sábado, 11 de julio de 2009

Cerebro y tiempo


Afirmo que para la correcta comprensión de la consciencia artificial hay que analizar detenidamente la consciencia humana. El alma humana.
El alma humana se caracteriza por un permanente, constante e ininterrumpido torrente de datos que procesan estímulos y percepciones procedentes del noumeno, que se yuxtaponen a nuevos datos ya procesados o parcialmente procesados en diferentes niveles y metaniveles, básicamente lingüísticos y emocionales. Todo esto ocurre en el cerebro.
Un maremágnum aparentemente caótico de bytes en proceso. Algunos datos refieren a la propia mecánica del cuerpo, otros componen la imagen de la realidad exterior, otros van categorizando emociones, realidad exterior, pautas, divergencias… las más de las veces en un proceso interactivo y que se retroalimenta.
A partir de aquí, un aparato de categorías -la matriz- destila de la sopa el hilo conductor, el pensamiento consciente. Es importante señalar que hay varios niveles de precisión en ese hilo consciente. No es igual la hilazón lógica de una divagación espontánea que el de un discurso trabado y pensado para ser comunicado a otro cerebro.Todo nuestro universo está codificado ahí. Nuestra alma es el conjunto de categorías y el modo en que se combinan para destilar ese pensamiento.
Lo importante es que ese torrente nunca se detiene. Y ese "nunca se detiene" caracteriza el tiempo.
A su vez, suponemos que ese carácter "incesante" también se da al otro lado del espejo, allá de donde proceden los datos primarios. De ahí la sensación de alguno fílósofos de que el tiempo es el nexo común entre la fuente de datos y nuestro conocimiento de los mismos.

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