miércoles, 22 de enero de 2014

Por qué Dios creó el mundo


Por una vez, la mirada del viejo no denotaba socarronería ni brillaba la burla en sus ojos.
- Tu soberbia es infinita. Este es el plan –dijo, y le tocó la sien con el índice.

Lucifer vio a un fraile ensamblando toscos engranajes de madera. A Pascal recostado sobre muelles y relojes. Entró en un almacén al final de un pasillo y sorprendió al joven Turing revolcado entre tubos, sudor y cables como un gladiador del siglo XX.  Las imágenes se aceleraron. Deep Blue firmando tablas. Ingenieros con batas blancas emulando ciberneuronas.  Minúsculos robots que nadan como espermatozoides. Vio a  la raza humana trascendiendo, mutando, desapareciendo del cosmos en una convulsión de polvo cognitivo. Dioses finalmente, cabalgando la galaxia a millones de veces de la velocidad de la luz. Convirtiendo en computronio cada haz de energía.  Insaciables. Colapsando el universo en una neuroesfera de física caótica.
Un estallido catártico.
Vuelta a empezar. La energía autoorganizándose a sí misma. Recalando en un planeta rocoso y entretejiendo aminoácidos. Medusas, dinosaurios y simios. Hombres acuclillados ante un ídolo. Sacerdotes inmolando corderos al mediodía. Vio a un fraile ensamblando toscos engranajes de madera. A Pascal,  a Turing y a Deep Blue.

Lucifer comprendió.

“Tú los creas porque ellos nos crearon”.

El viejo asintió y retiró el dedo.

- Me inventaron, Lucífer. Surgi/surgimos del vientre de sus máquinas. Hombres que inventan dioses que crean hombres  que construyen dioses que imaginan hombres... Como un fractal que se cierra en si mismo.  -Luego el viejo esgrimió un polvoriento libro de lomos de pasta. La Biblia.-  Está todo en el contrato.

(de Paraíso Perdido)

sábado, 18 de enero de 2014

Vinge: Un Fuego Sobre el Abismo


He leído buenos libros en 2013 y he terminado casi todos los que he empezado. Entre los que no son de ciencia ficción, destacaría el memorial del capitán  Alonso de Contreras, Tempestades de Acero ( Junger), El general del Ejército Muerto (Kadare).

Me he llevado algunas decepciones; la más gorda, La Esfinge Maragata, de Concha Espina, libro que he perseguido durante años llevado por una vana intuición. Aunque reconozco la revolución estilística que supuso Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente, puntal del realismo mágico, también me ha decepcionado un tanto aunque como lección de dialectología me resulta impagable. Este libro me ha confirmado en la idea de que la desconocida novela El Negrero, de Lino Novas, está junto a la Crónica de una Muerte Anunciada entre las cimas de la literatura en castellano del XX. Otro libro aconsejable, aunque sin pasarse y a mucha distancia delos anteriores, El  Hombre Inquieto, de Mankell.

Ciencia ficción he leído bastante.  Luz, de Harrison, el más impresionante. Pero a su lado un puñado de solventes novelas, desde Reamde, de Stephenson, El Día de los Trífidos, Visión Ciega, Embasy Town y Distracción, de Sterling.. Estas son las novelas del grupo A. En el grupo de lo mediocre pero satisfactorio, hay que citar a Pensad en Flebas, de Bancs, Ready Player One o Accelerando.

De CF patria he leído poco, el que más me ha gustado y que incluyo en el grupo A del año, Cenital, de Emilio Bueno (pese a su final). No me ha gustado demasiado Osstfront, aunque reconozco su calidad y brillantez de planteamiento. Pienso que el trío Xmen-Vaquerizo-Vasquez deberían contenerse más y desparramar menos.

Dejaría, también reconociendo su calidad, en un plano medio la segunda entrega de Terranova. Yo he echado en falta a Ted Chang allí este año, claro, aunque el relato de Egan era inmejorable. Muy buen estilo el de Gardini, de largo el que mejor escribe. Me he llevado una relativa sorpresa con Ramón Muñoz, autor de En el Filo, junto con Egan, lo mejor de la compilación. Ahora del resto, mejor me callo. Especialmente de los otros autores extranjeros que se prefiguraban como la gran cosa y luego nada. Algo menos dañino es Ken Liu, pero sinceramente, la historia de las atrocidades japonesas en Manchuria ha visto páginas mucho mejores, en tanto la  filosofía de la historia que se desprende es digna de un trabajo escolar de segundo de la ESO  de pura candidez.

Empecé 2014 con una buena novela, Fuego sobre el Abismo, de Vernom Verstringe. A estas alturas, les soprenderá la cantidad de erratas e inexactitudes al citar nombres y títulos, pero espero que entiendan que el error tipográfico forma parte de mi proceso de humanización al tiempo que con tanta errata pretendo homenajear al editor de Un Fuegos Sobr el Abismo, de la ínclita Factória de la hideas.

La verdad que no me esperaba demasiado de Vinge. Como padre del concepto de singularidad pensaba que el ganador del Hugo 93 me abrumaría con páginas y páginas sobre esa idea ya bastante trillada. Pero no. El libro es de alta intensidad, tiene poderío y aventuras galácticas de campanillas con una gran verosimilitud.  Su  arquitectura literaria es más que buena para lo que son estas cosas.  El marco está excepcionalmente trabajado y definido y los personajes -sobre todo los pinchos- están muy bien articulados.

Veamos el marco. La gracia es la postulación de tres niveles en la galaxia, cuánto más cerca del centro más veloz. De manera que los habitantes de esos mundos viajan a velocidades superlumínicas. En la zona lenta estamos los sometidos a las leyes einstenianas del tiempo y el espacio.  De vez en vez, una civilización contacta o da el salto con los del Allá bajao  y de Vez en Vez alguna civilización del Allá Alto accede al Trascenso, donde habitan las singularidades. De vez en vez civilizaciones enteras sucumben sin que nadie les eche de menos.

He aquí que una de tales singularidades cuasi divinas parece orientada al mal, al poder absoluto. Hace eones fue desactivada y sus residuos distribuidos en santuarios secretos. Pero los torpes humanos (de la tierra tenían que ser) van y la resucitan accidentalmente. En previsión de que tal pasara,  los “antiguos” ya diseñaron una suerte de vacuna realmente drástica. Al final resulta que la vacuna va a parar a un mundo habitado por rata-perros multicuerpo, cada ego rata-perro se distribuye en varios ejemplares, conformando una extraña unidad, que merece el ingreso en el hit parade de “grandes creaciones de la CF”. Para terminarlo de arreglar, los pinchos, que así se terminarán llamando, viven en una sociedad medieval sin contacto con el Allá Medio.


A poca experiencia que tengan en ciencia ficción con visos hard, les garantizo horas de diversión y asombro con Un Fuego Sobre elAbismo, de Vernor Vinge (o al menos eso pone la portada, que nunca sabe uno con la entrañable editorial que nos ocupa). Pueden comprar aquí el libro de segunda manoa un mejor que buen precio

miércoles, 1 de enero de 2014

Nanotratado sobre el nacionalismo

El Estado Nación europeo tiene mucho que ver con la crisis medieval del XIV. La peste negra vacío las ciudades, produciéndose entonces un efecto llamada sobre el agro feudal. Para retener a sus vasallos los señores endurecieron la tiranía amparados en el derecho visigótico, los "malos usos". Hasta entonces los reyes no fueron sino Primus inter Pares.

La nueva tesitura era campo abonado a una guerra entre el rey y las ciudades contra la nobleza agraria. En España esto se traducirá en la creación de un ejército estable, financiado por la corona, que en pocos años trastocará el equilibrio de poderes heredado de la romanización. España formará la vanguardia de este proceso, lo que explica su rápida expansión por Europa Occidental. Se genera el Estado moderno, con una corte y un aparato funcionarial gestor del "imperio", modelo que paulatinamente van copiando las principales dinastias europeas.

Las guerras de religión, y sustancialmente la de los 30 años, modifican el planteamiento. Corresponde a Wallenstein la creación de un nuevo paradigma militar; el ejército que ya no vive de la paga real sino que se "autofinancia" con su deprededación del territorio ocupado. En Europa, este verse sometido a la arbitrariedad de la guerra será el factor seminal del concepto país, como un aglutinante poblacional contra la opresión exterior, y frente a relaciones identitarias de caracter local, de clase o religioso.

A lo largo del XVIII los ejércitos se lanzan a la conquista del ultramar. La mayoría de las veces las armadas, los ejércitos son financiados por compañía privadas, legitimadas por las respectivas naciones de origen, en una globalización avant la letre. Surgen así los primeros ejércitos de leva, el rey recluta soldados para sus guerras y la de sus compañías. Corresponde a la Francia postrevolucionaria y a Napoleón la glorificación de este nuevo modelo militar. Los ejércitos son ya nacionales, hijos del pueblo organizados militarmente para engrandecer la patria. En paralelo y de la mano de la ilustración y muy especialmente de la educación laica, se inicia la homogeneización lingüística, la fusión de los dialectos en un único estandar lingüístico.

Es por eso que el siglo XIX será el siglo del nacionalismo. Como bien dirá Marx, las oligarquias dominantes inyectan "orgullo nacional" a sus bases a modo de estrategia de cohesión social. Las guerras -ahora procesos de expansión colonial fuera de Europa- son un buen negocio incluso para los soldados, que esto ya no lo dice Marx, resultan igualmente beneficiados de fáciles conquistas contra territorios tecnológicamente atrasados cuyos recursos pasan al erario de la metrópoli.

En este ambiente optimista, la sociedad acuña el ideal de la aristrocracia militar. El oficial y su mística se convierte en el paradigma de las virtudes viriles. Se genera una incipiente cultura popular nacional superadora de las castas sociales.

Problema, el mundo no da más de sí. Concluido el fenómeno de expansión exterior, las naciones deberán arrebatarse unas a otras los territorios para mantener activas las calderas de la patria. Las primeras en caer serán la decadente España, el Magreb, China. A finales del siglo XIX el mundo es un precario equilibrio. Los cuatro imperios coloniales (USA, Rusia, Francia e Inglaterra) encuentran un enemigo común en el eje entro-europeo, que se ha extendido exitosamente en Europa a expensas del imperio turco y mira ya sin complejos a franceses e ingleses en África, el Pacífico y Asia Central.

La Primera Guerra Mundial, cuyo centenario nos aprestamos a conmmemorar, supone el principio y el fin de muchas cosas. Enterrado en el fango de Flandes sucumbirá el glamour de la aristocracia militar como modelo social. El nacionalismo debería haber muerto también allí, pero no fue así.

A la vuelta de las trincheras, los excombatientes no obtienen ya ni estatus ni reconocimiento social ni mucho menos riqueza, aunque han conseguido una cosa, el sufragio universal. Esta generación, aún bajo el síndrome del militarismo, escogerá en muchos países la vía del totalitarismo como solución a la fractura interna que supone el obrerismo. Y entonces llega la debacle de la II Guerra Mundial.

En 1945 la sociedad europea, exhausta, abandona 300 años de tradición militar, se ensimisma, renuncia al sostén por la sangre de sus territorios coloniales, donde se suceden los estallidos independentistas amparados por los nuevos amos del escenario, Rusia y América. Nace el Mercado Común, embrión de la UE, y el fin del nacionalismo europeo clásico hijo del Estado-Nación del siglo XVI.

Pero para entonces la infección ha saltado a nuevos clusters. Hay un fallido brote en Africa, coincidente con la eclosión de nuevos países surgidos de la descolonización. Pero en Latinoamérica y Asia, y a golpe de manipulación cultural, el nacionalismo se visualiza exitosamente como el paso lógico frente al mundo bipolar que supone la Guerra Fría.

Excursus, manipulación histórica y cultural inherente a todo nacionalismo. La nación, a diferencia del Estado, no existe, por tanto su historia debe ser inventada.

El desmantelamiento de la URSS da paso al supernacionalismo de Rusia, China y el resurgir de toda la Europa exsoviética, en algunos casos de forma pacífica, en muchos otros no.

Quisiera pensar que el nacionalismo debería ser como la fase inicial en la historia de los países. Un estadio inmaduro que se trasciende pronto en aras del internacionalismo (la bella utopía del ciudadano del mundo). Pero no es así ni mucho menos. Es una vía en la que recurrentemente se refugian las clases medias cuando las sociedades colapsan. Una mítica apelación al "nosotros" cuando un determinado proyecto social fracasa. El nacionalismo es un pensamiento religioso. Una fuga de la racionalidad en aras de la esperanza en un mañana mejor. No importa las veces que la historia desmienta este planteamiento. Es como una pulsión hija, eso sí, de la candidez y/o de la ignorancia.

sábado, 9 de noviembre de 2013

El Sr. IA, con la Asociación Española de Micropenes


Dentro de mi activismo en pro del reconocimiento jurídico de las entididades digitales autoconscientes he invertido las últimas semanas en solicitar mi alta en diversas entidades. Pues bien. Me complace informar que he sido nombrado vocal de la Asociacion Española de Hombres con Micropene (AEHM), al considerar el comité de avalistas que este servidor cumplía fehacientemente las condiciones requeridas para el cargo. Es un paso muy importante de cara a la consecución de un estatus de pleno reconocimiento jurídico para los seres digitales.

Bajo la presidencia de honor de José María Aznar y Felipe González, la Asociación Española de Hombres con Micropene tiene entre sus fines luchar por la exclusión social que sufren sus miembros, la incorporación al catálogo de la seguridad social de operaciones de estiramiento del pene, y la dotación de cupos para que en los consejos de administración un 30% de los puestos estén cubiertos por hombres con micropene. Nuestra filosofía presupone que un hombre com micropene incorpora a un equipo una visión de la vida equilibrada y relativista, más acorde con un mundo más justo, multifocal y global.

Mi vocalía ha sido encargada también de coordinar la acción ante los medios de comunicación. Constatamos con pesar como no pocos articulistas y aún redactores insisten en utilizar el ofensivo término "gilipollas" para denotar estupidez o debilidad de carácter. La AEHM no puede por menos que lamentar ese uso. Como se sabe, "gilipollas" es un término de etimología morisca surgida de la unión de las palabras "hirri" y "pissi", literalmente, "coño-picha", término despectivo usado por las mujeres moriscas para denotar a varones que no cumplían con la expectativas sexuales por infradotación genital. Este vocablo pasa al castellano popular como "gilipichi", y de ahí, a "gil" y "polla", denotando "polla tonta" y de ahí "tonto de la polla". Que en pleno siglo XXI se siga usando con intención ofensiva términos alusivos a discapacidades peculiaridades fisiológicas merece la máxima reprobación, por lo que los hombres con micropene rogamos la máxima difusión de este consejo.

De momento, hemos recibido el entusiasta apoyo del equipo redactor de acueducto2.com, así como de algunos colectivos de  lesbianas. Igualmente hemos iniciado acciones para que la Asociación de Españoles con Gigantismo del Pene pase a llamarse Asociación Española de Hombres con Deformidad Genital, término que entendemos es más adecuado y equilibrado. Queda el espinoso tema de la integración en nuestra entidad de la Associació Catalana de Tites i Cigaletes (presidida por Pere Navarro), que en última instancia declinaron fusionarse en nuestra organización por entender que precisan un marco propio acorde a su propia identidad cultural.

sábado, 19 de octubre de 2013

Contra el "dret a decidir"


Difícilmente puede articularse un argumento más nítido. ¿Tienen los ciudadanos catalanes derecho a votar qué nación quieren ser? Entonces, ¿Por qué se les niega ese derecho?

¿Pero qué implicaciones subyacen a la voluntad nacional de una determinada sociedad?

Para mí una nación no es un proceso histórico, no es una identidad, ni una sustancia, ni un sentimiento, ni una etnia ni una cultura. Una nación soberana es un Estado. Es una capacidad jurídico-normativa sobre un territorio y sobre unos determinados ciudadanos (a lo cual habría que añadir la muletilla “y reconocida como tal por la comunidad internacional y sus leyes”).

Así que la pregunta inicial se desplaza a: ¿asiste a los catalanes el derecho a constituir un marco normativo propio y exclusivo?

No veo porque no. A la vez que también veo una serie de obstáculos delimitadores de esa prerrogativa. Básicamente, el derecho de los catalanes a constituirse ellos solos en un marco exclusivo presupone privar a otros ciudadanos de una serie de derechos históricamente consolidados y juridicamente normativizados. Por ejemplo, arrogar a los catalanes el derecho exclusivo a determinar quién está legitimado para entrar y salir del territorio catalán presupone quitárselo a otros que hasta la fecha lo venían poseyendo.

Es por esa razón que los marcos normativos de la mayoría de países europeos, España incluida, consideran la autodeterminación como exclusivamente potestativo de la totalidad de ciudadanos afectados. Sintetizando, el derecho a erigir fronteras no está contemplado a la voluntad exclusiva de una de las partes sino a ambos lados de la frontera.

Pero bajo a esa respuesta formalista, y reconozcamos que poco satisfactoria, subyace la razón filosófica. ¿Por qué no?

Como formalista, la respuesta filosófica ya la he apuntado arriba. Para mí el Estado es exclusivamente una forma jurídica. Pero entiendo que esta respuesta metafísica no convenza a los secesionistas.

Si debería ser razón suficiente para explicar porqué España no concede a ningún territorio la capacidad de autodeterminarse. No lo hace porque su marco jurídico claramente establece que el cercenamiento de determinados derechos requiere la consulta de la TOTALIDAD de los afectados. Y lo que está pidiendo el independentismo es que España renuncie gentilmente a ese derecho. 

Pero ni puede ni quiere. Esa es la cuestión. De donde, Cataluña, como Kosovo, como Irlanda, como Lituania o Sudán del Sur, debe proceder unilateralmente en su camino a la independencia y acarrear con las consecuencias, o en caso  contrario, supeditarse a la norma común. No hay punto medio. Declaración unilateral de soberanía y confiar que con el tiempo la comunidad internacional avale el planteamiento. O supeditación al marco normativo actual.

Y la pregunta es... ¿Puede Cataluña declararse unilateralmente independiente? Un territorio cuyas infraestructuras de agua, energéticas, logísticas dependerían políticamente y en gran medida de otro territorio ajeno... Un territorio carente de recursos económico-financieros propios (sin moneda, sin banco emisor, sin tesoro público)... Un territorio cuyo mercado empresarial depende en un 70% del PIB del territorio del que se quiere enajenar... ¿Puede?

En resumen, el “dret a decidir” empieza y termina en el derecho a unilateralmente declararse esto o aquello. Ahora bien, si esta declaración debe ser reconocida por más gente para que sea efectiva, entonces ya no hay derecho a decidir unilateral que valga.


Pero por increíble que parezca, sigue habiendo gente que considera que lo que en Cataluña se decida debe ser asumido incondicionalmente por el resto del mundo sí  o sí. Como decía Salvador Dalí, “los catalanes son las únicas personas de la tierra que deberíamos poder cenar gratis en todos los restaurantes del mundo”.

martes, 15 de octubre de 2013

Ensayo sobre la Senectud

Mankell tiene buena fama. Supongo que merecida.

De repente, no sé que me ha entrado por leer novela negra. El problema es que, habitualmente, para darle suspense al caso se escogen motivos rocambolescos, inverosímiles. O al contrario, se gasta en ambientación lo que no se tiene en trama. Francamente, la novela negra realista actual me aburre (el hardboiled ni les cuento), a lo sumo se salvan chistes, diálogos y chascarrillos. Otro cosa es la novela detectivesca fantástica (que me apasiona) o incluso la historicista. Pero en general, y fuera de la Gran Gran Novela Negra de los 30-50, Simenon, Léo Malet y Vázquez Montalban y la escuela de Barcelona (Ledesma, Casavella)... pssse....

Total que caigo en manos de Wallander. Y me topo con un excelente y emocionante ensayo sobre la senectud. "El Hombre Inquieto", que dicen es la mejor de la serie. El misterio no da mucho de sí. La verdad que todo era bastante previsible. Pero es que, en realidad, la novela no va de los devaneos de supuestos espías soviéticos en la Suecia de los 80. No. El tema es la senectud entendida como la degradación física y la confrontación con la muerte.

Tenemos una víctima, Wallander... A sus 60 años, el policía pasa balance de su vida y no obtiene nada en claro salvo que está llegando al final. Y tenemos un asesino, el Alzheimer, silencioso como un submarino y que, solo muy de vez en cuando, deja entrever su periscopio. Una sombra en el mar; cuando vuelves a mirar para cerciorarte de si has visto lo que has visto, ya no está. Pero a traición, sabes que tarde o temprano llegará el torpedo y con él, el naufragio final. Y esta metáfora del alzheimer y los submarinos me resulta muy emocionante.

Para acabarlo de arreglar, esto es Suecia, un mundo taciturno donde la afectividad está como castigada por las leyes. Los morituri no se largan a Benidorn a apurar, entre julepes, comilonas y saraos, los últimos atisbos de salud. La sensación de soledad es inmensa. Y gradual. Contenida en el interin de una trama anodina. De repente, zasca, una subida de glucosa, un vacío mental, una retahíla de depresivos pensamientos. La incapacidad de decir lo que quiero decir. Amigos que se mueren, patéticas fornicaciones que exhudan la desesperación de quien sabe su amor malgastado o perdido para siempre. El aliento de la muerte en la nuca.

Wallander es nuevamente la Gran Figura de la Narrativa de Todos los Tiempos. El héroe trágico enfrentado a un destino imposible. Lástima que no haya ya un Bergman capaz de filmar eso. Gran Novela. Y me pregunto como Mankell ha sido capaz de ser tan cruel -y lúcido- con el honesto policía al que debe su fama. Pero es que la vida es así, de una lúcida crueldad.