En fin… El inevitable Sr. Besa quiere dedicarles unas
palabras.
Palabras del Sr. Besa.
“Hola.
El jueves 15 de diciembre, a las 19.45 están
ustedes invitados a la presentación en Segovia de Ínsula Avataria. Será en
Generación X, en la zona de las Rocas, técnicamente calle Emperador Teodosio
aunque casi nadie lo conoce como Emperador Teodosio. En Segovia tendemos a
pensar que es la calle Ruiz de Alda (y así viene en Google Maps, aunque rebautizada como Ruiz de Alba), otros opinan
que es Ochoa Ondategui. No sé. Popularmente son Las Rocas del Acueducto, pero
como me han dicho que Emperador Teodosio, pues Emperador Teodosio. Aunque todos
son dudas. Si llegan a Generación X y no estoy, es que me he perdido. Vale, es
un chiste patético. Pero aunque no se lo crean, tras catorce años viviendo
placenteramente en Segovia, aún me pierdo. El otro día, sin ir más lejos, no
encontraba la calle El Roble, me equivoqué y me metí por la calle Relojeros… En
fin Serafín.
Escribí Ínsula Avataria porque Metaversos, la
novela con que me estrené en Sirius, funcionó bien; para lo que son estas cosas,
la novela se benefició en parte de la estela de Second Life, entonces en boga, y
el libro estuvo durante bastantes meses como el más vendido de la editorial. Jorge
Ruiz, editor de Sirius, me animó entonces a escribir una continuación, con un
horizonte de publicación en 2010. Yo no veía nada claro escribir una
continuación. Sí tenía claro que quería sacar una segunda novela.
Para que veáis la importancia del feed-back en
esto de escribir. Metaversos, aunque resultó
un buen negocio, fue recibida con benevolencia y poco más. Como novela yo
destacaría el entramado económico 3.0 y el “descubrimiento” de que con los “metaversos”
podías mantener la unidad temporal de una historia cambiando cada dos por tres
de escenario histórico (en 2007, ante todo, me interesaban los aspectos
formales y menos el contenido). La idea era y es buena. Pero la construcción de
la novela –normal en un novato- pssss... Algunos lectores (vale, casi todos) coincidieron
en que se perdían en el dédalo de avatares y tiempos (esto tiene su
explicación, no solo era torpeza, inicialmente era un efecto buscado porque uno
aspiraba a escribir algo a lo Dick, pero claro, no soy Dick, luego se juntaron
algunos otros problemillas internos, también es verdad, o sea, que siendo
mucha, no todo fue torpeza, ea…). Hubo también unanimidad en considerar que los
tecnicismos económicos (aunque a mí es lo que más me gustan de Metaversos) eran
un tanto espesos. Luego está mi hermano Joan, que se puso hasta desagradable al
sostener que a Metaversos le faltaba sangre y tensión.
¿Así que le falta sangre y tensión, eh?, me
dije. ¿Así que hay que clarificar los contextos de los avatares, eh?
Entonces decidí que no haría una segunda parte
de Metaversos pero aprovecharía el universo literario para corregir una y otra
cosa. Decidí que escribiría una novela bélica que rompería en El Somme (esta
vez mi hermano no iba a quejarse por la falta de hemoglobina) para continuar
con el siglo XV.
La verdad es que me cuesta horrores llenar de
crímenes las historias, me parece un recurso barato de escritor de tercera. Así
que las masacres en Ínsula Avataria se quedan en los universos virtuales con
una cierta concesión a la galería para darle aire a la trama (al final, no
quedó otra que matar a uno, amputarle las piernas a un secundario y sugerir la
muerte a tiros de dos esbirros).
Las novelas deben apuntalarse –pienso- en lo
ingenioso de la trama y el lenguaje. No en las carreras de coches y los golpes
de efecto. Sin embargo, hoy las novelas de intriga matan más que el Sida. En todas
hay sus cuatro o cinco muertos. Felizmente, en Ínsula Avataria cuento con los
capítulos bélicos para meter tensión, especialmente en el arranque. Eso me
permite, además, no entrar en detalles. Son masacres históricas, que fueron más
o menos tal como cuento, así que no es preciso recrearse en el horror.
Escribiendo el asalto a Beaumont Hammel, por ejemplo, de verdad que me pesaba
la historia. Imaginaba a aquellos desdichados soldados en medio de aquel
infierno de barro y piojos. Me daban pena y a la vez me parecía heroico. Por
otro lado, tampoco quería entrar de lleno en la tragedia de aquella disparatada
guerra y que Ínsula sonara a la típica historia antibélica. El que no vea que
la IGM fue una vergüenza de nuestra especie, está enfermo, pero convertir a mis
tommies en hippies del Vietnam me sonaba a traición total al espíritu de una
época. Total, he intentado mantener el equilibrio.
No sé porque cuento esto.
También he querido darle un fondo más
especulativo. Pero una cosa es querer y otra poder. Es realmente difícil armar
una historia sin pretensiones experimentales con trasuntos metafísicos. Algo he
mejorado en este apartado, pero queda mucho por hacer.
Con todo, al final ha quedado una novela la mar
de interesante. Amena, con sus puntos divertidos y curiosa. El título mola.
Creo, vaya. Les espero el jueves”.
Y hasta aquí las palabras del Sr. Besa.
Tu hermano se ha quedado más que satisfecho con la sangarrada.
ResponderEliminarY además ha reido mucho. Y eso que le pegabas de pequeño. Lo se de buena fuente.
ANONIMO
Sé de muy buena fuente, caballero, que su hermano se limitaba a mostrarle al "otro" hermano el no siempre cómodo "camino del acero". Gracias le tendría que dar..... :) Es decir, todo esto hay que encuadrarlo en el necesario adiestramiento marcial de un hermano mayor para con otro menor... Lo dice la ciencia, Harris en sus estudios de antropología... Ahora no sé la cita pero está por ahí, en internet... Anonimos Saludos
ResponderEliminarCierto cierto, era simple y llanamente cariño mal entendido.
ResponderEliminarNo hay que ser desagradecido. Algún día los hermanos pequeños deberían devolver todo ese cariño y amor mal entendido a sus hermanos mayores.
Saludos,