Tiempo para la moraleja de esta insólita historia. Pienso que el Viaje al Purgatorio del Vizconde Ramon de Perellós ilustra excepcionalmente la problemática equiparación entre narración y ficción de aquellos hombres de la baja edad media. Europeos, si se me permite la expresión, “pre-literarios”. Perellós y sus lectores no tenían la categoría “ficción” tan arraigada como nosotros la tenemos. No.
Para ellos, escuchar relatos prodigiosos y a la vez coherentes formaba parte del proceso de comprensión de un mundo ininteligible sin el concurso de deidades, santos, leyendas y portentos. ¿Cómo explicar la piedra imán sin considerar que el hierro está dotado de un aliento vital que le impulsa a absorber los trozos de su propia esencia? ¿Cómo racionalizar imposibles curaciones ante tal reliquia sin aceptar la naturaleza sagrada de la tal reliquia? ¿Cómo no dar crédito a la existencia de monstruos marinos ante la portentosa visión de una ballena franca saltando en pleno Atlántico?... Claro, para nosotros, ciudadanos del XXI, criados en un barroquismo informativo susceptible de aportarnos a golpe de clic imágenes, estudios, análisis y fichas de la composición química de todo, es enormemente sencillo (o debería) discriminar un relato coherente objetivo de otro coherente pero irreal servido por la fantasía de un autor. Pero entiendo que la categoría “ficción” no podía en modo alguno funcionar igual para aquellas gentes de la baja edad media. Para ellos, una leyenda con santos de por medio no podía ser tildada sin más de descabellada. Para ellos, el testimonio de un reputado viajero, heraldo de papas y reyes, no podía ser sin más clasificado como “burda mentira”. No digamos ya cuando ese relato se llevaba a las páginas de un libro y coincidía exactamente con testimonios parecidos.
Y no. No es una cuestión de ingenuidad. Insisto, para mí es una cuestión de categorías. Aquellas gentes del siglo XIV tenían serios problemas a la hora de etiquetar como “ficción” la historia de Calixto y Melibea, o la del Dante viajero a los infiernos. Sería necesaria (entre otras) la aparición de un nuevo género, la novela de caballerías, la mitificación hecha narrativa de las gestas medievales, para estructurar el concepto ficción tal como hoy lo entendemos.
Me pregunto, para terminar, cómo serán y en qué terminarán las categorías mentales en formación de la cultura actual. Pienso que el conocimiento -la cultura- es un proceso interminable, refinado de continuo por nuevas categorías que no somos capaces más que de atisbar. Nuevas conceptualizaciones que imponemos a la realidad para reformularla y que a su vez realimentan nuestra imagen del mundo. Me pregunto quiénes son los seres fronterizos del presente, seres que como Perellós ayer y posiblemente sin ser conscientes de ello, diseñan las claves filosóficas del futuro.
Enlace a la serie dedicada a las aventuras del vizconde
2 comentarios:
Me complace informar que las aventuras del vizconde... ¡Muy pronto en las mejores librerías!
Un pequeño "disclaimer" que no tiene relevancia ninguna para los "humanos normales" (pero me sería muy incómodo que alguien pensara que hay un error tan clamoroso).
Por si acaso algún colega pasare por aquí, comentar que, pese a las apariencias, no es un caso de outliers que alteran la recta de regresión. Si eliminamos al Madrid y al Barcelona del cálculo, la recta es virtualmente idéntica.
Publicar un comentario