Hay escenas enormemente divertidas en Homenaje a
Cataluña. Los españoles son, hasta ellos mismos lo reconocen , soldados
lamentables. De manera que, a ojos de los españoles, cualquier extranjero
parece investido de una sabiduría militar de la que ellos carecen. Es bastante normal que en pleno fregado los compañeros de Orwell se le dirijan como exigiéndole explicaciones ¿bueno, como asaltamos el parapeto, tú que eres de fuera?... El propio Orwell lo asume y, para su sorpresa, termina de teniente en su unidad. Lo más curioso es que el día a día termina normalizando el planteamiento, hasta el punto que los voluntarios
alemanes –Barcelona era una plaza fuerte del exilio anti-nazi- son considerados
como verdaderos cracks (algo que queda de manifiesto en que en las operaciones realmente peligrosas son los alemanes ¡los que voluntariamente van delante como fuerza de choque!). Aquí hay algunas páginas impagables, como cuando los españoles se barruntan una masacre en vísperas de una operación... cómo que han puesto a la compañía de alemanes en vanguardia, mal signum.. Lo cual no quita
para que Orwell admire determinados aspectos de los españoles, su lealtad, su
valentía, ¡ocurre que son soldados caóticos! Para lo bueno y para lo malo. De algún modo, al analizar la composición internacional de las milicias poumistas (nada que ver con las Brigadas Internacionales), quedan patentes las idiosincrasias europeas... Los franceses buenos organizadores, los italianos vividores y que siempre caen simpáticos, inmejorables para negociar con la población civil, los ingleses serios y agobiados por todo, los alemanes, máximamente operativos....Tampoco se le escapa a Orwell cierta mala leche entre milicianos andaluces y catalanes... Para Orwell son exactamente iguales, solo que más morenos y arrugados los andaluces (los pobres, vienen de sobrevivir de las cruentas represiones de Queipo de Llano), lo que no es óbice que los catalanes (en gran medida payeses maños y de la Cataluña profunda, no hay que olvidar que la base social del POUM era el Bloc Obrer Camperol de Maurín) se gasten crueles sarcasmos acerca de sus compatriotras del sur (y viceversa). Ya ven que las cosas vienen de antiguo.
Pero hasta en esas crueldades el tono es sano, camaraderil, objetivo... Y es que hay algo que me encanta en Homenaje a
Cataluña.
Verán, acabo de leer “Los sinsabores del
verdadero policía”, de Bolaño, una novela entre espléndida y fallida. Da igual,
Bolaño escribe de una manera hipnótica para mí. Pero hay algo en él que me
desagrada: su mirada nihilista, su incapacidad de detectar bondad y dignidad en
las circunstancias de los protagonistas. Todo es nihilismo. Y no digo yo que no
le falte razón, pero el paradigma nihilista ¡está tan sobado!... En cambio, en
Orwell laten ideales, no desde luego a costa de lucidez, que le sobra al
inglés, en Orwell hay esperanza (a pesar de los pesares), hay fe en la
condición humana, poca, pero la hay. Y este gramo de fe en la dignidad del hombre es lo que dota de sentido a las cosas.
Hablo de oposición al nihilismo pero que nadie
se confunda. Orwell tiene un planteamiento maniqueo de la sociedad. Están los
opresores y los oprimidos. Para los primeros no hay la menor caridad (lo que
más desea Orwell es descerrajar un tiro a los soldados enemigos que le
disparan a él, lo segundo que más desea es una ametralladora para mejor cumplir
lo primero, lo tercero, acertar en el centro del parapeto cuando lanza la
granada). En descargo de Orwell, hay que decir que llegó a una Cataluña
revolucionaria pero parcialmente liberada de las carnicerías en las
retaguardias que caracterizaron los primeros meses de la contienda. Como el
propio Orwell nos advertirá, en una guerra tan convulsa las cosas cambian de
una semana a la otra. La Cataluña de septiembre de 1936 no se parece en nada a
la diciembre y menos aún a la de mayo, donde ya la uniformación proletaria ha
desaparecido y la burguesía ya no se camufla bajo monos azules prestados por sus ex-criados.
Quiero decir que si Orwell hubiera vivido esa
fase de la contienda la fase de las sacas
masivas, matanzas en plena calle, quema de conventos, asesinatos entre sádicos
y festivos, tal vez no tendría la misma mirada al enfocar un tema —la represión
en la retaguardia y de la que Orwell es bien consciente—, una mirada un tanto
cruel y banal, al menos para nosotros, lectores del siglo XXI. Orwell sabe que
la prensa miente (tanto en un lado como en otro), le consta que no quedan curas
en Cataluña, pues están o muertos o en la cárcel. Le consta que el 70% de los
templos han sido destruidos y que las calles de Madrid, Barcelona o Sevilla o
Zaragoza son esponjas de sangre. Pero para Orwell esos aspectos son
“secundarios”, bajas colaterales merecidas, en una parte, por el compromiso de
clase de unos con los opresores; en la otra, por la propia lógica de la guerra (Franco no puede permitirse una retaguardia subversiva).
Es ilustrativo que, ya en Barcelona, él mismo perseguido como supuesto agente del POUM, se marca una visita turística a la Sagrada Familia, templo para
Orwell inéquivocamente feo y el único que ha salido intacto de la persecución
religiosa, ¡algo que Orwell no deja de lamentar!... Como diciendo, ya es mala suerte que con la de templos que han quemado estos bestias se olvidaran de este...
Que Orwell tenga una visión maniquea no le resta
ni un ápice de credibilidad ni de lucidez. Continuamente confronta la versión
oficial. Continuamente nos alerta de sus propias contradicciones. Y es esa
complejidad la que me fascina.
Orwell llegó a Barcelona sin idea clara de dónde se metía (¡normal!, ya es difícil saber porqué exactamente luchas en una confrontación estándar, imaginen en la convulsión de la GCE).
Enrolado en el POUM y ya en la trinchera, donde sufre la inactividad de una guerra en standby por una deliberada penuria de medios (una situación realmente españolísima y que desespera a Orwell, quedan para matarse pero el que tiene fusil no tiene balas, hay dos cañones en el bando republicano para todo el frente y pocos más en el de Franco. Todo se cae de puro viejo y falla lo más elemental... a ojos de Orwel si hay tres maneras de poder fabricar algo -bien, mal o regular- los españoles siempre se inventan una cuarta, la chapucera), no para el hombre de criticar los planteamientos revolucionarios de
sus compañeros de armas, con una mayor cultura política que la suya. Lo urgente es ganar la guerra y dejarse de politiquillas, les amonesta... Sin
embargo, los hechos de mayo, la traición de los comunistas a la CNT y al
obrerismo catalán que heroicamente han frenado a Franco en los cerros
aragoneses, provocan en el autor un gradual cambio de opinión. Ve la faz pragmática y
brutal del comunismo soviético, denuncia su vocación para el montaje, para la
doble verdad, para la imposición de una dictadura totalitaria en la que no
cuesta identificar el germen de 1984. Esto no es lo hablado, parece decirnos Orwell,
reconociendo que, probablemente, los comunistas, Negrín, tengan parte de razón
en su intento de cohesión social, ganar la guerra es preferible a hacer (y
perder) la revolución. Pero, a la vez que lo reconoce, duda de que la República
pueda imponerse por medios convencionales, y apuesta por la revolución -entendida como supresión de clases y colectivización del capital- como método para integrar a la población en el proceso militar. Como una cultura de la igualdad que es la que en el fondo transformará las cosas... En cualquier caso, Orwell denuncia los medios anti-éticos y anti-democráticos del comunismo, medios que a sus ojos equiparan a Stalin a cualquier otro dictador fascista. No otro será el hilo conductor de Rebelión en la Granja.
9 comentarios:
Mientras espero expectante la continuación de su crítica a la obra de Orwell, le dejo este regalo, que sé de antemano, sabrá apreciar en su justa medida.
Ya lo leí. Es un documento escalofriante. Yo conozco, y demasiado bien, la represión de civiles en Cataluña. Mi postura es que en ambos casos, en ambos casos, hubo un uso deliberado del terror. Pero hay que modularlo. No es lo mismo, por ejemplo, la persecución católica del periodo revolucionario, que la represión política posterior. No es lo mismo las masacres de Sevilla y Malaga, que se entremezclan con la toma militar, que el uso de las sacas en la retaguardia para amedrentar a la población. No es lo mismo la persecución del POUM, que los fusilamenientos masivos por deserciones del 38. O la limpieza de elementos republicanos en las España de los 40 Bueno, si es lo mismo, desgraciadamente. Maldad. PEro hay que analizar un montón de variables para describir los diversos casos. No me gusta nada de nada el sectarismo en este campo.
El uso justo y necesario de la violencia para conseguir ciertos fines, sólo se ejecuta en sociedades maduras donde el odio y la miseria humana no están arraigado de manera tan horrible a como lo estaban en la España del 36. Tanto en un bando como en el otro, se cometieron verdaderas atrocidades que aun nos hacen chirriar los dientes de terror y piedad.
Aún así, Don Luis, en el dolor y la misericordia que siento por cada una de las víctimas sea ésta del bando que sea -mis hermanos, todos-, sigo teniendo claro donde se hallaba el demonio de la maldad en la oscura hora de dar comienzo el fratricidio nacional.
Un abrazo
Don Lluis, perdone.
Piensa usted como Orwell... pues?
Yo creo que el demonio está detrás de todos los actos demoniacos, los cometa quien los cometa.
No, cómo voy a pensar igual que Orwell si le digo que siento dolor y misericordia por cada una de las víctimas, sea ésta del bando que sea. Ve la diferencia.
Mientras, el escritor inglés lo que más desea es descerrajar un tiro a los soldados enemigos.
Atiéndame, yo no hablo de actos diabólicos colaterales o individuales -el famoso fuego amigo-, que ya digo y constato, consideramos, hubo en los dos bandos, sino, de la maldita hora en que se convino por cierta ideología diabólica pasar por las armas a gente que nada tenían que ver con el conflicto ni la guerra.
De eso hablo, a ellos me refiero. Quizá, lo más seguro, no me he explicado bien. Hablo, por si aun no se ha percatado, querido Sr.IA, de los 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas que fueron asesinados por el odio a la FE.
El odium fidei que nos describe Chesterton en el "El hombre eterno" cuando en un pasaje nos pinta el clima cultural que favoreció la primera persecución contra los cristianos.
Tenga piedad de mi, el del violonchelo soy yo, hace 20 años.
Queda claro. Gracias por los datos. Siempre es bueno tenerlos BIEN presentes.
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