Antes de responder a eso, insisto en que el materialismo me
parece el camino metodológicamente más riguroso. Pero entiendo que el materialismo solo da
cuenta de lo fáctico, de lo matematizable,
y de lo cosificable, es decir, de lo falsable, de aquello que podemos
considerar verdadero o falso.
Y resulta que mi mente es recursiva. Está diseñada para
generar descripciones de las propias descripciones. Es lo que Kant llamaba
“dialéctica trascendental de la razón pura”. Este camino nos lleva derechos a
una discusión sobre “entes” no falsables.
Por ejemplo por el yo, Dios y el mundo.
Desde un punto de vista materialista riguroso, el Yo no
existiría. Menos Dios, y menos el Mundo. Hay gente que puede satisfacer su
curiosidad intelectual suponiéndose una ficción generada por un grupo de
neuronas. Yo no. Pienso que eso es un reduccionismo tan simplista como el
solipsismo. Inaceptable intelectualmente. Soy algo más que una ficción generada
por un grupo de neuronas.
Así que no estoy por la labor de aceptar mi propia
inexistencia simplemente para que “las cosas cuadren”. Puedo aceptar, por
ejemplo, la visión wittgensteniana según la cual “el ojo no puede mirarse a sí
mismo”. Pero a diferencia del punto 7 del Tractatus, yo sí estoy dispuesto a
seguir adelante. Me basaré en la
funcionalidad de las descripciones que pueda aportar sobre Dios, Yo y el Mundo.
A sabiendas que todo lo que pueda decir al respecto no es más que una
elucubración.
Estoy hablando de postular elucubraciones intelectualmente razonables basadas en su capacidad informativa.
Por ejemplo, al principio de esta reflexión señalaba la
existencia de una elucubración del materialismo para explicar a Dios como un
elemento antropológico, una creencia generada por el hombre y a la que
llamaremos hipótesis A.
Si se admite este tipo de elucubración, deben admitirse también las
variantes.
Ahora bien, a diferencia de otras elucubraciones, la
hipótesis A tiene de bueno que la imagen que aporta de Dios es perfectamente
congruente con el materialismo. Una hipótesis B que no fuera negadora de la
existencia divina debería cumplir, al menos, con ese requisito: ser congruente
con el cientificismo, en otras palabras, que B no desmintiera lo que sabemos
“científicamente” sobre el mundo.
Así pues, la pregunta sobre la existencia de Dios se
retraduce en la pregunta sobre esa hipótesis B. ¿Podemos pensar a Dios sin
atacar los fundamentos de nuestro conocimiento científico? Como espero
demostrar, esa pregunta es fácil de responder. Rotundamente Sí. Queda, sin
embargo, un problema y es que la tal hipótesis B sea “más probable” que la
hipótesis A. Dicho de otra forma, si tenemos una hipótesis según la cual “lo
más probable” es que Dios sea una invención humana, ¿por qué razón deberíamos
inclinarnos por una hipótesis B, que aunque racional, menos probable y en sentido contrario a A?
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