Chivo expiatorio, cordero sacrificial. La expresión es
perfecta. Cuando el malestar social entra en una espiral de degradación, cuando
una sociedad no sabe salir del atolladero… Entonces alguien (los sacerdotes, la
masa anónima, el rey…) empieza a construir un estado de opinión para conjurar
la desesperanza a partir del sacrificio del “otro”.
Tradicionalmente “el enemigo exterior” ha servido de chivo
expiatorio. “Nuestros problemas tienen un culpable”… habitualmente el país vecino
o la potencia imperial del momento. Llegado un punto la presión sobre el rey
para “que hiciera algo” resultaba insoportable. Se declaraban así guerras y
contenciosos. Curiosamente, durante el XIX, la guerra aglutinaba a la
población. La sociedad entera se ponía al servicio de una idea –la destrucción
del otro-. No importaban entonces los recortes, los retrocesos en los derechos
individuales… Como en una ordalia, el país atravesaba el ritual catártico para
resurgir.
La globalización, la guerra moderna basada en
la destrucción de recursos y en la socialización del terror, el orden
internacional… Demos gracias al Señor de que hoy el enemigo exterior es
bastante inalcanzable.
Queda el enemigo interior. El chivo expiatorio
por antonomasia. Tras la Primera Guerra Mundial, la debacle económica que se
cebó en los países de la Triple Alianza condujo a la Mitteleuropa a una
situación imposible. El malestar social encontró en la minoría judía su víctima
propiciatoria. Los judíos –decían los abundantes voceros del antisionismo, tan
potente en Francia, Alemania, Polonia, Rusia…- controlan la economía mundial,
viven entre nosotros pero para lo que les interesa se siente alemanes, para los
que les interesa ciudadanos del mundo y, ante todo, articulan una minoría
transnacional con vocación dominadora.
Los judíos eran perversos, inmorales, ateos,
antipatriotas… Vale, tal vez habría uno o dos decentes y dignos (como los miles
de soldados judío-alemanes muertos en el frente), pero incluso estas
excepciones no podían oponerse a las inercias internas de la gran familia
internacional judía. Había que erradicarlos a todos. Expulsarlos, arrebatarles
el capital, las tierras, las propiedades. Aplastarlos.
Los judíos fueron un chivo expiatorio perfecto.
Pero el problema seguía latente. El país, Mitteleruopa, seguía dirigido por una
oligarquía militar-económica prusiana apegada a los viejos valores, la guerra,
la expansión como solución a los problemas económicos. Así que hubo una nueva guerra.
Más cruel, más sangrienta…
El malestar social en España tiene varios
candidatos a “chivo expiatorio”. El “mercado”, los “inmigrantes”, “los políticos”, “Al Qaida”, “las autonomías”,
“los corruptos”, “los liberales”. No obstante, es “el mercado” el chivo
expiatorio perfecto.
Pongamos rostro a “los mercados”. Es difícil, es cierto que existen bufetes de
abogados, gestores de inversión, ricachones, jeques y magnates en la cima de
este sistema depredador. Pero no hay que olvidar que los principales fondos de
inversión del mundo son del tipo plataforma de ahorradores escandinavos, seis o
siete dirigentes chinos que administran el espectacular superávit de la
República Popular. Millones de yanquis y sus ahorros para la universidad de los
hijos, para la pensión, para la salud… Y al final, tanto para el padre de
familia de Milwauke como para el jeque, la mecánica es la misma: Invierto en
función de la relación “riesgo-beneficio”. Cuanto mayor es el riego, mayor
beneficio a corto.
La realidad es otra. La realidad es que los
estados europeos renunciaron en su día a la inflación como mecanismo de
inyección de capital. Desde entonces, la emisión de nueva moneda está sujeta a
un complejísimo consenso entre la Europa rica y la Europa pobre. Y resulta que
los intereses de unos y otros son, hoy por hoy, contradictorios.
De acuerdo. Busquemos, entre tanto ese consenso
llega, chivos expiatorios. Pero busquemos bien. Hay prácticas financieras
suicidas. Hay inmigrantes que delinquen. Hay políticos corruptos. Busquemos
proporcionalidades. No es moral que, mientras pensionistas dedican parte de sus
ingresos a un gasto sanitario extra o los jóvenes se ven obligados a pedir
préstamos para completar su formación, existan diputados provinciales,
concejales, elites político-funcionariales que sigan percibiendo asombrosos
emolumentos. Por favor, fijemos un techo salarial para los sueldos públicos ya.
A sabiendas que con eso no arreglaremos los problemas de fondo pero, al menos,
no caeremos en los viejos vicios inculpatorios.
2 comentarios:
Cada factor que menciona Vd. en su último párrafo podría ser candidato a la hoguera, pues todos van sumando. Y con la aplicación del marco legal vigente bastaría. Aquí en España, tanto PSOE como PP han paralizado investigaciones gordísimas de Hacienda. Tributaciones que podrían haber sido y que nos habrían ahorrado mucho déficit.
Pero es muy bonito hacerse un chaletito (como ZP) al lado de Botín, para disfrutarlo por los servicios y favores fiscales prestados. AAAY, dadme la cicuta...
Capullo gilipollas
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