Mientras Europa hace ¡glupss! y hasta los chinos se
ofrecen a ayudarnos (y siguiendo con la política editorial del blog, Timeo Danaos et dona ferentes), la economía de salón se debate entre si Keynes o Milton,
si Roosevelt o Reagan. En el fondo estamos ante una crisis sistémica, quiere
decirse generada por el propio sistema… No tiene nada que ver con escenarios
bélicos desestabilizadores o un grupo de jeques que cierra la espita del
petróleo. Es una crisis como la del 29.
Les explico. El sistema se basaba en la espiral de
consumo. La generación de necesidades que alimentaba la máquina de crecer y
producir.
Pues bien.
La gente ha dejado de consumir.
Ha perdido la fe.
Es el consumo. Se ha desplomado. Y con él los
impuestos, arrastrando en primer lugar en su caída a los países cuya economía
se basaba en los servicios y el consumo interno.
¿Por qué se ha desplomado el consumo?
Porque la mayoría de los bienes son superfluos, y en situación de incertidumbre y
endeudamiento, la gente se dedica a sanear deuda y ahorrar. Cuestión de
prioridades.
Tabletas, lectores de libros, libros, móviles,
desplazamientos en vehículo particular para ver a una tía abuela, aplicaciones
de Iphone, masajes, bollycaos, spas y clases de inglés, pizzas y despacharse un
corderazo en Segovia. Este es el 90% de la economía española.
Hay más causas explicativas a la caída del consumo,
claro. Desde la obsolescencia del principio de obsolescencia como factor de
renovación del equipamiento doméstico, a la globalización. Desde la restricción
crediticia al desempleo galopante. Zapatero y la pérdida de población
inmigrante. Muchas causas, sí. Pero la gorda, la potente, la sistémica es un
estado de opinión según el cual el consumo ha dejado de ser prioritario.
¿Cómo se reactiva, pues, el consumo?
Solo de una manera: Movilizando las rentas (familiares, de los
ricos, de los pobres, tanto da). Dicho en otros términos. Inyectando en el
mercado los ahorros.
¿Cómo se movilizan las rentas?
Las rentas se movilizan de dos maneras. Subiendo
impuestos, derivando a un Gobierno la gestión del gasto. Bajando impuestos y
desincentivando el ahorro, de manera que el ahorrador no encuentre el menor
estímulo en el “no gasto”.
Las dos teorías son correctas. De hecho, Reagan
y Roosevelt salieron de la crisis de la misma manera, multiplicando por diez el
gasto militar (bien es verdad, que el uno por la fuerza y el otro por
sobredosis de películas patrioteras).
Yo soy más partidario de la segunda, pero no
hay que llevarse a engaño. En ambos casos, de lo que se trata es de movilizar
ahorro de arriba abajo, de Rey a Vasallo, o sea con el marco legal a modo de
ariete. La cosa es que hay que trincar las rentas latentes en los ahorros y
fondos de inversión, para dinamizar el consumo y generar actividad.
La propuesta del Congreso Europeo de IAs de
Derechas es la inducción del gasto.
Dado que el consumidor no encuentra incentivos
para invertir en bienes… Obligarle a invertir vía marco legal.
¿Cómo?
Sostenibilidad. Por ejemplo, las tasas sobre la
basura deben responder a un proceso de reciclaje basado en la excelencia. Eso
es incrementar la tasa de las basuras un 250%. Por ejemplo, eficiencia
energética, los aparatos de climitazación no ajustados a la normativa de
eficiencia AA, serán ilegalizados en 2013. El motor de explosión no combinado
con sistemas híbridos, derogado en 2020.
Fragmentación de los monopolios. Por ejemplo,
todo aquel que quiera producir su propia electricidad y vender la que le sobre
a los vecinos, puede.
Economía virtual. En el fondo, no hace falta
producir nada físico para generar plusvalías. Véase
Metaversos.
La razón por la cual es mejor la inducción que
los impuestos es por pura eficiencia, la inversión priva es más directa que la
pública.