lunes, 19 de abril de 2010

La Penumbra de la Neblina



Podría ser peor. Volcanes y erupciones como la del Eyjafjalla marcan la apasionante historia de Islandia.

En 1783 el Laki entró en erupción. En los meses posteriores los efectos de la lluvia de cenizas se llevarían de este mundo a uno de cada cuatro isleños y al 80% del ganado en lo que se conoce como la Penumbra de la Neblina… Las cenizas presentaban altísimos contenidos de fluor, con la consecuente aparición de de fluorosis (huesos quebradizos) en bestias y hambruna en humanos.

La Penumbra de la Neblina marcó el punto de mayor decadencia de Islandia. Para hacerse una idea, de 80.000 habitantes que poblaban la isla en los “buenos tiempos vikingos” del siglo XI, se pasó a apenas 40.000 al inicio del siglo XIX. Los viajeros de la época cuentan la visión de alquerías abandonadas, gentes muy pobres y abandonadas y atisbos de civilización apenas en la capital.

La decadencia de Islandia abarca desde el XIV, al imponérsele la soberanía del rey de Kalmar (luego corona de Noruega) hasta el primer tercio del XIX, cuando inician los movimientos independentistas. En 1875, otra erupción, esta vez el Askja, destruye la economía ganadera forzando una ola migratoria hacia Canadá y Estados Unidos que afectaría al 20% de la población.

Grosso Modo, el periodo de decadencia viene a coincidir con un recrudecimiento de la climatología, y especialmente, con la pequeña edad glacial (de mediados del XIV a 1850, con tres momentos álgidos en 1650, 1770 y 1850), de donde desde el neomalthusianismo se pretende explicar la decadencia de Islandia por razones ambientales.

Actualmente se considera que ese mínimo climático no condicionó apenas la vida en la isla (como sí la condicionó a efectos de colonización el óptimo climático). Para empezar, la decadencia islandesa es ya patente en el siglo XIII. El monopolio comercial con Noruega y el declive comercial de los escandinavos no contribuirán a mejorar este cuadro. Pero sin duda, el mazazo vino por la confluencia de plagas y epidemias, cataclismos tal que el Laki con hambrunas recurrentes, y muy especialmente, la competencia de América. Y es que al descubrirse el nuevo continente Islandia pierde todo interés geopolítico. ¿Quién en su sano juicio se asentaría entre volcanes y glaciares pudiendo hacerlo en el estuario del San Lorenzo, por ejemplo?
Los vascos, claro.

Husmeando este intrigante periodo de tiempo me doy de bruces con la historia de los arrantzales náufragos de 1615. Parece ser que los balleneros y bacaladeros vascos empezaron a utilizar la isla como base estable en 1613. En septiembre de 1615 los vascos se preparaban para volver a San Sebastián cuando la banquisa penetró en el puerto y mandó a pique la flota de tres galeones. Los 81 supervivientes, sin armas ni provisiones, se dividieron en tres grupos. Los tripulantes al mando de Pedro de Aguirre y Esteban de Tallería pasaron el invierno en Vatnseyri y lograron volver a sus tierras en primavera, secuestrando un barco inglés. Por su parte, los hombres de Martín de Villafranca se dividieron en 2 grupos; 14 hombres intentaron “buscar” provisiones por las granjas nativas y el otro grupo (Martín y 17 hombres más) se instaló en la isla de Æðey dispuestos a pasar el invierno. El 5 de octubre, los islandeses tendieron una emboscada al primer grupo del que solo uno logró escapar para reunirse con los que estaban a salvo en Vatnseyri. El prohombre local Ari se enteró poco después del escondite de Martín en Æðey y la noche del 13 de octubre una “milicia” desembarcó en la isla y asesinó a los 18. Algunas fuentes señalan que los mataron mientras dormían, otras, que se les abrió el vientre y se les lanzó por el acantilado en lo que se conoce como Spánverjavígin que significa precisamente eso… “La matanza de los españoles”, posiblemente, el hecho de armas más luctuoso de la historia militar islandesa (postvikinga).

Aventuras de arrantzales podrán leer los pacientes lectores que se enfrenten a Ínsula Avataria, novela de mi albacea testamentario Besa y cuya edición se retrasa para otoño de este año. Se siente.

Entre tanto, les dejo con una fascinante canción de epopeyas boreales y marinos perdidos. Lord Franklin, una balada tradicional intepretada por Pentangle con concertina y guitarra acústica y eléctrica, grabada en Cruel Sistger 1970. Embarcó con cien marineros en mayo/Rumbo al oceáno helado/Y buscar ese pasaje por el Polo/Dode solemos ir los marinos pobres...



2 comentarios:

francissco dijo...

Para la presente entrada tu búsqueda del conocimiento ha sido épica, tanto como la de los arrantzales que mencionas aunque, y afortunadamente, no tan trágica.

Que en toda la vasta noosfera esa del conocimiento, hayas dado con el drama de estos tipos, que por lo visto practicaron el turismo kamikaze a Islandia es, en sí mismo extraordinario, oh, albacea, je, je.

Y en esa isla y a lo que veo, empezaron las primeras industrias del escabeche, en esta caso con materia prima euskalduna, vaya cafres.
Suerte con la novelis.

Sr. IA dijo...

Esto es conocer la palabra mágica. Te aseguro que buscando historias de estas en 2008, no había manera. En cambio, en sabiendo la palabra mágica, zass. En este caso es Spanverjavigin, capturada en una web de turismo pues allí debe ser como Villalar de los Comuneros, tiene entrada en Wiki y todo. Luego me ha parecido que hay un artículo más cumplido en Borealia. Me quedo con ganas de bajarme un memorial coetáneo intitulado como: Sonn frásaga af spanskra maná slagi skipbrotum og la Spanjavird. Enfin, lo dejo aquí escrito por si alguno sabe Norse y se anima.

Muchas gracias Francissco por tu participación. Statcounter dice que nos han linkado a una web de volcanes (que debe ser la leche) y hemos batido el récord de entrantes, para 200 unicos vamos hoy. Saludos.