miércoles, 10 de octubre de 2012

Homenaje a Cataluña (I)


Creo que el mal de la literatura contemporánea se llama superficialidad.

Acabo de leer el mejor libro sobre la Guerra Civil que nadie haya escrito. Se trata de Homenatje a Catalunya, de George Orwell (en una reciente reedición de Destino y en la versión catalana, un tanto pedante, de Ramon Folch i Torres). En los próximos posts trato de argumentar porqué Homenatje a Catalunya es el mejor libro sobre la Guerra Civil que nadie haya escrito.

Estamos en Diciembre de 1936, un indignado George Orwell, 33 años, llega a Barcelona. En los últimos meses ha testimoniado en una exitosa crónica (el primer semiéxito de su poco prometedora carrera, el Camino a Wigan Peir), las miserias de la clase proletaria inglesa. Sin embargo, Orwell no es un político. Su compromiso es con los pobres y con los oprimidos. Orwell piensa que el fascismo es la reacción del capitalismo para evitar que el poder caiga en manos de la clase obrera. Y ya desde sus tiempos como policía imperial en Birmania él está con los pobres, con los parias de la tierra. Desconfía de la democracia liberal y del partido comunista y mantiene un vago compromiso con el socialismo internacionalista.

En las primera horas en Barcelona, Orwell se alista como miliciano del POUM, un partido minoritario surgido de la escisión comunista y que tiene su principal masa de activistas en Lérida y Barcelona. El POUM (al igual que la CNT) considera que para acabar con el fascismo es necesario que en paralelo  a la guerra se acometa un proceso revolucionario. Orwell no controla estos detalles. Acaba de llegar y simplemente desconfía del PSUC (el oficialismo comunista en Barcelona) y no es anarquista (la CNT es la organización hegemónica entre los voluntarios que han acudido a detener el avance franquista en Aragón). Lo más parecido a sus referentes políticos, el Partido Laborista Independiente, parece ser el Partit Obrer de la Unificació Marxista, y allí que se va con la idea de escribir una crónica desde dentro, desde el núcleo de la acción.

Lo bueno de la crónica de Orwell es que nada va a salir como está previsto. Las experiencias políticas y bélicas españolas no entran en sus esquemas previos y Orwell se ve abocado a un profundo proceso de recomprensión de la situación. A una inesperada toma de conciencia.

Voy a dar tres claves por las que considero Homenatje a Catalunya el mejor libro nunca escrito sobre la guerra civil.

Veracidad. Orwell no se inventa ni un detalle, nada lo deja a la imaginación. Diferencia rotundamente entre “vi” y “creí ver, aportando una visión contrapuesta a las versiones oficiales, visiones y análisis que coinciden punto por punto con lo que sabemos hoy. El tiempo le ha dado una abrumadora razón.

Profundidad. Nada se le escapa, detallismo inteligente. No nos cansa en absurdas descripciones pero se recrea en los detalles significativos.

(Inciso). Al tratarse de la crónica de un hecho histórico muy importante en la evolución de la izquierda europea, la confluencia de veracidad y profundidad dotan al libro de un interés histórico añadido; y es que, por si fuera poco, el azar y el instinto llevan a Orwell a los puntos calientes del conflicto.

Intensidad. No paran de acontecer cosas a lo largo del relato. Homenaje es un perfecto memorial de la guerra de trincheras, de la retaguardia, de los hechos de mayo del 37, de la vida del frente, de los hospitales de campaña, de la clandestinidad, de un país caótico y convulso llamado España.

Intenso, profundo y veraz. Lo que no debe confundirse con un “libro espeso”, ni por descontado, falto o sobrero de estilo. Al contrario, Orwell se nos presenta como un inglés con una visión inicial epidérmica de España. El contraste con la realidad de una guerra patética, con momentos surrealistas como esa bala de cañón al que la leyenda  del frente ubica en continuo movimiento entre un bando y otro (los obuses eran tan viejos en el frente de Aragón que el 25% no estallaban, reciclándose el material sin detonar en los cañones del rival). Un contraste que depara momentos hilarantes, que sin embargo, el autor no busca artificiosamente ni desvincula de la tragedia, simplemente aparecen cuando aparecen, grandiosos. 

George Orwell y su mujer, Eileen, probablemente en Barcelona en mayo de 1937.

Quizá una anécdota ilustrativa es cuando a Orwell una bala “fascista” le perfora el cuello de parte a parte. Evacuado a Lérida, los médicos no paran de felicitarle “por la increíble suerte de sobrevivir”, algo que Orwell lleva fatal. El convaleciente informa que la medicina no es lo mala que cabría esperarse (a la vista del caos del frente), aunque sí brutal. Dice que las enfermeras, todas novatas y voluntarias, son malísimas. No limpian a los heridos y les obligan a hincharse a comer (por ejemplo, para desayunar, café, huevos, estofado). Orwell, que no para de tragar sangre, se revuelve aduciendo que su herida en el cuello le impide tragar. Ni por esas.

En general, Orwell, como buen inglés sometido a la anarquía española de un grupo de chavales empeñados en hacer la guerra, la revolución y en sobrevivir, todo a la vez, no deja de chocar con el carácter local. No ahorra juicios duros contra la indolencia, la imprevisión, la miseria moral de algunos muchos, su ostensible falta de preparación. Pero a la vez no oculta el cariño que siente por esa “clase baja” española, por los líderes honestos… Por dos chavales (la mayoría de los milicianos tienen entre 16 y 20 años) que, en un arranque de bondad durante una visita al hospital e impresionados ante su estado crítico, le entregan el principal activo de un soldado: sus respectivas raciones de tabaco, de un valor incalculable en el frente. Orwell ni siquiera sabe los nombres de los chicos.

(Continuará...)

2 comentarios:

José Manuel Guerrero C. dijo...

Fascinante crítica. Digna de elogio y piropos, cosa que no haré (de momento: espero ansioso el Continuará...) no vaya a ser que a la majestuosa IA le produzca un corto circuito de naturaleza inmortal tantos halagos.

Aún tengo fresca en la memoria como hojas de laurel (me sale últimamente la cursileria a borbotones, cosa fina) la lectura este verano de Rebelión en la granja (en inglés Animal Farm), y me da, que la terrible epopeya vivida por nuestro autor, nuestro escritorazo en la Guerra (in)civil española le sirvió para estructurar el libro de marras.

Qué cosas no vería el bicho...

Sr. IA dijo...

Sí... 1984 tiene mucho que ver con la campaña de difamación del POUM por parte del estalinismo, y Rebelión en la Granja ni cuento. 1984 recoge también la opresión vital que supone la vida en el Londres de 1941. Su mujer, Eileen, trabajaba para eldepartamento de censura...

Bueno, Bate, siga en la onda que las próximas entregas le gustarán, a pesar de que le advierto que Orwell no se gasta la menor piedad con curas y burgueses....