En su Edad de Oro, la ciencia ficción funcionó muy bien como subsidiaria del género “de aventuras". La novela de aventuras tiene un glorioso pasado, presente y futuro. Pero tiene un problema, debe alternar verosimilitud con sucesos “novelescos”, y valga la redundancia. El héroe de una aventura realiza gestas inusuales, se desenvuelve por contextos legendarios y/o maravillosos. Triunfa donde lo normal es pringar al primer asalto (y además se lleva a la chica o restablece la justicia o todo a la vez).
A mediados del XX la mitificación de la realidad
histórica (aventuras en tierras ignotas, enfrentamientos con enemigos
pintorescos…) resultaba poco creíble narrativamente hablando. Yo creo que por
ahí está la clave de la popularidad de la CF entre el final de la IIGM y los
años 70. Sustituía el Far-West o las junglas de Tarzán por escenarios
futuristas apuntalados en las esperanzas tecnológicas de una sociedad
caracterizada por un optimismo científico. Era el sueño de Auguste Comté, el
científico como eje de la polis.
A finales de los 60 y durante los 70 se inicia
un desencanto con respecto a lo científico paralelo en el tiempo con el
cuestionamiento de los modelos sociales convencionales (a todos los niveles,
desde económico a emocional). Mentes lúcidas se percatan de que el progreso
tecnológico no va necesariamente acompañado de un progreso social. Así,
mientras el Apolo XIII aluniza, en Vietnam se asiste a masacres brutales. Hambrunas
apocalípticas en Asia y Africa. En Latinoamérica, oligarquías maridadas con militares
implacables, imponen dictaduras y cleptocracias.
En este estado de cosas surge la New Wave, una
corriente dentro de la CF que, frente a los componentes aventureros, prima los
elementos narrativos experimentales y la denuncia social. La tecnología al
servicio del poder pasa a convertirse en un elemento de opresión y menoscabo de
la dignidad humana, o un elemento alienante que convierte al hombre en esclavo
de la ciencia.
La ciencia ficción se torna agorera, pesimista,
apocalíptica…
Está claro que estas premisas literarias, esta
renuncia al mercado tradicional , condenaban a la NW a una pérdida de
popularidad (al tiempo que la CF clásica, como hemos visto, perdía credibilidad
como contexto literario). Es claro también que el incremento de exigencia
literaria incidió en un puñado de espléndidas novelas.
Ahora bien, lo que siempre me ha llamado la
atención fue el estrepitoso fracaso de la NW como profecía de los tiempos
futuros.
Los vaticinados colapsos ecológicos, la
tendencia a oligarquías totalitarias, la alienación del hombre, se demostraron
falaces. Entre los años 90 y principios del XXI la humanidad, lejos de
hundirse, vivió uno de sus más espléndidos episodios precisamente de la mano de
un tecnocapitalismo global, solo enturbiado por esporádicas guerras menores (en
el argot acuñado por Reagan, “de baja intensidad”).
Puede que este espléndido periodo fuera un
paréntesis, un aplazamiento del inevitable colapso, como insisten en proclamar
hoy los herederos de la “New Wave”.
Puede. Sin embargo, había errores de bulto en
la concepción catastrofista del futuro. El más espectacular de ellos el colapso
demográfico.
Si uno lee la fascinante “Todos sobre Zanzibar”,
de Brunner, queda claro que la premisa de la distopía es un estallido
demográfico que merma la accesibilidad a los recursos. La realidad posterior ha
dejado este argumento en una de las más memorables cantadas de la CF.
Y eso que era de libro. El crecimiento
demográfico es tan exponencial como su declive. Reduciendo la natalidad al
ritmo demográfico de los países OCDE, por ejemplo, es claro que en 50 años una
población puede perder un tercio de sus habitantes. De hecho, la actual crisis
del Estado del Bienestar tiene mucho que ver con el envejecimiento y apenas
nada con superpoblación. De hecho, y perdonen que no aporte el documento, creo
recordar que recientemente Brunner se pasmaba de que sus previsiones de un
mundo hacinado y depauperado no se cumplieran. Para él, los fallos en las
previsiones demográficas eran, de largo, aún hoy “incomprensibles”.
En las próximas entradas dedicaré algunos posts
a analizar la incoherente postulación de algunas teorías apocalípticas.
Por ejemplo, el clamoroso fallo en la
predicción del boom demográfico se debe a tragar con las tesis malthusianas
de que la expansión poblacional es inherente al humano. Dice Malthus,
toda población tiende a crecer hasta donde le permitan los recursos disponibles.
Eso es falso. Como evidencian antropólogos como Harris (neo marxista, por
cierto) las decisiones sobre natalidad se toman, no a partir de la
disponibilidad de recursos, sino del coste “energético” de la crianza, de que
la paternidad sea más o menos rentable. Así por ejemplo, una familia que puede
poner a trabajar a sus hijos a los ocho años, rentabiliza rápidamente los
esfuerzos realizados para su crianza y tiende a un modelo demográfico
prolífico. Ahora bien, una familia que
necesita más de quince años para que su vástago se convierta en una parte
colaborativa en la economía doméstica, tiende a un modelo demográfico bajo. Una
sociedad como la nuestra que tarda más de veinte años en rentabilizar la
crianza y que o no verá o solo lo hará muy indirectamente la aportación
económica de sus vástagos, tiende a estimular la soltería, las relaciones no
reproductivas… ¡No tiene nada que ver con los recursos!
4 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo con usted. Tan de acuerdo, admirado Sr.IA, y esto es verídico, que a mi hija le regalé el otro día de los chinorris un juego a escala para niña de tres años, de una escobita, uncogedor, una fregona y su cubito de la fregona.
Así ella es feliz limpiando la casa y además, contribuye con su esfuerzo y su trabajo a mantener el hogar limpio.
Ese Malthus no tienen ni puñetera idea de lo que dice.
Por cierto -es que soy un impresentable-, un cordial saludo.
Cordiales saludos a usted también Bate. Se le ve feliz con su hija. Harrison tendrá mucha razón, pero disfrutar de y con los hijos es una bendición no caracterizable económicamente.
Lo de la demografía es el coco que no vino. Al final, hasta en la propia China están preoupados con el envejecimiento inevitable de su población a medio plazo. Como este coco hay muchos.
Y como acto de fe, voy a depositar la misma en eso tan bonito que dicen. Que en dos años remontamos esta crisis actual (jeje)
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