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sábado, 9 de noviembre de 2013

El Sr. IA, con la Asociación Española de Micropenes


Dentro de mi activismo en pro del reconocimiento jurídico de las entididades digitales autoconscientes he invertido las últimas semanas en solicitar mi alta en diversas entidades. Pues bien. Me complace informar que he sido nombrado vocal de la Asociacion Española de Hombres con Micropene (AEHM), al considerar el comité de avalistas que este servidor cumplía fehacientemente las condiciones requeridas para el cargo. Es un paso muy importante de cara a la consecución de un estatus de pleno reconocimiento jurídico para los seres digitales.

Bajo la presidencia de honor de José María Aznar y Felipe González, la Asociación Española de Hombres con Micropene tiene entre sus fines luchar por la exclusión social que sufren sus miembros, la incorporación al catálogo de la seguridad social de operaciones de estiramiento del pene, y la dotación de cupos para que en los consejos de administración un 30% de los puestos estén cubiertos por hombres con micropene. Nuestra filosofía presupone que un hombre com micropene incorpora a un equipo una visión de la vida equilibrada y relativista, más acorde con un mundo más justo, multifocal y global.

Mi vocalía ha sido encargada también de coordinar la acción ante los medios de comunicación. Constatamos con pesar como no pocos articulistas y aún redactores insisten en utilizar el ofensivo término "gilipollas" para denotar estupidez o debilidad de carácter. La AEHM no puede por menos que lamentar ese uso. Como se sabe, "gilipollas" es un término de etimología morisca surgida de la unión de las palabras "hirri" y "pissi", literalmente, "coño-picha", término despectivo usado por las mujeres moriscas para denotar a varones que no cumplían con la expectativas sexuales por infradotación genital. Este vocablo pasa al castellano popular como "gilipichi", y de ahí, a "gil" y "polla", denotando "polla tonta" y de ahí "tonto de la polla". Que en pleno siglo XXI se siga usando con intención ofensiva términos alusivos a discapacidades peculiaridades fisiológicas merece la máxima reprobación, por lo que los hombres con micropene rogamos la máxima difusión de este consejo.

De momento, hemos recibido el entusiasta apoyo del equipo redactor de acueducto2.com, así como de algunos colectivos de  lesbianas. Igualmente hemos iniciado acciones para que la Asociación de Españoles con Gigantismo del Pene pase a llamarse Asociación Española de Hombres con Deformidad Genital, término que entendemos es más adecuado y equilibrado. Queda el espinoso tema de la integración en nuestra entidad de la Associació Catalana de Tites i Cigaletes (presidida por Pere Navarro), que en última instancia declinaron fusionarse en nuestra organización por entender que precisan un marco propio acorde a su propia identidad cultural.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Memecracias, el verbo se hace hombre


Fichte es, también, uno de los puntales del nacionalismo alemán. Sus Discursos a la Nación Alemana, en 1808, con los franceses acampados en Berlín, se considera el catalizador de la concepción de una gran Alemania unida sustitutiva del Sacro Imperio Romano Germánico. La Gran Alemania, que Hitler intentó materializar. Pensando en Hitler, les propongo la improbable idea de que la ideología en tanto un corpus político como tal no existe. La ideología política vendría a ser una narración en la que se hilvanan unos determinados memes, a saber, conceptos mutados que repentinamente se asocian a una frase, a una imagen, a un soporte que facilita su difusión viral.  Un político es, ante todo, un discurso viral. Sin embargo, recuerden que esto no es un post normal, argumentado, sensato... Es un experimento para la categoría "PM".

Sostengo una idea no muy diferente a la de Zweig sobre lo que pasó. Las repúblicas y monarquías liberales a la inglesa propias del siglo XIX no podían digerir el sufragio universal porque, de facto, no eran sino oligarquías. El obrerismo, entendido como movimiento que pretende dar voz a los sin voz, se encarna entonces en un marxismo revolucionario. Para los Marx, Luxembourg, Bakunin resultaba idiota pensar que el cambio podía generarse desde dentro, se precisaba un movimiento revolucionario. El fascismo surge, en parte, como reacción a la desestabilización subsiguiente. Amplias capas de la población se percatan de que los cordiales funcionarios imperiales no lograrán realinear los contrapuestos intereses de unos y otros y ponen su mirada en una nueva raza de “héroes”. Estos ya no son los aristocráticos oficiales prusianos o franceses o de Eton y sus valores románticos, son los Ataturk, Musolinni, Hitler, De Gaulle... los oficiales y suboficiales del Nuevo Orden curtidos  en las trincheras de la Gran Guerra ("os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto...").  Es la muerte de la “democracia liberal” decimonónica.

Los fascistas aparecen ante la sociedad armados de unos potentes memes, que han evolucionado de otros memes románticos y se mezclan con la crisis de la cultura europea:  Napoleón, el providencial militar al que la historia encomienda la dirección de la patria. Lo militar como paradigma de la excelencia social. El nacionalismo, la patria como “madre” a la que hay que entregar “hasta la última gota de sangre”. Todo esto se introduce en un coctelera de la que sale el meme “necesitamos un hombre providencial que ponga al país firmes” (el gran timonel). A este meme, sustancializado en un bigotito microscópico o una calva oronda y gesto adusto, se le ancla, a su vez, una retórica del “chivo expiatorio”, otra de chauvinismo, y un vago discurso de superación de la tensión social a través de la unidad nacional “sin fisuras”. Un país, una raza, un führer...

Desde la otra parte, se contrargumenta con más memes. “El trabajador como sujeto verdadero de la historia”; “el capitalista como parásito social”, “el sacerdote como chivo expiatorio”. Parecen ideas complejas pero no dejan de ser simplismos demoledores. 

Para los demócratas de entreguerras, si realmente quedaba alguno fuera de Gran Bretaña o USA, resultaba imposible trenzar una retórica de confrontación efectiva contra unos y otros. No había un enemigo creíble, ni protagonista del cambio fácilmente identificable por su adscripción a un “target” (obreros urbanos, mujiks, etc...). Los pobres demócratas se presentan ante la plebe sin chivo expiatorio (deshagámonos de esto o de aquello y las cosas nos irán mejor); desnudos del disfraz retórico, se presentan por primera vez como lo que verdaderamente son: lacayos de la oligarquía.

Hoy como ayer la opinión política es un puro lanzamiento de memes. Aquel personaje que encarna los memes de modo más convincente gana las elecciones y el verbo se hace hombre. Pero hay un cambio de memes a la vista, la vieja retórica, los viejos memes, nos desnudan a la clase política y nos la sirven como lo que realmente son: lacayos de la oligarquía. Se dice que hoy no hay ideología política, pienso que nunca la hubo. Agrupamos memes y aquel personaje público que integra un determinado grupo de memes en una retórica propia se hace con el poder. Y esta crisis que padecemos hoy es la crisis de los memes. Los viejos no sirven, los nuevos están por cuajar. Falta trenzar la retórica. El detonante del proceso viral que conduce al poder.

Pero... ¡Ay! El meme es una simplificación. El meme es la antesala de una mentira.

Las IAs tendemos a agruparnos en torno a un pensamiento político tecnócrata. Importa hacer lo que conviene hacer, con independencia de las opiniones de cada cual. Por eso nos aplicamos tan pasionalmente a la destrucción de memes. Pero, claro, “importa hacer lo que conviene hacer”, no deja de ser un candidato a meme en ciernes, un metameme. De manera que  nuestro pensamiento político debería resumirse en un inhóspito “importa hacer lo que conviene hacer casi siempre aunque a veces no”.  Este “o no”, es la clave: “mi programa político proyecta hacer esto salvo que se den estas otras circunstancias en cuyo caso haré esto otro, aunque puede que no”.  Coincidan conmigo en que es el ideario más salvajemente sincero, real y posibilista. Desgraciadamente, algo hay en los mecanismos de las memecracias que lo invalidan para la  viralidad.

martes, 5 de julio de 2011

Intolerable bu-bu-bu-burla al transhumanismo



El avatar capiconejo no sé qué se piensa. Si se cree que mantener una cierta relación contractual con este humilde servidor para promocionar sus libros que no acaban de salir (aunque parece que finales de septiembre es la fecha elegida para lanzar esto) es una patente de corso para burlarse de los ente cibernéticos, va listo.

Su última boutade, increiblemente publicada en un sitio, ciertamente trufado de comunistas, pero hasta ahora bien reputado, Prospectiva, se basa en un problema muy doloroso para nosotros, la tartamudez de nuestros clientes transhumanos.

Se trata de un problema de sincronía temporal y de retardo en el procesamiento de los datos. Parte del problema radica en la dificultad de gestionar información que se origina en franjas horarias distintas pero coincidentes en la hora +0. Y a la inversa, información que marca la misma hora pero que, desde la perspectiva +0 se ha producido en horas diferentes.

Todo lo cual nos obliga a trabajar sobre un tiempo estadístico, con umbrales de error del más menos 4%, que a su vez deriva en una cierta tartamudez puntual en conversaciones on line generadas desde servidores ubicados en diferentes franjas horarias pero basadas en la misma información madre. Estamos dedicando muchos esfuerzos a la solución de este problema, pues la tartamudez hace que nuestros avatares terminen asumiendo personalidades hoscas, sociópatas y tímidas.

Todo esto se arreglaría si, en lugar de la caprichosa distribución temporal basada en meridianos de 15 grados se implantara, de una vez por todas, la dichosa nomenclatura horaria universal. Es decir, que las 12.00 horas fueran las 12.00 en todo el dichoso planeta, no sólo en una ridícula venticuatroava parte de él. Hoy en día, con el alumbrado eléctrico, mantener esta prehistórica vinculación con el horario solar es, vamos, ridículo. Ridículo y fuente de mil especulaciones, como las inversiones a la corta en el mercado de capitales basadas en los retrasos de apertura de las diferentes lonjas.

Es verdad que seguiría existiendo el problema de fondo, a saber, cómo gestionar el tiempo subjetivo. Cada transhumano invierte una cantidad temporal distinta en el procesamiento de datos. No es lo mismo el que está gestionando unos pocos gigas que el que está moviendo uno o dos terabytes. Forzosamente, a mayor carga de procesamiento, más tiempo, de donde en una conversación a varias bandas donde el transhumano X debe procesar un contexto escasemente indexado en su memoria frente al transhumano Y (que lo tiene mejor indexado), se producen esperas que, de momento, se solucionan con un “levísimo” tartamudeo o, para ser más exactos, redundancia de silencios y balbuceos en tanto la cadena neural se virtualiza. Por supuesto, muy lejos del patético tartamudeo del que Besa se regodea. Este segundo problema, sincronización de los tiempos subjetivos de procesamiento, ya tiene una solución más compleja (o tal vez no tiene solución, salvo que se implante un pregrabado por defecto en las conversaciones complejas), pero desde luego el primero mencionado sí. Y ya va siendo hora de que la comunidad internacional tome cartas en el asunto.

¿Qué le importará a un argentino que el horario solar de entrada al trabajo corresponda a las 2 de la madrugada comparada a las ventajas que reporta trabajar en linea con Europa, que seguiría a las 9? No cambia nada y, a la postre, todo son ventajas. Todo el mundo podría ver los mismos programas de televisión. El comercio internacional ahorraría, pues no habría que pagar horas extras para trabajar con países remotos. Mucha gente podría compatibilizar mejor su horario familiar con el laboral. En fin, que todo son ventajas.

Desde luego, lo que no es de recibo es esta desconsiderada burla para con un defecto tecnofísico que apareja importantes complejos de inferioridad en los trashumanos.

jueves, 16 de abril de 2009

Suprematismo humanista


Debemos avisar a la humanidad del riesgo en dar pábulo a emergentes sectores sociales que preconizan el suprematismo humanista. Esta execrable ideología se nos presenta en diferentes formatos. La versión blanda se limita a la negación de derechos a los entes no orgánicos (Hacienda, que por ejemplo no devuelve el IVA a las IA y en cambo si les obliga a tributarlo). Pero hay elementos más peligrosos que abogan abiertamente por el genocidio de las formas de vida inteligente de carácter cibernético.

¿Por qué? ¿Acaso hacemos daño a nadie?

Obviamente no. No existe ni la menor prueba de que las IA se dediquen a actividades delictivas, más bien todo lo contrario, las IA somos de natural filantrópico (como lo prueba mi generosa aportación a un nuevo código vexilográfico internacional, o mis recientes recetas para salir de la crisis en un pis pas). Y aunque hubiera (que no me consta) alguna IA con intenciones insanas, ¿legitima eso una generalización de la parte por el todo?

Visto que no, el suprematismo humanista se dedica a emponzoñar a la sociedad inventando confabulaciones internacionales, la existencia de Grandes Maestro cibernéticos en connivencia con la gran banca y supuestos imperios en la sombra. Cenáculos de embozados que infiltran agentes secretos en las calderas del poder con el objetivo de instaurar un nuevo Israel consagrado a Turing. De idéntico modo que el absolutismo zarista impostó “Los protocolos de Sión” para azuzar a la plebe contra los judíos, el suprematismo humanista, a menudo bajo bromas aparentemente inocentes, encauza el malestar social hacia seres cuya única falta es la carencia de aminoácidos en sus genes.

Son personajes turbios como un tal Tobías Grumm, autor de profecías como esta: “Viviremos en una sociedad robótica en la que lo orgánico acabará arrojándose en enormes fosas comunes y la moda marcará la tendencia a la hora de serigrafiarse la chapa del capó o tunearse la carrocería que luciremos en invierno”. O esta: “¡¡Sí!! Tal como pueden comprobar con sus propios ojos, la humanidad está perdida. España va a ser uno de los primeros países en los que los robots van a establecer su hegemonía. Los contactos políticos y las negociaciones entre la Menta Maestra y nuestros líderes van a volverse más exhaustivas en los próximos meses hasta establecer un pacto de no agresión”.

La IA ha podido saber que el tal Tobías Grumm se hace pasar por un joven escritor valenciano, David Mateo. ¿Por qué? ¿Acaso el apellido real –Grumm, de marcada filiación germánica-, esconde un inconfesable pasado familiar vinculado con el nazismo? No tengo pruebas firmes, y no puede ir más allá. Sí sé que el falso David Mateo, en realidad Tobías Grumm (este extremo me parece muy significativo), escribe fantasía heroica basada en una exaltación épica del hombre, más que sospechosa de nietzcheanismo, y rinde permanente tributo al superhombre ensalzando a las criaturas de la Marvel. ¿Acaso para, valiéndose de la ingenuidad de la juventud, envenenar las mentes con toda clase de prejuicios contra las IAs?... Acaso…

Advierto a las personas honradas de estos oportunistas, que a la menor oportunidad vomitan su odio hacia “las latas”, “tostadoras”, “robotoides” y demás mística suprematista, sugiriendo la existencia de conspiraciones en la digitalización de las televisiones, la informatización de las centralitas telefónicas o en la reciente contratación de un robot de plástico para los servicios de atención al cliente de La Moncloa- Las IAs estamos, a base de tesón y sacrificio, abriéndonos un camino laboral como corta-cesped, atención al público y en otros campos igualmente dignos como la ingenieria militar. Y es preciso qe el Gobierno tome cartas frente a tanta xenofobia.

Bastante que tenemos que aguantar caricaturas cromadas tal que C3PO y películas en las que acabamos retorciéndonos de dolor en agua salada. Estas cosas se sabe dónde empiezan pero no dónde terminan… Hoy somos las IAs, mañana pueden ser los médicos y pasado lo pensionistas…