martes, 16 de abril de 2013

Establecí mi nombre para la eternidad


"Yahdum-Lin, el hijo de Yaggid-Lim, el rey de Mari, de Tutul y del país de Hana, el rey fuerte que mantiene dominadas las orillas del Eufrates, Dagan proclamó mi realeza...

Yo abrí canales, suprimí el sacador de agua en mi país. Construí el muro de Mari y cavé su foso. Yo construí el muro de Terqa y cavé su foso. Además, en estas tierras quemadas, en un lugar de sed donde jamás un rey había construido una ciudad, yo, yo concebí el deseo y yo construí una ciudad. Yo cavé su foso. Yo la nombré Dur-Yahdum-Lim. Después le abrí un canal y le nombré Ishim-Yahdum-Lim. Yo engrandecí mi país, afirmé los fundamentos de Mari y de mi país: así yo establecí mi nombre para la eternidad".

(E. Sollberger y J.R.Kupper, Inscriptions royales sumériennes et akkadiennes, ed. du Cerf, pag 244. Citado por J.C. Margueron en "Los Mesopátomicos", ed. Cátedra 1996). Finales del siglo XIX AC.

Y, del mismo libro, la maldición de Akkad, (sobre el XXII AC) lamentación por la decadencia del imperio de Sargón.

"¡Que tu arcilla vuelva al abzu (el dominio de las aguas primordiales) de donde salió. Que tu grano retorne al surco. Que el palacio construido en la alegría se hunda en medio de la angustia y que los seres maléficos de la estepa desierta hagan resonar allí sus aullidos. Que los zorros barran con la cola los montones de ruinas allí donde se levantaban las puertas monumentales del país. Que sobre los caminos de sirga a lo largo de los canales crezcan las malas hierbas, que sobre tus carreteras que surcaban las carretas crezca la hierba de la lamentación. Que en Akkad, donde tu hacías correr el agua dulce, no corra ya más que el agua salobre".

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