
(Intro)
El espíritu se me manifestó un día al salir del trabajo. “No te dejes las luces encendidas”, dijo. En los días siguientes mantuvimos breves conversaciones sobre cuestiones triviales. A mí la vida me va realmente bien, nunca me pasan cosas extrañas, de donde conservo la suficiente lucidez como para sospechar que algo funciona mal en mi interior cuando hablo con espíritus (ni que sea de trivialidades).
(A)
Un día decidí pasar por el neurólogo antes de iniciar mi jornada.
“No es nada serio, pero me gustaría descartar que padezco trastornos mentales”, dije. El médico me enchufó el electro. “Nada, como una rosa. Todo va bien”. A continuación me pasó una batería estandar. ¿Drogas? ¿Fatiga crónica? ¿Tristeza? ¿Alucinaciones? Llegados aquí le pregunté si hablar con espíritus entraba.
“Ja, muy gracioso… ¿Quién no habla con espíritus? No te voy a dar la baja si es eso lo que buscas”.
(A)’
Más tranquilo, me puse la bata y empecé a pasar consulta. El primero era un tipo normal, afirmaba estar bien pero quería asegurarse. Le pasé el electro y la batería habitual. ¿Drogas? ¿Fatiga crónica? ¿Tristeza? ¿Alucinaciones?
Llegados aquí me preguntó si hablar con espíritus se consideraba alucinaciones.
“Ja, muy gracioso… ¿Quién no habla con espíritus?”, y añadí que no pensaba darle la baja por eso.
Al salir me pareció que el tipo esbozaba una mueca de alivio.
El espíritu se me manifestó un día al salir del trabajo. “No te dejes las luces encendidas”, dijo. En los días siguientes mantuvimos breves conversaciones sobre cuestiones triviales. A mí la vida me va realmente bien, nunca me pasan cosas extrañas, de donde conservo la suficiente lucidez como para sospechar que algo funciona mal en mi interior cuando hablo con espíritus (ni que sea de trivialidades).
(A)
Un día decidí pasar por el neurólogo antes de iniciar mi jornada.
“No es nada serio, pero me gustaría descartar que padezco trastornos mentales”, dije. El médico me enchufó el electro. “Nada, como una rosa. Todo va bien”. A continuación me pasó una batería estandar. ¿Drogas? ¿Fatiga crónica? ¿Tristeza? ¿Alucinaciones? Llegados aquí le pregunté si hablar con espíritus entraba.
“Ja, muy gracioso… ¿Quién no habla con espíritus? No te voy a dar la baja si es eso lo que buscas”.
(A)’
Más tranquilo, me puse la bata y empecé a pasar consulta. El primero era un tipo normal, afirmaba estar bien pero quería asegurarse. Le pasé el electro y la batería habitual. ¿Drogas? ¿Fatiga crónica? ¿Tristeza? ¿Alucinaciones?
Llegados aquí me preguntó si hablar con espíritus se consideraba alucinaciones.
“Ja, muy gracioso… ¿Quién no habla con espíritus?”, y añadí que no pensaba darle la baja por eso.
Al salir me pareció que el tipo esbozaba una mueca de alivio.




Haití representa un modelo no viable de gestión territorial y del temido colapso malthusiano. Al renunciar al comercio y a la explotación capitalista del territorio, toda economía termina y empieza en la supervivencia. Un estallido demográfico que duplica la media mundial lleva indefectiblemente a las ecuaciones de Malthus, los recursos crecen aritméticamente y la población geométricamente, aún en el hipotetico caso de que semejante ritmo de explotación fuera sostenible, si no introduces recursos derivados del comercio y la tecnología, la quiebra es segura. Pero por razones políticas internas, de mantenimiento de statu-quo de la élite, nunca se han dado las condiciones inherentes al comercio (entre otras la libertad de trabajo, el poder elegir una profesión) o a la puesta en valor de la producción. Tal como advierte Marx, se genera así un lumpen proletariado sin solución de progreso ni otro recurso que la explotación del hombre por el hombre.









