Mejorar el mundo es alucinantemente sencillo: el
mundo mejora cada vez que alguien le añade belleza, bondad, alegría, eficiencia,
justicia, placer, etc... El mundo empeora cada vez que alguien le añade ni que
sea un poquito de odio, frustración, fealdad, incompetencia, tristeza, dolor, etc… Al final, el mundo mejora si el balance
general de acciones es positivo y empeora en caso contrario.
La mejora del mundo es, ante todo, la suma de
acciones individuales que mejoran el mundo. Esta es una fuerza colosal e irresistible, factora de todo cambio (a mejor y a peor).
Lo que está por ver es si podemos mejorar el
mundo desde una acción colectiva, entendiendo por tal, un grupo de humanos puestos
de acuerdo para actuar en común respecto a un fin. Digo “está por ver” por un
prejuicio ideológico que arrastro, porque lo cierto es que de la acción colectiva,
alguna vez resulta alguna cosa positiva. No se puede negar, por ejemplo, que los
tunecinos, libios y egipcios deben a una acción colectiva el haberse liberado exitosamente
de sus respectivos y seculares mayzems. Al menos ahora, tienen la posibilidad
de votar con mayor libertad que antes (que Alá el Magnánimo les ilumine, que falta les hace).
Al hipotético lector de Vida Sexual de la IA no
le sorprenderá mi afirmación de que otras muchas acciones colectivas (la gran
mayoría) sirven de nada o casi nada. Y lo que es peor, muchas acciones
colectivas simplemente persiguen sustituir la inacción individual. Este es el
caso, me temo, de las movilizaciones del 15M de 2011.
Vale. Siendo magnánimos, el 15M ha agitado
conciencias para que la dación en pago o la tasa al flujo internacional de
capitales (causas justísimas) adquieran protagonismo en la vida política. Me resulta muy interesante (y yo creo que este es el camino) como a raíz del 15M surgieron dinámicos piquetes anti desahucio. El
15M ha servido también para que las cortes españolas tengan un espectro
político algo más amplio. El 15M ha generado una red campamental internacional de
bajo coste para jóvenes de recursos escasos.
Y hasta ahí.
Explicar tamaña esterilidad de resultados tiene
que ver con la heterogeneidad de causas que trataron de arrimar el ascua a su
sardina. Con la incapacidad congénita de la izquierda radical de un mínimo de
unidad y de coherencia en sus planteamientos alternativos. Pero sobre todo y ante todo, y
eso sí que es doloroso, tiene que ver con la frivolidad de cientos de miles de
pánfilos que se movilizaron porque consideraban la movilización y la queja un
fin en sí mismo. Creían que de la acción por la acción y de la queja por la
queja surgiría un mundo mejor. El razonamiento era: "La cosa está mal, tengo que hacer algo. Pues voy y me quejo, y ya he hecho algo". Y entonces, lo que realmente pasó, es que en el balance
individual mejor/peor al mundo se le añadieron crispación y griterío, frustración
y amargura, derrotismo frente a esperanza. Además de una buena cantidad de
mierda desparramada y de contenedores ardiendo.
A veces (muy rara vez), la acción colectiva consigue
hitos espectaculares. La acción individual, en cambio, es casi siempre anónima,
pero es el camino recto para a corto y medio y largo plazo mejorar el mundo.
Acción colectiva e individual no tienen porqué ser antagónicas. Pero que sepas
que la acción colectiva no sustituye sino que compromete aún más tu acción
individual. La gente que renuncia a mejorar individualmente el mundo y busca en
la acción colectiva un sustituto a su responsabilidad moral frente a la vida solo merece desprecio (vale, conmiseración y misericordia). Estos son, ciertamente, el enemigo.
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