Retoma la serie. Consultar entrada anterior.
En compañía del diablo
El purgatorio de San Patricio consta de cuatro partes. Un
primer tramo a modo de pasadizo que conecta la cueva de San
Patricio con el siguiente tramo, ya situado en un mundo sobrenatural y que
Perellós describe como una amplia sala de bella factura gótica, cuajada de
columnas a modo de un claustro. Tras estos dos tramos iniciales (o iniciáticos)
se adentra el viajero en el purgatorio propiamente dicho, que a su vez consta de dos
partes: el país de los afligidos y el país de los redimidos. El primero, en el que
legiones diabólicas atormentan a los pecadores, ocupa diversos valles y en
alguna parte esconde la boca del infierno. El segundo es el paraíso terrenal,
un territorio de tregua y descanso para aquellos que, procedentes del país de
los afligidos, pasarán al siguiente estadio, el paraíso celestial.
Perellós no entra solo en la cueva; le acompaña
un caballero inglés “Guillermo, señor de Corsí, el mayor señor del reino de
Inglaterra y cuya mujer es del linaje del rey de Francia”, no obstante y antes
de empezar el viaje, el prior ha advertido a ambos caballeros que por nada del
mundo deben hablar entre ellos o se condenarán. El viaje es individual.
Tras la puerta Perellós no encuentra más que
una pequeña cripta, sin salida ni conexión ninguna. Desconcertado, se sienta en
el suelo y al punto se ve embargado de un extraño sopor, seguido de
mareos. Transcurre una hora sin cambios
en esta situación hasta que un trueno inexplicable retumba por la cueva.
Entonces Perellós recuerda que debe pronunciar las palabras: Criste Filii Dei vivi, miserere mei peccatori.
En ese momento el vizconde pierde de vista a su
compañero inglés y vislumbra un pasadizo oscuro que le traslada hasta una sala
maravillosa, el claustro.
Allí es recibido por doce ancianos enfundados
en hábitos blancos como monacales. Los ancianos le bendicen y le dicen que en
adelante sufrirá graves tormentos y los demonios le prometerán mil cosas, pero
que bajo ningún concepto debe hacer caso a los demonios, que tenga siempre
presente a Dios y en los peores momentos no se canse de invocar su Santo
Nombre. Los ancianos desaparecen tan misteriosamente como aparecieron.
Perellós no tarda en recibir la indeseable
compañía de los “dimonis”, llegan en tal cantidad que no hay espacio en la
estancia libre de ellos. La recepción de los demonios no es mala. Educadamente,
agradecen al vizconde su visita, una visita que por lo común “los sabios
aplazan hasta después de su muerte”, pero a continuación le dicen que ya puede
marcharse, que vivirá muchos-muchos años y disfrutará de muchos placeres si
renuncia a su propósito. En vistas de que estos argumentos no parecen afectar
al vizconde, en el centro de la sala los demonios prenden una gran hoguera,
capturan a Perellós y lo encaran a las llamas. Viéndose en peligro, el
vizconde invoca el nombre de Jesucristo hijo de Dios vivo. La mayoría de los
demonios huyen despavoridos entre chillidos horripilantes, otros tantos sin
embargo, reducen al vizconde y le conducen hasta el próximo trance.
En las siguientes páginas, y en compañía de los
diablos, Perellós atravesará cuatro llanuras, las cuatro infestadas de
desdichados sometidos a todo tipo de perrerías. La gran mayoría de los
atormentados están hincados al suelo atravesados por grandes clavos, sus
cuerpos son periódicamente recorridos por tormentas de fuego azufroso y,
eventualmente, padecen torturas extras como sapos y serpientes devorándoles por
dentro o mordiéndoles las heridas. En la tercera llanura encontramos una curiosidad que nos evoca a los
erizados e infernales habitantes de Hellraiser. En esta zona Perellós vio “…una
incontable muchedumbre agonizando de dolor. Yacían postrados en el suelo
enteramente erizados de clavos ardientes, que no había de la cabeza al pie
parte del cuerpo libre de clavos. Gemían como moribundos, pues apenas les
quedaban ya fuerzas. Sobre ellos corría un viento mortificante que atormentaba
a los afligidos al azotar sus cuerpos de un modo tan cruel que ninguna criatura
lo pudiera soportar”.
Cada pasaje sigue idéntico esquema. Los diablos
muestran a Perellós los padecimientos y le aseguran que él correrá la misma
suerte si no renuncia a su empeño y vuelve por donde ha venido. Perellós ignora
el consejo, los demonios se le echan encima e intentan infligirle tormento, pero
Perellós invoca el nombre de Jesucristo y los diablos nada pueden hacer. De
inmediato, el vizconde es trasladado a otra llanura donde los padecimientos son
más intensos que en la anterior.
En todo momento Perellós sigue la descripción del
caballero Owein, los padecimientos son parecidos y los cambios leves (por
ejemplo, en el viaje de Owein son quince y no doce los monjes que le reciben).
Al llegar a la cuarta explanada Perellós se
enfrenta al objetivo de su viaje: “Fue
en este lugar en el que reconocí a algunos parientes y al rey don Juan de
Aragón. Entre mis pariente vi a fray Francesc, de los frailes menores de
Gerona, así como a mi sobrina Dolça de Carles, de cuya muerte yo nada sabía,
pues murió después de emprendido mi viaje a Irlanda".
"Los tres andaban en vías de salvación por sus
pecados no purgados en vida. Así mi sobrina, por los tintes y aceites con que
gustaba emblanquecerse la cara. Y así fray Francesc, que según me dijo padecía
tormento por esconder a una monja en su celda, pecado innoble que bien pudiera
haberle costado la perdición eterna de no ser porque se arrepintió a tiempo y
cumplió severísimas penitencias".
"Después hablé con el rey mi señor, quien por la
gracia de Dios era en vía de salvación también. No me quiso el rey revelar las
culpas que purgaba, aunque pienso que sobre todas las cosas los reyes deben
evitar cometer injusticias para obtener placeres o conceder favores a las
cortesanos de su linaje, sean del país o llegados de fuera”.
Me resulta enormemente curiosa la parquedad con
que Perellós describe este gran momento. Cinco líneas… Queda claro que lo allí
hablado forma parte de las cosas que Perellós “no puede revelar”… ¿Por qué?
Nunca lo sabremos. Asimismo, tras su hipótesis de que el rey pena por “nepotismo”
(y no por otras mil cosas que se me ocurren) parecen subyacer acusaciones de
calado (¿Contra quién? A buen seguro, para el lector coetáneo esas referencias
deberían tener nombres y apellidos).
Tras este breve paréntesis Perellós deberá
transitar por tres escenarios avernales más: el valle de la rueda de fuego, un
curioso y hediondo “spa” de marmitas
colmadas de metal hirviente, la falsa boca del infierno y finalmente, el río
Estigio y el puente de la salvación. Tras cada episodio asistimos
machaconamente a la misma situación, los demonios instando a Perellós a “volver
por donde ha venido”, él haciendo caso omiso, intento de tortura entonces por
parte de los demonios, invocación y salvación in extremis merced la Divina
Providencia.
Los tormentos están descritos de manera
desigual, algunos muy detalladamente, otros, en cambio, con contradicciones y
latiguillos del tipo “inosportable tormento” y poco más.
Finalmente, los demonios retan a Perellós a
cruzar por un puente de hielo alto y estrecho “en el que parece que no cabe un
pie”. Lleno de congoja, Perellós se encarama al puente e invoca a Dios. Al
instante, el estrecho pasadizo se convierte en un confortable paso por el que
pueden cruzar hasta dos cabalgaduras simultáneamente. Dando gracias a Dios
Perellós alcanza la otra orilla.
Lo que encontrará a partir de aquí es un panorama radicalmente distinto.
Lo que encontrará a partir de aquí es un panorama radicalmente distinto.
Enlace a la serie entera dedicada a las aventuras del vizconde
12 comentarios:
No sé ¿qué os parefe? Quizá estoy dando el coñazo... No sé... Anda, decídme alguna cosa... Venga...
I d'on ho has tret, això?
Uno, que está al loro. El relato (en catalán) está recogido en Histories Amorossos i Morals (ED. 62) Recopilatorio de textos catalanes del XV-XVII. La parte documental bio de Perellós de M. de Riquer y de M.Teresa Ferrer i Mallol. Sobre el purgatorio, Le Goff, un historiador francés. Luego hay una parte mía, basada en de otras "fumadas" sobre el purgatorio (muy importante en la génesis de la reforma y contrarreforma). También he tirado de un blog esotérico francés Societé Perellós, y blogs sueltos dedicados al Tractatus... Básicamente.
Me sorprende mucho esta frase en supuesto latín:
"Crite Filii Dei vivi, miserere mei peccatori."
Sin duda un hombre de la cultura de nuestro viajero sabía que la fórmula correcta tenía que ser así:
"Christe, Fili Dei Vivi, miserere mei peccatoris".
(Athini Glaucopis).
Gracias Athini, se me coló la s, por lo demás, la expresión es la que pongo, al menos es la que viene en el texto y está entrecomillada... No creo que sea un error de transcripción. ¿Por qué te sorprende? Estos tíos escribían y construían muy liberrimamente y apegados a la fonética. En este caso de un catalano-francés poco dado a diferenciar plurales. En cualquier caso, qué sugieres que haga? Estoy adaptando la historia al español, he optado por dejar los latinismos tal cual, pero es una adaptacíón... o sea que lo puedo poner de un modo ajustado a la gramática. De otro si, la expresión en Google viene escrita de diverso modo... (vg, miserere mihi y cosas por el estilo). Agradeceré mucho tu punto de vista.
Por otro lado, en el texto usa la expresión Jesu Crist, que yo no la conocía... Yo creo que es por afrancesamiento...
Confío en que nuestro Sr. I.A. esté dotado de unos circuitos impresos diseñados por ingenieros de le época preésica (id est: "de antes de la ESO"), así tendrá, por lo menos, aquellas nocioncitas de latín que se daban en 2º de BUP, que tan inútiles parecían, y que, sin embargo, serían suficientes para entender el ladrillo sobre gramática que voy a colocar a continuación.
Nuestra palabra "Cristo" procede de la transliteración latina (Christus) de una palabra griega (que literalmente significa "el ungido", esto es, "el pringado", lo cual es un calco sobre la palabra hebrea de la que procede nuestro término "mesías"). Esta palabra va aquí en caso vocativo, y este tendría que ser 'Christe'. Me parece verosímil la hipótesis del Sr. I.A. de que este vocativo latino, pronunciado "a la francesa" (o tal vez "a la provenzal") sonara a algo como 'Crist' (pero tendría que consultar algunos manuales de lingüística románica poco para estar seguro de la cronología).
Por su parte, la forma 'Iesu' es el vocativo correcto de la palabra latina para "Jesús" (tiene una declinación muy irregular).
En latín el verbo 'misereor' rige genitivo o dativo, por lo que se podría esperar tanto "miserere mei peccatoris" (con genitivo) como "miserere mihi peccatori" (con dativo), pero no podría ser "miserere mei peccatori" (el sustantivo y el adjetivo tienen que concordar).
Sería interesante ver cuántas vueltas han dado estas transcripciones de las frases latinas en el texto, quizás pudieran aportarnos algo sobre su historia.
(Athini Glaucopis)
Fantastico Athini Glaucopis, y tiene toda la razón con el latín, más tendrían que dar en lugar de tanta gimnasia.
La edición está muy cuidada (fue un hito culural en los 70) , aunque nunca puedes descartar la errata, no parece el caso. Pero ciertamente es un error extraño e interesante. Un cristiano, senescal del papa como quien dice, no debería cometer esos errores. Miraré a ver que saco en claro. Como siempre, mi mayor admiración y consideración...
¡Magnífica serie! Muy interesante, sobre todo la explicación de lo que es el Purgatorio de San Patricio.
En el extenso libro de George Minois sobre la historia de los infiernos no se habla en detalle de estas cuestiones...
Muchas gracias por vuestro feed back.
Instan. Este tema es apasioanante y a la vez, me da que poco estudiado. El libro de referencia es de Le Goff, Historia del Purgatorio (Taurus). No lo he leído todavía, sí algunos extractos y artículos relativos. Y lo cierto es que el Purgatorio es una idea 100% original del catolicismo y de una influencia brutal posterior. Sobre el Purgatorio se asentará, a mi juicio, buena parte de la influencia social católica. Gracias.
Le tengo que dar la razón a Instan, está siendo una serie de lo más interesante. Enhorabuena Sr. IA.
Las enfermedades, transtornos, dolores, entre otras vivencias...son hechos que purifican el alma de cada uno de nosotros.Esto no significa que no querramos arrepentirnos luego de pasar por dichas pruebas, nuestras almas son Templos que se limpian y vuelven a ensuciarse, mejor si nos proponemos tratar evitar mancharlo lo mejor que podamos con influencia del Espíritu Santo o Jesucristo, obvio.Les deseo lo mejor...anímense reflexionar seriamente para obrar seriamente.
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