domingo, 14 de junio de 2015
Nanotratado sobre Kennedy Toole
martes, 20 de mayo de 2014
Nanotratado sobre 2666
Nihilismo
Humor
México
Metaficción
¿Cómo concibe Bolaño la literatura?
2666 versus los Detectives Salvajes
Un final precipitado
miércoles, 1 de enero de 2014
Nanotratado sobre el nacionalismo
La nueva tesitura era campo abonado a una guerra entre el rey y las ciudades contra la nobleza agraria. En España esto se traducirá en la creación de un ejército estable, financiado por la corona, que en pocos años trastocará el equilibrio de poderes heredado de la romanización. España formará la vanguardia de este proceso, lo que explica su rápida expansión por Europa Occidental. Se genera el Estado moderno, con una corte y un aparato funcionarial gestor del "imperio", modelo que paulatinamente van copiando las principales dinastias europeas.
Las guerras de religión, y sustancialmente la de los 30 años, modifican el planteamiento. Corresponde a Wallenstein la creación de un nuevo paradigma militar; el ejército que ya no vive de la paga real sino que se "autofinancia" con su deprededación del territorio ocupado. En Europa, este verse sometido a la arbitrariedad de la guerra será el factor seminal del concepto país, como un aglutinante poblacional contra la opresión exterior, y frente a relaciones identitarias de caracter local, de clase o religioso.
A lo largo del XVIII los ejércitos se lanzan a la conquista del ultramar. La mayoría de las veces las armadas, los ejércitos son financiados por compañía privadas, legitimadas por las respectivas naciones de origen, en una globalización avant la letre. Surgen así los primeros ejércitos de leva, el rey recluta soldados para sus guerras y la de sus compañías. Corresponde a la Francia postrevolucionaria y a Napoleón la glorificación de este nuevo modelo militar. Los ejércitos son ya nacionales, hijos del pueblo organizados militarmente para engrandecer la patria. En paralelo y de la mano de la ilustración y muy especialmente de la educación laica, se inicia la homogeneización lingüística, la fusión de los dialectos en un único estandar lingüístico.
Es por eso que el siglo XIX será el siglo del nacionalismo. Como bien dirá Marx, las oligarquias dominantes inyectan "orgullo nacional" a sus bases a modo de estrategia de cohesión social. Las guerras -ahora procesos de expansión colonial fuera de Europa- son un buen negocio incluso para los soldados, que esto ya no lo dice Marx, resultan igualmente beneficiados de fáciles conquistas contra territorios tecnológicamente atrasados cuyos recursos pasan al erario de la metrópoli.
En este ambiente optimista, la sociedad acuña el ideal de la aristrocracia militar. El oficial y su mística se convierte en el paradigma de las virtudes viriles. Se genera una incipiente cultura popular nacional superadora de las castas sociales.
Problema, el mundo no da más de sí. Concluido el fenómeno de expansión exterior, las naciones deberán arrebatarse unas a otras los territorios para mantener activas las calderas de la patria. Las primeras en caer serán la decadente España, el Magreb, China. A finales del siglo XIX el mundo es un precario equilibrio. Los cuatro imperios coloniales (USA, Rusia, Francia e Inglaterra) encuentran un enemigo común en el eje entro-europeo, que se ha extendido exitosamente en Europa a expensas del imperio turco y mira ya sin complejos a franceses e ingleses en África, el Pacífico y Asia Central.
La Primera Guerra Mundial, cuyo centenario nos aprestamos a conmmemorar, supone el principio y el fin de muchas cosas. Enterrado en el fango de Flandes sucumbirá el glamour de la aristocracia militar como modelo social. El nacionalismo debería haber muerto también allí, pero no fue así.
A la vuelta de las trincheras, los excombatientes no obtienen ya ni estatus ni reconocimiento social ni mucho menos riqueza, aunque han conseguido una cosa, el sufragio universal. Esta generación, aún bajo el síndrome del militarismo, escogerá en muchos países la vía del totalitarismo como solución a la fractura interna que supone el obrerismo. Y entonces llega la debacle de la II Guerra Mundial.
En 1945 la sociedad europea, exhausta, abandona 300 años de tradición militar, se ensimisma, renuncia al sostén por la sangre de sus territorios coloniales, donde se suceden los estallidos independentistas amparados por los nuevos amos del escenario, Rusia y América. Nace el Mercado Común, embrión de la UE, y el fin del nacionalismo europeo clásico hijo del Estado-Nación del siglo XVI.
Pero para entonces la infección ha saltado a nuevos clusters. Hay un fallido brote en Africa, coincidente con la eclosión de nuevos países surgidos de la descolonización. Pero en Latinoamérica y Asia, y a golpe de manipulación cultural, el nacionalismo se visualiza exitosamente como el paso lógico frente al mundo bipolar que supone la Guerra Fría.
Excursus, manipulación histórica y cultural inherente a todo nacionalismo. La nación, a diferencia del Estado, no existe, por tanto su historia debe ser inventada.
El desmantelamiento de la URSS da paso al supernacionalismo de Rusia, China y el resurgir de toda la Europa exsoviética, en algunos casos de forma pacífica, en muchos otros no.
Quisiera pensar que el nacionalismo debería ser como la fase inicial en la historia de los países. Un estadio inmaduro que se trasciende pronto en aras del internacionalismo (la bella utopía del ciudadano del mundo). Pero no es así ni mucho menos. Es una vía en la que recurrentemente se refugian las clases medias cuando las sociedades colapsan. Una mítica apelación al "nosotros" cuando un determinado proyecto social fracasa. El nacionalismo es un pensamiento religioso. Una fuga de la racionalidad en aras de la esperanza en un mañana mejor. No importa las veces que la historia desmienta este planteamiento. Es como una pulsión hija, eso sí, de la candidez y/o de la ignorancia.
lunes, 14 de noviembre de 2011
Nanotratado sobre Doctorow
miércoles, 28 de septiembre de 2011
Umberto Eco, un masón al descubierto
Atención. Vida Sexual de una Inteligencia Artificial ha tenido acceso a importantes revelaciones que permiten identificar de manera indubitable al Gran Maestre de los Rosacruces Internacionales. Al general en jefe de las hordas masónicas. El verdadero Kadosch, el Hiram Abif del siglo XXI.
Umberto Eco
Bajo su dirección, reputados profesores universitarios fusionaron los dos grandes ritos, lo que les ha permitido hundir la economía capitalista, abrir a los masones los medios de comunicación (menos algunos blogs, que valientemente nos negamos a caer bajo su férula), y ahora, negocian entre bastidores para que el euro se hunda y así entregar España a los chinos.
Completada su disolvente labor en el ámbito académico, Eco se dio cuenta de que los departamentos de filosofía ya no servían como laboratorios ideológicos donde cocinar los estereotipos culturales a inyectar en los media. No. La confusión conceptual había disociado el medio y el mensaje. En adelante, los memes de primer orden se filtrarían a la ciega masa a través de novelas populares, Best Sellers.
Eco, como gran Maestre del Rosacruz Templario de la Sociedad Teosófica, dio el siguiente paso.
El Nombre de la Rosa pretendía realimentar la disensión entre Benedictinos y Franciscanos para justificar la primacía teológica de Suárez y de la Compañía de Jesús (no se dejen engañar por otras interpretaciones). En el Péndulo de Foucault recopiló las teorías de la conspiración más y mejor documentadas por los historiadores para negarlas afirmándolas. Baudulino es una obra arriesgada, arremete contra la historicidad de los Reyes Magos con el indisimulado objetivo de fomentar el republicanismo.
Por último nos ataca con El Cementerio de Praga, una obra de arte de la impostura literaria, pero obra de arte al cabo.
Cuando el protagonista de una novela es un mero comilón, un ente acomodaticio a toda circunstancia, sin escrúpulos morales ni otra ideología que jubilarse con cierto decoro, puede decirse que, bien estamos ante una gran novela o bien en presencia del gran Simonini, o ambas cosas.
Qué lástima que no sea real (en realidad, pienso que el verdadero Umberto Eco falleció en el mismo atropello que se llevó por delante a John Lenon, el real, el que murió al poco de grabar Abbey Road en 1969, y no su doble tiroteado por la CIA tras convertirse al islam y amenazar con informar al mundo de la conjura).
En los próximos 120 posts revelaremos pormenorizadamente los detalles de este criminal engaño. No se lo pierdan.
martes, 24 de mayo de 2011
Nanotratado sobre Sisa
Sepan que:

viernes, 25 de febrero de 2011
Nanotratado sobre Gaiman

Bien lejos de los países de silicio, espiritualmente pertenezco a la Camarga. Blanco, europeo, católico devoto de Saintes Maries de la Mer los domingos, por supuesto, pero gitano los sábados. Al Andalus Mimouche. Me cago en París y azuzo toros mecidos al ritmo del viejo Reyes, o al menos hablo de ello mientras me empapo de Cinzano frente a Saint Trophime (Arlés, pronúnciese Aaagle). Hasta cierto punto; hijo de andaluces, pariente de los cajún, bailo candomblé con negras del delta. Esto es en Mardi Grass, cuando me vuelvo loco.
De ahí mi más rendida admiración por Neil Gaiman y los dioses tricksters como Hermes, la araña Anansi o Loki el loco.
Hijos de Anansi y American Gods son dos de las más potentes novelas de estos insípidos días de bricoteratura. Soy consciente que Gaiman es limitado. No es el escritor perfecto. Pero da la casualidad de que su ciclo dedicado a la presencia de los dioses entre nosotros es uno de mis temas favoritos. Cosmogonías aplicadas al siglo XX (finales, el XXI, principios, es una mierda sin tabaco en los bares, un parque temático de psicópatas cardiosaludables capaces de serrarse los huevos porque la testosterona da halitosis).

Lo de Anansi es una maravilla del humor contemporáneo. De acuerdo, la trama es algo infantil, pero tan bien llevada… La escena del cementerio, con el Gordo Charly rindiendo un último tributo a su padre la araña ante la tumba equivocada es… Dios… Glorioso… El viejo Anansi lo ha vuelto a hacer. Hasta dentro de la tumba disfruta mortificando al soso de su hijo. ¿Que por qué se llama Gordo Charly cuando ni se llama Charly ni es gordo? Fue Compé Anansi, su padre el trickster, empezó a llamarle así para hacerle rabiar. ¿Sabes qué apodo le ha puesto Anansi a su hijo humano?, se preguntan los vecinos (santeros refugiados de Haiti en su gran mayoría) mientras mastican cerveza Horus con ron… Gordo Charly (estallidos de carcajadas), ¡qué cabrón, el viejo! Así las cosas, Charly intenta eludir su destino en una poliomielítica oficina de representación de actores de Londres. Con su católica novia que no le deja catar el producto. Una vida cutre y arrastrada de la que le redimirá su hermano el dios. Un tipo peligroso, el hermano. ¿Así que dices que tu novia es virgen, Gordo Charly?... Te digo yo que no: ya no.

American Gods es el tronco de esta demencial cosmogonía. Un tronco que crece en las carreteras de Wisconsin, entre ferias de atracciones desvencijadas y espacios delirantes como la House on the Rock de Spring Green (el mayor carrusel del universo), casinos podridos de Las Vegas o los moteles del Monte Rushmore. Habla de la guerra del Señor de los Miércoles (Woden, o sea Odín) y su troupe de dioses olvidados contra las neo-deidades de los centros comerciales. Señorita Comunicación, Señor Mundo, el Ciberchico... El gran protagonista es Sombra, que en la tradición ashanti es lo que queda del cuerpo cuando mueres. Un ser inane perseguido por el espectro de Laura y guía a sueldo del Señor de los Miércoles en esta epopeya de moteles por las tripas de América.
Mitología de la buena. Los dioses se humanizan y los hombres se divinizan. La fantasía pasada por el matiz del pop, sí, pero también de la fenomenología de la religión a ráfagas.
Señores y señoras, para mí, la fantasía contemporánea solo me cuadra en algo así. Quién quiero elfos y tontorrones teniendo a mano este percal. Así pues, no les aconsejo ni Anansi ni American Gods. En absoluto. Sigan instalados en la zona de confort, ahora que vienen malos tiempos.
Les dijo con una larga cita y para amenizarla, nada mejor que las Negras Verdes. Vaya que sí.
De American Gods
"- Te infravaloraron, amor. Yo no voy a cometer ningún error. Te quiero a mi lado –se puso de pie y camino hacia la cámara-. Míralo así Sombra: somos el futuro. Nosotros somos centros comerciales, tus amigos son ferias cutres de carretera. ¡Joder! nosotros somos centros comerciales en línea, mientras que tus amigos están sentados al borde de la autopista vendiendo productos caseros en una carreta. No, son peor. Fruteros vendedores de látigos para calesas, reparadores de corsés de hueso de ballena. Nosotros somos el hoy y el mañana. Tus amigos no son ya ni el ayer. […] Mierda –dijo-. Mira lo que te pagan esos viejos. Yo puedo pagarte el doble, el triple, cien veces más. Da igual lo que te den, yo puedo darte mucho más –sonrió con la sonrisa perfecta, traviesa de Lucy y Ricardo-. Dime, cariño, ¿qué necesitas? –Empezó a desabrocharse los botones de la blusa-. ¡Eh! –dijo-, ¿nunca le has querido ver las tetas a Lucy?
Se produjo un fundido en negro. La función de autoapagado se había accionado y la tele se apagó sola. Sombra miró el reloj: eran las doce y media.
Se volvió y cerró los ojos. Se le ocurrió que el motivo por el que le gustaba Wednesday y el señor Nancy y el resto más que sus oponentes estaba bastante claro: puede que fueran baratos, sucios y que su comida supiera a mierda, pero al menos no soltaban clichés al hablar. Y supuso que se quedaría antes con cualquier feria de carretera por muy cutre, cochambrosa o triste que fuera, que con un centro comercial."