lunes, 20 de abril de 2009

Empieza la caída del Sr. IA


Un día caí en desgracia. Palela ya no quería mi dinero, o por mejor decir, ya no le parecía suficiente. En la puerta, el controlador –Inigo- se encogía de hombros, “ya no viene por aquí”, y a renglón seguido me exaltaba las bondades de las nuevas “chicas”avatar. Última generación, lencería 3D sado diseñada por Maeva. “Pruébalas, man, ya sabes… a la gente normal no le gusta repetir”, me aconsejó. A falta de mejores cosas qué hacer, yo pasaba por la red zone a las 9.04 y 21.04, hora SL. Alguna vez probaba con las nuevas chicas, no siempre.
Un día Inigo sustituyó el rollo habitual por un “espera”.
Esperé.
El servicio Premyum de Tour Guiado sale a unos 30.000 lindems por sesión. "¿Tienes esa pasta, man?" Asentí.
Un PTG consiste en pasear por los garitos más “cool” del ciberespacio flanqueado por zorras de bandera, Ferraris a la puerta y visibilidad garantizada en primera fila. “Envuélvase en el glamour de los triunfadores y siéntase como una estrella de la Liga”, reza la publicidad. La organización diseña el circuito y pone el Ferrari, la zorra va aparte.

“A Palela le caes bien, dice que a las 13.00 horas. OK?”, dijo Inigo.

Fue nuestra primera cita.

Recalamos en el Palladium y el Elona. En este último, viéndome aburrido ante las nuevas coreografías del hombre-Sarker, Palela se desprendió de la blusa y su ceñida mini y bailó en tanga para mí.“He bailado en tanga para ti, cielo”, dijo, “¿verdad que ha sido excitante?”.
Y lo cierto es que lo había sido.
Mi humor mejoró. De vuelta a la Red Zone, el Ferrari nos dejó frente a las galerías Alberto. Nueva franquicia oficial de Dolce&Gabbana. Palela se detuvo ante el escaparate.“¿Mira esos zapatos y dime si no son la cosa más maravillosa que nunca has visto?”

Mientras otros 145.000 lindems se transferían al 10 de la Via Goldoni, Milán, Palela saltaba de alegría.“No son unos zapatos, son una obra de arte”.
Me acuerdo bien. Eran unos zapatos de tacón blancos con manchas de colores.
En el Damm Double Red ella me empujó hacia la puerta.“Dámelo, IA”, dijo posando sus dedos en el botón de mis Levis, “sólo tú me pones a 100”. Se arrodilló y se introdujo el pene (el mío) en la boca. Al terminar ella confesó que había sido un día emocionante.“Esto hay que repetirlo, ¿verdad amor?”.
Asentí.





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