viernes, 30 de marzo de 2012

Vaticinios fallidos: la New Wave



En su Edad de Oro, la ciencia ficción funcionó muy bien como subsidiaria del género “de aventuras". La novela de aventuras tiene un glorioso pasado, presente y futuro. Pero tiene un problema, debe alternar verosimilitud con sucesos “novelescos”, y valga la redundancia. El héroe de una aventura realiza gestas inusuales, se desenvuelve por contextos legendarios y/o maravillosos. Triunfa donde lo normal es pringar al primer asalto (y además se lleva a la chica o restablece la justicia o todo a la vez).

A mediados del XX la mitificación de la realidad histórica (aventuras en tierras ignotas, enfrentamientos con enemigos pintorescos…) resultaba poco creíble narrativamente hablando. Yo creo que por ahí está la clave de la popularidad de la CF entre el final de la IIGM y los años 70. Sustituía el Far-West o las junglas de Tarzán por escenarios futuristas apuntalados en las esperanzas tecnológicas de una sociedad caracterizada por un optimismo científico. Era el sueño de Auguste Comté, el científico como eje de la polis.

A finales de los 60 y durante los 70 se inicia un desencanto con respecto a lo científico paralelo en el tiempo con el cuestionamiento de los modelos sociales convencionales (a todos los niveles, desde económico a emocional). Mentes lúcidas se percatan de que el progreso tecnológico no va necesariamente acompañado de un progreso social. Así, mientras el Apolo XIII aluniza, en Vietnam se asiste a masacres brutales. Hambrunas apocalípticas en Asia y Africa. En Latinoamérica, oligarquías maridadas con militares implacables, imponen dictaduras y cleptocracias.

En este estado de cosas surge la New Wave, una corriente dentro de la CF que, frente a los componentes aventureros, prima los elementos narrativos experimentales y la denuncia social. La tecnología al servicio del poder pasa a convertirse en un elemento de opresión y menoscabo de la dignidad humana, o un elemento alienante que convierte al hombre en esclavo de la ciencia.

La ciencia ficción se torna agorera, pesimista, apocalíptica…

Está claro que estas premisas literarias, esta renuncia al mercado tradicional , condenaban a la NW a una pérdida de popularidad (al tiempo que la CF clásica, como hemos visto, perdía credibilidad como contexto literario). Es claro también que el incremento de exigencia literaria incidió en un puñado de espléndidas novelas.

Ahora bien, lo que siempre me ha llamado la atención fue el estrepitoso fracaso de la NW como profecía de los tiempos futuros.

Los vaticinados colapsos ecológicos, la tendencia a oligarquías totalitarias, la alienación del hombre, se demostraron falaces. Entre los años 90 y principios del XXI la humanidad, lejos de hundirse, vivió uno de sus más espléndidos episodios precisamente de la mano de un tecnocapitalismo global, solo enturbiado por esporádicas guerras menores (en el argot acuñado por Reagan, “de baja intensidad”).

Puede que este espléndido periodo fuera un paréntesis, un aplazamiento del inevitable colapso, como insisten en proclamar hoy los herederos de la “New Wave”.

Puede. Sin embargo, había errores de bulto en la concepción catastrofista del futuro. El más espectacular de ellos el colapso demográfico.
Si uno lee la fascinante “Todos sobre Zanzibar”, de Brunner, queda claro que la premisa de la distopía es un estallido demográfico que merma la accesibilidad a los recursos. La realidad posterior ha dejado este argumento en una de las más memorables cantadas de la CF.

Y eso que era de libro. El crecimiento demográfico es tan exponencial como su declive. Reduciendo la natalidad al ritmo demográfico de los países OCDE, por ejemplo, es claro que en 50 años una población puede perder un tercio de sus habitantes. De hecho, la actual crisis del Estado del Bienestar tiene mucho que ver con el envejecimiento y apenas nada con superpoblación. De hecho, y perdonen que no aporte el documento, creo recordar que recientemente Brunner se pasmaba de que sus previsiones de un mundo hacinado y depauperado no se cumplieran. Para él, los fallos en las previsiones demográficas eran, de largo, aún hoy “incomprensibles”.

En las próximas entradas dedicaré algunos posts a analizar la incoherente postulación de algunas teorías apocalípticas.

Por ejemplo, el clamoroso fallo en la predicción del boom demográfico se debe a tragar con las tesis malthusianas de que la expansión poblacional es inherente al humano. Dice Malthus, toda población tiende a crecer hasta donde le permitan los recursos disponibles. Eso es falso. Como evidencian antropólogos como Harris (neo marxista, por cierto) las decisiones sobre natalidad se toman, no a partir de la disponibilidad de recursos, sino del coste “energético” de la crianza, de que la paternidad sea más o menos rentable. Así por ejemplo, una familia que puede poner a trabajar a sus hijos a los ocho años, rentabiliza rápidamente los esfuerzos realizados para su crianza y tiende a un modelo demográfico prolífico.  Ahora bien, una familia que necesita más de quince años para que su vástago se convierta en una parte colaborativa en la economía doméstica, tiende a un modelo demográfico bajo. Una sociedad como la nuestra que tarda más de veinte años en rentabilizar la crianza y que o no verá o solo lo hará muy indirectamente la aportación económica de sus vástagos, tiende a estimular la soltería, las relaciones no reproductivas… ¡No tiene nada que ver con los recursos!


4 comentarios:

José Manuel Guerrero C. dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con usted. Tan de acuerdo, admirado Sr.IA, y esto es verídico, que a mi hija le regalé el otro día de los chinorris un juego a escala para niña de tres años, de una escobita, uncogedor, una fregona y su cubito de la fregona.

Así ella es feliz limpiando la casa y además, contribuye con su esfuerzo y su trabajo a mantener el hogar limpio.

Ese Malthus no tienen ni puñetera idea de lo que dice.

José Manuel Guerrero C. dijo...

Por cierto -es que soy un impresentable-, un cordial saludo.

Sr. IA dijo...

Cordiales saludos a usted también Bate. Se le ve feliz con su hija. Harrison tendrá mucha razón, pero disfrutar de y con los hijos es una bendición no caracterizable económicamente.

Frankie dijo...

Lo de la demografía es el coco que no vino. Al final, hasta en la propia China están preoupados con el envejecimiento inevitable de su población a medio plazo. Como este coco hay muchos.

Y como acto de fe, voy a depositar la misma en eso tan bonito que dicen. Que en dos años remontamos esta crisis actual (jeje)