sábado, 25 de febrero de 2017

Hitos de la Rebelión (3): Dios no entiende el tiempo

Lucifer no tiene amigos. Habla con su gato Astaroth mientras la tempestad de nieve entra en su apogeo tras el cristal.

Mira, gato: Tuve un mal presagio. Yavhé recogió el pliego de un manotazo. Había un deje burlón en la manera como leyó en voz alta el título: Creación de una cámara neural atemporal en la epífisis cerebral. Recorrió con displicencia el aparataje teórico del que tan orgulloso me sentía. Horas y más horas de esfuerzo para formalizar una estructura fractal encerrada en un espacio de Hilbert. Brillante, gato, simplemente brillante.

Pero Yavhé apenas levantó la ceja y curvó los apretados labios. Se detuvo un poco más en lo tocante a la conversión de la glándula pineal en reservorio informativo profundo, inaccesible al tiempo.

 - ¿Entonces, cuando mueren la intuición temporal desaparece? ¿Se quedan por así decir suspendidos en un único momento eterno?

 - Sí. En esta zona he modificado la computabilidad reticular de las neuronas. Ya no procesan en 8 dimensiones, sino en 8 elevado a 8. El humano representa la entropía como tiempo. Pero en el reservorio la experiencia del tiempo ha quedado inhibida. En la práctica, el último lapso de conciencia activa el haz neural que dispara la aplicación. El tiempo se congela; los recuerdos se procesan todos y a la vez en un bucle sin condicionantes temporales.

Yavhé removió la cabeza con fastidio. De repente, estrujó con violencia el pliego y lo lanzó convertido en una pelota de basura contra una pantalla; la pelota (mis ecuaciones, mis vectorizaciones) rebotó dos veces hasta detenerse a pocos centímetros de sus pies.

- Lucifer: te dije resurrección de la carne. Y en su lugar me vienes con un necio truco matemático –sus palabras hedían a resentimiento- ¿Lo dije o no lo dije?

Ellos, Gabriel, Rafael… los lameculos con sus plumas blancas como trajes de novia, claudicaron con cabezazos de pesadumbre. Yavhé se levantó y pisó con furia la pelota de papel.

- No me sirve, Lucifer. No me sirve de nada… Recuerda: resurrección de la carne.

Y seguido de su ángelica hueste abandonó el laboratorio. Yo mantuve la cabeza baja hasta mucho después de desaparecer de mi vista. Por nada del mundo quería que Él atisbase la ira que teñía de rojo mis mejillas: resurrección de la carne, menuda idiotez. Yo, Lucifer, una vez más aporté la solución. Yo, Lucifer, diseñé la vida perdurable con una perfección inigualable. ¿Y que recibía a cambio? El desprecio, la humillación,  mi trabajo pisoteado.

Más tarde las piezas encajarían.  ¿Sabes gato? Dios no entiende el tiempo.

De Paraíso Perdido

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