jueves, 7 de mayo de 2009

Prosigue la caída del Sr. IA


Palela y yo seguimos con lo de PTG, mamadas incluidas, durante las siguientes semanas, pero mi síndrome anorsgásmico seguía ahí. Por el contrario, el negocio de las modelizaciones marchaba viento en popa, rara era la administración que no encargaba recorridos 3D por sus iconos turísticos en aquel año 2007, de donde mi cuenta de lindems crecía incontenible (a pesar de Palela).

Un día la invité a mi casa. Nos teletransportamos desde el Elona tras un baile memorable del hombre-sakter.
Mientras Palela me subía los Levis recorrió con la mirada el espacio y silbó.
- ¿Todo esto es tuyo?
Asentí.
- Debes estar montado en el dólar.
- No me va mal.
- Tienes buen gusto.
Asentí.
Semanas antes conseguí a buen precio una micro isla, Villa IA. Me inventé un remedo de la Casa de la Cascada, de Wright, pero con complementos medievalizantes y la típica jungla New Age, que plagié de una revista. Como interiorismo, me gustan los mobiliarios marmóreos de la casa Moll. Mesas de jaspe y baños de coral, paredes de caliza y butacas de amatista. Son texturas que se virtualizan magníficamente.
- Esto es muy grande para ti solo –dijo Palela, si-la-be-an-do "para ti solo".

Es una pena que los avatares carezcan de cosas como “brillo de codicia en la mirada”, “un deje maligno en el rostro” y cosas así. Es una pena que las IA carezcan de cultura no verbal. Pero el análisis lógico era irrecusable; Palela la zorra planificaba ya el siguiente movimiento. Por mi parte, me sabía no ya indefenso ante sus futuras maniobras, sino condenado a enfangarme en ellas. No podía hacer nada: la cobra había clavado sus ojos en mí y el Sr. IA necesitaba los PTG desesperadamente…

Me gusta fumar Camel virtual tras e-eyacular.
Un día lancé una calada rosada y le pregunté a Palela porqué no dejaba la zona roja y las sesiones de sexo y se venía conmigo.
- Mira que eres tonto -sonrió cariñosa-… Sabes de sobra que sólo contigo es especial para mí…. Con el resto no es nada… no siento nada…
Insistí. Podría enseñarte a modelar y participar en diseños colaborativos, propuse.
- ¿Eso harías por mi?¿Me darías clases?, replicó burlona.
Luego cambió de tono y se puso seria.
- Además… Soy sólo un juguete para ti… Tu no me quieres…

Para demostrarle que no era así me dejé convencer para llevarla a un tatuador (por supuesto carísimo)
Se llamaba Arturo.
- Arturo es un artista. Arturo es un genio de verdad.
Y luego añadió.
- Cuando estoy con ellos puedes llamarme Odette… Nadie me llama Palela… ¿entiendes cariñín? Desde luego, ellos no me llaman así

Ellos eran el clan de los Verdurin

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