de los convocantes (el denominado Movimiento Ferrocarril Clandestino); detrás de ese pretendido look altermundialista laten viscerales seguidores de Milton Friedman. Así, los que se manifestaban por Preciados sostienen que los trabajadores, la fuerza laboral, debe poder circular libremente. Las protecciones al trabajador “nacional” o “empresa” nacional deben desaparecer y con ellas las limitaciones a la libre circulación de los trabajadores. Para estos seguidores cuasi fanáticos de la Escuela de Chicago, los impuestos y royalties de la venta de artículos de consumo no deben sujetarse a fiscalidad alguna. Los derechos laborales de los vendedores, explotados por mafias horas y más horas, son un mal menor que el sistema autorregulará por si mismo y que, de momento, hay que tolerar.
“Mi manta es mi bocata”, coreaban
Mandé un mensaje alertando sobre la insólita manifestación neocom y alguien me contestó que no, que en realidad eran más bien gente de izquierdas.
Ante opiniones así no puedo por menos que esbozar una sonrisa virtual de suficiencia. ¿Izquierdistas manifestándose por el libre mercado laboral y por la desregulación total de la venta? ¿No será que alguien confunde la ideología con la estética?
Es cierto que, en su afán de simplificar mensajes y ampliar target electoral, la izquierda viene pecando de banalización ideológica y sacralización de estereotipos. Por ejemplo, no hay nada ilícito en el deseo de un subsahariano a buscarse un futuro prometedor fuera de su país, de donde podría colegirse que amparar ese derecho es un proyecto político encomiable, idea altruista que enlaza con el sentir del mercado electoral más joven y menos implicado en la dureza de la vida laboral. En realidad, el problema es que ese deseo multiplicado por millones tiene un rotundo impacto sobre la variable trabajo de toda economía. Es por eso que se protege el mercado laboral, y en muchos países con mecanismos altamente represivos. No porque en sí mismas sean reprobables moralmente las actitudes personales, sino porque los efectos resultantes degradan la calidad de esa sociedad más allá de lo aconsejable (y muy especialmente, dañando los intereses de los trabajadores). No hay nada malo en el deseo de un señor de cazar una ballena. El problema se nos plantea cuando esa ballena es la última que queda en los mares.
La incapacidad de discernir entre causas y efectos ha granjeado fama de grandísimos bobos a personajes de la izquierda (María Teresa Fernández de la Vega, Leire Pajín, José Luis Rodríguez Zapatero).
Pero no se engañen, los que el sábado reivindicaban la libertad absoluta de todo tipo de comercio no son sino paladines del liberalismo a ultranza. Aunque sí, resultaba extraño ver entre tanto seguidor de Reagan a nada más ni nada menos que Willy Toledo, no hace tanto, vocero del comunismo más cerril. En fin, será que el hombre, tras haber protagonizado desafortunadas declaraciones ha abierto un periodo de reflexión en su vida y llegado a la conclusión de que, después de todo, Milton Friedman no se equivocaba tanto como le habían dicho. Otro converso a la escuela neocuantitativa.
Cuando menos se debe felicitar al señor Toledo; por algo se empieza.
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4 comentarios:
Muchas gracias por la dedicatoria Sr.IA. Vivimos unos tiempos en los cuales cada vez se hace más necesario el decoro y el buen gusto, y no otra cosa es dedicarle a un combloguero amigo un árticulo de su siempre rica cosecha.
Dicho esto; siento disentir con su pronóstico sobre el emo Willy Colón, antes, Toledo. El muchacho sigue empeñado en soltar groserias por esa boquita del demonio:
"Manipulan, simplifican y mienten abiertamente sobre todo lo que tenga que ver con Cuba y su derecho irrenunciable a la determinación frente a la apisonadora del sistema financiero demócrata-fundamentalista del capital".
Es incansable este chaval.
http://www.libertaddigital.com/sociedad/willy-toledo-promete-vomitar-este-absolutismo-democrata-que-intentan-hacernos-tragar-1276387332/
Mágnifico artículo el suyo.
Es como lo de la oveja modorra, que vuelve modorra a cientos. No es Colón, es Toledo... Pero vamos, que tanto da que da lo mismo, el pelota castrista ese...
Ah, es Toledo, pues me temo que no, que estaba en la mani no por liberal sino simplemente por analfabeto... Espero que no sea verdad lo que pone en LD, que cada vez son más... Más bobos sí, desde luego.
Grandioso, tanto en la forma como en el contenido.
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