En la mina San José, Copiapó, Chile, se está escribiendo una gesta, el salvamento de 33 mineros enterrados a 700 metros de la superficie. Francamente, no recuerdo en la historia de la humanidad un rescate más complejo, emocionante y difícil.
Inevitablemente, la historia nos retrotrae a la madre de todas las epopeyas intraterrícolas. El Viaje al Centro de la Tierra. Mi albacea testamentario publicó un prospectivo artículo al respecto; coincido con él, es una obra apabullante.
El amor de Verne por las cuevas es un rasgo de su obra. El viejo Nautilus atrapado en la cueva volcánica de la Isla Misteriosa… Pero si en alguna novela la vida intraterrestre deviene eje de la trama es en Los 500 millones de la Begún, obra que leo en la Wiki se atribuye al colaborador de Verne o “negro” André Laurie. El autor fanquicia redacta una extensa sinopsis que el “negro” desarrolla bajo la supervisión del autor (y del editor Hetzel, tan importante e influyente).
De ser esto así, Laurie se limitó a realizar un trabajo aseado; lo mejor de los 500 millones es la idea, la sinopsis, el desarrollo es convencional en exceso, sin los brillos de las grandes novelas de Verne o de la “factoría Verne”. Una vez más, estamos ante una novela productora de nuevos estereotipos literarios. Y es que el principal valor de Verne (no el único) es su carácter de Apolodoro de los tiempos industriales, el mitólogo fundacional de un nuevo Parnaso; donde ayer hubo reyes, ninfas y semidioses, Verne pondrá al científico cascarrabias, al militar ilustrado y colonizador, al periodista audaz, al gentleman impasible y así decenas y decenas de iconos que desde los folletines saltarán a la literatura, al periodismo, al cine, a los comics…
No es ninguna excepción los 500 millones; obra basada en la contraposición utopía/distopía de una sociedad positivista, científica y –añado yo- masónica –France Ville- contra otra totalitaria consagrada a la producción en secreto de armas de destrucción masiva –Stahlstad. Sí, nuevamente tío Julio se saca de la manga puñados de estereotipos que añadir a la iconografía: la sociedad secreta criminal subterránea–Spectra- que al margen de la comunidad internacional conspira para imponer una dictadura global totalitaria, racista y malévola. Inevitablemente, los malos, el perverso químico alemán Herr Schultze (otro tópico llamado a marcar impronta, científico teutón de aviesas intenciones a lo Mengele) tienen sus dominios bajo tierra, en concreto, en la mayor mina clandestina del mundo y con reservas para siglos (en otra brillante anticipación: el control de los recursos energéticos como llave de dominio del mundo).
De hecho, la novela sigue una pauta pefectamente bondniana. Los buenos cuelan un infiltrado en el submundo, un ingeniero, superagente secreto, que desvelará la maligna existencia de Stahlstad y sus secretos planes de impulsar una dictadura racista mundial en connivencia con Prusia.
A mi modo de ver, Verne es el padre del 50% de los géneros literarios contemporáneos.Pero hablábamos de intraterrícolas. También Tolkien merece un lugar de privilegio; la Moira, la impresionante subciudad del pueblo de Durin es una de las piedras sillares de El Señor de los Anillos, al tiempo que escenario de una epopeya dentro de la epopeya, la reconquista de Kharad Dhun a manos de los enanos de Erebor, y su trágico fin (¿qué rayos está esperando Hollywood para poner imágenes a la épica?). A diferencia de Verne (utilitarista en extremo y con anticuados rasgos tardorománticos), Tolkien era un escritor técnicamente sobresalientísimo, que además realimentaba sus historias a partir de una sabiduría vital e intelectual que yo nunca he vuelto a ver en ningún autor de fantasía épica. Es por eso que tengo el prejuicio de pensar que los empeños en emular el mundo tolkeniano están abocados al más estrepitoso de los fracasos; para inventarte La Moira, no sólo tienes que dominar el folclore nibelungo, además, es vital haber visto y padecido el terror de los bunkers de la Primera Guerra Mundial y sus increíbles complejos subterráneos; los fort Doumont de Verdún o Beaumont Hammel (Somme), tomados a llamaradas y peleas a cuchillo cuerpo a cuerpo, tras sangrientos sitios de varios meses.
Sospecho que El Señor de los Anillos es a la fantasía épica lo que El Quijote a las novelas de caballerías: El punto y final, el hasta aquí hemos llegado, no se puede mejorar eso, y no pudiéndose mejorar ¿qué sentido tiene intentarlo?
Ya digo que es un prejuicio, que nadie se ofenda.
Más sentido tendrá que la no inclusión en esta lista de la Divina Comedia desate las iras de los admiradores de lo Dantesco. Pero no… No termino de ver la Divina Comedia como epopeya intraterrícola. El submundo de Dante es el infierno, el purgatorio… mundos metafísicos ubicados bajo tierra por mor de la física coetánea y la mitología del Hades. Tramas culturales –en modo alguno epopeya- rehogadas en un propósito político, el ajuste de cuentas de Dante contra sus enemigos gibelinos. Lo que no quita para que, en tal fin, Dante inventara la literatura italiana.
Sigo. Sería frívolo no citar aquí algunos otros tropos intraterrícolas, de Descent al Núcleo, nóvelas que sólo he codificado en cine, si he de serlos sincero. Les animo a seguir hinchando la lista con sus fantasías intraterrestres favoritas.
Entre tanto, esperemos que nuestros héroes chilenos tengan la suerte de Axel Lidenbrock y estas navidades se consume su retorno a la superficie. Como en casa en ningún sitio.
De lo que estoy seguro es que estamos ante la mayor epopeya de rescate de todos los tiempos.