lunes, 1 de julio de 2013

Historia Cierta de la Rumba: Peret

No voy a marearles con la imposible genealogía de la rumba. Existe una rumba cubana, un baile afro-americano de especial  arraigo en Argentina, y existe la variedad flamenca, un ritmo 4/4 muy movedizo, etiquetado dentro del saco de “cantes de ida y vuelta”. En lo que refiere a España, la rumba se populariza en las salas de varietés de los 50. Un buen ejemplo de eso lo tenemos en algunas grabaciones de Angelita de Córdoba, Miguel de los Reyes o el Cojo de Huelva. Pero eso era en Madrid, donde las juergas tenían cierto señorío. En Cataluña, con dos núcleos gitanos muy potentes en Barcelona y Lérida (que no se pueden entender sin conocer la bárbara persecución racial a la que se sometió al colectivo durante la Ilustración), la rumba pasa a convertirse en un “slang”, una palabra para referir “juerga gitana salvaje”.

Yo sé poco de la rumba… pero lo poco que sé lo tengo bien clarito. Aquí el catalizador del invento es el turismo de los 60, el rock’roll y la necesidad de dinamizar a precios baratos un determinado ocio turístico. Por así decir, el mercado de la música gitana se desplaza de los puteros del Paralelo a los campings y hoteles de la Costa Dorada, Lloret y aledaños de Barcelona (donde es fama que igualmente se fornica, pero gratis). Cuando algunos gitanos listos y viajados se dan cuenta del cambio de paradigma. Los turistas no quieren coplas, ni palos flamencos, quieren una versión masticable de la juerga gitana. De repente, las miradas convergen sobre un tal Peret, el gitano exportable, de la más rancia estirpe de la calle La Cera, que según confiesa gustaba presentarse habilitado de rockero en las verbenas donde bandas émulas de Pérez Prado y soneros refugiados del castrismo, trataban de maridar al gusto local sus repertorios salseros. Peret es listo, sabe que los tiempos están cambiando, que el pop y sus estribillos, rips y desenfreno son los nuevos paradigmas. Así que lo que hará es adaptar la juerga gitana a los nuevos tiempos valiéndose de las guarachas y rimtos que le trasladan esos músicos verbeneros. Combinando palmas, ventilador y tumbao. Es así como Peret se convierte en el Elvis de los gitanos. Eso y no el 4/4 o este o aquel detalle técnico define la rumba catalana.

¿He dicho ya que Peret es muy listo? Peret es un camelador nato. Parrandero y encantador, donde otros gitanos pierden la chaveta, él guarda siempre un increíble equilibrio entre dos mundos, el payo y el gitano. Y no solo aporta un lenguaje musical fresco y moderno. A mediados de los 60 irrumpe en Madrid donde desde la sala Duende contagia al payo-pijo madrileño de un ramalazo de esa golfería gitanil catalana que él encarnará como un arquetipo. Para entendernos, frente al gitano andaluz incrustado en el lumpen madrileño  - el canastero profundo a lo Camarón- Peret es un gitano de mercadillo (lo cual no quiere decir en modo alguno superficial o de oropel), puesto en la vanguardia musical del momento; es un pedazo de puente entre dos mundos. Es una bomba, es una revolución.

Cabe decir que ese mismo fenómeno, en parte, pero sólo en parte auspiciado por la rumba catalana, se va a dar en otros frentes de los grandes centros urbanos gitanos de la Europa Occidental (por ejemplo, casi en paralelo a Peret, tenemos a los Reyes, de Arles, o a los holandeses Rosenberg Trío, emergiendo desde el igualmente espectacular jazz-manuche, volveremos sobre ello en el capítulo referido a los Gipsy y al hablar de El Gallo Blanco).

Con el amplificador de Madrid, con todos los gitanos europeos imitando su fórmula, el siguiente paso será encontrar un espectacular nicho internacional de mercado entre el turismo que colmata los campings de Gavà a Castellón. “La Lágrima”, el viejo vals del maestro Monreal, será la canción del verano del 68.  Las gramolas NSM le dedican madrugadas enteras. Y de ahí a Europa. 1971. Borriquito (salvaje canción compuesta y escrita por el propio Peret) lo peta. Es número 1 durante 7 semanas en Holanda, hit parade en Alemania durante 2, en España su hegemonía durará meses y meses.  Es la edad de oro de Peret. La que se prolonga hasta su paso por el mítico Festival de Eurovisión de Brighton de 1974, cuando el “Canta y se feliz” se arrima a la décima posición. Ese año, les recuerdo, arrasó Abba con Waterloo, quedando segunda Gigliola Cinquetti y cuarta Olivia Newton-John  (vale la pena enlazar la edición entera del Eurovisión 74 para contrastar con el actual desfile de payasos eslavo-bálticos).

Supongo que tras asistir al subidón de Waterloo en directo, Peret se encaró en una profunda reflexión. Lo cierto es que su discografía registra un mutis de 4 años hasta que encadena un último pelotazo con Saboreando (1978), tratando de abrirse milla en un mercado que ya no quería saber de otra cosa que no fuera pre-punk heroinómanos  o  rockeros sinfónicos de lustrosas melenas L’Oreal.

Peret ha jugado sus cartas. Imposible volver a su mercado de salida, el lumpen, o a las verbenas de barriadas, su nicho comercial más leal y derivando hacia la rumba carcelaria que anima los sábados del Vaquilla… Los Chunguitos, Los Chichos, por no hablar del astro emergente, ese Camarón que se alimenta del soul flamenco andaluz.

Si la música de Peret pierde toda capacidad de sorpresa en 1974, su personalidad no ha escrito más que media obra de una sorprendente vida. (Aquí un pedazo de biografía). Con todo, si tengo que seleccionar un disco de Peret, me decanto por este recopilatorio de 2000; El Rey de la Rumba, donde las “peretadas” de toda la vida cobran nueva vida pasadas por el tamiz de solventes bandas de los 90. Les pongo el original también (namás faltaría). Es aquí, en este maravilloso diálogo entre la versión del 71y la servida por el Gran Silencio, donde la rumba de Peret nos arrolla con su grandeza; vendavales de la más desenfrenada música popular. Ritmos verbeneros para matarse a cubatas y bailar hasta el esguince. Música para ser feliz entre las 4 y las 7 de la madrugada y levantarse a las 13 horas con la peor resaca de la que se tenga memoria.


2 comentarios:

Palimp dijo...

Coincido con la apreciación de esa gran versión del Gran Silencio, lo que demuestra la capacidad de la 'rumba catalana' de adaptarse a los nuevos tiempos.

Sr. IA dijo...

Hola Palimp, bienvenido.