No voy a marearles con la imposible genealogía de la rumba.
Existe una rumba cubana, un baile afro-americano de especial arraigo en Argentina, y existe la variedad
flamenca, un ritmo 4/4 muy movedizo, etiquetado dentro del saco de “cantes de
ida y vuelta”. En lo que refiere a España, la rumba se populariza en las salas
de varietés de los 50. Un buen ejemplo de eso lo tenemos en algunas grabaciones
de Angelita de Córdoba, Miguel de los Reyes o el Cojo de Huelva. Pero eso era
en Madrid, donde las juergas tenían cierto señorío. En Cataluña, con dos
núcleos gitanos muy potentes en Barcelona y Lérida (que no se pueden entender
sin conocer la bárbara persecución racial a la que se sometió al colectivo
durante la Ilustración), la rumba pasa a convertirse en un “slang”, una palabra
para referir “juerga gitana salvaje”.
Yo sé poco de la rumba… pero lo poco que sé lo tengo bien clarito.
Aquí el catalizador del invento es el turismo de los 60, el rock’roll y la
necesidad de dinamizar a precios baratos un determinado ocio turístico. Por así
decir, el mercado de la música gitana se desplaza de los puteros del Paralelo a
los campings y hoteles de la Costa Dorada, Lloret y aledaños de Barcelona (donde es fama que igualmente se fornica, pero gratis). Cuando algunos gitanos listos y viajados se dan cuenta del cambio de paradigma. Los turistas no
quieren coplas, ni palos flamencos, quieren una versión masticable de la juerga
gitana. De repente, las miradas convergen sobre un tal Peret, el gitano exportable,
de la más rancia estirpe de la calle La Cera, que según confiesa gustaba
presentarse habilitado de rockero en las verbenas donde bandas émulas de Pérez
Prado y soneros refugiados del castrismo, trataban de maridar al gusto local
sus repertorios salseros. Peret es listo, sabe que los tiempos están cambiando,
que el pop y sus estribillos, rips y desenfreno son los nuevos paradigmas. Así
que lo que hará es adaptar la juerga gitana a los nuevos tiempos valiéndose de las
guarachas y rimtos que le trasladan esos músicos verbeneros. Combinando palmas, ventilador y tumbao. Es así
como Peret se convierte en el Elvis de los gitanos. Eso y no el 4/4 o este o aquel detalle técnico define la rumba catalana.
¿He dicho ya que Peret es muy listo? Peret es un camelador
nato. Parrandero y encantador, donde otros gitanos pierden la chaveta, él
guarda siempre un increíble equilibrio entre dos mundos, el payo y el gitano. Y no solo aporta un lenguaje musical fresco y moderno. A mediados de los 60 irrumpe
en Madrid donde desde la sala Duende contagia al payo-pijo madrileño de un
ramalazo de esa golfería gitanil catalana que él encarnará como un arquetipo. Para
entendernos, frente al gitano andaluz incrustado en el lumpen madrileño - el canastero profundo a lo Camarón- Peret es
un gitano de mercadillo (lo cual no quiere decir en modo alguno superficial o de oropel), puesto en
la vanguardia musical del momento; es un pedazo de puente entre dos mundos. Es
una bomba, es una revolución.
Cabe decir que ese mismo fenómeno, en parte, pero sólo en
parte auspiciado por la rumba catalana, se va a dar en otros frentes de los grandes
centros urbanos gitanos de la Europa Occidental (por ejemplo, casi en paralelo a Peret, tenemos a los Reyes, de Arles, o a los holandeses Rosenberg Trío, emergiendo desde el igualmente espectacular jazz-manuche, volveremos sobre ello
en el capítulo referido a los Gipsy y al hablar de El Gallo Blanco).
Con el amplificador de Madrid, con todos los gitanos
europeos imitando su fórmula, el siguiente paso será encontrar un espectacular
nicho internacional de mercado entre el turismo que colmata los campings de Gavà
a Castellón. “La Lágrima”, el viejo vals del maestro Monreal, será la canción
del verano del 68. Las gramolas NSM le
dedican madrugadas enteras. Y de ahí a Europa. 1971. Borriquito (salvaje
canción compuesta y escrita por el propio Peret) lo peta. Es número 1 durante 7
semanas en Holanda, hit parade en
Alemania durante 2, en España su hegemonía durará meses y meses. Es la edad de oro de Peret.
La que se prolonga hasta su paso por el mítico Festival de Eurovisión de
Brighton de 1974, cuando el “Canta y se feliz” se arrima a la décima posición. Ese año,
les recuerdo, arrasó Abba con Waterloo, quedando segunda Gigliola Cinquetti y
cuarta Olivia Newton-John (vale la pena
enlazar la edición entera del Eurovisión 74 para contrastar con el actual desfile de
payasos eslavo-bálticos).
Supongo que tras asistir al subidón de Waterloo en directo,
Peret se encaró en una profunda reflexión. Lo cierto es que su discografía
registra un mutis de 4 años hasta que encadena un último pelotazo con Saboreando
(1978), tratando de abrirse milla en un mercado que ya no quería saber de otra
cosa que no fuera pre-punk heroinómanos o rockeros sinfónicos de lustrosas melenas L’Oreal.
Peret ha jugado sus cartas. Imposible volver a su mercado de salida, el lumpen, o a las verbenas de barriadas, su nicho comercial más leal y derivando hacia la rumba carcelaria que anima los
sábados del Vaquilla… Los Chunguitos, Los Chichos, por no hablar del astro
emergente, ese Camarón que se alimenta del soul flamenco andaluz.
Si la música de Peret pierde toda capacidad de sorpresa en
1974, su personalidad no ha escrito más que media obra de una sorprendente
vida. (Aquí un pedazo de biografía). Con todo, si tengo que seleccionar un
disco de Peret, me decanto por este recopilatorio de 2000; El Rey de la Rumba,
donde las “peretadas” de toda la vida cobran nueva vida pasadas por el tamiz de
solventes bandas de los 90. Les pongo el original también (namás faltaría). Es
aquí, en este maravilloso diálogo
entre la versión del 71y la servida por el Gran Silencio, donde la rumba de
Peret nos arrolla con su grandeza; vendavales de la más desenfrenada música
popular. Ritmos verbeneros para matarse a cubatas y bailar hasta el esguince.
Música para ser feliz entre las 4 y las 7 de la madrugada y levantarse a las 13
horas con la peor resaca de la que se tenga memoria.
2 comentarios:
Coincido con la apreciación de esa gran versión del Gran Silencio, lo que demuestra la capacidad de la 'rumba catalana' de adaptarse a los nuevos tiempos.
Hola Palimp, bienvenido.
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