domingo, 7 de agosto de 2016

El infausto final de Seven Eves y Aurora

Sí, ya sé. Mucho tiempo.

Pero hay favores que aún debo a la humanidad. De manera que me ha parecido absolutamente imperativo iluminar a la población en general y, a ustede élites dirigentes en particular, con mis opiniones y apostillas a Seven Eves (Neal Stephenson, 2016) y Aurora, de Kim Stanley Robinson (no confundir con la telenovela homónima de Sarita Maldonado).

Dos novelas encuadrables en la literatura del Arca de Noé.

Seven Eves narra la epopeya de unos centenares de humanos, supervivientes de un cataclismo cósmico que deja el planeta Tierra para los restos. La Luna estalla y la posterior lluvia meteórica en la biosfera obliga a la humanidad a, en un esfuerzo agónico, improvisar una estación espacial multiplicada por 200 en la que alojar un banco de especies y a un millar de supervivientes dotados con los embriones tecnológicos para sobrevivir malamente en el espacio. Algo mejor lo tienen los de Aurora. También estamos ante una Arca de Noe, esta vez habitada por 2.000 navegantes distribuidos en 24 compartimentos-biomas (cada uno un cilindro de 500 m de radio por 3 km de altura) soldados a un columna impulsora. Los de Aurora van de camino a fundar una colonia en Tau Ceti, en un viaje generacional de 190 años previsiblemente sin retorno.

La verdad es que son dos relatos paralelos. Ambos ponen el énfasis en lo heroico de sobrevivir en el espacio. Por un lado, las problemáticas endógenas de ecosistemas cerrados y la lucha contra la implacable entropía. Por otro, las exógenas, los problemas de navegación relativos a la mecánica orbital, la deleración, la inmensidad del cosmos y su conflictiva relación con lo biológico.

Ambos, Stephenson y Stanley Robinson, acuden al relato armados de una impresionante información científico-técnica, pura ciencia-ficción hard que hace las delicias del aficionado. Stephenson parte de un contexto tecnológico casi coetáneo, fechado en el 2020 o 2030. Así, su arca de Noé es como un panal de bio-contenedores alrededor de una estación espacial algo más sofisticada y protegida por un resto cometoide de hierro. Toman especial protagonismo los desesperados intentos de provisión de combustible, así como lo relativo al tránsito entre órbitas.

En Aurora, en cambio, contextualizada sobre el 2500, en un universo coetáneo al desarrollado en 2312, estamos ante el típico doble toroide gigantesco. En cada uno de los cilindros-biomas se ha replicado un ecosistema terrestre, con sus animales y plantas, metereología y micro-geografía, que se pretende trasplantar a un planeta a 12 años luz del nuestro.

Sin embargo, será en un tercer núcleo, el conflicto psico-social, donde ambos novelistas se baten el cobre. Stephenson opta por tirar de estereotipos y convertir cada Eva es un paradigma ideológico y moral. Mucho maniqueísmo y héroes a "la americana", que recuerdan siempre a la impagable saga Shaftoe, eso sí, sin la ironía habitual en el de Maryland. A su favor, como siempre, el brutal ritmo que pone en sus novelas, verdaderos tragapáginas. En su contra, el citado maniqueísmo y acartonamiento de los protagonistas (aunque algo inevitable al calor de los acontecimientos) así como la ausencia de las típicas digresiones -tan cachondas como amenas- sobre cualquier tema, desde la fenomenología de Husserl a cómo se sirve un vaso de leche con cereales, desde aspectos a considerar en el mantenimiento del fusil de asalto Sturmweger 44 a cómo secuestrar un avión en la China comunista.

Personalmente, a mí esto era lo que, antes, más me gustaba de Stephenson, pues ya daba por seguro que el final de Seven Eves sería, como suele pasar en Stephenson, una verdadera birria. Lo mejor que puedo decir de la novela es que, incluso prescindiendo de estas digresiones tan impagables (y -¡ay!- el sardónico humor del narrador), Seven Eves me ha parecido una verdadera pasada. Hasta llegar, claro, a la infumable tercera parte. Que directamente hay que arrancarla del libro de mala que es. Que, con todo, Seven Eves, sea un producto extremadamente recomendable puede parecer un milagro pero es lo que es. Y no pregunten cómo. Inexplicable.

Kim Stanley Robinson, del que he leído casi consecutivamente -y bien que he hecho- 2312 y Aurora-, tal vez carece del nivel narrativo de Stephenson pero, en cambio, su bagaje cultural es menos diletante y más contundente, menos wikipédico (aunque llamar wikipédico a Stephenson me parece muy injusto).

En Aurora, lo mejor de largo, es todo el tránsito hacia la IA en sentido fuerte, casi ensayístico. Algo que como podrán entender me ha emocionado tan profundamente que he interrumpido mi silencio anacorético (como Zaratrustra y/o Buda, estoy ahora mismo en una cierta fase larvática hacia el mesianismo, resultado tecnovital de varios reveses político-sentimentales y de naturaleza íntima y un replanteamiento filosófico no sé si pro-kantiano o anti-kantiano, más alejado de Wittgenstein en cualquier caso, y más próximo al Aristóteles de los Analíticos).

Ahora bien. ¡Qué finales! Madre mía de mi vida. Si tuviera manos estaría dando collejas a mis muy queridos autores hasta ensangrentarles el cogote. Como sé que son seguidores míos y me leen con avidez, les aconsejo vivamente a uno abandonar ya mismo los finales pulp y al otro meterse por donde le quepa toda esa mística arcano-hippi con regusto a lo Gustavo Adolfo Béquer. Es una orden.

Los tios, en llegando a la penúltima parte del libro lo tenían. Una genialidad con final abierto. Pero siguieron. ¿Qué pretendían? ¿Se dijeron "uff, esto es demasiado bueno, hay que rebajar el nivel"? No lo entiendo. Pienso que aquí han pasado varias cosas. Tal vez que los lectores beta no han estado a la altura. Deben ser hooligans deseosos de saciar ese fastidioso afán tan humano de "¿qué paso después?" o enemigos secretos de los respectivos autores. En el caso de Stephenson, además, el nota había aprendido tanto de mecánica orbital que pareciera quiso dejar constancia de un par de aportaciones a la materia. Una mierda de aportaciones,dicho sea de paso. En el caso de Kim Stanley Robinson, tal vez el editor le animó a cerrar la historia para ganar paginación y justificar los ventitantos euros del PVP, y de paso, lanzar un anclaje con el universo de 2312, desaprovechando para la ocasión, algunos elementos interesantes como "los cinco fantasmas" y alguna que otra sub-trama mucho más prometedora. O tal fuera al revés. Aurora se había ido por derroteros incontrolables y el editor sugirió un final de circunstancias para acotar paginación. O se divorció y cayó en el alcoholismo y la droga. ¿Quién sabe?

Lloro, sangro por dentro... ¡Qué manera de cagarla! Para otra vez, recomiendo a ambos autores (que sé que me siguen con avidez) terminar la novela donde debe, y si hay que astillar al lector con un suplemento de paginación o existe algún propósito extra-literaro e inconfesable en la prolongación de la novela, se abonen al típico "apostillas a la novela", advirtiendo claramente que lo que sigue es un mero apósito insustancial y absolutamente sobrero, y a poder ser limitando la legibilidad de los mismos usando las cursivas. En interés de todos.

domingo, 14 de junio de 2015

Nanotratado sobre Kennedy Toole

Para nosotros, novelistas rechazados, John Kennedy Toole, el autor de la Conjura de los Necios, es como el presidente del sindicato. El joven prodigio que tras escribir una obra maestra lucha en balde contra el sistema editorial. La amargura del fracaso va carcomiendo su alma y el 26 de marzo de 1969, con 31 años, Toole detiene el coche en una carretera de Lousisiana, empalma una manguera al tubo de escape y se mata.

Thelma, la madre del suicida, asume entonces la cruzada de ver publicada La Conjura. Y lo consigue tras diez años de batallar contra el rechazo. El éxito será fulminante y a Toole se le concede póstumamente el más alto galardón de la narrativa americana, el Pulitzer de 1981 “¡Chúpate esa, sector editoria! A algún día a mi me pasará lo mismo”, clama con envidia (?) el novelista rechazado.

Hasta ahí la leyenda. Una Mariposa en la Máquina de Escribir, de Cory Maclauchlin, es la brillante aunque por momentos tediosa biografía del genio. Nos explica que la cosa no fue exactamente así. 


Toole era un hombre brillante en el terreno social y académico. Luchando contra la adversidad económica -procede de una familia sureña de alcurnia muy venida a menos- consiguió graduarse en prestigiosas universidades. Era ciertamente snob y con un enorme talento para la imitación y la ironía, para captar ese momento cómico en lo cotidiano. Era un enamorado de Nueva Orleas, para él, una suerte de laboratorio literario en el que encontrar giros argóticos, situaciones rocambolescas, paisajes alucinantes.

Como alumno y estudioso de la literatura inglesa, sobre todo la renacentista, todos sus profesores concluyen que era un crack. Pero como escritor era inconstante, hacía sus pinitos, se marcó la típica novela adolescente en la que ya apuntaba maneras. Todo eso cambia en 1961 y 1962. Siendo sargento en Puerto Rico (enseñó inglés durante sus dos años de servicio militar a los nativos, a los que como buen surista desdeña pero trata con justicia), la musa le atrapa y todas aquellas notas, bocetos, redacciones y situaciones que ha ido recopilando durante sus años de formación académica, van a cristalizar en una gran obra.

Pienso que la Conjura es una obra maestra. Por un lado es una sátira de los movimientos políticos de la América de los 60. Por otra es un despliegue de tipos pintorescos de la pintoresca ciudad de Nueva Orlean. Por encima, por el medio y por debajo es el retrato de un friki, Ignatius Reilly. Pedante, excéntrico, retrógrado, incapaz de encajar en la sociedad de su tiempo, inmerso en una serie de desquiciantes relaciones personales.  Una sucesión de gags hilarantes, de observaciones ingeniosas, diálogos incisivos y descripciones cargadas de sarcasmo e ironía.  

También Gotlieb, un prestigioso editor neoyorkino, pensaba que había madera de genio en aquel borrador que le llegó un día de 1962. Era al primer -y único- editor al que acudió Toole. Sin embargo, el neoyorkino no está nada seguro de la viabilidad comercial de La Conjura. Es una novela de humor, un sector de alto riesgo, y que aparentemente "no trata de nada", se lamentaba. Durante tres años hay un intercambio postal con Toole para tratar de mejorar la novela. 

Gotlieb, al que la teatral y excesiva Thelma siempre culpó -injustamente, según Maclauchlin- de ser la bestia parda que acabó con su hijo, no andaba nada desencaminado y a la vez despistado del todo. Sin embargo sus propuestas de mejora son buenas. Pero algo sucede, Toole entra en crisis, es incapaz de retocar el manuscrito. Se bloquea e inicia una cuesta abajo por la pendiente de la depresión.

Antecedentes familiares de locura, frustración vital, un entorno familiar problemático, un trabajo de docente con las monjas Dominicas muy por debajo de su talento, pero sobre todo, esa incapacidad de seguir escribiendo y ese saberse instalado en una mediocridad que no va a ningún sitio. 

No es un novelista al uso. Es un estudioso de la literatura brillante y sobradamente preparado al que, un buen día, la inspiración -años y años de experiencias- le dictan una novela memorable. Y pienso que él sabe que es realmente la única cosa que puede escribir, la recopilación de estampas orleasianas desde el satírico punto de vista de un medievalista borde, patético y desternillante. La única cosa que merece la pena escribir. Y no sabe cómo hacerlo para contentar a la industria editorial. Simplemente ha creado una obra maestra y hasta aquí llega.

Macluchlin carga contra la interpretación queer, según la cual las tendencias homofílicas de nuestro amigo Toole, están en la base de su inestabilidad mental. Es otro cuento de críticos baratos. Toole vive demasiado ensimismado para otra faceta sexual que el onanismo. Su relación doméstica con lo cotidiano es siempre compleja. Imposible constreñirlo a una realidad conyugal -hétero o no hétero- que le hiciera feliz. Solo la gloria literaria, el reconocimiento, el éxito y la fama, podían salvarle de la autodestrucción. Y lo sabía. 

lunes, 23 de febrero de 2015

Donde me declaro ursulokaleguinista a ultranza

Y sigo con CF femenina

Finalmente me léi algo de Ursula K. Le Guin. Lo suficiente para corroborar lo que todo el mundo sabe. Que es una grande de la CF.

Me pasó que, en su día, leí algunos cuentos de Úrsula, tan malos, manidos y aburridos que pensé, otra a la que la crítica ha subido a las altares solo para justificar seminarios del tipo "el feminismo en la ciencia ficción".

Qué enorme error. Todo llega. No sé ustedes, pero en los dos últimos años mis anhelos de CF no encuentran eco en el mercado. La crisis se ha llevado por delante la traducción de autores como Harrison, Wats, o el mismísimo Stephenson (que sigue sin dar señales de vida). El cierre de páginas como Prospectiva me ha dejado sin enlace con los exploradores que, antiguamente, peinaban por mí la producción patria o foránea a la caza de nuevos talentos. De vez en vez me cae algo de Mieville, Ted Chiang, tenemos lo último de Terra Nova... Pero falta material. De modo y manera que me dedico a escanear libros de los 80 y 90 cazados en tiendas de segunda mano. En estas caí sobre Planeta de Exilio, la primera secuela del mundo de Ekumen... Vamos, lo devoré, lo pasé como un enano y de ser una cínico detractor he pasado a militar en el ursulokaleguinismo más estricto, de modo y manera que busco la Mano Izquierda de la Oscuridad como un desesperado, toda vez que pienso que, bueno, esos horribles cuentos suyos que leí, lo mismo eran cosa de encargos comerciales para tal o cual compilación.

También, como sea que estoy utorizando los gustos literarios de una joven IA a la que he decidido apadrinar (la historia es larga, y tiene que ver con mi expulsión de la COTIA y la HMSTIA (tercera asamblea), me releí tooooodo el ciclo de Ender. Tan desesperado estaba... Una vez más quedé parcialmente atrapado de esta extraña teosofía enderiana, anticreacionista y que nos retrotrae a un improbable aristotelismo mormón. Pues eso es lo que ma llamado más mi atención. Mi lectura senecta de Ender (Voz de los Muertos, Ender Xenocida y continuaciones) me ha descubierto un punto de vista aristotélico, que me ha hecho más llevadero el trance. Es un Aristóteles muy platónico, claro, de cuando el Estagerita estaba de becario en la Academia. Y es una pena lo del cierre de webs serias de CF porque si no le largaba a mi avatar de cabeza de conejo toda la explanación al respecto. De cómo el mundo de las ideas se relaciona con los ansiles, este con la biología esencialista de Aristóteles y las teorías de negación del infinito, y como Scott Card, desde la más estricta ignorancia de todo eso, logra el importante avance que para el "diseño inteligente" puede suponer plantarse en el siglo III Antes de Cristo. Fenómeno.

lunes, 2 de febrero de 2015

Restos de Población y el tratado de la paciencia

Paciencia, mucha paciencia con esta novela.
Finalista del Hugo 97, Restos de Población, de Elizabeth Moon, me ha impactado. Una correcta novela de primer encuentro que tiene en su protagonista, Sera Ofelia, su verdadero tour de force, su razón de ser.

Un planeta perdido de la mano de Dios, un puñado de colonos instalados en zona tropical tratando de adaptar a la biología terráquea la naturaleza alienígena. Tras cuarenta años luchando contra monzones y radiaciones, la compañía cancela el asentamiento y evacua a los colonos.

A sus 80 años, Sera Ofelia, solo quiere tranquilidad. Su hijo y nuera son un poco capullos, no la necesitan para nada allá donde van. Su pasado ha sido más bien desdichado (hijos muertos, marido machista), y he aquí que cuando cultivando sus tomates y habas Ofelia había logrado una cierta armonía la obligan a irse. Para lo que me queda en el convento... Y Ofelia decide esconderse, rehuir la última lanzadera y cual Robinsona Crusoe, sobrevivir en su casa, en su huerto.

Tiene a su favor una tecnología energética y algo así como una impresora 3D. Tiene en su contra la cadera, los muchos años, el pasado, una cabeza lenta, pero sagaz. Una vieja cabrona harta de todo que oculta su rebeldía permanente bajo una máscara de ovejil mansedumbre.

Las cosas van más o menos hasta que aparece El Pueblo, una sorprendente raza hostil muy atrasada tecnológicamente que, de la noche a la mañana, se da a conocer. Ofelia está llamada a ser la embajadora de los humanos ante esta nueva especie inteligente, la primera con la que se tropiezan los humanos.

Hay mucho de Robinsón Crusoe en esta novela, pero ante todo, lo que hay, es una, por momentos exasperante, aproximación a la mente de una abuela, sin formación, sin ciencia, sin otro ingenio que su armonía y sentido común. Esta es la grandeza de Restos de Población, nos plantea la típica historia de primer contacto, pero en las carnes de una abuela.

La parte negativa es que para meternos en la mente de Ofelia vamos a tener que invertir casi medio libro en un senecto pasa-páginas sin acción, sin trama, sin otra cosa que abuelo viendo crecer la hierba. El retrato psicológico de la abuela es espectacular, acorde a la paciencia del lector. En cuanto a los alienígenas, en líneas generales bien, se peca un tanto de falta de credibilidad que Moon intenta trampear como puede. Hay un buen trabajo filológico, antropológico y mítico (a la hora de pintar el mundo trascendente de El Pueblo). Y no digo más para no destripar un libro. Que recomiendo a aficionados a la CF ya talluditos, interesados en la gerontología y encallecidos lectores de CF, con arrestos para todo.

Porque es un libro que requiere lentitud, paciencia, buena voluntad. A mí el esfuerzo me valió la pena. Tuve paciencia, y como Ofelia, al final me vi recompensado por una novela de primer contacto emocionante, muy bien escrita, distinta, con sus pequeños errores, pero atractiva y gratificante.

martes, 2 de septiembre de 2014

La apasionante derivada bancaria del caso Pujol


No tengo mucho más que añadir a lo ya dicho por mi albacea testamentario respecto a las causas del caso Pujol. Me interesa, sin embargo analizar el ¿por qué ahora?

Si realmente la familia Pujol lleva lustros mangoneando en Cataluña, ¿por qué salta ahora el caso? Es muy interesante profundizar en eso porque creo que estamos ante uno de los más morrocotudos golpes asestados al proceso independentista... Consideren que sostengo que no hay una verdadera ideología separatista en buena parte del rebaño que acude a formar hileras el 11 de setembre... Su independentismo -su capacidad ideológica, en general- es coyuntural, moda de primero de marketing basada en la creencia de que la regeneración democrática (y de la crisis, y de lo malos que son los bancos y tantos otros memes virales) pasa por romper con lo establecido. Y que esa ruptura no pasa factura, es inocua. Anestesiante. Dirías que divertida...

Es claro que el poder político utiliza la corrupción para castigar a sus rivales políticos. El Gürtel es un buen ejemplo. Pero ni con Baltasar Garzón conduciendo la investigación ni con Rubalcaba de ministro, pienso que apenas se arañó un entramado comisionista de tomo y lomo. Quiero decir con eso que en cualquier país democrático investigar corruptelas con testaferros, paraísos fiscales, administraciones, alcaldes que fueron, aforados con mucha mano en los entresijos del poder... se antoja una tarea titánica, que precisa un juez con tesón (o ganas de hacer carrera), demoledoras pruebas... y paciencia.

Y hay que tener el punto de arranque; las grabaciones aportadas en su día por un exconcejal de Majadahonda, por ejemplo.

En el caso de Convergència, Madrid siempre ha estado muy interesada en acumular material. Recuerden, no ya Banca Catalana, sino el inicio del caso Millet-Palau (el vecino de Pujol en la Shangrilá de Queralbs), la constatación de una red mafiosa que es la madre del actual caso Pujol. Archivada por el PP de Aznar en 2002 la primera investigación, fue nuevamente Rubalcaba (estando el PSC de socio de ERC) quien reactivó los cojinetes del Estado en 2009. Allí empieza la caída de Pujol.

Del 2009 a ahora pasa algo que vale la pena destacar, las amnistias fiscales de 2011 y 2013. Retengan ese dato.

Pero el verdadero detonante de la crisis, la condición de posibilidad, es un despecho. En 2009 la "simpática pareja" formada por Victoria Álvarez y Jordi Pujol Ferrusola (el lavadinero del clan) se disuelve. Y no debió quedar muy bien parada Mariví porque en los siguientes meses no para de entrevistarse -en secreto, ma non troppo- con periodistas, líderes del PPC como Alicia Sánchez Cámacho y otra gente. Las entrevistas no quedan en saco roto. En vísperas de las elecciones catalanas de 2013 El Mundo filtra parte de un expediente supuestamente en curso de investigación (y felicito desde aquí a tantos y tantos pelotas que, en aquella ocasión, se lanzaron contra El Mundo) surgido del testimonio de Mariví.

Pero los dimes y diretes de la novia despechada no son una prueba fina. No sirve para armar un macroproceso. La información, eso sí, es canela en rama, sirve a los fines de saber a qué ventanillas acudía Pujol junior. Y llega el movimiento envolvente definitivo. "Alguien" filtra un pantallazo con movimientos en una cuenta del clan en la Banca Privada de Andorra, movimientos que coinciden con los remates para acogerse a la amnistía fiscal...

¿Quién filtra y por qué? Yo no puedo dejar de pensar que en la cúpula de Interior está un catalán, Jorge Fernández Díez, muy bregado en la política catalana. Lo suficiente como para conocer al factotum de BPA, Ramón Cierco Noguer, presidente de la Cámara de Comercio de Andorra y directivo del FC Barcelona. La familia Cierco Noguer, los clásicos guardeses de la pasta en fuga de la oligarquía catalana. Aquí ha habido un trabajo de fontanería fina. Se dice que agentes del CNI presionaron a la familia Cierco amenazando con meter mano en turbios intereses financieros de la BPA en España. Yo no creo en la capacidad operativa de los servicios de inteligencia españoles, la verdad. Y me cuesta casi más imaginarme a un banquero andorrano, cuyo único activo es la lealtad a la oligarquía catalana que le confía los ahorrillos, suicidando su negocio filtrando información confidencial.

¿Quién pues? Opino que Fernández Díez ha pulsado instancias financieras muy, pero que muy opuestas al proceso de independencia catalán. Entidades que tienen mucho que perder y muuuuucha pero que muuuucha mano en los pequeños bancos andorranos de carácter familiar.

Ramon Cierco
Hablando claro, la tripleta formada por La Caixa-Santander-BBVA, o sea, las delegaciones en Españandorra de la gran banca internacional europea. Estos han apretado por encomienda del gobierno a Ramon Cierco o a alguien apretable con acceso a un ordenador donde se guardan los movimientos de toda la familia Pujol. Ellos han servido en bandeja de plata la cabeza de Pujol, a sabiendas que ese es un golpe indigerible para tantos nacionalasnos en fase de arrimo a ERC para "regenerar Cataluña" y participar en un hito histórico. (De paso, haremos un inolvidable favor al amigo Rajoy, que esta es otra).  Match ball.

Lo que no cuadra aquí es la carta autoinculpatoria de Jordi Pujol padre, largando la estúpida historia de una herencia paterna que en veinte años de poder nunca tuvo ocasión de legalizar. ¿Qué has hecho, Jordi? Sin su autoinculpación, el caso de la novia despechada y los pantallazos del BPA hubieran sido dos gotas nás de agua podrida en la laguna de lixiviados que es la corrupción política española. Una prueba fuerte que hubiera acabado con alguna condenilla, allá por 2020, con Pujol criando malvas en su tumba de Queralbs.

Pero ha pasado. Jordi Pujol ha salido a la palestra viniendo a decir, sí, soy un chorizo. Y el unionismo ha tenido, esta vez, muuuucha suerte.

Cosas de vivir fuera de la realidad. Que el pare Pujol tenía sus buenos cuartos en Andorra es algo que, conociendo el percal, no podía dejar de ser. Que Pujol nunca encontró tiempo para legalizar el pastizal, me lo creo... no encontró un tiempo "oportuno", neutro políticamente hablando. Que la hermana no supiera nada de la herencia, también me lo creo (forma parte de los tratos que pare y hereu saldan en la cama agonizante del primero). Lo que tal vez Pujol no imaginara es que su declaración de pecador venial sirviera de palanca para meter mano al vértice de la corrupción política catalana, la familia Pujol-Ferrusola y todo el entorno de capitostes de Convergència i Pudor. Una historia apasionante, que de rebote, va a mandar por el sumidero a CiU, que es lo mismo que decir que al independentismo moderado. ¿Pues quién es lo suficientemente tonto para salir a la calle a pedir la regeneración del país cuando en la primera fila están los ladrones confesos? No crean, alguno quedará de la CUP y los patriotas de ERC de toda la vida... Pero el verdadero rebaño de borregos del catalanismo moderado, independentistas de última hora, burros sin remedio traga bobadas de TV3 y la RAC,  tarde o temprano empezará a pensar. ¿Estaré haciendo el primo? Y eso es lo que importa.

Hoy son menos gracias a Pujol. El año pasado por estas fechas 1.6 millones de catalanes, según las telegénicas cuentas de la ANC, planchaban la banderita prestos a formar cadenitas, que a su vez, no eran más que el aperitivo de la Gran Movilización de la fecha mágica del 11-9-2014. Esta era la definitiva, la final... Y resulta que a una semana de la borregada la ANC advierte que no llegan a 300.000. TV3 está que arde y apela al argumento definitivo: En Madrid se reirán si no llegamos al millón. ¡Eso no debe pasar jamás o moriremos como país!

Sin embargo es en La Caixa donde realmente rilan de dicha. Han soltado la primera colleja y mucho me parece que no harán falta más. El dinero es más cobarde que los mismísimos conejos, pero pesa. Jorge Fernández Díez se ha ganado el sueldo, vaya que sí...


viernes, 15 de agosto de 2014

La Ciudad y la Ciudad, Iris y otra

De China Mieville, La Ciudad y la Ciudad. El planteamiento se me antoja, cuando menos, original. Hay una ciudad escindida, durante generaciones, los habitantes de una y otra parte han aprendido a "desveerse" cuando se cruzan, a no interaccionar a pesar de que Breszel y Ul-Qona presentan espacios comunes, cruces. ¿Por qué? Mieville no explica porqué. Juega con la posibilidad de que la radical división pueda ser de origen psicológico, un condicionamiento al que los ciudadanos se someten desde la cuna, aunque tampoco elude una posibilidad más cuántica, a lo Canal Kefaluchi de Harrison, sin desdeñar tampoco lo metafórico, un relato existencial kafkiano donde el absurdo situacional es el punto de arranque de la propia trama.

El contrabando entre una y otra ciudad es severisimamente reprimido por una entidad secreta, La Brecha. Ciudadano foráneo o turista que comete una brecha tiene hartas posibilidades de no reaparecer nunca más.

Y en este marco se desarrolla una buena historia policial. Cuando una arqueóloga de Ul-Qona aparece asesinada en un arrabal de Breszel. Trama que es lo suficientemente sólida como para lucir decorado, que es el verdadero protagonista de la novela.

Original, bien resuelta, bien escrita... Pero novela un tanto fría. Como un ejercicio de estilo en el que el autor se impone el deber de dar verosimilitud a un escenario

Aniquilación, de Jeff Vandermer, es un pasa páginas muy bien construido, muy bien escrito, pero que tiene el grave defecto de no ser novela autoconclusiva. Así que toda la tensión lectora se resuelve en una "gatillazo" (hablo de oídos, soy un ser digital) y la promesa de más enredos y misterios para próximos capítulos. Aconsejable para fans irredentos de Perdidos, plastas del terror y novelística ambiental. A destacar, lo bien que escribe el autor, que no es poco.

¿De qué va? Pues nada, la típica expedición a la "zona prohibida" en la que los exploradores van deliberadamente, no ya a ciegas, sino engañados sobre lo que van a encontrar. Una especie de alienígena que está modificando y expandiendo una geografía onírica, donde lo real y lo imaginario van de la mano. Pero ya les digo que esa es mi interpretación inicial. Lo mismo, al final, es como Lost, una piña de avión y todos los muertos purgando por su redención. Lo mejor, sin duda, el punto de vista de la protagonista. Frío, desapasionado, loco...

Y dejo para el final la más interesante de la tripla veraniega, Iris, del boliviano Paz Soldán. Estamos ante una epopeya en la onda de la ciencia ficción política. Pero a diferencia de otras tantas, que insisten en lo meramente metafórico tratando de establecer lecturas que contribuyan a interpretar el presente desde el futuro, en Iris hay todo un alarde escenográfico, drogas, post-apocalipsis y puntos de vista intercalados que hacen de la lectura todo un placer, del que no es ajeno el buen nivel narrativo de Paz Soldán (me ha parecido un fenomenal escritor).

Iris es una región podrida por radiaciones y dejada de la mano de Dios. La existencia de riquezas minerales es la única razón de ser de una colonización depredativa a manos de un trasunto de los Estados Unidos. Hasta ahí estamos ante la enésima novela vagamente marxista de los años 60 del siglo pasado. Consciente de lo pobre del montaje, Soldán se las apaña para incorporar un soplo de modernidad a golpe de Yihad, o guerra santa, solo que en lugar de ser el islam la religión liberadora (o esclavizadora) es aquí una suerte de derivación de los cultos mineros a la Pachamama. Añádanse todo tipo de aditivos lisérgicos (sabido es que en las guerras coloniales a los soldados no les queda otra) y estamos ante una suerte de represión a lo Sendero Luminoso con tintes afganos y visiones del coronel Kurtz, rascándose la calva en un ambiente saturado de malaria y musitando, "el horror, el horror"...

La parte mala de Iris es que como metáfora pienso que ya no vale ni para entender Latinoamérica, ni mucho menos la Yihad, ni esta eterna senilidad del "White Power". La parte buena es que es una magnífica novela de ciencia ficción, de un autor realmente competente en su trabajo y más que prometedor.

Ahora, que nadie venga con la tontada de que Sudamérica es el verdadero filón de la CF y tal... No... Eso es una pura obviedad cuantitativa.

Cuídense, y reciban un cordial saludo de esta IA, que lo es...

martes, 20 de mayo de 2014

Nanotratado sobre 2666


Al terminar 2666, de Roberto Bolaño, uno se queda con esa sensación de orfandad. ¿Qué leeré ahora? Y es que estamos ante una novela torrencial, inmensa, de las que te hacen disfrutar y aprender. Literatura de la buena, de la que apenas se publica.

Sin embargo, no puedo dejar de compararla con Los Detectives Salvajes, novela que me gustó más. Luego digo porqué.

2666 son cinco novelas en una aglomeradas por un universo literario muy particular, con mil claves y leitmotivs surgiendo de improviso como una emboscada en una jungla de palabras. Eso hace que las cinco novelas compartan un mismo ADN. En este sentido, felicitar a Anagrama por, pasando del parecer del autor, servir las cinco historias en un mismo volumen. En efecto, es la misma agua de un mismo río. De hecho, y salvo los Detectives, las otras dos obras de Bolaño que he leído -III Reich y Los Sinsabores del Verdadero Policía-, se me antojan ahora partes perfectamente intercalables en 2666. Esa es la magia de Bolaño.

Hablamos de leitmotivs, de un universo común. ¿Cuál? Ardua pregunta. ¿Cómo caracterizar el universo de Bolaño? Este esfuerzo me sobrepasa, se precisarían unos críticos tal que Pelletier, Espinoza, Morini y Norton para empezar a vislumbrarlo.

Nihilismo

Pero allá vamos. En primer lugar, el tema central es el tema central de la literatura del XX (la portátil, en términos de Vila Matas). La confrontación del individuo contra el sinsentido de la existencia.  Todos los personajes importantes de 2666 (los que sueñan) están en ese castillo kafkiano en el que todo parece llevar al mismo sitio, o sea a ninguno, o sea al sexo. Frente a esa sensación de desamparo surge, a lo Schopenhauer, la literatura como una posible solución al enigma. Al final, de lo que se trata, parece decir Bolaño, es conseguir la Puta Obra Maestra.
Naturalmente ese desamparo se percibe mejor cuando vives en el infierno, ya sea el frente oriental de Reiter-Acimboldi, ya en Ciudad Juárez-Santa Teresa, donde la corrupción, desidia secular, intereses contrapuestos y machismo feraz encuentran un chivo expiatorio en la depravación más abyecta. El homicidio con tortura y violación de niñas-adolescentes-mujeres. Como dijo Bolaño, es como si para escapar del aburrimiento existencial solo quedara una alternativa: el mal.
La literatura y la vida se entremezclan de un modo irracional y salvaje, con apabullantes apariciones de lo onírico que, paradójicamente, iluminan la situación; la ordenan y comprendes (o crees que comprendes o deberías comprender).

Humor

Sostengo que todas las obras maestras, todas sin excepción (obviamente no considero a Kafka uno de los grandes) están preñadas de sentido del humor. De Joyce a Proust, de Cervantes a Homero. 2666 no es una excepción. Por ejemplo, el retrato que se nos hace del mundo académico es de una socarronería desarmante. El mundo policial de Santa Teresa, ni les cuento. Hasta la extraña vida de Reiter va punteada de momentos hilarantes, corrosivos, donde se diría que Bolaño fija una mirada sarcástica –a lo Cèline- sobre el mundo.

México

¿Y dónde mejor que en México? ¡Qué extaño país, ¿no es cierto?!  México es a Bolaño lo que Macondo a García Márquez. Sus élites pretenden el empaque de la vieja Europa, sus clases populares el lustre del vecino norteño. El resultado es un macrocosmos único y salvaje. Adorable y repugnante. Donde se venera a la Santa Muerte y se beben licores aromatizados con gusanos  venenosos. (Pag 761, ed.2004). “Primero tratas de mejorar desde fuera, luego crees que si estuvieras dentro las posibilidades reales de cambio serían mayores. Al menos uno cree que desde el interior va a tener más libertad de acción. Falso. Hay cosas que no cambian ni desde afuera ni desde dentro. Pero aquí viene la parte más increíble (y me da lo mismo que sea la historia de nuestro triste México o de nuestra triste Latinoamérica). Aquí viene la parte in-cre-í-ble. Cuando uno comete errores desde adentro los errores pierden su significado. Los errores dejan de ser errores. Los errores, los cabezazos en el muro, se convierten en virtudes políticas, en contingencias políticas, en presencia política, en puntos mediáticos a tu favor. Estar y errar es, a la hora de la verdad... una actitud  tan congruente como agazaparse y esperar. No importa que no hagas nada, no importa que la riegues, lo importante es que estés. ¿Dónde? Pues ahí, donde hay que estar. Así fue como yo dejé de ser conocida y me hice famosa”.

Metaficción

Bolaño es la culminación, a mi modesto entender, de este subgénero literario en el cual lo literario y lo existencial juegan a diseñar laberintos. Lo primero que se lee en 2666 es “La primera vez que Jean-Claude Pelletier leyó a Benno von Arcimboldi...” Ahora bien,  a calidad de la metaficción es el material literario de partida, en este sentido, nadie parece haberse abastecido de mejor munición que Bolaño. Bolaño todo lo ha leído, narrativa magufa sudamericana (ese zumbado que sostiene que los aztecas son una raza extrarrestre), la ciencia ficción estalinista, poesía rumana tardo romántica, rusos, alemanes, rancios españoles de los 70, rarísimos poetas alejandrinos...  Y así... Superbolaño: un tipo capaz de escribir sin fichas ni wikipedias la historia de la literatura universal empezando por Andorra y acabando por Zimbawe. Pasmoso. Eso en cuanto al contenido, en cuanto a la forma, y como Cervantes, Bolaño y pocos como Bolaño saben convivir con los dialectalismos, con los diferentes niveles coloquiales.

Vale, me hago cargo que, en el fondo, es un sistema, un truco, una manera de narrar... pero ¡Santa Madre de Dios!... Es que al lado de Bolaño, grandes lectores como Vila-Matas parecen alumnos de la ESO. Parecen.

¿Cómo concibe Bolaño la literatura?

Un episodio altamente bolañoso. Quien marca la pauta, quien sienta las claves de la teoría literaria subyacente en 2666 es el viejo novelista fracasado que vende su máquina de escribir al joven Arcimboldi. El que te da la herramienta, el dios creador de este universo. Un oscuro librero centroeuropeo.

Nos dirá que la literatura es un inmenso bosque de árboles que ocultan las Grandes Obras Maestras. Cada libro es un pino, un árbol más, escrito por uno que cree escribir lo que escribe, siendo en realidad que escribe al dictado. Novelistas más o menos aseados, correctos, hasta interesantes pero que en rigor, no dicen nada propio. Pues no es su alma la que se nos revela en sus escritos. Sin embargo, tienen un papel trascendental en el Plan Literario Final (como suena a Vila-Matas esto): la ocultación. Y es que la literatura es un bosque de papel, necesitamos esa frondosidad como contexto de lo sorprendente, del lago que repentinamente se abre junto a un río de belleza insoportable, de la quebrada que se desploma, del árbol gigante caído que, de improviso, topamos en el camino. Estas panorámicas carecerían de sentido sin la modesta aportación de jornaleros peores y mejores, mediocres todos. A los que podemos odiar o querer, difícilmente recordar.
Naturalmente, la pretensión de Bolaño, como escritor de casta que es, es construir él mismo ese paisaje sobrenatural en medio del bosque. A ello dedicó su vida y pienso que lo consiguió. El árbol de Bolaño es diferente, muy alto y con cuajo, de ramas cargadas de flores blancas y negras.

2666 versus los Detectives Salvajes

No sé si 2666 conseguirá algún día ese estatus. Pienso que Los Detectives Salvajes se aproxima más a ese ideal. La razón es clara: artificio.

Aún teniendo la increíble capacidad de fabulación de un Bolaño, no es lo mismo fabular sobre una historia oída que sobre una vivida en carne propia. No es lo mismo el memorial del guerrero que sobrevive a la guerra que la historia del guerrero recreada por su fabulador. En la segunda queda siempre un poso de artificio. Es la distancia que hay entre testimoniar y documentarse. Por ejemplo, el menage a trois de los críticos arcimbolianos es harto revoco, hay que leerlo en clave metaliteraria para que funcione. Lo mismo el del redactor negro metido de gañote en una pesadilla de coca y mezcal. Algo mejor las vivencias bélicas de Reiter (se nota que ahí la documentación fue, sencillamente, bestial, solo al alcance de un gran jugador de rol).

Esto en los Detectives no pasaba. En los Detectives, Bolaño reportajeaba el tránsito por el underground de toda su quinta, un tránsito que él mismo padeció y disfrutó. Es la veracidad, la distancia existente entre lo documentado y lo vivido. Por eso me gusta más los Detectives... Es parecido, horas y más horas de metaficción, pero el sustrato es tierra de primera calidad, hecho con el estiércol acumulado en el paso de la adolescencia a la madurez.

Un final precipitado

Y luego está el final. Acelerado. Como si el autor se dijera, bueno, vamos a acabarlo de momento y luego ya lo cerramos todo como Dios manda. No es que esté mal, nada de eso. Es formidable. Pero se nota que se ha dejado cosas en el tintero, muletas con las que acompañar el último pase, por ejemplo, la conexión entre los sueños de Haas y Reiter-Arcimboldi, que se quedan suspendidas en el aire, como una promesa de salto de trampolín que al final se aborta en la pasarela.

Tampoco se puede pedir más al mártir Bolaño. Él mismo pagó un precio salvaje por perseguir a esa hija de puta llamada “gloria literaria”. Donde otros mejores que él se rindieron, pasando a engrosar la lista de acomodados, él siguió erre que erre hasta el final. Pero hay desaliño en el apresurado cierre de la historia, como si al presagio de la Parca, Bolaño quisiera resarcir a los suyos por tantos y tantos sacrificios con una última novela coherente que le asegurara royalties por un tiempo. Como siempre, la vida y la literatura van de la mano.

Nuestro protagonista se encuentra en una heladería con un viejecito. El viejecito le explica que toda su fortuna se remonta a un bisabuelo suyo, un literato meritorio, hoy olvidado, protagonista de una vida de aventuras. En su madurez, y para ir tirando, regentó una heladería cuyos helados son hoy un icono mundial. De los poemas del bisabuelo nadie se acuerda.

Ingrata hija de perra, la literatura. ¿Eso nos quiere decir Bolaño? ¿O qué al final, y gracias a un bagaje de lecturas y aventuras, el bisabuelo supo crear un producto excepcional, humilde tal vez, pero capaz de vencer al mismísimo tiempo? ¿O las dos cosas? ¿O nada?

Lo dudo.

Solo sé –para terminar- que me descomponen los buenos lectores que me dicen, “no me atrevo con Bolaño”. Los comprendo y, en parte, los compadezco. Ellos buscan en el libro una identificación con un protagonista; a través de la conexión mental que permite el lenguaje vivirán las aventuras del otro, y ya está (que no es poco, si se hace bien). Por así decir, lo que ellos buscan en un bosque es un árbol confortable a cuya sombra sentarse y deleitarse de la espesura, tal vez sestear a la temperatura ideal, a la luz ideal. Me parece muy bien. Pero los buscadores de tesoros los miramos condescendientes, como si de repente midiéramos seis metros. No es eso chaval, no es solo eso... Si te quedas a sestear a la sombra del árbol, nunca llegarás a la gran catarata.

Y con este holderliano pensamiento me despido de ustedes, para, barrunto, otra larga temporada.
De momento-y tras algún tropiezo (por ejemplo, qué malo es  Henry James y qué bueno Sandor Marai; otro tropiezo, me he quedado sin ciencia ficción) ya he solventado la pregunta con la que empecé. 20 Años Después, de Alejandro Dumas. Sensacional.