Les ruego que no vean en estas palabras otra cosa que una
reflexión socioloquesea. No soy liberal.
España es, junto con Suecia, el país que cuenta
con una normativa laboral más benevolente hacia el trabajador. España tiene un
22% de paro.
Tras el rechazo a la reforma laboral está el
dicho “me engañarán en el sueldo, en el trabajo no”. La mayoría de los
operarios españoles son entre malos y deficientes. Para sacar adelante el
trabajo que sus colegas europeos completan en 4 horas, necesitan el doble. ¿Por
qué? Vean los flujos de acceso a internet; todos se disparan en horario
laboral. En Facebook, en Twitter… Récord del mundo civilizado en absentismo
laboral. Récord del mundo en segmentar la jornada en “breaks” para el café,
para el vermú. Récord del mundo en liberados sindicales. Así las cosas, la competitividad de las empresas españolas es
bajísima (vale, no solo juegan aquí factores laborales, es verdad, pero…)
Usted que me lee me dirá que no es su caso. Que
usted es un gran trabajador o que en su curro capan el facebook o yo que sé...
Bueno, si usted lo dice… Yo me refiero a esos bares poliganales permanentemente
atestados de gente. A esa operaria que conversa con una amiga mientras
pacientes consumidores aguardan en una cola a que la susodicha acabe. A esa
estupenda administrativa, eficaz, gentil y amable que, sin embargo, cada día invierte
una hora de su jornada laboral en conversar por el teléfono de la empresa con
sus hijas y cuñadas. Me refiero al brillante creativo, eficaz, bien dispuesto, que
se pasa el viernes brujuleando internet para cerrar sus planes de fin de
semana. O a la profesora universitaria que trabaja en todo menos en la mejora del nivel académico de sus
alumnos.
No obstante, no todos son tan eficientes, los
hay entre pésimos y peores. ¿Qué problema hay en que una normativa abarate su
despido? Miren, una empresa suele estar encantada de contar con empleados
trabajadores, eficientes. Ciertamente, hay
empresas abusadoras, mal pagadoras y muy exigentes. Huyan de ellas. Pero el
problema también se da en sentido inverso, trabajadores poco cumplidores y
altamente exigentes con su empresa. Que
llenan los bares rajando pestes de su jefe y poniéndose por las nubes como piedras
angulares de sus organizaciones mientras, arriba, alguien atiende por él las
llamadas.
En otros países el pulso entre empresas y
empleados abusones se resuelve del siguiente modo. Horarios inflexibles de
trabajo de ocho horas. En esas ocho horas se exige al trabajador un 100%. Fuera
de ese horario un 0%. Claro que en otros países no ocurre que te contraten a
media jornada para trabajar una entera. El verdadero y único criterio posible
es ese. Rigidez en el cumplimiento de las jornadas. Mano dura contra el fraude.
Y por descontado, techos salariales, IRPF al 99% a partir de determinada renta.
Ya les digo que yo no soy liberal. Soy más bien un conservador de los de toda la vida.
Este es un mero paréntesis, pronto volveré a
Ramón de Perellós. Pero creo, que tal como están las cosas, alguien debe decirles a los trabajadores españoles: No sois tan buenos como decís que sois. Y a las pruebas me remito.
2 comentarios:
Me crea usted algunas dudas metafísicas y eso, en este blog, es de lo más apropiado: Como trabajador por cuenta ajena, en este momento soy más fácil de despedir que antes ¿Debería inundarme la felicidad por ello? Y si no lo hace ¿Que falla en mí?
PD: Buena provocación la suya, so pillastre.
Es buena, pero no parece haber funcionado. No, no debe sentirse usted feliz ante la perspectiva de un despido (a no ser que su empresa carezca de futuro y vayan a preparale una indmenización de aupa, tipo CEO de una caja). LA idea es que hay una equidistancia entre malas práxis laborales y malas praxis empresariales. Empresarios y obreros están hechos de la misma madera. El absentismo laboral, por un lado, y por otro los contratos de autónomos encubriendo cuenta ajena para ahorrar cotización, o las ruedas de facturas para mermar IVA (entre tantas y tantas pirulas de primero de pirulas). Este es nuestro cáncer, amigo mío. No somos un país serio, nuestra economía, por tanto, no es competitiva más que en pequeños sectores aislados. (algo es algo)
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