martes, 27 de marzo de 2012

Viaje al purgatorio de Ramón de Perellós (y 7)

¿Qué demonios pasó realmente en la cueva?

Crónicas de Froissart

En primer lugar, hay que insistir en que el viaje de Ramón de Perellós está documentado históricamente. Asimismo, en la crónica se introducen deliberadamente menciones a testigos incuestionables (por ejemplo, el nombramiento de caballeros previo al ingreso en el purgatorio, o la presencia de un prohombre bien conocido de la nobleza franco catalana como Guillermo de Courcey). Igualmente, los historiadores respaldan la coincidencia de tiempos y lugares con la crónica de Perellós, verbigracia, si el vizconde asegura que el 2 de noviembre estaba en Dover y 10 días después fue recibido por el rey en Saint Thomas de Canterbury, está documentado que efectivamente el rey estuvo ahí en esas fechas, una información precisa que en la época sería difícil explicar sin recurrir a la experiencia directa.

 Sin embargo, debemos a la erudición de Martín de Riquer la existencia de un testigo de cargo llamado a aportar un testimonio definitivo, y es que la peregrinación al lago Derg no era tan insólita como pueda parecer. El gran Martín de Riquer ha dedicado algunos ensayos a demostrar que la caballería andante era una sorprendente realidad en el siglo XV. Los Suero de Quiñones, los Alonso de Quijada no solo existieron sino que culminaban interminables expediciones por Europa prestos a romper lanzas en “votos de paso”, justas y desafíos. En semejante “esprit du temps” embarcarse en una aventura como descender al purgatorio debe ser enjuiciada, salvando las distancias, tal como hoy veríamos al aventurero Xtreme que desciende en piragua un río ignoto de Guinea. Excéntrico “ma non troppo”.

Martin de Riquer
De hecho, y este es el testigo de cargo esgrimido por Riquer, encontramos más caballeros embarcados en la empresa del purgatorio. He aquí la crónica del historiador y aventurero Jean de Froissart, quien durante una visita a Inglaterra conoce a Gillaume de l’Ille. En 1394, tres años antes que Perellós, Gillaume acompañó al rey inglés en una expedición por Irlanda. Le pregunta Froissart si es cierto que, aprovechando su estancia en la isla, Guillaume visitó el purgatorio de San Patricio. Voy a reproducir la respuesta completa tal como la da Riquer en la História de la Literatura Catalana.

  “Le pregunté si era verdad lo que se contaba acerca de la cueva de San Patricio. [Guillaume de l’Ille] me dijo que sí, y que estando el rey en Dublín, él y un caballero inglés fueron hasta allí y se encerraron a la puesta del sol permaneciendo en la cueva la noche entera y saliendo al salir el sol. Entonces le pregunté que había de cierto en las noticias que se cuentan y las visiones que allí dentro se producen. Me dijo: cuando mi compañero y yo cruzamos la puerta del sótano, después de haber descendido tres o cuatro pasos, el calor invadió nuestras cabezas. Nos sentamos sobre una de los peldaños de piedra; de esta manera sentados nos vino un gran anhelo de dormir y estuvimos dormidos toda la noche. Entonces le pregunté si, mientras dormía sabía dónde estaba y si tuvo visiones. Me respondió que estando dormidos tuvieron fantasías grandes y sueños maravillosos, les pareció que dormidos vieron más cosas que las que hubieran soñado en sus habitaciones y sobre sus lechos. Esto aseguraban: “y cuando por la mañana nos desvelamos, se abrió la puerta tal como habíamos ordenados y salimos fuera. E inmediatamente olvidamos todo lo que habíamos visto y lo consideramos una fantasía”.


¡Grande Riquer! Un Sherlock Holmes de la historiografía...

 Por otra parte, tal como se ha dicho antes Perellós conocía perfectamente el Tractatus de Henry de Saltrey. Precisamente uno de los encargos que el rey Juan le hizo al vizconde fue el de adquirir para la biblioteca real un manuscrito del Tractatus. Atención: no es que Perellós conociera la historia como el que ha oído hablar del Ariosto o Dante… ¡es que tenía una copia del manuscrito!... En otras palabras, Perellós era uno de los dos o tres mil que había leído la historia directamente, pero además era uno de los 200 o 300 que tenía una copia en casa. En otras palabras, era un especialista en el tema.

 Aunando el testimonio de Guillaume y sabiendo que Perellós tiene una copia del Tractatus en casa, estamos en condiciones de abonarnos a una teoría plausible.

Enlace a la serie dedicada a las aventuras del vizconde

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