No hay que ser muy largo para reconocer que la
diferencia entre bestias y humanos está en el lenguaje. Por eso es más que interesante, ameno y
formativo el libro “Orígenes del Lenguaje y Selección Natural”, del lingüista
Antxon Olarrea (Equipo Sirius 2005). Es un libro que les recomiendo
encarecidamente.
Una primera matización es que el desarrollo
lingüístico del sapiens es mucho más complejo que una puesta en común de
fonemas o gestos con los que simbolizar el mundo. El lenguaje no es cultural,
aunque necesita de lo cultural para desarrollarse.
Desde Chomsky, la gran mayoría de los
lingüistas coinciden en que el lenguaje humano tiene como condición de
posibilidad un hecho congénito. Una gramática genética. Los lenguajes “solo animales” (el de los chimpancés,
las abejas, los perritos de la pradera) sí se limitan a llamadas o expresiones
emocionales y punto. El lenguaje humano, en cambio, tiene la capacidad única de
lo que Olarrea llama desplazamiento, es decir, que puede referirse a eventos
lejanos en el espacio o el tiempo respecto a la situación del hablante. Más
importante todavía, el lenguaje humano es creativo: con un número finito de
elementos podemos construir infinitas relaciones signo-significado, pero
atención, si y solo si se aplican unas determinadas normas.
Este tipo de lenguaje humano es el resultado de
un proceso de selección natural. No un hecho cultural.
¿Cuándo emerge esta capacidad y cómo se
codifica genéticamente?
Pues no se sabe.
Sí parece plausible una secuencia histórica que
inicia en la convergencia de los siguientes factores: Encefalización-bipedismo,
socialización compleja, descenso del aparato fonador, capacidad de coordinación
no refleja del aparato fonador (una exaptación del proceso respiratorio y
digestivo), lanzamiento de objetos –apuntando- y habilidad manual, por citar
las más importantes.
A partir de aquí el homo habilis podría haber
alcanzado un protolenguaje; una manera de simbolizar el mundo y comunicarlo
aunque carente de sintaxis y recursividad. Sin embargo, un protolenguaje -por
ejemplo, las lenguas Pidgin o el manejo de colecciones de palabras que se
enseñan a un simio-, carece de capacidad para expresar sin ambigüedades
afirmaciones del tipo “Quién hizo qué a quién” (sintaxis). Asimismo, el
protolenguaje no puede articular conceptos de segundo orden ni oraciones del
tipo “te dije que me dijeras lo que te dijo el que te dijo” (recursividad).
Este viene a ser el punto de partida de las
teorías de Bickerton. En un primer momento, este lingüista postuló la
“emergencia catastrófica” del lenguaje, que sería una mutación que marca el
paso del Homo erectus a Homo sapiens. Súbitamente, una tribu de pre-sapiens,
generaría una mutación susceptible de estructurar sintáctica y recursivamente
el protolenguaje. Posteriormente (a partir de 1990) Bickerton suavizaría su postura apelando a una exaptación de la
inteligencia social de los primates. A partir de aquí surge una escuela que
habla de una evolución “en mosaico”, que parece lo más sensato. Es decir, el paso
de protolenguaje a lenguaje moderno se basa en diferente a aspectos cognitivos,
sociales, neuronales, fisiológicos y lingüísticos, evolucionando en paralelo.
Una vez disponemos de lenguaje, podemos empezar
a manejar conceptos como “Yo”, “Tiempo”, “No Yo”, lógicas formales y discursos
racionales sobre la emoción y las neuronas.
Yo sospecho que fue precisamente la irrupción de esa capacidad lo que
posibilitó –gradualmente- poner en común los aspectos neuronales, fisiológicos,
etc… Por decirlo de algún modo, el objeto lenguaje creció a partir de la
verbalización de funcionalidades fisiológicas, neuronales y sociales vistas
bajo el foco de una misma luz: la verbalización compleja. Por decirlo así, fue
un proceso que se realimentaba.
Si esto es así, me desazona una cuestión… ¿La
capacidad lingüística de los sapiens ha alcanzado su punto final o sigue
evolucionando?
Pienso que sigue evolucionando. Y que esta
evolución es lo que llamamos conocimiento. Lo que quizá no sea válido ya es el
motor evolutivo caracterizado a lo Darwin… La incorporación de nuevas
categorías no responde a un propósito adaptativo sino a un proceso de
fecundidad cognitiva. La evolución del
sapiens ya no es un fenómeno biológico sino lingüístico.
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