martes, 6 de noviembre de 2012

Máquina y fantasma



Antiguamente, un teólogo puesto en el brete de opinar sobre la Controversia de Auxiliis, llamaba a su memoria y zas, empezaba a verter latinajos. No hará tanto, a cualquier niño le preguntabas por el descubrimiento de América y largaba, 1492. El teólogo antiguo y el niño no tan remoto acumulaban el dato en su memoria.

Pero hoy tenemos la Wikipedia, internet, una memoria expandida vete tú a saber dónde pero que funciona de otra manera. Se entra en Google, se teclea “descubrimiento de América” y se obtiene que corría el 12 de octubre de 1492, dos horas pasadas de la medianoche cuando*…

Hasta cierto punto, y solo hasta cierto punto (no vayamos a soltar más punsetadas de las necesarias), cabría decir que la memoria humana ya no precisa acumular datos, sino “meta datos”, o índices (que no es lo mismo, o sí), o más claramente, instrucciones del tipo “cómo encontrar el dato X en Y”. ¡Eso es! Hemos mutado de acumuladores de datos a acumuladores de matrices del tipo “encontrar X en Y”… De modo muy parecido a un lenguaje de programación php; por un lado tienes la base de datos por otro el reservorio informativo contra el que actúan las matrices del tipo  “encontrar X en Y”.

¿Mejor? ¿Peor? Supongo que inevitable consecuencia del crecimiento exponencial de la información inherente a nuestra superviviencia. Buscamos atajos de gestión. Optimizamos nuestra memoria para llegar a más sitios.   Nuestro campo cognitivo permite ahora arreglar codos de un fregadero, generar un plugg para Wordpress, desarrollar una labor parlamentaria, y/o atinar con la instrucción “contornear” del Photoshop. Sí. Pero el que mucho abarca poco aprieta.

Somos menos autosuficientes. Somos más mentecolmena, dependientes de una larga cadena de agentes compiladores y de una tecnología de filtrado. Somos menos originales. Somos más eficientes, menos dados a los errores. Más reacios también a  desconfiar de la información (“lo dice la Wiki”, “lo he leído en El País”, como diciendo, no es que lo sepa yo, es que lo sabe la autoridad competente en la materia).

Somos más espíritu. En en el sentido que nuestro conocimiento no es ahora la mera combinación de unas bases químicas que, debidamente estimuladas, recuperan asociaciones neuronales. Es la combinación de esas bases químicas interactuando con un reservorio informativo situado fuera del cuerpo.Somos intangibles.

Y si antes el lenguaje refería a “conjuntos de datos de memoria sobre la percepción R”, ahora lo que yo manejo son datos digitalizados, fuera de mí.  Mi Yo, por tanto, ha perdido corporalidad y se desparrama entre granjas de servidores de la compañía Google. Poco a poco, nos convertimos en fantasmas de la máquina.

*Dos horas después de la medianoche (¿), a cargo de Rodrigo de Triana, en realidad Rodrigo Pérez, de Lepe, aunque fuera por ser avistamiento nocturno, y en consecuencia inseguro, sea por las razones que fueran, la cosa es que Colón no se avino a pagar al lepero la recompensa estipulada, si no que .muy propio del almirante- se la embolsó imputándose el avistamiento, que para algo era el baranda y el otro un pobre andaluz -que diría Duran Lleida-.Y es triste y gracioso a la vez, pero así empezamos los españoles en América, con chanchullos.

2 comentarios:

Pedro Terán dijo...

"En en el sentido que nuestro conocimiento no es ahora la mera combinación de unas bases químicas que, debidamente estimuladas, recuperan asociaciones neuronales. Es la combinación de esas bases químicas interactuando con un reservorio informativo situado fuera del cuerpo.Somos intangibles."

¿Cómo? ¿Se ha inventado la escritura y yo sin enterarme...?

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Lo interesante de esto es que uno se da cuenta de hasta qué punto lo que hacemos como sociedad no depende de decisiones autónomas sobre qué queremos, sino de una dinámica de arrastre por lo que es más fácil hacer con la tecnología existente.

De repente acceder a los datos externos se ha vuelto mucho más fácil y nos vemos abocados a tareas que pasan por acceder masivamente a datos externos. ¿Queremos hacer esas tareas, o son conducentes a fines que deseamos? Pues probablemente no, pero como se puede hacer...

Ocurre lo mismo con el uso de ordenadores para manejar datos. Hace veinte años yo aprendí en el instituto lo que era una base de datos; la primera pregunta que se intentaba responder era: ¿por qué iba alguien a gestionar los datos en un ordenador, en vez de un fichero físico de toda la vida? Y la respuesta era que, si tienes un gran fichero ya hecho, no merecía la pena pasarlo al ordenador porque no te iba a compensar la ganancia de tiempo al consultar. Es decir, que el concepto era hacer con el ordenador las mismas tareas que se hacían con el fichero, solo que con un acceso más rápido, sin riesgo de pérdida o destrucción de fichas, etc.

Veinte años después, la realidad es que las tareas que se hacen sobre una base de datos no tienen nada que ver con las que se hacían sobre el fichero. En el programa deportivo de la radio te decían que el árbitro del partido llevaba seis temporadas en Primera; en algún lado había una ficha que decía: Fulanito de Tal, colegio madrileño, nacido en 1961, ascendido a Primera 92-93, internacional 2 veces, etc. Ahora te dicen que en la historia de la Liga ha habido tres jugadores que marcaron dos goles en menos de 15 minutos en el primer partido que jugaron después de una lesión de más de 6 meses, en el equipo de su ciudad natal.

La pregunta es: vale, tenemos la tecnología para hacerlo, pero ¿a mí qué coño me importa eso? ¿Quién sintió nunca la necesidad de saber eso, mientras no hubo tecnología para contestarlo?

Es la tecnología la que induce la creación de tareas que requieren de esa tecnología para realizarse.

Y ¿qué tenía todo esto que ver con la entrada? Pues eso, que lo que dices ya existía desde que se inventó la escritura, simplemente ahora ya no somos capaces de pensar en ello como una herramienta externa a nuestra disposición sino como un agente con el poder de modificar nuestra conducta.


Podemos llamarlo interno, como haces tú, o externo, como hago yo, pero está claro que no es posible pensar la relación entre el yo y el cuerpo como antes. El yo se desparrama por el mundo a través de las vías de transmisión de la información, y no me sorprendería nada que acabásemos pensando que una persona sin móvil o que no se conecta a Internet es una especie de paralítico.

Ayer veía un documental sobre las personas que guían los vehículos por la superficie de Marte y me planteé si en el futuro consideraremos que eso es estar allí y que no hace ninguna falta mandar naves con gente para cumplir con el objetivo de "estar allí".

Sr. IA dijo...

La pregunta es: vale, tenemos la tecnología para hacerlo, pero ¿a mí qué coño me importa eso? ¿Quién sintió nunca la necesidad de saber eso, mientras no hubo tecnología para contestarlo?

Bueno, pienso que en la onda de la analogía que tu das. Manejamos bases de datos primero por seguridad, por rapidez, luego, nos acostumbramos a gestionar tantísima información que ya no hay marcha atrás. Eso quise decir. Que no hay marcha atrás, que el proceso cambia.

El ejemplo con la escritura... Veamos, hace 20 años se me suscitaba una duda. En mi cabeza empezaban a obrar asociaciones. X se relaciona con Y, y sobre Y hay un libro más o menos situado en tal zona que.... Ahora, es como si se me suscita tal duda y al punto la respuesta es Anaquel B, Posición 20, tem 08903 (o el equivalente, ve a internet y teclea la secuencia tal)... Con el añadido que ya no solo es escritura, es imagen... . Es como si el conocimiento hubiera metacodificado. Ya no trabajamos el código, sino metacódigo. Ganamos muuuucha capacidad de trabajar con datos, perdemos el itinerario laborioso de la asociación...
Tú última reflexión me resulta especialmenente inspiradora. En efecto, la categoría estar ahí, ser testimonio de... no tiene porque tener la connotación presencial. Es más, no me cuesta nada imaginar que no lo sea.