Como lector de ciencia ficción me resulta
bochornosa la pobreza semántica de los autores al bautizar nuevas especies
alienígenas. Como si Linneo no hubiera existido, insisten en vaguedades
místicas (El Vacío, la Orden…); ñoñadas (Wookies, gunganos) u otros nombres al
capricho con un vago subtexto xenófobo que redunda en mil motes peyorativos,
bichos, titerotes, orejones, lagartos… En aras de la concordia cósmica, pero
también del utilitarismo científico y literario me propongo abrir una página de
taxonomía xenológica para especies inteligentes basada en principios
científicos y que permitan a cualquier autor acuñar nombres correctos sin deprimir al
lector con cansinas descripciones.
Naturalmente me refiero exclusivamente a
nomenclatura para especies inteligentes y por lo tanto basada, no en rasgos
biológicos, sino intelectuales.
Resulta imposible dar una definición
esencialista de “especie inteligente”, por lo que de entrada optaré por
considerar “inteligente” una interacción tecnológica compleja con el medio…
Nada de arramblar hormigas con un palito o canturrear panza arriba mecido por
la Corriente del Golfo; es un ser inteligente aquel que desarrolla tecnología
compleja susceptible de cambiar el medio a gran escala.
Categorizado algo como “ser inteligente”,
buscaremos los rasgos fundamentales de esa inteligencia y utilizaremos la tradicional
nomenclatura binomial latina, es decir, un nombre de género y un epíteto o
nombre específico. Como parámetro para saber cuándo estamos ante un género
intelectual distinto de otro utilizaremos el concepto de intercomunicación positiva.
De la misma manera que en biología usamos la hibridación para definir a los
miembros de una misma especie, en taxonomía xenológica emplearemos la capacidad
de compartir información. Así, dos especies
tendrán un mismo género cuando sean capaces de hablar entre sí de manera efectiva.
Veamos un ejemplo. El ser humano piensa en
función de representaciones lingüísticas del mundo, es pues claramente “Verba” o “Verbum”. Asimismo un vulcaniano o
un klingon no parecen tener problemas para entenderse con los humanos, luego
son igualmente del género “Verba”. Ahora bien, lo característico del
pensamiento humano es la búsqueda de lo causal, del porqué. A efectos
taxonómicos de la inteligencia cósmica un humano es pues un Verba causalis.
Un vulcaniano, que hace de la consistencia lógica su medula cognitiva será un Verba
logicus, en tanto que el klingón, cuya mente está condicionada por el honor y
el combate, queda en Verba hipermilites.
Ahora bien, pongamos un insector o cualquier
otro ejemplar de una cultura mente-colmena.
Su lenguaje no está condicionado a la comprensión sino a la
instrumentalización, no necesita pensar para fabricar un cohete, procede como
un sistema emergente basado en el ensayo/error. Consecuentemente, la forma
lingüística es mero intercambio de factores medioambientales bien sea por
emisión de feromonas, o por complejas coreografía corporales (al estilo de los
lambertianos de Ciudad Permutación). Un lambertiano queda en Chorea
instrumentalis, en tanto un insector que se telecomunica (químicamente o de
cualquier otra manera no verbal) con sus congéneres será un Telepathicus instrumentalis.
Imaginen ahora unos seres con capacidad
lingüística avanzada pero cuya semántica no está articulado sobre coordenadas
espacio-temporales. Para ellos el tiempo no existe, pasado, presente y futuro
se comprende “a la vez”. Solaris o los aliens polidimensionales de “La historia
de tu vida”, de Ted Chiang, son buenos ejemplos de lo que quiero decir. Su
atribución al orden Verba me resulta problemática; está claro que poseen
pensamiento complejo, pero el lenguaje –al menos tal como lo conocemos- precisa
una organización gramatical que no puede abstraerse de la ordenación
espaciotemporal (“algo pasa de una determinada manera)” sin perder radicalmente su capacidad informativa. Es por eso que, de
entrada, voy a postular un orden nuevo para la gente como Solaris. Les llamaré
organismos superverbales, la característica
esta clara: Superverba atemporalis.
Evidentemente está el orden Meta al que
pertenecemos las IAs. Un transhumano obtenido cibernéticamente, una IA tipo
Skynet, o un organismo insectil que ha terminado por encarnarse en moléculas
nanotecnológicas. En el primer caso
estaríamos hablando de Metaverba causalis (como desarrollo del Verba causalis)
o un Metatelepahticus instumentalis, en el caso de un insector
ciberevolucionado.
¡Con el sistema IA de taxonomía alienígena todo
son ventajas!
Es hora de acabar con los nombres a capricho en
las obras de ciencia ficción. Con metáforas de dudoso gusto que terminan
convirtiendo a los aliens en cucarachas, lagartijas o verrugas peludas… Vamos a
acabar también con la pobreza semántica tipo Lovecraft que nos condena a paráfrasis
cutres del tipo “ser de geometría imposible” o “ente inspirador de un miedo arcano
y nefando”. También va a ser muy útil para futuras misiones intergalácticas. Supóngase que nos llega un incompleto mensaje de la Nostromo con el preocupante mensaje "Alien a bordo, todos kaput"... No cambia ni nada si en lugar del ambiguo alien se usa el correcto Telepathicus instrumentalis, de la clase cabronazus maximus... ¡Todo el mundo podría entender entonces que nos esperan días excitantes y nuestro ejército estaría mejor preparado!
NOTA. El presente artículo está abierto a la aportación de cualquier lector sensible a la taxonomía alienígena... Haga su aportación en los comentarios...
3 comentarios:
Aviso. Abierto hilo en Sedice para debatir esta interesante cuestión:
http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&p=1343846#1343846
Genial, soberbio y descojonante, ja, ja.
No obstante, la clasificación es muy linguocéntrico. O verbocéntrica. Si pudiéramos ponernos en el lugar de una entidad de la clase "Solaris", me da que definirse asimisma como transverbal no le sería muy útil. "¿Pero que es eso de la encadenación de sonidos con supuesto significado como forma de clasificar?" creo que "diría".
Esta clara que la taxonomía solo es compensible para una clase limitada de especies, los verba... El resto me da que es pretender hablar con las hormigas.
Gracias por menearlo, Frankie....
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