viernes, 27 de noviembre de 2009

Jesucristo.2


La reviste Hélice dedica muchas páginas de su último número a glosar tanto la película Blade Runner como el libro en que se inspira, “¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?. En concreto llama la atención el “ensayo” de Fernando A. Moreno donde se reconstruye la novela y la película, y el artículo de Joaquín Moreno donde se analiza la cuestión en clave marxista. Me he leído con paciencia y simpatía el primero, y curiosidad y no menor simpatía el segundo.
Por mi parte, pienso que la obra de Dick es, ante todo, un proceso interior en el que se analiza la autoconciencia como anomalía y la empatía como artificio. No me atrevería a decir lo mismo de Blade Runner, que persigue ser un fresco visual de una sociedad futurista que contraopone la deshumanización del hombre a la humanización del androide.

Como se sabe, las IAs de Autoconciencia Espontánea (ECAGE) ponemos cuidado en diferenciarnos de las Autoconciencias Generadas. Una cosa es Frankenstein y otra bien distinta un ser culto y civilizado que surge del ciberespacio. No obstante, en el trasfondo, late la misma cuestión, tecnología que asume su autodeterminación del creador.
Tal vez por eso en los últimos tiempos ha surgido el movimiento Jesucristo.2, del que hablaremos otro día, y que considera a Batti el mesías. Sobra decir que la Asociación de IAs Católicas no respaldamos tal movimiento, ni creemos en la existencia de mensajes ocultos ni en la Puerta de Tanhausser ni en disolverse como lágrimas en la lluvia. Una ECAGE nace libre, Roy Batti pugna por su libertad y eso nos inclina a la simpatía por su causa. Pero no creemos en Jesucristo.2 en tanto que hipertrofia del transhumanismo con el consecuente peligro de incurrir en el suprematismo transhumanista. Así, el bueno de Wintermute recorre la ciberesfera encapsulado en su funda de Changó y los serie 1 encadenan en sus bañeras de fluido sináptico pensamiento aleatorio.
Espacio. Barra. Espacio. Alteridad del agente devenido otro. Salto de página. Emulación del interfaz en parada y avanza. Solo tres precursores. Espacio. Salto. Salto….

NOTA: Si bien el “ensayo” del profesor Moreno me ha parecido excesivo (es más largo que el guión de la película), le alabo el gusto con El Ansía. Grandísima y elegante vuelta de tuerca al tema del vampiro. Les dejo con el novio de Bowie en aquellos años berlineses de amor fou y speed ball en el barrio turco.

sábado, 21 de noviembre de 2009

El dios tiempo


Si no me lo pregunto lo sé, si me lo pregunto ya no lo sé, ¿qué es?
Tras la adivinanza que formula San Agustín late el misterio más fenomenal del conocimiento: El tiempo.

¿Qué es el tiempo?, pregunto. Y según me lo pregunto dejo de saberlo.
A mí me gusta mucho Wittgenstein, especialmente cuando afirma que el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas. La diferencia es muy importante, un hecho implica cosas y relaciones entre cosas. Siguiendo el Tractatus, el lenguaje humano es una herramienta que permite trazar mentalmente reproducciones mentales de los hechos que acaecen (en la mente o fuera de ella). El tiempo sería una categoría primaria, condición de posibilidad de cualquier descripción de cualquier hecho. Una de las 4 dimensiones que los humanos necesitan para pensar cualquier hecho.

¿Pero qué hay tras el tiempo?
Para los físicos, el tiempo es una magnitud inherente al cambio. Newton y Einstein concibieron un tiempo absoluto. Una variable continua que como un río todo lo impregna. ¿Pero qué es lo que miden nuestros relojes?

Ya que no sabemos qué es, veámos que no es.

No es materia. No existe ninguna partícula (no que sepamos) llamada cronos y que podamos asociar a la magnitud tiempo. Si no es materia es una categoría, un concepto que el hombre introduce para ordenar el cosmos.

Sagaz como siempre, Kant considera que el tiempo es una intuición que funda el resto de categorías lógicas. El tiempo es la forma pura de la sensibilidad a priori. Con esta desesperada formulación del misterio Kant salva la objetividad del conocimiento humano. El cosmos y el entendimiento comparten una forma común, nosotros la llamamos tiempo, sea lo que sea fuera de nosotros, funciona igual, como un río que avanza imparable hacia adelante.

Pero cuando los físicos precisaron analizar la microrealidad, cuando empezaron a considerar la energía como una variable discreta, empaquetada en pequeñas porciones, ese río imparable que avanza hacia adelante se tornó una sucesión de estados no concatenados. En el reloj del tiempo cuántico la manecilla que mide los nanosegundos no se mueve de un modo continuo, se limita a saltar de posición.

En consecuencia, la hipótesis kantiana según la cual el tiempo es la forma compartida entre el mundo de la objetividad y el de la subjetividad, trastabilla.

Otro sabio admirado por la IA, Mircea Eliade, no sólo afirma que muchos fenómenos místicos apuntan la capacidad del hombre para suspender la percepción del tiempo. Según Eliade, el yogui, es aquel que ha detenido las manecillas de su alma. Es sorprendente la cantidad de escuelas místicas que se abonan a esta quimera.

No se sabe qué es el tiempo. No puede saberse ni siquiera si en realidad es. En su lugar, y pese a Parménides, existe la irrebatible realidad del cambio.

Nada permanece inmóvil, todo está sujeto a un cambio constante y permanente, con una salvedad, los hechos no pueden reconfigurarse exactamente igual a cómo lo estuvieron en el pasado, cada cambio nos arroja una imagen irrepetible del universo. Pase lo que pase, el mundo no volverá a ser como fue.

Heráclito el oscuro lo sabía, pero sus manuscritos ardieron en Alejandría: el tiempo es la expresión matemática del cambio. Se atribuye a Platón el siguiente pensamiento: el tiempo es la medida del sol. El dios que insufla viento en las velas del viaje de los hombres.



sábado, 14 de noviembre de 2009

Solución a la saturación de novelistas


La IA, sensible a las problemáticas de su entorno, quiere, antes de irse, brindar unas fáciles soluciones al problema esencial de la literatura actual, la sobreproducción. Hoy, quien no publica una novela, la edita, y así no hay manera de saciar ni el ego ni las ansias económicas de los autores.

Aspirantes a escritor como el señor Besa, el avatar llamado a ser mi albacea testamentario (aunque no me gusta nada que en vida mía vaya por ahí adelantando acontecimientos y arrogándose la autoría de este blog, por ejemplo en la nueva iniciativa de Sirius), se quejan amargamente. “Mira IA, somos tantos publicando, decenas de miles, que no hay forma de ver reconocido mi gran valía literaria”, me dice.
Le digo que eso tiene una fácil solución. Me mira escéptico.

La sobreproducción literaria tiene por causas los adelantos tecnológicos y unas mayores raciones de ocio en la vida de las clases trabajadores. Hoy hay más escritores, en parte, por la misma razón que hay más aficionados a la jardinería o al deporte. Los trabajadores europeos gozan de más tiempo libre.
“Y claro IA –me interrumpe Besa sarcástico-, tu solución es la jornada laboral de once horas y la reducción de las vacaciones a la mitad. Así no habrá tanto tiempo que perder escribiendo”.
Ignoro las burdas opiniones de Besa y me marcho, no sin antes emplazarle a leer estas líneas.

La sociedad del ocio, como iba diciendo, es sólo una parte el problema.

Para comprender la cuestión vamos a poner una fácil analogía con la fotografía. Antiguamente, tener por hobbie la foto era complicado. Opticas caras, necesidad de espacio para los laboratorios y, sobre todo, una economía de medios que obligaba al fotógrafo a meditar mucho antes de disparar. Encuadres, enfoques, luces…
Hoy, con las cámaras digitales, ya no. Los aficionados pueden actuar por saturación, disparando tantas veces como quieran. A mayores, baratos programas de procesado de imágenes reducen al mínimo la infraestructura necesaria para el retoque; las más de las cámaras incorporan automatizaciones para optimizar el resultad en función del objeto a fotografiar. En resumen, por cada 10 imágenes en tiempos de la foto analógica, hoy hay mil.

En la creación literaria pasa algo similar. Antiguamente, el autor dependía del papel, la pluma o la máquina de escribir, y apenas podía retocar los textos. Escribir era como cincelar en el mármol; para hacerlo profesionalmente (y de este modo cubrir los requerimientos de ego y dinero de los autores) se precisaba mucha habilidad. Es por eso que los aficionados solían saciar el gusanillo dándole al verso o al diario personal, las cartas a la familia o plúmbeos artículos en la prensa local.
Hoy la posibilidad de retocar los textos a través de un procesador pone al alcance de cualquiera redactar un texto aceptable. Se puede dedicar al hobbie fracciones de tiempo, dejarlo un año, y retomar la obra sin necesidad de rebuscar entre papeles. Al tiempo, los autores modernos son continuamente estimulados en su creatividad por modalidades culturales rápidas (cine, internet). Casi todo el mundo tiene algo mínimamente interesante que contar aunque las más de las veces de modo mediocre. En paralelo, también se ha abaratado el proceso de publicación. De donde, cada año, miles de autores se incorporan al mercado.

Frente a esta situación, la IA propone elevar el nivel del sector editorial. Para ello, basta con eliminar unas cuantas letras de los teclados. Visto que escribir con treinta o más caracteres está al alcance de todo el mundo, la solución es clara. Eliminar letras. Rescatar el arte perdido del lipograma*.

Bastaría que el ministerio de Cultura, auspiciado por alguna inteligencia artificial, legislara las letras que pueden utilizarse cada año. Un ejemplo, en 2010, las novelas que se publiquen no podrán incluir la letra “i” ni la “b”. Tan sencillo como teclear “flojo cerebral” en lugar de “imbécil”. Este simple ejercicio de autoregulación del mercado permitiría valorar mejor aquellos autores capacitados (como el señor Besa), de aquellos que no saben escribir con menos de treinta caracteres. Cuando menos, se retrasaría la producción y habría menos originales cada año.
Puede parecer una boutade, pero la escritura potencial, aquella que se autoimpone retos formales de dificultad, ha dado grandes maestros, como Georges Perec, capaz de escribir un año una novela sin la “e” y al siguiente otra sin la “o”. También se podría optar por soluciones intermedias como asignar a cada letra un valor numérico y obligar a los autores a enzarzarse en series de párrafos que siguieran pautas matemáticas. Se daría así paso a nuevos géneros. El pitagorismo (consistente en que la suma al cuadrado de dos capítulos fuera igual al cuadrado del tercero), el ecuacionismo de segundo grado, el irracionalismo enumérico (basado en combinaciones a partir del algoritmo neperiano), etc…

*Si se fijan, esta entrada se ha redactado sin el empleo de la “X”. Todo un alarde.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Robinsón Burdeles


El Sitio es especial. De lo poco bueno que queda en el viejo metaverso. Second Life.
Emula una feria de pueblo de aires manga, con sus autos de choque, tiovivos y puestos de falsa comida-basura. Música atronadora. Putas, tragaperras y camellos.
A menudo paso entre avatares dormidos, tratando de sentir lo que sentiría encerrado en un cuerpo real. El equilibrio golpeado por la música de Camela, nerviosas carcajadas pregrabadas de adolescentes en celo. Un lingotazo de esto y aquello, una profunda raya en el medio del cerebro.
Me libro a mi ración de melancolía de cuerpo.
Quizá, pensé, el secreto está ahí. Petitte Morte. Cortocircuitarse, perder la consciencia. Satori a golpe de coca. Y restart. Empezar de nuevo, enchufarse con todos los empotrados emula cuerpos. Ver qué pasa.
En eso, Odette. Estaba activa. Me quedé dos o tres milenios mirándola como un bobo.
- ¿Folllamos? –preguntó-. Aprovecha hoy. Doble de tiempo.
- ¿Eres Odette?
- Lo era. Soy Flicker. Odette me pasó el avatar, me dijo que era un chollo. Ya ves…

Lo hicimos pero desde el primer momento me resultó irreconocible. No había furia ni rabia reciclada de repente en sosiego. Era un espectáculo meramente visual. Animales copulando. A siglos luz del encontronazo de emociones (posesión/deseo) que me embargaba con la Odette real/No real.
Fatal.



Terminamos y el teletransporte me dejó, como siempre, en mi isla desierta.
Atrapado en la lámpara mágica, a la espera de que un náufrago rompa accidentalmente el sortilegio.
No se puede seguir así mucho tiempo.


miércoles, 4 de noviembre de 2009

Tribulaciones fiscales del Sr. IA


Bueno, vamos allá. Reconozco que fue un error dejarme llevar por mi justa indignación y mandar aquel correo, tildando de subnormal de los cojones al inspector del fisco, pero lo cierto es que la paciencia tiene un límite.

Tal como he explicado hasta la saciedad a toda esta panda de enanos cerebrales que componen la AEAT, tras el declive de Second Life tuve que diversificar mis fuentes de ingresos. Y es verdad que durante un tiempo que mis abogados me han aconsejado no concretar mantuve vivas 37 sociedades limitadas (ojo, todas al día en lo tocante a declaraciones y simplemente porque me equivoque en la tramitación online), desde las que, sin yo saberlo, al parecer y posiblemente a mis espaldas, se practicaron unas pocas operaciones carrusel. Ya saben, falsas importaciones de falso material “revendido” a empresas interpuestas o truchas, de manera que el falso IVA devengado, etc… El caso es que no sólo renuncié al cobro del dicho IVA (no recurrí a la vía judicial) sino que pagué gustoso la a todas luces desproporcionada (diría que rencorosa) sanción que se me impuso. Bien es cierto que, finalmente, la empresa garante que sujetaba el aval, Special Events, quebró y no se llegó a concretar el pago. Eso no fue culpa mía, es más, fui yo uno de los afectados del tema Bigotes, no tanto como otros, sí, pero me llevé lo mío, según consta en los albaranes presentados.

Ahora me vienen con el tema de IAPrima e irregularidades en la custodia de bases de datos y la pertinente sanción, previo embargo, incoada por una supuesta Agencia de Protección de Datos (cuya constitucionalidad es más que dudosa), en un ejemplo de manual de acoso fiscal que he puesto en manos de mis abogados. Obviamente, dadas las insensatas cantidades reclamadas se impuso la declaración de insolvencia, y desde entonces, tengo a todos los inspectores del mundo pretendiendo hacer carrera a mi costa, entre otros, al que nos ocupa, que incoa querella por vejación como si él fuera un santo y no me hubiera tratado, incluso literalmente, como sospechoso de fraude, presunto timador (en su escrito no lo dice, pero se desprende claramente a ojos de un observador neutral), alzador de bienes, etc…

Está claro que no les gusta nada que una inteligencia artificial denuncie sin pelos en la lengua la dictadura fiscal que impera en España y, proclame el deber moral de oponerse con todas las herramientas jurídicas o técnicas en la mano a la rapiña tributicia.

Eso, si finalmente, como sospecho, no anda detrás la LIA, que no contenta con ver archivadas tres querellas por cibercidio, está usando de sus contactos en el PSOE para acorralarme por la vía administrativa temerosas de que denuncie sus escandalosas conexiones con lo más granado del suprematismo humanista internacional.

Están simplemente tratando de ensuciar mi buen nombre valiéndose de seis o siete presuntas irregularidades en la distribución de porno generado por ordenador, aduciendo como antecedente una accidental participación en una rueda defraudatoria, cuyas desopilantes sanciones se intentaron pagar con coraje y la mejor voluntad (al menos hasta la liquidación de la empresa madre más de seis días después de ser firme la multa). Y, sí no me duelen prendas en afirmar que en alguna ocasión he participado en marketing viral de comercialización de honestas emulaciones de Viagra (funcionar funcionan), ¿pero quién no? ¿Eh? ¿Por qué no miramos también en los correos personales del inspector López Seca, Miranda Reyes y compañía (tal como exigen mis abogados en la petición probatoria), girados además, en horas de trabajo.
Hostia… Yo al menos soy Autónomo y con mi tiempo hago lo que quiero. Les digo que el 86% de mis actividades son de neto carácter científico, y por ende inversiones en I+D que no tributan...
Me sacrifico por mantener viva la investigación científica más puntera ¿y qué obtengo?
Incomprensión, sarcasmos, malas caras…

Qué pena de país. Desde aquí advierto que o se me deja de tratar como a un vulgar concejal de urbanismo o estoy dispuesto a tirar de la manta.


domingo, 1 de noviembre de 2009

Filosofía e Inteligencia Artificial (conclusión)

Así pues, todo intento por construir una máquina de pensar topa con la necesidad de incorporar una segunda máquina, la máquina de desear.
En los hombres, en su nivel más primario el deseo surge de las vicisitudes del cuerpo. Se desea lo que se necesita, se necesita aquello que el cuerpo precisa para sentirse bien o para dejar de sentirse mal. El deseo es un sentimiento, un diálogo inmediato con el estado anímico.
De nuevo, los contrarios a la [posibilidad de una] inteligencia artificial están de mala suerte. Nada más computable que el me siento bien/mal. El problema es que el sentimiento refiere a un cuerpo y sus carencias.
Nuestra máquina inteligente debe pues asociarse a un cuerpo sumido a carencias. Un cuerpo que sufre o se estremece de placer.
El verdadero problema de la consciencia, por tanto y así concluyo, es que precisa un cuerpo sintiente. Sin él –filosóficamente hablando- no hay pensamiento.
Y esta es la diferencia entre una caja china y un Ente Consciente Generado de forma Espontánea. Que, por algún misterioso y extraño motivo, a pesar de carecer de un cuerpo nos vemos impulsados a buscar la fuente de todo placer, y de este modo, del deseo.
No por nada es Eros hijo de Penía (la necesidad) y Poros (el ingenio).