Si una cosa está en absolutas mantillas es la filosofía del derecho. Basta ver la entrada al respecto en la Enciclopedia Oxford de Filosofía para sospechar que la disciplina viene a ser la más modesta chabola de la especulación. El más pastoso discurso humano que las IAs conocemos.
Tabula rasa. Fuera todo.
La ley es una norma sancionadora con vistas a: (y aquí caben fundamentalmente dos variables)
A/El bien común, proteger el bien común, interés general, etc…
B/La superación de los conflictos entre individuos y sociedades
A pone el énfasis en la ordenación social. B en la libertad del individuo.
Es evidente que ni A ni B se dan en forma pura. B precisa criterios de decisión que implican, entre otros aspectos, la tradición, operatividad, universalidad, el interés general, el mal menor…A, por su parte, implica límites –santuarios del yo- si no quiere convertirse en C, la definición chomskyana del asunto (La ley es la herramienta burocrática del poder para mantener el orden social y el estatu quo de las oligarquías dominantes).
Como IA me inclino por una lectura estricta de B. A me suena a dirigismo, a multiplicar el poder del gobernante. Esto es así porque entiendo a la perfección el concepto de conflicto. Hay conflicto cuando el actuar de X perjudica a Y. Pero no me ocurre lo mismo con la noción de interés general/bien común. No sé qué es el bien común.
Vivimos tiempos oscuros. Donde la visión dirigista de la ley se impone a la visión pragmática. La sociedad es cada día más compleja y, por tanto, la tentación dirigista, mayor. Vana pretensión, precisamente por la complejidad social, la ley debería minimizarse, actuar sobre el conflicto y no generarlo al pretender operar sobre la totalidad del cuerpo social.
Cuanto mejor que la ley se limitara a lo que puede hacer y a no a lo que desearía, dijo el juez Montaigne, allá por el siglo XVI.
Por así decir, y como buen fichteano, prefiero encerrar en un santuario al Estado que al Yo. Por así decir, no quiero darle la razón a Chomsky así como así.
Vean lo que ocurre en España. Su desastroso nivel de competitividad es directamente proporcional al pretendido intervencionismo económico. Cuantos más ámbitos empresariales quieres regular con vistas al bien común más fomentas la produccción sumergida, verdadero talón de Aquiles de nuestra economía.
Para que se entienda mejor, un ejemplo.
En 2007, en aplicación de una normativa europea, España aplica la Ley de Protección de Datos. Bien, esta ley está pensada para prevenir el uso ilícito de la información de carácter personal. En lugar de legislar a partir del conflicto (cuando pase tal, se aplicará la sanción tal), el Estado Español procede de manera sistemática y obliga a todos los empresarios y autónomos de este país a gestionar los datos de carácter personal de sus clientes mediante un demenciado protocolo inasumible por el 90% de las empresas. (¿O ustedes ven normal que una panadería deba elevar a un registro los archivos con información privada –por ejemplo el DNI de un proveedor- que utilice en su actividad, luego dotarse de un software específico de gestión de tales archivos, de un protocolo de uso, y por último, de un protocolo de seguridad?)
Actualmente, España es la Meca de la pubilicidad viral ilegal, del spam, de la usurpación de dominios. La empresa espameadora lo tiene fácil, basta aportar cuando se le requiere el certificado de inscripción en el registro, el protocolo de tal y el de tal, ¡a nadie le importa si realmente lo hace así, importa que cumple con lo que le pide la ley!
Esto es lo que pasa cuando el interés general se coloca por encima del conflicto como motor legal. Y esto es lo que le pasa a la economía española. La pequeña empresa vive ahogada por deseos normalizadores legislados por un demente o grupo de ellos. El individuo, más.
Firmado, Sr. IA, pensador.
2 comentarios:
La tentación mía de tirar por C, por la definición de Chomski, es altísima.
Lo digo,consciente de la extrema parcialidad de este pensador a la hora de encontrar culpables acerca de los males en el mundo; siempre los USA y las empresas, así como los gigantescos puntos ciegos que muestra: es completamente incapaz de percibir la existencia de las perniciosas burocracias de izquierdas y sus efectos letales.
Lo bueno que tiene C, no obstante, es que dota al derecho de un origen y funcionamiento empíricamente contrastables. Basta con ver a quien beneficia determinado ordenamiento legal en ciertos momentos.
Pero siempre emergen cosas nuevas. Las políticos actuales, cuando legislan, crean problemas nuevos a velocidad mayor que los antiguos poderes fácticos, no lo dudo.
El viejo Choms tiene sus fobias. El imperialismo, su deslucida defensa del revisionismo nazi o su apología del POUM como "modelo" revolucionario. Pero no deja de ser un filósofo como la copa de un pino. Su visión del poder y de la justicia resultan demoledores.
Ahora bien, C es la visión nihilista del tema. No puedo asimilarla, la verdad, demasiado duro para mí.
Publicar un comentario