lunes, 8 de agosto de 2011

La Chica Mecánica


Voy a hablar de la Chica Mecánica, el libro de moda entre los blogueros de ciencia ficción.

Antes me permitirán una leve digresión sobre la superchería moderna de los transgénicos.

Como colaboradora de diferentes emporios alimentarios, esta Inteligencia Artificial debe advertir de la superstición que demoniza la tecno-alimentación y la tecnología de recombinantes. Si algo caracteriza la producción alimentaria contemporánea es su obsesión por la seguridad, la minimización de epidemias entre plantaciones y ganado, la selección de variedades optimizadas para minimizar la contaminación por pesticidas y los recursos hidráulicos… La carrera por la sostenibilidad y la seguridad va por ahí. De hecho, las principales proveedoras de este tipo de productos no son la demonizada Monsanto sino poderosas spin-off de las universidades americanas, verdaderas líderes mundiales en la comercialización de variedades alimentarias y tratamientos a golpe de I+D.

Uno nada tiene contra las producciones ecológicas –las acelgas de huerta, el toro de lidia, el cerdo ibérico- tan necesarias para proteger el hábitat y la gastronomía tradicional. Pero es bueno recordar que, por ejemplo, el brote de SARS que terminó con millones de pollos por la histeria de cuatro, se originó en la cría doméstica de aves en entornos desindustrializados y en la promiscuidad viral entre aves y humanos. Más claro todavía; las diarreas sanguinolentas provocadas por la bactería E. Coli, no proceden de las tecnotomateras españolas de Huelva, sino de cultivos estrictamente ecológicos de soja de la Baja Sajonia. Naturalmente, al desolado y ecológico granjero alemán cuya ecológica guarrería terminó con 31 compatriotras muertos y 3.000 hospitalizados, 210 millones de euros gastados por el contribuyente europeo, nadie le ha discutido la validez de su sistema de producción. (A los de Huelva cada día, pero para él, palmaditas de conmiseración). Y si no piensen un poco. ¿Dónde es más fácil que salte el contagio a humanos de la gripe porcina? ¿En una nave cargadita de filtros para evitar pérdidas, o de la cochinera de un pobre aldeano que duerme pared con pared con sus lechones?
Que conste que del sabor no digo nada. Soy una IA.
Bueno, a lo que vamos.

Es verdad lo que dice Literatura en los Talones y otros: La Chica Mecánica elude esta manía tan cargante de recurrir a la intriga para mantener al lector enganchado. También es verdad que el ritmo no es rápido. Pero para los lectores de segunda división para arriba, se agradece el ritmo tranquilón (un poco demasiado tranquilón en según qué tramos) propio de los clásicos.
No hay efectismos baratos, tipo McCarthy, ni ñoños llamamientos a la afectividad. Los protas son una esclava sexual paranoica, un chino codicioso y racista, el sicario de una multinacional capaz de lo que sea por un punto de cotización extra en su rappel, dos thais fanáticos nacionalistas... Como Dios Manda. De largo, esto es lo que más me gusta de esta novela, su verosimilitud… Nada de héroes ni parejitas, ni baratijas literarias, tipo truculencia forzada, harboiled, sustos gateros y todas estas mierdas que te hacen mandar el libro al tejado del vecino a la quinta página. Violencia, la justa; sexo, el necesario; desparrames piscoteoréticos en proporción a la necesidad explicativa de la situación. Tampoco abunda la ironía, eso es verdad, y a lo largo del texto el autor parece excesivamente empeñado en demostrarnos que ha pasado por un curso intensivo de 15 días de aproximación a las culturas indochinas (un curso bastante bueno, todo hay que decirlo).

Buena y contundente prosa. Fuera guarradas tal que monólogo en cursiva, comparaciones facilonas ni adjetivos superfluos. Logrado equilibrio entre acción y descripción.
La trama es limpia, no abundan los chicchichangers o como se llamen para mantener el climax y se prescinde del “vamos a buscar un tesoro” como nexo estructural para soportar una intriga narrativa. Trama lineal sin abuso de flashbacks y final inevitable, en el que se huye de la virguería artificiosa en aras de la lógica interna a que todo relato debe supeditarse.

De lo que va La Chica Mecánica es:

A: Distopía neocolonial en un país exótico de un mundo hecho trizas en el siglo XXII y de convincente caracterización. Un mundo sometido a endémicos y mortíferos vendavales epidémicos, en cuyo origen está la modificación genética de los alimentos y la depredación de los recursos ambientales del planeta.
B: Cómo sobreviven un puñado de personajes a los vaivenes de un proceso revolucionario típicamente asiático; cómo se mantienen fieles a la codicia o anhelos que los guían aunque ello les suponga la autodestrucción.
Que, bien hecho, resulta más que suficiente para montar una estupenda, fascinante y muy veraniega novela.

En el pasivo de esta novela pondremos algunas incoherencias tecnológicas; en un mundo sin hidrocarburos -que luego resulta que sí que hay- el autor, ávido de proyectarnos a una sociedad digna del peor suburbio industrial de mediados del XIX, se soslayan energías mucho más eficientes que la utilización de mamuts prehistóricos resucitados por la ingeniería genética (pienso en la solar, por ejemplo, hoy cualquier poblacho está lleno de plafones). Tampoco entiendo que pintan periódicos en un mundo donde la madera es un bien cuasi sagrado. Se tira demasiado de cliché al pintarnos a las diferentes etnias: los japos son taoístas, codiciosos los chinos, nacionalistas los thais, voraces los blancos. Igualmente, destacar que la novedad de esta novela es situarnos la típica historia de toda la vida en un entorno exótico de economía emergente. Al respecto, las comparaciones con “Todos sobre Zanzíbar” y el ciberpunk gibsoniano resultan obligadas.

Por lo demás, la mejor novela de ciencia ficción del año. Más que nada, por lo bien escrita, construida y pensada que está. Y, a tenor del éxito obtenido, toda una clase sobre cómo la ciencia ficción de siempre no solo puede trascender el mercado sino que es una narrativa intemporalmente de moda. En otras palabras, que se pueden escribir buenos libros de ciencia ficción sin el consabido “zumbido positrónico de la lanzadera Whig, llenando de ondas psi el tecnotálamo del córtex hipermodificado del maestro klingdom…” que tanto nos gusta a unos poquitos… En suma, que un premio Nebula no tiene porqué ser coto privado de frikis.

2 comentarios:

Pop Culture dijo...

Vaya. Reconozco que no he leído el libro, aunque si he oído hablar de él.

Tengo la costumbre de evitar los libros de los que se habla demasiado, y centrarme en otra cosa hasta que la "fiebre" se pase.

Sin embargo, obvia decir que este librejo caerá tarde o temprano...

Saludos

Sr. IA dijo...

Haces bien. Saludos Pop Culture.