Todo esto gira alrededor de lo siguiente, si el capitalismo
puede configurarse como un sistema de producción no neceariamente expansionista,
entonces no está necesariamente condicionado a crecientes necesidades
energéticas. Puede articularse, por tanto, como un sistema de producción
tendente a la sostenibilidad y a la autarquía energética. Ya argumenté en el post anterior que el capitalismo puede apostar al productivismo, a la
conservación o, incluso, a dosificar la devaluación de la plusvalía.
Ni siquiera los neomalthusianos niegan esa posibilidad,
ocurre que ellos consideran que la economía resultante de la sostenibilidad nos
condena a una sociedad preindustrial, insuficientemente dimensionada para
mantener unos mínimos umbrales de bienestar para 8.000 millones de humanos. Hay otra
variante, según la cual los cambios de modelo productivo no tendrán tiempo de
cuajar antes de un súbito desabastecimiento de insumos que apareje el hundimiento.
Hoy toca argumentar contra estas dos posiciones.
Se recordará que otra condición de posibilidad del
Hundimiento es la creencia de que no es viable un incremento de la producción
sin incremento energético.
Nuestra sociedad, es obvio, se mueve por la generación de
riqueza. La pregunta que nos debemos plantear aquí es si es cierto que a más
riqueza más consumo energético. La pregunta es ¿se puede producir más con menos
energía?
La sociedad de consumo se basa en asociar riqueza a consumo. Una sociedad más
rica es la que está en condiciones de pagar más consumo. Ahora bien, la respuesta a eso es depende de
lo que consumas. Un mercado de conocimiento gastará menos energía que un mercado
de bienes materiales. Un mercado de bienes reciclados gastará menos energía que
uno de nuevos bienes. Un mercado de subproductos gastará menos energía que otro
de productos primarios. Todo es consumo, pero unos gastan más energía y otros menos.
Un ejemplo claro. En este otro post informaba sobre microcambios en el
paradigma de climatización. Los consumidores de productos energéticos se
convierten en consumidores de información sobre cómo rentabilizar su eficiencia
energética. Se entra en una dinámica de
sustitución de un mercado expansivo por otro eficiente.
Señalaba un neomatlhusiano en los comentarios al anterior
post que el mercado de la sostenibilidad necesitaria inversión en I+D, que en
realidad, los grandes capitales, supuestamente dueños del 80% de la riqueza (¿dinero?)
mundial no están por la labor. Que al contrario, que ellos (el gran capitalismo) buscarán optimizar
sus beneficios hasta la autodestrucción si es necesario. Esta es otra verdad a medias. O sea una
falsedad como la copa de un pino.
Veamos como funciona en realidad. Llega un punto que el
consumo de gasóleo para climatización empobrece, cuesta demasiado trabajo financiarlo.
El capital detecta entonces un nicho de negocio, dar al consumidor alternativas
más baratas. Hace 4 años la biomasa solo daba plusvalías ideológicas. Una
instalación tardaba más en amortizarse, el coste del watio de biomasa costaba
parecido a su equivalente en hidrocarburos.
La situación es hoy radicalmente distinta. El elevado coste del gasóleo ha motivado un
cambio de hábitos, de vivir a 23 grados me acostumbro a 20. En ese momento, la
biomasa se convierte en la opción. Se suscita entonces un nicho de actividad.
El transformador de calderas de biomasa e insumos asociados aumenta su
actividad en proporción inversa a la que baja la del suministrador de gasóleo.
¿Y qué hace el capital? ¿Presta dinero al del gasóleo para financiar un modelo
de negocio a la baja o compite con otros para financiar un negocio emergente? Sin duda lo segundo. El capital tiende a la
rentabilidad. El sistema crece en la dirección correcta. Crece en la dirección
del mercado del conocimiento de la eficiencia.
Otro ejemplo, supongamos la existencia de
placas fotovoltaicas cuya amortización iguala el gasto equivalente mediante un
suministro estandar. Inmediatamente se genera un mercado de microproducción
eléctrica que entra en competición con el de la macroproducción. Es entonces
cuando el capital se moviliza y financia i+D porque el i+D se convierte en un
factor de competitividad del producto.
Se dirá que el TRE de la energía fotovoltaica nunca jamás igualará al TRE del petróleo. O
que lo fotovoltaico sigue dependiendo de insumos no renovables (baterias,
lítio). Esta visión supone no considerar el carácter holístico del flujo
microeconómico. Ya no necesitamos el TRE del petróleo. Nuestra dependencia de
un limitado grupo de bienes no renovables se alivia. Atomizamos la dependencia.
Combinamos la eficiencia de este sistema de climatización con la de aquel de
producción eléctrica, ajustamos nuestras pautas de consumo, al tiempo que los
grandes flujos de inversión i+D se desplazan siguiendo la marea. Crecemos
consumiendo menos. Damos valor al
mercado de la información. Consumimos, pagamos, trabajamos sobre información
eficiente. Desplazamos los restos de producción fosil a aquellos campos donde
la sustitución es más compleja. Ganamos tiempo. Posponemos el Hundimiento a 10
años vista a otro a 40 años vista. En definitiva, damos tiempo a que sea el
megavolcán, y no la irracionalidad humana, el que acabe con la especie en el
planeta. A muchos les parecerá un logro exiguo. Yo pienso como Keynes que
tratar de diseñar la economía a 80 años vista es tarea de locos o fanáticos.
Quédense con esto: Si hay leyes en la economía, una de ellas es que todo
mercado se articula en términos de oferta y demanda. No hay razones sólidas
para suponer que la sustitución del mercado del consumo por el de la eficiencia
no genere similares plusvalías. Un ejemplo: todo apunta que el mercado de la
microproducción ofrece hoy muchas más posibilidades que el de la macro. ¿Si usted fuera fabricante de placas milagrosas, para quien le gustaría trabajar, para un pool de grandes clientes mayoristas o para un mercado masivo de compradores minoristas? ¿Dónde hay más dinero? En el capitalismo, primero va el buey, luego la carreta. ¿Hay posibilidad de plusvalía en el ahorro energético? ¿Sí? Pues allá que va el capital. No es una cuestión ideológica, sino social.
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