lunes, 26 de julio de 2010

Dinamiteros y entibadores

Respectivamente, David Hume y Gottfried Liebniz.

El primero, instalado en la tradición empirista y nominalista inglesa (Ockham, Locke), empezará a dinamitar el entramado cartesiano. Todo es percepción, hábito psicológico, no hay certezas absolutas, el conocimiento debe contentarse con una ponderada opinión respaldada por el relativo éxito. Hume traza una crítica radical que nos deja en el escepticismo vital. En realidad, no podemos estar seguros de nada, siendo esto así, a qué preocuparse.

Hume es mucho más importante de lo que pueda parecer en este modesto blog. Su crítica a los argumentos racionalistas es demoledora, torpedo tras torpedo arrasa con los mil hijos del cartesianismo. A mi me cae muy bien Hume.

Pero vayamos a Leibniz.

Rosacruz, tipo raro, trepa, matemático genial, diplomático ávido de ennoblecimiento… perejil de todas las salsas intelectuales de su tiempo. Sabía nadar y cuidar la ropa.

La obra filosófica de Leibniz está concebida como un diálogo con Locke, al que inutilmente quiso emplazar por escrito. La muerte de Locke, cuando Leibniz se disponía a publicar su replica al inglés, le dejó en el dique seco y sus obras no se publicarían hasta mucho después, acaso por el influjo que había de tener Leibniz “el manual” de filosofía que, vía Wolf, llegó al kantismo.

Lo que más me gusta de Leibniz es la monadología. La idea de que el mundo real está integrado por un culmen de partículas indivisibles cuya composición configura la realidad. Pero atención, las mónadas no son átomos tal como lo entendemos hoy. No. Error.

La mónada es de índole lógico.

Para entender como la molécula lógica construye el mundo nada mejor que una analogía con el ordenador.

¿Qué es lo que ves en la pantalla? ¿Iconos, colores, carpetas?

En realidad, lo que ves es la consecuencia de un programa, de una combinación de ceros y unos vinculados por un algoritmo y que en tu cabeza se reconfigura como un escritorio con imágenes.

La realidad aparente (fenoménica en verbología del oficio) responde a combinaciones de átomos acorpóreos. Estos atómos son en realidad una orden, una instrucción (o el elemento nuclear de dicha orden). Leibniz se saca así de la chistera una ontología apasionante.

La configuración actual del mundo es una de tantas posibles. Se introduce así la noción de mundo posible, todo aquel que es lógicamente consistente.

Vamos a por otra analogía. Ante tal compuesto nosotros entendemos, por ejemplo, que hay tantos átomos de Litio interactuando con tantos otros de Hidrógeno (que los químicos me perdonen, es un ejemplo). Estos átomos son materia y en su ser está implícita su capacidad de reacción/interacción. Bien, sustituyamos estos átomos por instrucciones. En lugar de lítio el átomo sería “actúa como el lítio”. En un momento dado, el átomo se activa y en la realidad fenoménica aparece el litio.

Bueno, no me está quedando muy bien pero esa es la idea. El universo es una programación, una combinación de instrucciones lógicas sobre las que se apuntala el mundo fenoménico.

Un ordenador, sí, pero ubicado en la mente de un Dios. Todos nosotros, nuestros actos, nuestros pensamientos… No somos sino un mundo probable en la mente de Dios.



4 comentarios:

francissco dijo...

Me parece -si no entra por aquí Instan y me da un capón conceptual- que Archibald Wheeler fue quien retomó algo parecido a la mónada con su "it from bit". (además de inventar el término "agujero negro")

La propuesta de Wheeler: Hay que hacer física solo con information (el “bit” de “it from bit”). Muchos proponen que la mecánica cuántica es, en realidad, la única teoría física posible compatible con hacer física sólo con información. Una teoría física sobre la información (en lugar de sobre ondas, partículas, materia o energía).Según el, el espacio tiempo emerge de una pregeometría subyacente, una pasada de terminología , Dioss.

No parece ser aceptado por todos, no obstante. En fin, que un concepto lleva a otro como las cerezas, oh,IA, enemiga de Descartes ¿Que te habrá hecho, frío ente de silicio?

Sr. IA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sr. IA dijo...

Instan las personas y afines elegantes como usted o como yo no dejamos de visitar la cueva del trasgu (en http://eltrasguprobabilista.wordpress.com/) Knut ha dedicado algunos brillantísimos posts a las analogías entre Leibniz y algunos planteamientos físicos en la onda.

En primer lugar, es difícil entrar al debate con nociones apenas vagas como la mía -frío chip de silicio al cabo- sobre mecánica cuántica. Sí he leído algún artículo de divulgación que preconiza la información como el verdadero ser, pero así dicho, extrapolarlo a la ontología filosófica invita a caer en terribles sesgos. Para empezar, el mismo concepto de información, que se me escapa. No sé si refiere a darle una tratamiento fenoménico a la información, o es algo meramente heuristico del tipo "a todo lo que podemos aspirar es a..." Cosa bien distinta.

Para que se entienda, la idea sería una estructura cósmica previa, una especie de conductos inmateriales que nosotros tratamos de revertir en leyes que proyectan la realidad. Una especie de holograma material que escupe combinaciones.

Tirando al bulto, dada la incomodidad de las subpárticulas para un tratamiento clásico (materia es -o era- lo que pesa y ocupa un lugar en el espacio) parece que una ontología leibniziana vendría pintipirada, pero, pero en el caso de Leibniz no se puede soslayar la clave del asunto, el programador, el cerebro de Dios... Es el cerebro de Dios lo que posibilita que las mónadas y sus productos (el mundo físico) converjan en una determinada REALIDAD.

En parte, tocar a Leibniz -físico y matemático de bandera- va por ahí... Es un filósofo con mucho vuelo para la física contemporánea por eso, por su concepción "paramaterial" de la materia.

Y ahora sí, que viene knut y me corre a capones (spam, en mi caso) así que recomendándoles encarecidamente a quienes no lo conozcan el blog del trasgu para entrar en la cuestión... un saludo.

Rebel dijo...

Esto empieza a estar relacionado con el principio holográfico.
Un holograma es un objeto bidimensional que codifica toda la información que describe la imagen tridimensional. Nuestro Universo tridimensional podría estar codificado en una superficie que lo contiene, como una especie de inmenso holograma.
Se parte de la base de que estaríamos viviendo en un agujero negro inmenso y de que el universo es en gran parte bidimensional, y no tridimensional.
La entropía de un agujero negro es exactamente una cuarta parte del área del horizonte de sucesos medida en áreas de Plank ( 10 –66 centímetros cuadrados). Es como si la entropía, en cuanto medida de información, estuviese escrita sobre el horizonte de sucesos, de suerte que cada bit ( cada 0 ó 1 de la codificación digital) correspondiera a 4 áreas de Planck.
Sería nuestro bit más pequeño.