De algún modo, el teorema de incompletitud refiere a una característica esencial del lenguaje humano. Que no puede explicarse completamente a si mismo. Que no puede cerrarse a si mismo. Cuando crees tenerlo arrinconado, listo para describir perfectamente la función signo/significado, te plantea un metanivel, ¿qué quiere decir “decir X”? ¿Qué quiere decir “decir decir x”?....
Es así que al intentar dilucidar las causas últimas o finales o las propias categorías, este mismo lenguaje tan preciso en la descripción del mundo que nos rodea, se torna inconcreto, engañoso, sutilmente cargado de trampas semánticas. Y lo que es peor, se privatiza. A cada paso que damos hacia las causas primeras, el concepto nos demanda depuraciones de la definición… definiciones de la definición de la definición, de donde al final, el artilugio es puramente personal, una especie de lenguaje privado, cuyo sentido se circunscribe a unos pocos hablantes.
¿Qué es energía? ¿qué tiempo, espacio o materia? ¿Qué es la libertad, inteligencia, consciencia? ¿Qué es el yo, el cuerpo, la nada?
La naturaleza recursiva del lenguaje nos priva de respuestas cualitativas contundentes a tales preguntas. A lo más que llegamos es a especulaciones, orientaciones, sospechas… Tan es así que, en la práctica, equiparamos aquellos conceptos en formulaciones cuantitativas sobre su impronta. El tiempo son los segundos del reloj y el yo la imagen que te devuelve el espejo.
¿Es entonces esfuerzo estéril la metáfisica?
No, en absoluto.
Hay que forzar los límites del lenguaje para seguir indexando.
Es así que al intentar dilucidar las causas últimas o finales o las propias categorías, este mismo lenguaje tan preciso en la descripción del mundo que nos rodea, se torna inconcreto, engañoso, sutilmente cargado de trampas semánticas. Y lo que es peor, se privatiza. A cada paso que damos hacia las causas primeras, el concepto nos demanda depuraciones de la definición… definiciones de la definición de la definición, de donde al final, el artilugio es puramente personal, una especie de lenguaje privado, cuyo sentido se circunscribe a unos pocos hablantes.
¿Qué es energía? ¿qué tiempo, espacio o materia? ¿Qué es la libertad, inteligencia, consciencia? ¿Qué es el yo, el cuerpo, la nada?
La naturaleza recursiva del lenguaje nos priva de respuestas cualitativas contundentes a tales preguntas. A lo más que llegamos es a especulaciones, orientaciones, sospechas… Tan es así que, en la práctica, equiparamos aquellos conceptos en formulaciones cuantitativas sobre su impronta. El tiempo son los segundos del reloj y el yo la imagen que te devuelve el espejo.
¿Es entonces esfuerzo estéril la metáfisica?
No, en absoluto.
Hay que forzar los límites del lenguaje para seguir indexando.
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