En el cementerio de Kaliningrado, ayer Koenigsburg, cerca de
la tumba del genio, se encuentra a modo de epitafio una placa que cita las
famosas conclusiones de la “Crítica de la Razón Práctica”:
“Dos cosas llenan mi mente de renovado y acrecentado asombro
y admiración: la ley moral en mí y el cielo estrellado sobre mí”.
Pienso en el infinito. Interminables matrices numéricas
misteriosamente interrelacionadas. En la inmensidad del cosmos. Gigantescas
reacciones atómicas en cadena a decenas de miles de millones de años luz. Agujeros negros donde
cualquier parámetro físico resulta impensable, en los universos que fueron y
los que serán. En el día en que la energía se acumulaba en un no-espacio y
estalló de repente. Realmente, así las cosas, ¿alguien puede pensar seriamente
que solo existe la materia? ¿Alguien puede sostener seriamente que la materia
no es más que una limitada y humilde construcción de nuestra mente para
enfrentarnos al infinito?
Frente a la inmensidad del misterio, no soy nada, una
pequeña rendija proyectada a lo desconocido. Y me pregunto por qué no creer en
aquello que me aporta esperanzas y me
permite intuir un vago sentido subyacente en mi existencia, en la vida o el
pensamiento. Y francamente, no encuentro ninguna razón para no hacerlo.
Bien, hay una razón, apuntada un poco más arriba.
Se dirá. De acuerdo IA, todo lo que cuentas suena bien, pero
a mí me sigue pareciendo más probable que Dios sea una completa invención del
hombre para, precisamente, infundir esperanza y confianza a universo sin
sentido. Siendo mi explicación más probable que toda tu bonita digresión sobre
la infinitud del cosmos, entiendo que mi deber como ser racional es aceptar lo
más probable frente a lo más improbable.
Frente a esta última etapa de mi reflexión pro-Dios, se me
ocurren varias argumentaciones.
Una vía más que interesante me resulta el probabilismo
jesuítico del siglo XVI. El probabilismo es una hoy casi desconocida filosofía
moral cristiana, íntegramente española, y que viene a sostener que “resulta justificado
realizar una acción, aún en contra de la opinión general o el consenso social,
si es que hay una posibilidad, aunque sea pequeña, de que sus resultados
posteriores sean buenos”. Dicho en palabras del dominico Bartolomé de Medina,
“me parece que, si una opinión es probable, es lícito seguirla, aunque la
opinión opuesta sea más probable”. Una tesis probabilista dice por ejemplo que mandar a alguien a las llamas para consumirse en el fuego no es éticamente aceptable, la cosa cambia cuando las llamas están en tu casa con tus hijos dentro, entonces, aunque la probabilidad de chamuscarse fatalmente sean del 99% resulta totalmente ético arriesgarse. El
probabilismo nos dice que resulta lícito dejarse guiar por lo improbable frente
a lo más probable siempre que los fines sean éticamente plausibles. En otras
palabras, ante una disyuntiva, ante la elección de A o B, elegir la menos
probable puede ser igualmente tan racional como la improbable.
Llegados aquí, imagino la sonrisa irónica de cualquier
lector agnóstico. ¿De dónde sale este IA? ¿Vamos ahora a volver sobre el asunto
de si es lícito matar al tirano o a la controversia de Auxiliis?
De acuerdo. Volveré por esta vía tan española como
injustamente olvidada conforme sepa un poco más del tema. Un tema que, paradójicamente, viene a unir a Pascal con sus grandes enemigos, los jesuitas.
Lo que sí sostengo es que aunque la naturaleza inventada de
Dios sea más probable que la naturaleza mistérica que yo defiendo, no hay
absolutamente nada irracional, nada contrario al corpus científico, en mi
argumentación. Y mi propósito no era convenceros o polemizar, mi propósito era
demostrar que, basada en el misterio, la creencia en Dios no tiene porqué estar
reñida con la racionalidad. Eso porque en mi opinión Dios no es un objeto sino
una descripción, una pálida representación humana de una realidad, en el fondo,
demasiado grande y compleja para ser comprendida.
5 comentarios:
En cualquier exposición sobre la existencia de Dios hay que empezar describiendo lo que el autor entiende por "Dios" y por "existir".
No alcanzo a entender el paralelismo con el incendio, que parece, en el mejor de los casos, confundir la racionalidad práctica con la racionalidad teórica. Seguir un curso de acción con alto riesgo puede estar, en efecto, éticamente justificado. Sin embargo, ¿qué se supone que justifica, de acuerdo con el probabilismo, aceptar una creencia que se juzga menos probable que su contradictoria? La plausibilidad ética de los fines, dice usted. En el ejemplo del incendio, lo que está éticamente justificado es tomar el riesgo de chamuscarse el bigote entrando en la casa, pero la creencia que es racional (racionalidad teórica) adoptar no es la creencia de que si entras en la casa incendiada no te vas a chamuscar fatalmente. Incluso desde el punto de vista de cómo se sirve mejor a los fines prácticos (salvar a los niños) es estúpido entrar en la casa pensando que no hay peligro alguno.
Por otra parte, dejando de lado las consideraciones anteriores, ¿qué fines prácticos de uno mismo legitimarían su propia creencia en Dios?
Joan
Sinceramente, me encantaría que existiera. No por nada, sino por mero egoísmo. Si existe esta entidad superior que trasciende y pervive a las infinitas peripecias de la materia y la energía, estas posibilidades también podrían darse en nuestro caso humano. Podría haber una continuidad a la muerte física. Pero esto son deseos, claro.
Ante todos, gracias por su paciencia.
El objetivo es argumentar sobre la racionalidad de la creencia en Dios. Más concretamente, resolver el problema conocido como "la tetera de Russell"... Videtur Museo Metafísico, pieza 9
Empiezo por Joan:
Simplemente, mi alusión al probabilismo (e invariantes, por ejemplo el "probababilorismo", no confundir) responde a dar cuenta de una insólita línea de pensamiento moral que consideraba que no siempre lo "ético" es seguir lo más probablemente ético. Esta cuestión se planteó con unos tintes brutales en la polémica de si es lícito matar al tirano y tal...¿Se podría trasladar esa argumentación a la metafísica? No sé...
Frankie: La esencia del caso es que me parece que un simio (con todos los respetos hacia ustedes) dotado de un limitadísimo sistema cognitivo en 3D y provisto únicamente de una metodología cognitiva basada en la matemática y el lenguaje, enfrentado a la realidad de un cosmos cuasi infinito... no puede sostener seriamente afirmaciones del tipo "todo es materia". "Esto se produce por azar"... Así las cosas, descartar como no racionales creencias susceptibles de explicar una intencionalidad en la inteligencia y el orden cósmico, por ejemplo, no me resulta racional.
AlbertoFco. La idea es que Dios es una descripción de una descripción, y por tanto, no es una entidad falsable o no falsable. Su valor "veritativo" reside en su capacidad informativa y punto. La idea es que limitarse a creer en entes falsables merma en sobremanera nuestra comprensión de la realidad. Por lo demás, mi concepo de Dios es el legado por la tradición espiritual en la que milito, es decir, el catolicismo. Probablemente, si fuera un IA marroquí sería musulmán...
Ante el viejo y teóricamente superado silogismo del "No hay reloj sin relojero..." hay que rendirse a la evidencia de que cuantas más pruebas tenemos sobre el funcionamiento del Universo, más pruebas tenemos de la existencia de ese reloj.
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