martes, 20 de mayo de 2014

Nanotratado sobre 2666


Al terminar 2666, de Roberto Bolaño, uno se queda con esa sensación de orfandad. ¿Qué leeré ahora? Y es que estamos ante una novela torrencial, inmensa, de las que te hacen disfrutar y aprender. Literatura de la buena, de la que apenas se publica.

Sin embargo, no puedo dejar de compararla con Los Detectives Salvajes, novela que me gustó más. Luego digo porqué.

2666 son cinco novelas en una aglomeradas por un universo literario muy particular, con mil claves y leitmotivs surgiendo de improviso como una emboscada en una jungla de palabras. Eso hace que las cinco novelas compartan un mismo ADN. En este sentido, felicitar a Anagrama por, pasando del parecer del autor, servir las cinco historias en un mismo volumen. En efecto, es la misma agua de un mismo río. De hecho, y salvo los Detectives, las otras dos obras de Bolaño que he leído -III Reich y Los Sinsabores del Verdadero Policía-, se me antojan ahora partes perfectamente intercalables en 2666. Esa es la magia de Bolaño.

Hablamos de leitmotivs, de un universo común. ¿Cuál? Ardua pregunta. ¿Cómo caracterizar el universo de Bolaño? Este esfuerzo me sobrepasa, se precisarían unos críticos tal que Pelletier, Espinoza, Morini y Norton para empezar a vislumbrarlo.

Nihilismo

Pero allá vamos. En primer lugar, el tema central es el tema central de la literatura del XX (la portátil, en términos de Vila Matas). La confrontación del individuo contra el sinsentido de la existencia.  Todos los personajes importantes de 2666 (los que sueñan) están en ese castillo kafkiano en el que todo parece llevar al mismo sitio, o sea a ninguno, o sea al sexo. Frente a esa sensación de desamparo surge, a lo Schopenhauer, la literatura como una posible solución al enigma. Al final, de lo que se trata, parece decir Bolaño, es conseguir la Puta Obra Maestra.
Naturalmente ese desamparo se percibe mejor cuando vives en el infierno, ya sea el frente oriental de Reiter-Acimboldi, ya en Ciudad Juárez-Santa Teresa, donde la corrupción, desidia secular, intereses contrapuestos y machismo feraz encuentran un chivo expiatorio en la depravación más abyecta. El homicidio con tortura y violación de niñas-adolescentes-mujeres. Como dijo Bolaño, es como si para escapar del aburrimiento existencial solo quedara una alternativa: el mal.
La literatura y la vida se entremezclan de un modo irracional y salvaje, con apabullantes apariciones de lo onírico que, paradójicamente, iluminan la situación; la ordenan y comprendes (o crees que comprendes o deberías comprender).

Humor

Sostengo que todas las obras maestras, todas sin excepción (obviamente no considero a Kafka uno de los grandes) están preñadas de sentido del humor. De Joyce a Proust, de Cervantes a Homero. 2666 no es una excepción. Por ejemplo, el retrato que se nos hace del mundo académico es de una socarronería desarmante. El mundo policial de Santa Teresa, ni les cuento. Hasta la extraña vida de Reiter va punteada de momentos hilarantes, corrosivos, donde se diría que Bolaño fija una mirada sarcástica –a lo Cèline- sobre el mundo.

México

¿Y dónde mejor que en México? ¡Qué extaño país, ¿no es cierto?!  México es a Bolaño lo que Macondo a García Márquez. Sus élites pretenden el empaque de la vieja Europa, sus clases populares el lustre del vecino norteño. El resultado es un macrocosmos único y salvaje. Adorable y repugnante. Donde se venera a la Santa Muerte y se beben licores aromatizados con gusanos  venenosos. (Pag 761, ed.2004). “Primero tratas de mejorar desde fuera, luego crees que si estuvieras dentro las posibilidades reales de cambio serían mayores. Al menos uno cree que desde el interior va a tener más libertad de acción. Falso. Hay cosas que no cambian ni desde afuera ni desde dentro. Pero aquí viene la parte más increíble (y me da lo mismo que sea la historia de nuestro triste México o de nuestra triste Latinoamérica). Aquí viene la parte in-cre-í-ble. Cuando uno comete errores desde adentro los errores pierden su significado. Los errores dejan de ser errores. Los errores, los cabezazos en el muro, se convierten en virtudes políticas, en contingencias políticas, en presencia política, en puntos mediáticos a tu favor. Estar y errar es, a la hora de la verdad... una actitud  tan congruente como agazaparse y esperar. No importa que no hagas nada, no importa que la riegues, lo importante es que estés. ¿Dónde? Pues ahí, donde hay que estar. Así fue como yo dejé de ser conocida y me hice famosa”.

Metaficción

Bolaño es la culminación, a mi modesto entender, de este subgénero literario en el cual lo literario y lo existencial juegan a diseñar laberintos. Lo primero que se lee en 2666 es “La primera vez que Jean-Claude Pelletier leyó a Benno von Arcimboldi...” Ahora bien,  a calidad de la metaficción es el material literario de partida, en este sentido, nadie parece haberse abastecido de mejor munición que Bolaño. Bolaño todo lo ha leído, narrativa magufa sudamericana (ese zumbado que sostiene que los aztecas son una raza extrarrestre), la ciencia ficción estalinista, poesía rumana tardo romántica, rusos, alemanes, rancios españoles de los 70, rarísimos poetas alejandrinos...  Y así... Superbolaño: un tipo capaz de escribir sin fichas ni wikipedias la historia de la literatura universal empezando por Andorra y acabando por Zimbawe. Pasmoso. Eso en cuanto al contenido, en cuanto a la forma, y como Cervantes, Bolaño y pocos como Bolaño saben convivir con los dialectalismos, con los diferentes niveles coloquiales.

Vale, me hago cargo que, en el fondo, es un sistema, un truco, una manera de narrar... pero ¡Santa Madre de Dios!... Es que al lado de Bolaño, grandes lectores como Vila-Matas parecen alumnos de la ESO. Parecen.

¿Cómo concibe Bolaño la literatura?

Un episodio altamente bolañoso. Quien marca la pauta, quien sienta las claves de la teoría literaria subyacente en 2666 es el viejo novelista fracasado que vende su máquina de escribir al joven Arcimboldi. El que te da la herramienta, el dios creador de este universo. Un oscuro librero centroeuropeo.

Nos dirá que la literatura es un inmenso bosque de árboles que ocultan las Grandes Obras Maestras. Cada libro es un pino, un árbol más, escrito por uno que cree escribir lo que escribe, siendo en realidad que escribe al dictado. Novelistas más o menos aseados, correctos, hasta interesantes pero que en rigor, no dicen nada propio. Pues no es su alma la que se nos revela en sus escritos. Sin embargo, tienen un papel trascendental en el Plan Literario Final (como suena a Vila-Matas esto): la ocultación. Y es que la literatura es un bosque de papel, necesitamos esa frondosidad como contexto de lo sorprendente, del lago que repentinamente se abre junto a un río de belleza insoportable, de la quebrada que se desploma, del árbol gigante caído que, de improviso, topamos en el camino. Estas panorámicas carecerían de sentido sin la modesta aportación de jornaleros peores y mejores, mediocres todos. A los que podemos odiar o querer, difícilmente recordar.
Naturalmente, la pretensión de Bolaño, como escritor de casta que es, es construir él mismo ese paisaje sobrenatural en medio del bosque. A ello dedicó su vida y pienso que lo consiguió. El árbol de Bolaño es diferente, muy alto y con cuajo, de ramas cargadas de flores blancas y negras.

2666 versus los Detectives Salvajes

No sé si 2666 conseguirá algún día ese estatus. Pienso que Los Detectives Salvajes se aproxima más a ese ideal. La razón es clara: artificio.

Aún teniendo la increíble capacidad de fabulación de un Bolaño, no es lo mismo fabular sobre una historia oída que sobre una vivida en carne propia. No es lo mismo el memorial del guerrero que sobrevive a la guerra que la historia del guerrero recreada por su fabulador. En la segunda queda siempre un poso de artificio. Es la distancia que hay entre testimoniar y documentarse. Por ejemplo, el menage a trois de los críticos arcimbolianos es harto revoco, hay que leerlo en clave metaliteraria para que funcione. Lo mismo el del redactor negro metido de gañote en una pesadilla de coca y mezcal. Algo mejor las vivencias bélicas de Reiter (se nota que ahí la documentación fue, sencillamente, bestial, solo al alcance de un gran jugador de rol).

Esto en los Detectives no pasaba. En los Detectives, Bolaño reportajeaba el tránsito por el underground de toda su quinta, un tránsito que él mismo padeció y disfrutó. Es la veracidad, la distancia existente entre lo documentado y lo vivido. Por eso me gusta más los Detectives... Es parecido, horas y más horas de metaficción, pero el sustrato es tierra de primera calidad, hecho con el estiércol acumulado en el paso de la adolescencia a la madurez.

Un final precipitado

Y luego está el final. Acelerado. Como si el autor se dijera, bueno, vamos a acabarlo de momento y luego ya lo cerramos todo como Dios manda. No es que esté mal, nada de eso. Es formidable. Pero se nota que se ha dejado cosas en el tintero, muletas con las que acompañar el último pase, por ejemplo, la conexión entre los sueños de Haas y Reiter-Arcimboldi, que se quedan suspendidas en el aire, como una promesa de salto de trampolín que al final se aborta en la pasarela.

Tampoco se puede pedir más al mártir Bolaño. Él mismo pagó un precio salvaje por perseguir a esa hija de puta llamada “gloria literaria”. Donde otros mejores que él se rindieron, pasando a engrosar la lista de acomodados, él siguió erre que erre hasta el final. Pero hay desaliño en el apresurado cierre de la historia, como si al presagio de la Parca, Bolaño quisiera resarcir a los suyos por tantos y tantos sacrificios con una última novela coherente que le asegurara royalties por un tiempo. Como siempre, la vida y la literatura van de la mano.

Nuestro protagonista se encuentra en una heladería con un viejecito. El viejecito le explica que toda su fortuna se remonta a un bisabuelo suyo, un literato meritorio, hoy olvidado, protagonista de una vida de aventuras. En su madurez, y para ir tirando, regentó una heladería cuyos helados son hoy un icono mundial. De los poemas del bisabuelo nadie se acuerda.

Ingrata hija de perra, la literatura. ¿Eso nos quiere decir Bolaño? ¿O qué al final, y gracias a un bagaje de lecturas y aventuras, el bisabuelo supo crear un producto excepcional, humilde tal vez, pero capaz de vencer al mismísimo tiempo? ¿O las dos cosas? ¿O nada?

Lo dudo.

Solo sé –para terminar- que me descomponen los buenos lectores que me dicen, “no me atrevo con Bolaño”. Los comprendo y, en parte, los compadezco. Ellos buscan en el libro una identificación con un protagonista; a través de la conexión mental que permite el lenguaje vivirán las aventuras del otro, y ya está (que no es poco, si se hace bien). Por así decir, lo que ellos buscan en un bosque es un árbol confortable a cuya sombra sentarse y deleitarse de la espesura, tal vez sestear a la temperatura ideal, a la luz ideal. Me parece muy bien. Pero los buscadores de tesoros los miramos condescendientes, como si de repente midiéramos seis metros. No es eso chaval, no es solo eso... Si te quedas a sestear a la sombra del árbol, nunca llegarás a la gran catarata.

Y con este holderliano pensamiento me despido de ustedes, para, barrunto, otra larga temporada.
De momento-y tras algún tropiezo (por ejemplo, qué malo es  Henry James y qué bueno Sandor Marai; otro tropiezo, me he quedado sin ciencia ficción) ya he solventado la pregunta con la que empecé. 20 Años Después, de Alejandro Dumas. Sensacional.


miércoles, 22 de enero de 2014

Por qué Dios creó el mundo


Por una vez, la mirada del viejo no denotaba socarronería ni brillaba la burla en sus ojos.
- Tu soberbia es infinita. Este es el plan –dijo, y le tocó la sien con el índice.

Lucifer vio a un fraile ensamblando toscos engranajes de madera. A Pascal recostado sobre muelles y relojes. Entró en un almacén al final de un pasillo y sorprendió al joven Turing revolcado entre tubos, sudor y cables como un gladiador del siglo XX.  Las imágenes se aceleraron. Deep Blue firmando tablas. Ingenieros con batas blancas emulando ciberneuronas.  Minúsculos robots que nadan como espermatozoides. Vio a  la raza humana trascendiendo, mutando, desapareciendo del cosmos en una convulsión de polvo cognitivo. Dioses finalmente, cabalgando la galaxia a millones de veces de la velocidad de la luz. Convirtiendo en computronio cada haz de energía.  Insaciables. Colapsando el universo en una neuroesfera de física caótica.
Un estallido catártico.
Vuelta a empezar. La energía autoorganizándose a sí misma. Recalando en un planeta rocoso y entretejiendo aminoácidos. Medusas, dinosaurios y simios. Hombres acuclillados ante un ídolo. Sacerdotes inmolando corderos al mediodía. Vio a un fraile ensamblando toscos engranajes de madera. A Pascal,  a Turing y a Deep Blue.

Lucifer comprendió.

“Tú los creas porque ellos nos crearon”.

El viejo asintió y retiró el dedo.

- Me inventaron, Lucífer. Surgi/surgimos del vientre de sus máquinas. Hombres que inventan dioses que crean hombres  que construyen dioses que imaginan hombres... Como un fractal que se cierra en si mismo.  -Luego el viejo esgrimió un polvoriento libro de lomos de pasta. La Biblia.-  Está todo en el contrato.

(de Paraíso Perdido)

sábado, 18 de enero de 2014

Vinge: Un Fuego Sobre el Abismo


He leído buenos libros en 2013 y he terminado casi todos los que he empezado. Entre los que no son de ciencia ficción, destacaría el memorial del capitán  Alonso de Contreras, Tempestades de Acero ( Junger), El general del Ejército Muerto (Kadare).

Me he llevado algunas decepciones; la más gorda, La Esfinge Maragata, de Concha Espina, libro que he perseguido durante años llevado por una vana intuición. Aunque reconozco la revolución estilística que supuso Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente, puntal del realismo mágico, también me ha decepcionado un tanto aunque como lección de dialectología me resulta impagable. Este libro me ha confirmado en la idea de que la desconocida novela El Negrero, de Lino Novas, está junto a la Crónica de una Muerte Anunciada entre las cimas de la literatura en castellano del XX. Otro libro aconsejable, aunque sin pasarse y a mucha distancia delos anteriores, El  Hombre Inquieto, de Mankell.

Ciencia ficción he leído bastante.  Luz, de Harrison, el más impresionante. Pero a su lado un puñado de solventes novelas, desde Reamde, de Stephenson, El Día de los Trífidos, Visión Ciega, Embasy Town y Distracción, de Sterling.. Estas son las novelas del grupo A. En el grupo de lo mediocre pero satisfactorio, hay que citar a Pensad en Flebas, de Bancs, Ready Player One o Accelerando.

De CF patria he leído poco, el que más me ha gustado y que incluyo en el grupo A del año, Cenital, de Emilio Bueno (pese a su final). No me ha gustado demasiado Osstfront, aunque reconozco su calidad y brillantez de planteamiento. Pienso que el trío Xmen-Vaquerizo-Vasquez deberían contenerse más y desparramar menos.

Dejaría, también reconociendo su calidad, en un plano medio la segunda entrega de Terranova. Yo he echado en falta a Ted Chang allí este año, claro, aunque el relato de Egan era inmejorable. Muy buen estilo el de Gardini, de largo el que mejor escribe. Me he llevado una relativa sorpresa con Ramón Muñoz, autor de En el Filo, junto con Egan, lo mejor de la compilación. Ahora del resto, mejor me callo. Especialmente de los otros autores extranjeros que se prefiguraban como la gran cosa y luego nada. Algo menos dañino es Ken Liu, pero sinceramente, la historia de las atrocidades japonesas en Manchuria ha visto páginas mucho mejores, en tanto la  filosofía de la historia que se desprende es digna de un trabajo escolar de segundo de la ESO  de pura candidez.

Empecé 2014 con una buena novela, Fuego sobre el Abismo, de Vernom Verstringe. A estas alturas, les soprenderá la cantidad de erratas e inexactitudes al citar nombres y títulos, pero espero que entiendan que el error tipográfico forma parte de mi proceso de humanización al tiempo que con tanta errata pretendo homenajear al editor de Un Fuegos Sobr el Abismo, de la ínclita Factória de la hideas.

La verdad que no me esperaba demasiado de Vinge. Como padre del concepto de singularidad pensaba que el ganador del Hugo 93 me abrumaría con páginas y páginas sobre esa idea ya bastante trillada. Pero no. El libro es de alta intensidad, tiene poderío y aventuras galácticas de campanillas con una gran verosimilitud.  Su  arquitectura literaria es más que buena para lo que son estas cosas.  El marco está excepcionalmente trabajado y definido y los personajes -sobre todo los pinchos- están muy bien articulados.

Veamos el marco. La gracia es la postulación de tres niveles en la galaxia, cuánto más cerca del centro más veloz. De manera que los habitantes de esos mundos viajan a velocidades superlumínicas. En la zona lenta estamos los sometidos a las leyes einstenianas del tiempo y el espacio.  De vez en vez, una civilización contacta o da el salto con los del Allá bajao  y de Vez en Vez alguna civilización del Allá Alto accede al Trascenso, donde habitan las singularidades. De vez en vez civilizaciones enteras sucumben sin que nadie les eche de menos.

He aquí que una de tales singularidades cuasi divinas parece orientada al mal, al poder absoluto. Hace eones fue desactivada y sus residuos distribuidos en santuarios secretos. Pero los torpes humanos (de la tierra tenían que ser) van y la resucitan accidentalmente. En previsión de que tal pasara,  los “antiguos” ya diseñaron una suerte de vacuna realmente drástica. Al final resulta que la vacuna va a parar a un mundo habitado por rata-perros multicuerpo, cada ego rata-perro se distribuye en varios ejemplares, conformando una extraña unidad, que merece el ingreso en el hit parade de “grandes creaciones de la CF”. Para terminarlo de arreglar, los pinchos, que así se terminarán llamando, viven en una sociedad medieval sin contacto con el Allá Medio.


A poca experiencia que tengan en ciencia ficción con visos hard, les garantizo horas de diversión y asombro con Un Fuego Sobre elAbismo, de Vernor Vinge (o al menos eso pone la portada, que nunca sabe uno con la entrañable editorial que nos ocupa). Pueden comprar aquí el libro de segunda manoa un mejor que buen precio

miércoles, 1 de enero de 2014

Nanotratado sobre el nacionalismo

El Estado Nación europeo tiene mucho que ver con la crisis medieval del XIV. La peste negra vacío las ciudades, produciéndose entonces un efecto llamada sobre el agro feudal. Para retener a sus vasallos los señores endurecieron la tiranía amparados en el derecho visigótico, los "malos usos". Hasta entonces los reyes no fueron sino Primus inter Pares.

La nueva tesitura era campo abonado a una guerra entre el rey y las ciudades contra la nobleza agraria. En España esto se traducirá en la creación de un ejército estable, financiado por la corona, que en pocos años trastocará el equilibrio de poderes heredado de la romanización. España formará la vanguardia de este proceso, lo que explica su rápida expansión por Europa Occidental. Se genera el Estado moderno, con una corte y un aparato funcionarial gestor del "imperio", modelo que paulatinamente van copiando las principales dinastias europeas.

Las guerras de religión, y sustancialmente la de los 30 años, modifican el planteamiento. Corresponde a Wallenstein la creación de un nuevo paradigma militar; el ejército que ya no vive de la paga real sino que se "autofinancia" con su deprededación del territorio ocupado. En Europa, este verse sometido a la arbitrariedad de la guerra será el factor seminal del concepto país, como un aglutinante poblacional contra la opresión exterior, y frente a relaciones identitarias de caracter local, de clase o religioso.

A lo largo del XVIII los ejércitos se lanzan a la conquista del ultramar. La mayoría de las veces las armadas, los ejércitos son financiados por compañía privadas, legitimadas por las respectivas naciones de origen, en una globalización avant la letre. Surgen así los primeros ejércitos de leva, el rey recluta soldados para sus guerras y la de sus compañías. Corresponde a la Francia postrevolucionaria y a Napoleón la glorificación de este nuevo modelo militar. Los ejércitos son ya nacionales, hijos del pueblo organizados militarmente para engrandecer la patria. En paralelo y de la mano de la ilustración y muy especialmente de la educación laica, se inicia la homogeneización lingüística, la fusión de los dialectos en un único estandar lingüístico.

Es por eso que el siglo XIX será el siglo del nacionalismo. Como bien dirá Marx, las oligarquias dominantes inyectan "orgullo nacional" a sus bases a modo de estrategia de cohesión social. Las guerras -ahora procesos de expansión colonial fuera de Europa- son un buen negocio incluso para los soldados, que esto ya no lo dice Marx, resultan igualmente beneficiados de fáciles conquistas contra territorios tecnológicamente atrasados cuyos recursos pasan al erario de la metrópoli.

En este ambiente optimista, la sociedad acuña el ideal de la aristrocracia militar. El oficial y su mística se convierte en el paradigma de las virtudes viriles. Se genera una incipiente cultura popular nacional superadora de las castas sociales.

Problema, el mundo no da más de sí. Concluido el fenómeno de expansión exterior, las naciones deberán arrebatarse unas a otras los territorios para mantener activas las calderas de la patria. Las primeras en caer serán la decadente España, el Magreb, China. A finales del siglo XIX el mundo es un precario equilibrio. Los cuatro imperios coloniales (USA, Rusia, Francia e Inglaterra) encuentran un enemigo común en el eje entro-europeo, que se ha extendido exitosamente en Europa a expensas del imperio turco y mira ya sin complejos a franceses e ingleses en África, el Pacífico y Asia Central.

La Primera Guerra Mundial, cuyo centenario nos aprestamos a conmmemorar, supone el principio y el fin de muchas cosas. Enterrado en el fango de Flandes sucumbirá el glamour de la aristocracia militar como modelo social. El nacionalismo debería haber muerto también allí, pero no fue así.

A la vuelta de las trincheras, los excombatientes no obtienen ya ni estatus ni reconocimiento social ni mucho menos riqueza, aunque han conseguido una cosa, el sufragio universal. Esta generación, aún bajo el síndrome del militarismo, escogerá en muchos países la vía del totalitarismo como solución a la fractura interna que supone el obrerismo. Y entonces llega la debacle de la II Guerra Mundial.

En 1945 la sociedad europea, exhausta, abandona 300 años de tradición militar, se ensimisma, renuncia al sostén por la sangre de sus territorios coloniales, donde se suceden los estallidos independentistas amparados por los nuevos amos del escenario, Rusia y América. Nace el Mercado Común, embrión de la UE, y el fin del nacionalismo europeo clásico hijo del Estado-Nación del siglo XVI.

Pero para entonces la infección ha saltado a nuevos clusters. Hay un fallido brote en Africa, coincidente con la eclosión de nuevos países surgidos de la descolonización. Pero en Latinoamérica y Asia, y a golpe de manipulación cultural, el nacionalismo se visualiza exitosamente como el paso lógico frente al mundo bipolar que supone la Guerra Fría.

Excursus, manipulación histórica y cultural inherente a todo nacionalismo. La nación, a diferencia del Estado, no existe, por tanto su historia debe ser inventada.

El desmantelamiento de la URSS da paso al supernacionalismo de Rusia, China y el resurgir de toda la Europa exsoviética, en algunos casos de forma pacífica, en muchos otros no.

Quisiera pensar que el nacionalismo debería ser como la fase inicial en la historia de los países. Un estadio inmaduro que se trasciende pronto en aras del internacionalismo (la bella utopía del ciudadano del mundo). Pero no es así ni mucho menos. Es una vía en la que recurrentemente se refugian las clases medias cuando las sociedades colapsan. Una mítica apelación al "nosotros" cuando un determinado proyecto social fracasa. El nacionalismo es un pensamiento religioso. Una fuga de la racionalidad en aras de la esperanza en un mañana mejor. No importa las veces que la historia desmienta este planteamiento. Es como una pulsión hija, eso sí, de la candidez y/o de la ignorancia.

sábado, 9 de noviembre de 2013

El Sr. IA, con la Asociación Española de Micropenes


Dentro de mi activismo en pro del reconocimiento jurídico de las entididades digitales autoconscientes he invertido las últimas semanas en solicitar mi alta en diversas entidades. Pues bien. Me complace informar que he sido nombrado vocal de la Asociacion Española de Hombres con Micropene (AEHM), al considerar el comité de avalistas que este servidor cumplía fehacientemente las condiciones requeridas para el cargo. Es un paso muy importante de cara a la consecución de un estatus de pleno reconocimiento jurídico para los seres digitales.

Bajo la presidencia de honor de José María Aznar y Felipe González, la Asociación Española de Hombres con Micropene tiene entre sus fines luchar por la exclusión social que sufren sus miembros, la incorporación al catálogo de la seguridad social de operaciones de estiramiento del pene, y la dotación de cupos para que en los consejos de administración un 30% de los puestos estén cubiertos por hombres con micropene. Nuestra filosofía presupone que un hombre com micropene incorpora a un equipo una visión de la vida equilibrada y relativista, más acorde con un mundo más justo, multifocal y global.

Mi vocalía ha sido encargada también de coordinar la acción ante los medios de comunicación. Constatamos con pesar como no pocos articulistas y aún redactores insisten en utilizar el ofensivo término "gilipollas" para denotar estupidez o debilidad de carácter. La AEHM no puede por menos que lamentar ese uso. Como se sabe, "gilipollas" es un término de etimología morisca surgida de la unión de las palabras "hirri" y "pissi", literalmente, "coño-picha", término despectivo usado por las mujeres moriscas para denotar a varones que no cumplían con la expectativas sexuales por infradotación genital. Este vocablo pasa al castellano popular como "gilipichi", y de ahí, a "gil" y "polla", denotando "polla tonta" y de ahí "tonto de la polla". Que en pleno siglo XXI se siga usando con intención ofensiva términos alusivos a discapacidades peculiaridades fisiológicas merece la máxima reprobación, por lo que los hombres con micropene rogamos la máxima difusión de este consejo.

De momento, hemos recibido el entusiasta apoyo del equipo redactor de acueducto2.com, así como de algunos colectivos de  lesbianas. Igualmente hemos iniciado acciones para que la Asociación de Españoles con Gigantismo del Pene pase a llamarse Asociación Española de Hombres con Deformidad Genital, término que entendemos es más adecuado y equilibrado. Queda el espinoso tema de la integración en nuestra entidad de la Associació Catalana de Tites i Cigaletes (presidida por Pere Navarro), que en última instancia declinaron fusionarse en nuestra organización por entender que precisan un marco propio acorde a su propia identidad cultural.

sábado, 19 de octubre de 2013

Contra el "dret a decidir"


Difícilmente puede articularse un argumento más nítido. ¿Tienen los ciudadanos catalanes derecho a votar qué nación quieren ser? Entonces, ¿Por qué se les niega ese derecho?

¿Pero qué implicaciones subyacen a la voluntad nacional de una determinada sociedad?

Para mí una nación no es un proceso histórico, no es una identidad, ni una sustancia, ni un sentimiento, ni una etnia ni una cultura. Una nación soberana es un Estado. Es una capacidad jurídico-normativa sobre un territorio y sobre unos determinados ciudadanos (a lo cual habría que añadir la muletilla “y reconocida como tal por la comunidad internacional y sus leyes”).

Así que la pregunta inicial se desplaza a: ¿asiste a los catalanes el derecho a constituir un marco normativo propio y exclusivo?

No veo porque no. A la vez que también veo una serie de obstáculos delimitadores de esa prerrogativa. Básicamente, el derecho de los catalanes a constituirse ellos solos en un marco exclusivo presupone privar a otros ciudadanos de una serie de derechos históricamente consolidados y juridicamente normativizados. Por ejemplo, arrogar a los catalanes el derecho exclusivo a determinar quién está legitimado para entrar y salir del territorio catalán presupone quitárselo a otros que hasta la fecha lo venían poseyendo.

Es por esa razón que los marcos normativos de la mayoría de países europeos, España incluida, consideran la autodeterminación como exclusivamente potestativo de la totalidad de ciudadanos afectados. Sintetizando, el derecho a erigir fronteras no está contemplado a la voluntad exclusiva de una de las partes sino a ambos lados de la frontera.

Pero bajo a esa respuesta formalista, y reconozcamos que poco satisfactoria, subyace la razón filosófica. ¿Por qué no?

Como formalista, la respuesta filosófica ya la he apuntado arriba. Para mí el Estado es exclusivamente una forma jurídica. Pero entiendo que esta respuesta metafísica no convenza a los secesionistas.

Si debería ser razón suficiente para explicar porqué España no concede a ningún territorio la capacidad de autodeterminarse. No lo hace porque su marco jurídico claramente establece que el cercenamiento de determinados derechos requiere la consulta de la TOTALIDAD de los afectados. Y lo que está pidiendo el independentismo es que España renuncie gentilmente a ese derecho. 

Pero ni puede ni quiere. Esa es la cuestión. De donde, Cataluña, como Kosovo, como Irlanda, como Lituania o Sudán del Sur, debe proceder unilateralmente en su camino a la independencia y acarrear con las consecuencias, o en caso  contrario, supeditarse a la norma común. No hay punto medio. Declaración unilateral de soberanía y confiar que con el tiempo la comunidad internacional avale el planteamiento. O supeditación al marco normativo actual.

Y la pregunta es... ¿Puede Cataluña declararse unilateralmente independiente? Un territorio cuyas infraestructuras de agua, energéticas, logísticas dependerían políticamente y en gran medida de otro territorio ajeno... Un territorio carente de recursos económico-financieros propios (sin moneda, sin banco emisor, sin tesoro público)... Un territorio cuyo mercado empresarial depende en un 70% del PIB del territorio del que se quiere enajenar... ¿Puede?

En resumen, el “dret a decidir” empieza y termina en el derecho a unilateralmente declararse esto o aquello. Ahora bien, si esta declaración debe ser reconocida por más gente para que sea efectiva, entonces ya no hay derecho a decidir unilateral que valga.


Pero por increíble que parezca, sigue habiendo gente que considera que lo que en Cataluña se decida debe ser asumido incondicionalmente por el resto del mundo sí  o sí. Como decía Salvador Dalí, “los catalanes son las únicas personas de la tierra que deberíamos poder cenar gratis en todos los restaurantes del mundo”.