(Bien, que es la tercera vez que uso la pipa de Magritte, sí, y prometo usarla más)
Los idealistas topamos con la sana evidencia de las cosas.
Pero es que ni el más estrafalario de los idealistas niega la existencia de las cosas. Lo que se niega es la posibilidad del conocimiento de la cosa en sí.
El conocimiento, en sentido fuerte, en el sentido de llegar a afirmaciones articuladas racionalmente y con cierta pretensión de universalidad, sólo es posible a partir de las representaciones mentales de las cosas (eso pensamos). Lo que sean las cosas, los entes, en su realidad última, esencial, nouménica, llámenle como quieran… es pues una hipótesis indemostrable.
Sé lo que son las cosas en cuanto fenómenos que experimento, que consecuentemente, puedo medir, pesar y ensamblar en oraciones del tipo X es Y, desarrollando cadenas de enunciados. Lo que no puedo saber es qué son las cosas fuera de ese marco experimentable/pensable.
Y esto es el idealismo.
El idealismo tiene dividida a la comunidad científica. A Sthephen Hawking, titular de la Cátedra Newton de la universidad de Cambridge, le gusta pensar que el conocimiento que tiene de los agujeros negros no lo es de la representación de los agujeros negros. Para Hawking, cuando afirma que el Big Bang es verde, no está diciendo que nuestra representación del Big Bang apunta a una coloración verde. Afirma que el Big Bang es verde y punto.
En qué se basa. Véamos, tenemos un conjunto de fórmulas que nos indican que la energía es un proceso expansivo. Tenemos una serie de observaciones empíricas que corroboran precisamente eso, que hay una cronología en el universo. Todo apunta, pues, a un mismo origen, a un pistoletazo de salida que llamamos Big Bang.
Un idealista dirá, ordenamos los datos y percepciones de modo tal que captamos una pauta regular en el universo. Dicha pauta es experimentada cual proceso expansivo explicable en términos de una explosión inicial llamada Big Bang. Visto así, ni se afirma que exista una cronología en el universo (hay una cronología en nuestro modo de ver el universo), ni se afirma la existencia de un proceso expansivo (se afirma que nuestro enfoque causal de la realidad nos dirige a la postulación de un proceso expansivo).
La ventaja de un idealista respecto a un realista es total.
El idealista jamás cierra el conjunto de la realidad, se autocondena a seguir investigando, se autocondena a ampliar su copilación de conocimientos, se autosometa al cuestionamiento permanente. El realista, en cambio, corre el riesgo de cerrar las explicaciones y llegar a conclusiones INMOVILISTAS. Me recuerda a John Hurte en los Crímenes de Oxford: “El único crimen perfecto no es aquel que queda sin resolver, sino el que se resuelve con un falso culpable” (Gentileza de las Crónicas de Sepalaci) .
[El debate de si Dios creó el mundo o quién y cómo no va con los filósofos idealistas. No necesitamos a Dios para armar teorías. Dios está en otro lado, cae de lleno en el ámbito del misterio y la creencia, nunca jamás en el conocimiento articulable a partir de nuestras representaciones del mundo]
Pues había un problema en la tesis de Kant.
Tengo algo que objetar, dirá Salomon Maimon, el judío. De momento, viejo Kant, me has demostrado que mi conocimiento lo es de lo que se da en mi conciencia. Pero no puedes demostrarme que este conocimiento refiera al mundo exterior, a aquello que sea la realidad en sí. Tal como dijo Hume, es este un conocimiento incompleto, que atribuimos a… por mor de la costumbre, de un cierto sentido común. En realidad, nuestro único conocimiento completo lo es de la lógica y de las matemáticas.
¿Quién es este Salomon Maimon, el discípulo judío de Kant, admirador de la Guía de Perplejos de Maimónides hasta el punto de cambiar su nombre, Scholom Ben Josua, por el de Salomon Maimon? ¿Qué increíble aventura vital llevó a un maestro del talmud, perdido en Lituania y apaleado por su mujer y su suegra, a abandonar a los suyos y devenir -con permiso de Fichte- el más sagaz de los kantianos coetáneos (es decir, lo que vivieron en vida del maestro)?
No se pierdan la apasionante continuación de “Metafísica para las masas”…
3 comentarios:
Qué título más estupendo, amigo.
Ya leeré cuando tenga tiempo lo que sigue, pero, es que el título de su post, es magistral. Sublime.
Rozando el surrealismo francés, y la guasa gaditana. Casi ná.
Sólo quería decir esto...,de momento.
"...En realidad, nuestro único conocimiento completo lo es de la lógica y de las matemáticas..."
Puede ser. Pero quiera Dios que las propiedades conocidas de tableros, pizarras, tizas, bolígrafos, papeles, pantallas de PCs, etc, sigan vigentes, para que dichos conocimientos puedan ser compartidos a través de ellos.
Y que, igualmente, las habitaciones que los contienen sigan estando de acuerdo con la física conocida y no se desvanezcan. Bueno, con tal de que aparentaran no desvanecerse bastaría, porque la física podría ser otra.
Pero es que, esa desconfianza hacia las teorías conocidas, tan útil para el avance del conocimiento (aunque molesta para los científicos consolidados) resultaría esquizofrénica aplicada al devenir cotidiano, pardiez.
En ese sentido, a mi cuñado (no me lee, je, je) lo percibo gordito y envidioso de mi coche. Mi cosmovisión diaria al alternar con el se sustenta en esto y no habrá idealista que me lo haga dudar, je, je...
Gracias por estas entradas. En mi blog solo me inspira hablar de tías macizas :(
Antes de profundizar en su entrada, admirado Sr. IA, creo que es perceptible pasarse por el blog de D. Francisco, y ver de que va eso de las titis macizas.
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